Mi prima preñada y su dinero, mis mejores afrodisiacos 2
Antes de salir de casa, ya me había acostado con la preciosa secretaria de mi prima. La rapidez con la que esa oriental se había echado entre mis brazos me dejó claro que no era casual y que esa ligereza escondía otras intenciones.
«No he sido nunca un ligón», me repetí continuamente para no creer que esa mujer se había sentido afectada por mi atractivo.
Tenía claro que Teresa se había abierto de piernas y que ello solo se podía deber a dos motivos: El primero, mi prima se lo había ordenado y el segundo, un tanto más retorcido pero no por ello menos plausible, era que sabiendo que había heredado viera en mí a un pardillo al que desplumar.
«Si es esa la razón, va jodida», pensé reconociendo que quien realmente me ponía cachondo era Ana, mi embarazada prima.
El recuerdo de su vientre germinado y sus pechos llenos de leche volvieron con fuerza a mi cerebro. Después de largo tiempo con mi sexualidad aletargada, esta se vio zarandeada brutalmente al descubrir que estaba preñada y su déspota comportamiento solo consiguió avivar si cabe el inmenso incendio que había provocado.
Sé que os costará creerlo pero en mi casa y mientras mi pene se solazaba dentro del coño la filipina, era en Ana en quien pensaba. Por mucho que esa muñeca resultara ser una ardiente amante, los gritos que deseaba oír mientras me la follaba eran los de mi prima. Quizás por ello al llegar al avión que había fletado la compañía, mi comportamiento hacia la joven fue bastante frio.
Teresa, que no era tonta, lo notó pero no dijo nada. En vez de mortificarme con nuevos mimos, se dedicó a sus cosas, dejándome solo con mis pensamientos. Ello me dio la oportunidad de aclarar mis ideas mientras el piloto y su ayudante despegaban.
«Me ha facilitado el viaje para que me confíe y así cogerme desprevenido», medité enfadado, «esa puta quiere quedarse ella con todo el pastel».
«De ser cierta la fortuna que en teoría habíamos heredado, son solo unas migajas el millón de euros que ha ofrecido por mi parte», concluí. Curiosamente, saber que Ana me tomaba por un pazguato me tranquilizó y ya más centrado, me puse a observar a mi acompañante.
«Es una mujer preciosa», certifiqué al recorrer con la mirada su anatomía.
Ajena a mi examen, la joven se acomodó encogiendo sus piernas sobre su asiento de manera inconsciente. Su concentración me permitió mirarla sin que se diera cuenta. Con poco más de veinte años parecía recién salida de la adolescencia. El escaso pecho que apenas unas horas antes había probado, me daba a entender que por su raza no iba a crecer más pero aun así tuve que reconocer que la chavala estaba buenísima. La perfección de sus muslos y su estrecha cintura eran toda una tentación pero lo que realmente me excitó fue el hecho que, al recoger un papel del suelo, su falda se le había descolocado, dejando al descubierto tanto el coqueto tanga como gran porción de ese trasero que inútilmente trataba de tapar.
“Tiene un culo de campeonato”, sentencié recordando la tersura de sus nalgas mientras mi voluntad luchaba contra la excitación.
Justo en ese momento, la filipina se dio la vuelta y me miró. Fue entonces cuando mi lujuria se vio incrementada exponencialmente al comprobar que se le había soltado dos botones de su camisa y permitiéndome contemplar su pecho por completo.
Sé que se percató de su descuido pero no hizo nada por evitarlo, de manera que me quedé ensimismado mirando esos pequeños pero duros senos, que para colmo estaban coronados por dos pezones de color rosa.
«¡Es una niña y yo un viejo!», protesté al recordar cómo me había dejado llevar una hora antes.
Cabreado conmigo mismo traté de retirar la mirada pero constantemente volví a caer en la tentación. La sensualidad que escondía esa joven provocó que mi verga me exigiera que le hiciese caso. Sabiendo que es lo que esa zorrita esperaba, no hubiera tenido inconveniente en pajearme en su honor pero el poco pudor que me quedaba evitó que me sacara la polla y me pusiera a masturbarme.
-Reconoce que te gusto- sonriendo, dijo la cría al ver el efecto que causaba en mi entrepierna.
Cómo de nada servía negar lo evidente, totalmente colorado, asentí. Mi respuesta le satisfizo y poniendo cara de puta, me soltó que yo a ella también. Fingiendo una tranquilidad que no sentía, le contesté que no me lo creía.
-¿Estás seguro que miento?- insistió sin dejar de mirar a mis ojos y pasando su mano por encima de mi bragueta.
-Totalmente. Soy mayor para ti y apenas me conoces- respondí de mala leche al sentir sus dedos ya se habían aferrado mi extensión y que sin ningún pudor esa guarrilla me empezaba a masturbar.
-Te equivocas. Me ponéis cachonda tú y tu dinero- respondió con una sinceridad que me dejó pasmado y acercándose a mí, susurró en mi oído: – Mi jefa es una perra muy dura y si no quieres que te desplume, vas a necesitar mi ayuda. Te aseguro que tenerme como tu aliada te puede resultar muy agradable.
Viéndolo desde esa perspectiva, me pareció una postura coherente. Ambos salíamos ganando y por eso, le pregunté qué quería por esa ayuda.
-Poca cosa, ¡casarme contigo!
Os juro que estuve a punto de echarme a reír pero no queriendo ofenderla, preferí ofrecerle un cinco por ciento de lo que consiguiera. La cría asintió dando su conformidad al acuerdo y abriendo una puerta del avión, me señaló una cama. Me faltó tiempo para levantarla entre mis brazos y llevándola hasta ahí, ella se puso a quitarme la camisa mientras yo me ocupaba de bajarme los pantalones. Poseído por una impía pasión, me desnudé al tiempo que pensaba que era una curiosa forma de cerrar nuestro trato.
-Fóllame- me pidió mientras cogía entre las manos sus pequeños pechos y me los hacía entrega como muestra de nuestra alianza.
Confieso que azuzado por ella, los agarré entre mis dedos y sin pedirle su opinión, comencé a recorrer con mi lengua sus pezones. Sin darme tregua, Teresa colocó mi verga en la entrada de su cueva y sin mayores prolegómenos, de un rápido movimiento de caderas, consiguió que la penetrara.
-Me encanta ser tu socia- gritó al sentirse llena y dejándose llevar por su naturaleza ardiente, sus uñas se clavaron en mi espalda mientras me pedía que la tomara.
Su descaro curiosamente me gustó y convirtiendo ese acto animal en algo tierno, comencé a acariciarla mientras le informaba que nunca había tenido una socia. Muerta de risa, la asiática me contestó:
-¿Y una novia?
-Pareja si he tenido-respondí sin saber a qué se refería.
Soltando una nueva carcajada, me soltó:
-Pues piensa en mí como si fuera tu prometida- y tomando aire continuó diciendo: -Además de placer, te conseguiré mucho dinero.
La mención de esa fortuna que me esperaba al llegar a ese país, incrementó mi avidez por ella y reiniciando mi ataque, mi pene se acomodó en su cueva una y otra vez. A ella le debió ocurrir lo mismo porque mientras nuestros cuerpos se fusionaban sobre las sábanas, se vio poseída por el placer y chillando a los cuatro vientos su ardor, se licuó entre mis piernas.
-¡Dame un anticipo!- aulló al notar el modo en que mi extensión se introducía rellenando su vagina.
Comprendí que era lo que me demandaba e incrementando el compás de mis estocadas, busqué sembrar su fértil vientre con mi semilla. La temperatura de esa habitación se volvió todavía más caliente cuando Teresa, sin previo aviso, se aferró a los barrotes de la cama y gritando, se corrió.
La violencia de su orgasmo y la manera en que se retorcía me excitaron aún más y subyugado por la pasión, me enganché a sus pechos y con renovados ánimos, seguí follándomela mientras le exigía que se moviera.
Esa orden surtió el efecto deseado y ya en plan loca, fue en busca de un nuevo clímax, convirtiendo su coño en una especie de batidora. Sus movimientos convulsos y la presión que sus músculos ejercieron sobre mi miembro fueron el aliciente que necesitaba para correrme y coincidiendo con sus jadeos, sin poder aguantar más, exploté sembrando su interior. Estaba esparciendo mi simiente dentro de ese oriental chocho cuando con un alarido que tuvo que oír el piloto del avión, Teresa me informó que se me unía.
Agotado y satisfecho, me dejé caer sobre el colchón mientras la ambiciosa joven seguía presa del placer. Durante unos minutos esperé a que se recuperara. Ya repuesta, la pregunté:
-¿Qué va a decir mi prima cuando se entere de tu traición?
Sin levantar su cara de mi pecho, me respondió:
-Yo no se lo voy a decir. Para ella, seguiré siendo su leal secretaria hasta que me des la parte que me has prometido o ¡te cases conmigo!
Increíblemente, esa filipina seguía pensando que lo más normal era que nuestra relación terminara en matrimonio. Por mi parte, la idea ya no me parecía descabellada. Esa mujer tenía todo lo que me gustaba. Ambición, inteligencia, belleza y simpatía…
Mi llegada a Manila.
Casi veinte horas después aterrizamos en el aeropuerto Ninoy Aquino, renombrado así por el periodista y político asesinado bajo la dictadura de Ferdinand Marcos. Al salir al exterior, los treinta y tres grados de temperatura de ese día de diciembre me parecieron excesivos, tomando en cuenta que al salir de Madrid los termómetros marcaban bajo cero.
«Menudo calor», protesté mentalmente mientras mi acompañante se ocupaba del papeleo.
A mi alrededor, un gentío enorme se afanaba en buscar un transporte hacía la ciudad. Aunque no es algo que se sepa, Manila tiene más de quince millones de habitantes, permanentemente embotellada. De lo caótico de su tráfico me percaté nada más salir de la terminal porque la limusina que en la que íbamos montado se vio inmersa en un descomunal atasco.
-¿Siempre es así?- pregunté.
Teresa, acostumbrada a ese caos, tardó unos segundos en comprender cuál era mi pregunta.
-Hoy está tranquilo- contestó luciendo la mejor de sus sonrisas.
«Pues cómo debe ser cuando está mal», me dije alucinado. Nunca en mi vida había estado en un lugar donde la ley de la jungla fuera la norma de comportamiento entre los conductores. Tampoco había visto jamas el engendro que llaman “jeepney”, un híbrido entre un jeep de la segunda guerra mundial y un microbús. Pintados profusamente con colores vivos, cualquiera de esos artesanales vehículos hubiera causado sensación en las calles españolas.
«Además de horteras, contaminan que dan gusto», sentencié al observar la negra humareda que dejaban a su paso.
Aunque ese tipo de trasporte me impactó, no pude dejar de preguntar a la filipina cómo se llamaba otro invento que podía ser o una bici o una moto a la que habían adosado una cabina.
-Pedicab- contestó lacónicamente.
Durante un buen rato me entretuve admirando esa anarquía hasta que ya cansado pregunté si faltaba mucho para llegar a nuestro destino:
-Una hora.
Esa fue la primera mentira que me dijo ya que el tiempo real que tardamos fue superior a dos horas. Os confieso que habituado a vivir en Madrid, esa mega urbe me pareció una locura. Pero lo que más me extrañó fue ver la tranquilidad con la que sus habitantes se tomaban ese embotellamiento.
Afortunadamente cuando ya creía que íbamos a pernoctar en ese coche, apareció ante nosotros una inmaculada valla que se extendía durante kilómetros. Nada más verla, mi acompañante suspiró aliviada y girándose en su asiento, me informó que habíamos llegado. Esa fue su segunda mentirijilla. Aún tardé quince minutos en poder estirar las piernas porque a pesar de estar ya en nuestro destino, ese fue el tiempo que nos costó cruzar la finca y llegar a la mansión que había sido de mi tío.
«Es enorme», fue lo único que pude decir al verme frente a un palacete de clara inspiración mediterránea que chocaba con el verdor de la plantación de tabaco en la que estaba situada.
Si el tamaño me había impresionado, lo que me dejó sin habla fue su interior. Decorado con un gusto recargado, ese lugar no parecía un hogar sino un museo.
-Es magnífica, ¿verdad?- preguntó la muchacha al ver mi cara. Aunque me resultaba un horror por lo recargado de sus paredes, no dije nada y dejé que ella me guiara entre esos ancestrales muros.
A nuestro paso nos cruzamos con un elenco de criadas que a mis ojos poco experimentados en razas orientales, me parecían la misma. Viendo que Teresa las iba saludando por su nombre a cada una de ellas, comprendí que de alguna forma ella era otra habitante de esa casa o al menos una asidua visitante.
«Hay algo que esta niña, no me ha contado», sentencié medio mosqueado. La seguridad con la que se movía en ese laberinto terminó de confirmar mis sospechas y por ello, agotado después de tanto viaje, pregunté dónde estaba el cuarto que me habían asignado.
-¿Cuarto? Doña Ana ha dispuesto que te quedes en la casa de Don Evaristo.
-Pero… ¿no es ésta?- pregunté receloso.
La muchacha con su típica sonrisa, contestó:
-Ésta es para las recepciones, su tío construyó dos más pequeñas pegadas a la piscina. Una de ellas es donde vive desde hace años su prima y la otra, que es en la que él vivía, será para usted.
Confieso que aún sin verla, saber que no tendría que dormir en ese mausoleo, me alegró y con ánimos renovados, le pedí que directamente fuéramos a la que iba a ser mi morada. Obedeciendo de inmediato, la muchacha me sacó al jardín y ya desde la escalinata, vi por primera vez mi futura residencia.
-¡Qué maravilla!- exclamé al comprobar que junto a la especie de lago que esa cría llamaba piscina, había dos coquetos chalets de estilo moderno y funcional.
Sin esperar a los sirvientes que nos seguían con el equipaje, salí corriendo y entré en el que Teresa me señaló como mío. Su interior no me defraudó, decorado en plan minimalista, era un sueño hecho realidad.
Al preguntarme si me gustaba no pude más que expresar mi aprobación casi gritando:
-Me encanta.
La filipina al oírme, se rio y poniendo cara pícara, me soltó:
-Eso que no has visto tu cama.
Tras lo cual, me cogió de la mano y casi a rastras me llevó al piso de arriba, donde me encontré con la sorpresa que toda esa planta era una sola habitación y que en medio de esa enormidad, se hallaba un descomunal lecho cuyas medidas me parecieron fuera de lugar.
-¿Cuánto mide?- pregunté alucinado.
-Dos y medio por dos y medio- contestó mientras posaba su lindo trasero en el colchón y ya en plan de guasa, me reveló: -Tu tío y sus amiguitas necesitaban mucho espacio.
Conociendo la afición por las faldas del difunto, que tuviera varias amantes no fue algo que me cogiera desprevenido y por ello, medio en broma, contesté:
-¿Te parece si la estrenamos?
La cría, poniéndose seria, me respondió:
-Quizás esta noche, no quiero que el servicio se entere de nuestro pacto.
No me hizo falta estudiar una carrera para intuir el verdadero significado de sus palabras:
«No quiere que Ana sepa que me acuesto con ella».
Como la cría tenía razón, no insistí y por ello en cuanto llegaron los criados con mi equipaje, no me extraño que adoptando una pose de estricta secretaria, esa críame dijera mientras bajaba las escaleras:
-Doña Ana le espera en su casa a cenar dentro de dos horas.
Mirando el reloj, vi que eran las cuatro de la tarde y entonces recordé que el horario de ese país era totalmente diferente al de España; se desayuna a las seis, se come sobre las doce y se cena a las seis.
-Allí estaré.
Ya se iba cuando de pronto recordé algo que me llevaba reconcomiendo desde que descubrí que estaba embarazada y no queriendo interrogarla directamente sobre el tema, le pregunté:
-¿Estará presente su marido?
La carcajada que surgió de su garganta me dejó helado y viendo mi gesto de extrañeza, respondió:
-Mi jefa no tiene pareja…
Las palabras de esa mujercita cayeron como un obús en mi cerebro. Si Ana no tenía marido, ni novio:
«¿Quién coño es el padre de la criatura?», sabiendo que no tardaría en saberlo, me pareció lo más correcto no insistir y despidiéndome de la muchacha, me quedé viendo como uno de los criados deshacía mi equipaje.
Ya solo, me dediqué a explorar mis dominios. La casa de Evaristo era no solo cojonuda sino la guarida de un pervertido. Lo digo por la colección de porno y los diferentes artilugios sexuales que encontré en el interior de un armario. Ya estaba punto de volver a mi cuarto cuando entre los distintos videos que albergaba ese mueble descubrí unos con el nombre de mi prima.
«Tío eras todavía más cerdo que yo», pensé descojonado y dejando todo como me lo había encontrado, decidí visualizar el contenido de mi descubrimiento.
Los vídeos de mi prima.
De vuelta a mi habitación, encendí la televisión y metí el primero de los Dvds en su interior, tras lo cual, me tumbé en la cama. La naturaleza del repertorio donde los encontré, me hacía abrigar esperanzas y por ello, os confieso que antes de darle al play, ya estaba caliente.
La primera imagen que apareció en la pantalla fue una habitación muy parecida a la que me hallaba pero por los muebles supe que no era la misma:
«Debe ser la de Ana», me dije mientras acomodaba mi almohada para ver mejor.
Estaba todavía haciéndolo cuando observé que mi prima salía del baño envuelta en una toalla. Se notaba que era un video espía y que ella no era consciente de estar siendo grabada porque sin mirar al objetivo, se sentó frente al espejo y empezó a peinarse su melena.
Sintiéndome un voyeur, me quedé observando ensimismado:
«Se la ve más joven», pensé al percatarme que al menos esa película debía tener cinco años, «ahora está más buena».
Sin sentirme mal por ese vil acto, me estaba encantado el ser espectador de un peculiar reality que en contra de lo que ocurre en los de verdad, conocía a la protagonista. Durante un buen rato, Ana se entretuvo peinándose pero, cuando terminó, la cinta se tornó más interesante porque dejando caer la toalla, se quedó completamente desnuda. Fue tan de improviso que tuve obligatoriamente que parar la imagen para disfrutar íntegramente de su belleza.
«¡Menudo polvo tiene la condenada», sentencié tras examinar concienzudamente cada parte de su anatomía.
Satisfecho, reinicié la secuencia y ante mi alborozo, la protagonista de mis sueños, cogió un bote de crema y comenzó a extendérsela por todo el cuerpo. La calidad con la que fue grabado, me permitió que ninguna porción de su cuerpo quedara oculto a mi escrutinio.
«Esas tetas tienen que ser mías», mascullé al ver como mi querida prima, al recorrer sus pechos con sus manos, se dedicaba a masajear descaradamente los pezones.
Para entonces, mi pene, cobrando vida propia, me pedía que le hiciera caso y yo, completamente subyugado por la visión que se me ofrecía, no pude más que sacarlo de su encierro mientras en la pantalla, era testigo de cómo esa mujer recorría con sus palmas su trasero. Esas nalgas eran tan impresionantes que no pude evitar que mi mano diera rienda suelta a mi deseo, masturbándome.
Para entonces todo mi cuerpo era un incendio e involuntariamente, mi prima colaboró con ello cuando al empezar a pintarse las uñas de los pies, pude admirar su coño.
«Va depilada», me dije impresionado porque ni en mis sueños más calientes me hubiese imaginado que lo llevara totalmente afeitado. Obsesionado por ese descubrimiento, me concentré en esa escena al ver que se tumbaba sobre su cama.
Cuando creía que la protagonista se iba a dormir, fue cuando pegando un suspiro, Ana separó sus piernas y ante mi sorpresa, sus manos se apoderaron de su sexo.
«Esto no me lo esperaba», sentencié al ser testigo de cómo mi prima cogía una foto y mirándola, se empezaba a acariciar lentamente.
Tras unos minutos, no me sorprendió en absoluto ver el brillo del flujo empapando su coño, ni que la muchacha no parara de gemir mientras, con los ojos cerrados, metía una y otra vez dos dedos dentro su sexo. Lo que si me dejó pálido fue cuando abriendo un cajón de la mesilla, mi prima sacó un enorme consolador y sin más miramientos, se lo ensartó hasta el fondo.
«¡Joder con Anita!», exclamé mentalmente al observar cómo se retorcía sobre el colchón con semejante falo incrustado, «resulta que va a ser una zorra en todos los sentidos».
A pesar de su tamaño, su vagina aceptó ese consolador sin ningún problema y mientras en la tele, esa estancia se llenaba con el ruido de sus jadeos, me dediqué a pajearme cada vez más rápido mientras en mi mente se hacía fuerte la idea que tenía que follármela.
«Lo que daría porque fuera mi verga la que estuviera entre sus piernas», pensé sin perder ni un detalle de lo que ocurría en la pantalla. El morbo de la escena se incrementó junto con su lujuria cuando sin dejar de acuchillar su interior, la muchacha llevó una de sus manos hasta sus pechos y cogiendo los pezones entre sus dedos, los empezó a pellizcar.
Para entonces, todo mi ser ansiaba mamar de esas dos ubres que tan sensualmente torturaba y que mi pene se solazara mientras tanto en su interior. Si ya de por sí eso era extremadamente excitante, el sumun mi calentura llegó cuando retorciéndose sobre las sábanas, mi prima comenzó a gritar mi nombre.
«No puede ser», me dije creyendo que había escuchado mal pero a través de los altavoces de la tele y esta vez claramente, Ana lo volvió a pronunciar.
«Debe referirse a otro», sentencié al no poder negar que era el mío.
Aun asumiendo que no era yo el tipo en el que pensaba mi prima al masturbarse, la idea que secretamente me deseara fue el aliciente que necesitaba mi pene para explotar y mientras en la pantalla ella se corría, descargué sobre mi cama la tensión acumulada.
Justo cuando terminé de eyacular, el Dvd llegó a su fin. Os juro que si no llega a haber quedado con ella en media hora, hubiera visto de inmediato el segundo porque curiosamente mi pene, lejos de volver a su estado normal, se mantenía erecto.
«Tranquilo, tío. Tendremos todo el tiempo del mundo para ver los veinte restantes», le dije a mi verga mientras me metía a la ducha, «esa putita no sabe que los tengo y si las cosas se tuercen, siempre podremos chantajearla»
CONTINUARÁ
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Relato erótico: “Mi prima preñada y su dinero, mis mejores afrodisiacos 2” (POR GOLFO)
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Relato erótico: “El club (11 Y FINAL)” (POR BUENBATO)
Sarah conducía despacio la camioneta Voyager de su madre, dobló por la entrada del auto motel y miró de reojo a Eliseo. Si ambos estaban nerviosos, no lo parecían. En realidad Sarah ya había estado ahí, Eliseo, nunca. De hecho, Eliseo nunca había ido a un motel; en cierto sentido, la diferencia entre la experiencia de ambos era bastante.
– Creo que no hay nadie – murmuró Sarah, mientras esperaban a un lado de la caseta
Eliseo estaba a punto de decir algo cuando la voz chillona de una mujer los sorprendió.
– Buenas noches – dijo la mujer, saliendo entre risas de un cuartillo, dio un rápido vistazo mientras revisaba la pantalla de un ordenador – ¿Normal?
Sarah giró hacía Eliseo, pero él sólo alzó los hombros.
– Normal – asintió Sarah
– Serían dos horas, cochera nueve, cinco minutos antes se les hace una llamada, pueden solicitar una extensión por hora y el pago se realiza al final. A partir de las diez de la noche, la estancia de noche completa requiere cargo extra. – la mujer ni siquiera los miraba, hablaba de manera mecánica, como deseosa de terminar el cobro – Las primeras cinco horas te las cobro ahorita.
Eliseo entregó el billete a Sarah; la chica se la entregó a la mujer, que parecía interesada únicamente en el pedazo de papel moneda. Les entregó el cambio.
– Que disfruten su estancia. Condones, bebidas y comida al fondo a la derecha. – finalizó la mujer, antes de perderse de nuevo en el cuartillo.
Sarah tardó tres segundos en reaccionar antes de avanzar con el automóvil. Una fila de cuartos a ambos lados apareció. Sólo tres de los veinte cuartos se veían encendidos y sus cocheras cerradas, al final, la luz de la pequeña tienda de condones y comida iluminaba el fondo. Sarah dobló directo a la cochera número nueve. Eliseo bajó del automóvil, y apretó el botón rojo con el cartel “Cochera” arriba. Entonces la cortina metálica de la cochera se cerró y el cuarto se oscureció antes de que Sarah encendiera el interruptor de una débil luz.
Ambos se acercaron detrás del coche, y Sarah abrió la puerta trasera. Varias formas se movían suavemente bajo una manta blanca.
– Ya pueden salir – dijo Sarah
Entonces Santino, Pilar y Blanca se descubrieron la manta.
Hacía casi cinco horas, Eliseo y sus hermanas se habían dirigido a casa de los gemelos, conforme a lo planeado. Eliseo sabía que no podía confiarse; era un verdadero riesgo hacer aquello en la casa de los gemelos, de manera que buscó la manera más diplomática de explicarles que aquello no se realizaría ahí.
– Puedes confiar en nosotros – insistió Sarah, extrañada – Pero en fin, que sea como tú digas.
Tuvieron que ver películas, y comer hamburguesas caseras mientras el tiempo pasaba. Parecía una típica reunión de amigos, pero había una diferencia. Los cinco sabían que era cuestión de horas para que estuviesen solos y dispuestos a follar entre todos, lo que generó una tensión sexual tremenda.
Sarah se acercó a Eliseo.
– ¿Y si en este rato alguien se retira? – preguntó
– Yo diría que todos están ansiosos.
Sarah sonrió, extrañada. Aquella conversación le parecía completamente surrealista. Miró a las hermanas, sentadas en un sofá, y a su hermano, en un sillón, mirando la película. Pensó que quizás en unas horas ella estaría comiéndose el coño de Pilar, mientras su propio hermano la follaba. A eso agregó a su imaginario la escena de Eliseo tirándose a Blanca, y aquello fue suficiente para sentir cómo su entrepierna se inundaba de placer.
Eliseo debía tener razón, seguramente todos, en silencio, pensaba igual, y seguramente crecía en todos ese deseo silencioso y constante de desatar de una vez aquella orgía. Se cruzó accidentalmente con la mirada de Blanca, quien la observó con un susto extraño, como de animalito indefenso. Ella misma se ruborizó. Sonrió, era claro que los bochornos había que ir dejándolos a un lado.
Cuando el reloj dio las ocho cuarenta y cinco de la noche, todos salieron para comenzar a acomodarse en la camioneta de la madre de los gemelos. Sarah habló con sus padres desde el teléfono de casa. Les dijo que Santino ya estaba dormido y que ella también caería pronto. Su madre apenas y habló con ellos, demasiado ocupados con la boda en la que se hallaban.
Eliseo también habló con su madre, pues la coartada había sido un maratón de películas en casa de los gemelos. Había sido difícil convencer al padre de las hermanas que Pilar también era buena amiga de ellos, pero la presencia de Blanca le pareció suficiente para tranquilizarlo.
Sarah había salido de su casa tan precipitadamente, que ni siquiera se cambio su pijama gris de algodón y su cómoda blusa verde de tirantes. Parecía como si sólo hubiese salido a la tienda de la esquina, y Eliseo no pudo evitar distinguir sus formas bajo la holgada ropa.
Media hora después, los cinco estaban ahí, en la mal iluminada cochera de un auto motel, sin atreverse a cruzar la puerta que llevaba a la recamara. Era como sí aquel fuera un purgatorio, una última fase antes del infierno – o el cielo – que les esperaba arriba.
– Bueno – dijo Sarah, finalmente – El tiempo corre.
Todos se miraron de reojo, y la siguieron.
Sarah abrió la puerta, que daba paso enseguida a unos escalones que subían a la recamara. Eliseo fue el último, cerró la puerta con seguro y vio como las luces se encendían.
A diferencia de la cochera, el cuarto resultó ser un iluminado lugar, de lo más acogedor. La amplia cama se hallaba contra la pared derecha, mientras que del otro lado estaba colgando una tv de plasma y un enorme espejo que reflejaba todo lo que se hallaba sobre la cama. También sobre la cabecera de la cama había un espejo, menos alto, que servía para reflejarse de la cintura para arriba.
En la esquina se hallaba el baño y la regadera, cuyas paredes de vidrio no dejaban nada oculto. Era, en todo caso, el típico motel de paso, diseñado y construido para el sexo.
Los cinco muchachos rodearon la cama, como si se tratara de una tumba abierta. La situación no podía ser más incómoda.
Santino, apretó el botón rojo a un lado de la cama y entonces el televisor se encendió. El cuarto se llenó entonces de los gemidos y gritos de una película porno, en la que aparecía una de esas orgias masivas japonesas. El muchacho, alterado por la sorpresa, se apuró a oprimir de nuevo el botón. Pero ya todos lo miraban. Era patético.
Aquel video los puso aún más nerviosos, pero también les recordó qué hacían ahí. Sarah miró de reojo a Eliseo, al otro lado de la cama. Eliseo comprendió entonces que él debía hacerse responsable de aquello; era su idea, y debía ser él quien pusiera manos a la obra.
Entonces se quitó los zapatos, quedando en calcetines, y se subió sobre la cama, recargándose justo en medio sobre la cabecera. Miró a Pilar, haciéndole una seña para que se acercara. Pilar miró brevemente a todos, como si estuviese en una clase de matemáticas y el profesor la hubiese llamado al pizarrón. Gateando, se acercó a su hermanastro hasta quedar de rodillas frente a él.
Vestía una falda de mezclilla entubada, que le cubría hasta la mitad de las piernas. Era tan estrecha que las formas de sus redondos glúteos se alcanzaban a distinguir con facilidad. Su blusa de manga corta tenía un estampado de labios rojos sobre un fondo blanco y sus zapatitos blancos le daban un aspecto entre gracioso y extravagante.
Durante dos segundos no paso nada, de modo que Eliseo comprendió que tendría que dictar cada acción. Le señaló su entrepierna a la chica, y entonces Pilar se acomodó para desabrocharle el cinturón y comenzar a bajarle la bragueta. Era como una pista de baile, en la que hacía falta que la primera pareja se animara para que el resto entrara en acción.
Sólo entonces Sarah tomó la mano de su hermano, y lo hizo sentarse sobre la orilla de la cama. Santino obedeció, y miró cómo su hermana caía de rodillas al suelo alfombrado antes de comenzar a desabrocharle los pantalones. La endurecida verga de su gemelo emergió al exterior al tiempo que sus pantalones caían, las manos de Sarah rodearon su erecto tronco, el cual masajeó suavemente, permitiéndole a su glande salir con gracia de entre la membrana de su prepucio.
Una idea hizo sonreír maliciosamente a Sarah, giró su cuello y buscó la mirada de Blanca. No le costó mucho trabajo, los curiosos ojos de la chica pronto se unieron a los suyos. Entonces Sarah movió el cuello, en ademan de que se acercara.
– ¿Quieres venir? – preguntó
Blanca miró estúpidamente hacía los lados, como si alguien más estuviese ahí. Se mojó los labios y sin decir si sí o si no, simplemente se acercó a los gemelos.
Vestía un short de mezclilla, con una blusa roja de mangas cortas. Llevaba zapatillas altas y blancas, a modo de puta, y su cabello rizado estaba completamente libre.
– Ven – le dijo, invitándola a que se arrodillara
Blanca obedeció, echando un último vistazo a la cama, donde las manos de Eliseo se deslizaban bajo la falda de mezclilla de Pilar, al tiempo en que la cabeza de su hermanita se perdía entre las piernas del muchacho.
Terminó de arrodillarse, y ante ella surgió la extravagante escena de la lengua de Sarah lamiendo de abajo hasta arriba el tronco duro y erecto de su gemelo. Blanca mordió sus labios inferiores, y permaneció inmóvil, como esperando la siguiente indicación de la rubia. Pero esta parecía haberse olvidado de la chica, pues su boca bajó de nuevo entre besos hasta darle uno último a las bolas del muchacho. Sólo entonces el rostro de Sarah sonrió a la invitada, y no fue necesario que dijera nada para que Blanca comprendiera que también podía participar.
Algo le dijo que aquello no estaba bien, pero otra voz le recordó que aquello había dejado de tener importancia desde hacía mucho. Cerró los ojos, y acercó su boca lentamente hacia adelante. Sus labios se abrieron para dar paso a la esponjosa forma de aquel glande; Blanca tenía ahora una nueva verga en su boca. Rápidamente detectó el distinto aroma y sabor de aquello, reconoció la sensación que la saliva de Sarah generaba en su boca, y casi pudo percibir el nervioso palpitar de aquel tronco.
Sus ojos se alzaron y miraron a Santino, quien se quedó abrumado con aquella visión de ensueño. Los labios de Blanca apretujaron suavemente aquel falo, y entonces inició un lento mete y saca. Un arriba y abajo que comenzó a regalar sensaciones suaves y disfrutables al afortunado muchacho.
Segundos después, Sarah se acomodó a su lado, de manera que ambas pudieran tener acceso a la verga del muchacho. Entonces la rubia llevó sus labios al glande de su hermano, donde Blanca daba los últimos sorbos. Sus mejillas chocaron cuando se dirigían al mismo tiempo hacía el afortunado pedazo de carne, pero ambas dejaron cordialmente el especio para que cada una pudiera cubrir cada lado de aquel tronco. No era la primera vez que Blanca chupaba una verga en equipo, pero se había acostumbrado tanto a Pilar y a Eliseo que aquello era como si se tratara de algo completamente nuevo.
Para Santino, por su parte, aquello sí que era completamente nuevo. Se sentía en el cielo, y no parecía haber en él ningún rastro de aquel asustadizo muchacho que insistía afanosamente en evitar toda aquella locura. Disfrutaba sentado, sosteniéndose con sus manos sobre el colchón, mientras dejaba que las chicas se encargaran de todo el trabajo.
Las miraba de aquí para allá. A veces con Blanca besándole el glande al tiempo que su hermana se llevaba uno de sus testículos a la boca. Al rato, era Blanca quien lamía sus huevos al tiempo que su gemela se encargaba de besarle cada centímetro de su tronco.
Sin embargo, allá abajo, algo más que una simple mamada se estaba confabulando. Blanca notaba como la rubia aprovechaba cada oportunidad para que sus labios se encontraran. Aquello era poca cosa comparado con lo sucedido hacía algunos días, pero Blanca seguía sintiéndose confundida con la manera en que Sarah la buscaba. Le era difícil sentirse tan atraída por una mujer, pero aquella misma sensación de desagrado comenzaba a causar estragos en su mente. ¿Era realmente un desagrado autentico, o era ella reprimiendo sus deseos de besar a la chica de nuevo? ¿Qué tenía de malo?, pensaba, a fin de cuentas, ya había cruzado todos los limites. Pensó en qué sucedería si se tratara de Pilar, y se le ocurrió que no le hubiese costado trabajo besar a su hermana. ¿Por qué con Sarah era tan distinto?
Su boca besaba, lamía y chupaba cada área de la dura verga de Santino, en un juego de atrápame si puedes contra Sarah. A veces la rubia acorralaba su boca, y sus labios terminaban chocando fortuitamente por unos segundos. Sin embargo, algo sucedió; ambas besaban un testículo de Santino hasta que comenzaron a subir a través de la verga. Entonces, cuando esta se terminó, Blanca abrió los ojos sorprendida cuando descubrió que ahora sus labios se movían contra los de Sarah; un impulso la invitó a alejarse de inmediato, pero uno más fuerte la obligó a permanecer ahí. Volvió a cerrar los ojos, disfrutando de los suaves y dulces labios de Sarah. Lo había extrañado, había extrañado esos labios, sazonados ahora con el ligeramente agrio sabor de Santino.
Se perdieron en un largo e intenso beso, de esos que parecen intentar recuperar el tiempo perdido. Santino se hubiese sentido abandonado, de no ser por que aquella escena se le antojaba tremendamente excitante. Dos mujeres preciosas besándose ante su endurecida verga, y una de ellas, su hermana. Las chicas despegaron sus labios y se sonrieron mutuamente, como si aquello hubiese sido una promesa. Entonces regresaron con disciplina a masajear con sus bocas la verga del gemelo.
Sarah se incorporó un momento para acomodar su cabello, miró hacía la cama, y una sonrisa morbosa escapó de sus labios cuando vio cómo Pilar seguía mamando la verga de su hermanastro al tiempo que este ya le había alzado la falda por completo y bajado las bragas hasta las rodillas, de manera que su dedo índice ahora exploraba el interior del culo de la chiquilla. El coño de Sarah se hizo agua de sólo pensar en ello.
Sarah siempre había temido la idea de que alguien le rompiese el culo, y hasta hoy seguía virgen; pero ver cómo aquellos dos se divertían con aquello le provocó una extraña curiosidad por saber cómo se sentiría la cálida verga de alguien incrustada en su culo. Con la misma sonrisa y con los pensamientos dando vueltas por su cabecita, la rubia regresó abajo; sus labios se encontraron con los de Blanca antes de tocar la suave piel del glande de Santino, desde donde su boca descendió hasta besarle los testículos.
En efecto, los agiles dedos de Eliseo exploraban el inmaculado esfínter de su hermanastra. Habían dejado aquello pendiente, pero Eliseo no iba a dejar pasar una noche más. Pilar, por su parte, comprendió que aquello era inevitable y, de cierta forma, la curiosidad por tener la verga de su hermanastro dentro de su culo no la dejaba en paz. Tenían que hacerlo, y nada más excitante que hacerlo frente a tantos.
– Hoy voy a romperte el culo – dijo Eliseo, con una extraña sonrisa
Las mejillas de la chica se ruborizaron en el acto, pero su cabeza se movió afirmativamente antes de continuar mamándole el falo al muchacho.
La mano de Eliseo empujó suavemente la frente de la chica, haciéndole sacarse la verga de su boquita.
– ¿Sabes qué? – dijo el muchacho – Tú misma te clavaras mi verga en el culo, ¿cómo ves?
Los ojos de la chica se abrieron de asombro, pero en seguida su rostro cambió a la de una curiosidad extraña. ¿Cómo podría hacer eso?
Su hermanastro se incorporó, le desvistió las bragas completamente, lanzándolas fuera de la cama y la hizo ponerse de cuclillas, dándole la espalda, y la atrajo hasta que sus nalgas abrazaron su endurecida verga. Él se había acomodado en flor de loto, con la espalda recargada sobre la cabecera de la cama.
Con la punta de su verga rozándole el ojete a Pilar, Eliseo alcanzó sus pantalones sobre la cama. Revisó sus bolsillos y sacó de un puñado cinco sobres plateados. Tomó uno, rompió la esquina del sobrecito y lo apachurró sobre su glande. Con aquel liquido, lubricó también la entrada del culo de Pilar. Comenzó a sobar con la punta de su falo el rosado culo de Pilar, mientras esta cerraba los ojos, pensando en que sería ella quien tendría el mayor control a la hora de romper su ano con la endurecida verga de su hermanastro.
– ¿Los interrumpo?
La voz sonriente de Sarah los sorprendió. Yacía boca abajo sobre la cama, sosteniéndose con sus codos y con su culo fuera de las orillas. Detrás de ella, Santino se había incorporado. Mientras Eliseo y Pilar se preparaban, la rubia había convencido a su hermano de hacer lo mismo. Eliseo sonrió, iba a ser testigo de cómo Santino le rompía el culo a su propia gemela al tiempo que él hacía lo mismo con la menor de sus hermanastras.
Blanca, como asistente, le alcanzó uno de los sobrecitos de lubricante a Santino.
Santino deslizó las bragas de su hermana hasta el nivel de sus rodillas. Y ante él apareció la preciosa vista de su culo abierto, mostrando su apretado y oscuro ojete sobre la piel clara de la más secreta de sus partes. La boca de su hermano se llenó de saliva al tiempo que su verga se endurecía aún más ante la idea de penetrar por primera vez aquel orificio.
Sarah no tenía tanto culo, ni siquiera comparada con Pilar. Su delgadez y su altura hacían que su culito se viese reducido a un par de nalgas redondas pero pequeñas, de tal manera que, con aquella posición, su esfínter estaba más que expuesto para recibir la verga de su hermano.
Mientras esperaba, Eliseo le había desvestido la blusa a Pilar, y ahora sus dos manos jugueteaban con los pezones de la chica, que se endurecieron de inmediato ante los suaves pellizcos del muchacho. A la chica ahora sólo la cubría la falda de mezclilla, doblada sobre sus caderas.
Blanca fue la encargada de lubricar la verga de Eliseo y ojo del culo de Sarah. Vertió unas gotas gruesas sobre el glande del muchacho, y con un suave masaje lo repartió en toda la punta de aquella verga. A Sarah, le dejó caer dos gotitas de lubricante justo en el ojete, y con eso pudo meter con facilidad su dedo índice. La rubia gruñó de inesperado placer ante aquello, y Blanca no pudo más que sonreírle furtivamente.
– ¡Listo! – dijo la chica, al tiempo que colocaba la punta de la verga de Santino sobre la entrada del culo de Sarah
Eliseo y Pilar se prepararon. Nadie lo había organizado de aquella manera, pero estaba claro que pretendían hacer aquello al mismo tiempo. Blanca se sentó y se acomodó, con una sonrisa curiosa ante el espectáculo que estaba tomando forma ante ella.
– Cinco, cuatro… – comenzó a decir Sarah, con una sonrisa nerviosa.
– Tres, dos… – se unió Blanca, reprimiendo una risita.
– Uno.
El cuerpo de Sarah se estremeció, una sacudida curvó su espalda y un gritó escapó de su garganta para sofocarse de inmediato. Respiró lo más que pudo para soportar el dolor que había provocado la repentina invasión de su hermano.
Falto de tacto y de experiencia, Santino había tomado la decisión de penetrarle el culo a su hermana de una sola tajada. En menos de un segundo, y con una precisión fortuita, le había clavado su verga por completo, deteniéndose sólo cuando alcanzó el tope.
– ¡Joder! ¡Santino! – gritó Sarah, una vez que logró recobrar la respiración, al tiempo que despegaba su rostro de la cama. Había incluso mordido, en vano, las sabanas de la cama para soportar el ardor en su culo.
Blanca estaba riendo, divertida. El rostro de Sarah, con los ojos desorbitándose de la impresión, le había parecido sumamente gracioso.
Sólo entonces se dieron el tiempo de ver lo que sucedía con los otros dos. Pilar, más lista, se había dejado caer suavemente sobre la gruesa verga de Eliseo, y su culo apenas se hallaba a medio camino de la penetración total. Lentamente, seguía dejando caer su culo, que iba dilatándose más y más conforme el pene de Eliseo se iba abriendo paso en el cálido abrazo de su recto.
La imagen clara del rosado anillo de la chica engullendo aquel tronco era digno de fotografía. El coño de Blanca se humedeció aún más, y una rápida sensación eléctrica se reflejó en su esfínter. Aquella imagen también conmovió bastante a Sarah, que finalmente agradeció tener su propia verga insertada en el culo.
– ¡Va! Hay que seguir – susurró a su hermano – Pero ten cuidado.
Santino no dijo nada; él estaba perdido en la excitante sensación de aprensión que el estrecho culo de su hermana provocaba en su verga. Intentó sacarlo, pero la hinchazón del culo de su hermana apretaba demasiado su verga, de modo que tuvo que comenzar con movimientos muy suaves y lentos. Sin embargo, incluso aquellos movimientos tan simples provocaban sensaciones en la mente de Sarah; poco a poco, el placer y la excitación fueron aflojando su culo, facilitando al rubio el mete y saca de su verga.
– ¡Ah!¡Ahhh! – comenzó a gimotear Sarah, conforme Santino iba teniendo el espacio para aumentar la intensidad de sus embestidas – Sigueeee…cabrrrooooónn.
Santino obedeció con gusto.
– ¡Joder, Santi! Que rico.
– ¿Así? – preguntó Santino, aumentando la intensidad de sus movimientos
– ¡Así! Joder, pero que rico.
Pilar, por su parte, hacía tiempo que había caído por completo sobre la verga de Eliseo. Él permanecía quieto, mientras ella evaluaba cuidadosamente sus movimientos; Blanca, que los miraba, comprendió lo difícil que debía ser aquella tarea. Aunque Pilar era una chiquilla bastante nalgoncita, eso no servía mucho a la hora de insertarse completamente la verga de su hermanastro en el culo. Las dimensiones de aquel tronco parecían gigantes comparadas con el estrecho y pequeño ojete del culo de la chica.
Eliseo alucinado, y sólo se limitaba a sentir el cálido abrazo que el recto de su hermanastra manaba. Cuando la chica comenzó a intentar subir lentamente, él la ayudó tomándola por la cintura. Poco a poco ella fue agarrando un ritmo más estable en sus brincos, hasta que los brazos de su hermanastro se sincronizaron lo suficiente para sostener sus movimientos.
Pronto sus gemidos se unieron a los de Sarah, y el cuarto se inundó de un canto de placer y excitación. Las respiraciones de Santino eran más agitadas, y los gritos de su hermana eran los que más se notaban. Los agudos grititos de Pilar eran más controlados, y Eliseo apenas y lanzaba uno que otro suspiro, como si estuviese todo el tiempo tratando de mantener la respiración.
– ¡Ahh! – suspiró Pilar
Eliseo reaccionó llevando sus manos al pecho de la chica.
– ¿Te gustó? – preguntó su hermanastro, apachurrándole las tetas – ¿Te gustó cómo te rompí el culito?
– Sí – dijo ella, apretando los dientes al tiempo que la parte más gruesa de aquel tronco cruzaba por su esfínter – Mucho.
– De ahora en adelante te voy a culear más seguido, ¿te parece?
– Sí – dijo ella; en ese momento de placer no podía más que decir que sí a todo lo que implicara un placer como el que estaba sintiendo.
– Me voy a correr en tu culito cuantas veces se me antoje – continuó él, provocando que la chica no hiciera más que ponerse más cachonda – Te vas a ir a la cama muchas veces con mi leche adentro de tu culo, ¿te parece?
– Mi lechita antes de dormir – bromeó ella, pero sin poder sonreír por la tremenda verga que la estaba partiendo y sobre la cual, sin embargo, no dejaba de saltar y saltar.
Miró hacía adelante, y al girar el cuello se encontró frente a frente con los ojos enardecidos de su hermana. Sin embargo está desvió la mirada de inmediato.
Y es que las manos de Blanca ya la habían traicionado, y ahora sus dedos se paseaban sobre su coño, sintiendo en sus manos los jugos que su concha no dejaba de emanar. Había hecho ya un verdadero desastre en su entrepierna, pero la escena que se desarrollaba frente a ella le daba la rienda suelta necesaria para perder por completo el control.
Olía a sexo; a verga, a coño y al tenue aroma a mierda que aumentaba conforme se estaba más cerca de los esfínteres taladrados de aquellas chicas. Cualquiera que hubiese pasado cerca de ahí se hubiese extrañado del coro de voces que gemían de placer, pero nadie les interrumpió nunca.
Eliseo ya comenzaba a mover un poco sus caderas, como si las penetraciones completas y cada vez más rápidas al culo de Pilar no fueran suficientes. Santino comenzaba a agotarse, pero su hermana comenzó a apoyarlo, moviendo sus caderas para que aquel falo no dejara ni un segundo de atravesarle el culo.
Habían pasado varios minutos cuando de pronto el cuerpo de Santino pareció derrumbarse, y tuvo que sostenerse con las manos sobre la cama al tiempo que su pérdida de fuerza le hacía clavarle la verga a su hermana hasta el fondo.
Sarah también suspiró complacida, mientras sentía el caliente líquido que la verga de su gemelo escupía en su recto. Tal era la sensación que parecía como si la leche de su hermano en su culo tuviera el mismo efecto que algún narcótico.
El sudor del pecho de su hermano, que se había derrumbado sobre ella, comenzó a combinarse con el de su espalda. Ahí descansaron ambos, mientras el tronco de Santino iba perdiendo grosor dentro de ella, hasta que terminó por salirse, dejándole oportunidad a su dilatado ojete a regresar de nuevo a su arrugada forma.
Pero la calma no duró demasiado, de pronto fueron los gritos de verdadero éxtasis de Pilar los que ahogaron aquel lugar. Era como si toda la fuerza de sus gemidos se hubiera concentrado en aquel momento, sería su segundo orgasmo anal, sólo que este parecía venir aún más grande. Hasta Blanca dejó de magrearse el coño para poner atención a lo que sucedía con su hermanita.
– ¡Mierda! – gritó, sin remordimientos, mientras unas lagrimas escapaban a los costados de sus ojos – ¡AAAAHHHH!
Sin embargo, era ella quien no dejaba de saltar como loca sobre la dura verga de Eliseo, quien ya no iba a poder soportar mucho aquello. Entonces, los ojos de la chica parecieron ponerse en blanco, mientras su boca completamente abierta parecía incapaz de seguir emitiendo sonido alguno.
Entonces Sarah se quedó boquiabierta cuando fijo su vista en el mete y saca de aquellos muchachos; el culo abierto de Pilar seguía subiendo y bajando, pero de su esfínter ya escapaba un hilillo de esperma que bajaba por el tronco de Eliseo. El muchacho ya se había corrido, pero Pilar se había negado a detenerse.
Parecía que Eliseo no soportaría aquello, pero el muchacho soportó el espasmo. Aquella era oficialmente la mejor corrida de su vida, y todo indicaba que también sería la mejor de Pilar, quien no dejaba de saltar descontroladamente a pesar de que su piel ya se había erizado y que su cabeza había caído pesadamente hacía atrás.
La leche de Eliseo ahora servía de lubricante para continuar con sus alocados sube y baja. Se estaba corriendo desde hacía rato, pues el muchacho podía sentir las contracciones del recto de la chica, mientras gotas de jugos vaginales goteaban sobre los vellos de sus testículos. Entonces Pilar alcanzó el clímax, y cayó rendida sobre la verga de su hermanastro. Eliseo la abrazó, rodeándola por la cintura mientras la chica parecía desmayarse del placer. Tuvo que pasar un largo minuto para que pudieran recobrar el aliento. La verga de Eliseo ni siquiera perdió rigidez, pues los movimientos de la chiquilla la habían vuelto a endurecer.
– ¡Vaya cosa! – interrumpió la voz sorprendida de Sarah, quien seguía en la misma posición a pesar de que su hermano ya se hallaba recargado en la pared – Ustedes dos sí que están locos.
Eliseo sonrió apenado, y Pilar ni siquiera se enteró, pues seguía recargada sobre el pecho de su hermanastro, con la mente fuera de sí.
– Espero que un día me hagas algo así – dijo la rubia, con una mirada bastante cachonda
– Podríamos intentarlo – dijo Eliseo, preguntándose de donde había surgido tanta confianza; su teoría de que el sexo tenía un efecto tremendo en la gente volvía a comprobarse – Pero esta vez creo que el crédito fue más de Pilar.
– Ya lo creo – concluyó Sarah.
Sarah se puso entonces de pie, y terminó de sacarse la blusa y el sostén, quedando completamente desnuda.
– Bueno – dijo – apartado el baño. Santino me ha dejado el culo hecho un desastre.
Eliseo no pudo evitar lanzar una risa. La sonriente chica se dirigió al toilette, donde todos pudieron ver sus intentos de evacuar el esperma de su hermano. Santino, que parecía ansioso de lavarse la verga, se metió a la regadera.
Pilar había recuperado fuerzas, y se puso de pie lentamente sobre la cama, pues la verga de Eliseo se hallaba en todo su esplendor.
Santino no tardó mucho. Salió con la toalla en su cintura y volvió a encender el televisor, cambió rápidamente el canal porno y se puso a explorar la programación normal. Se detuvo en un programa sobre reparaciones de grandes maquinas de construcción. Era un chico extraño, sin duda.
Pilar entró entonces a la regadera, mientras Sarah seguía sentada en la taza de baño. Entonces la rubia se puso de pie y se acercó a la puerta de la regadera, donde Pilar comenzaba a mojarse los pies.
– ¡Toc, toc! – dijo
Pilar sólo la saludó alzando las cejas.
– ¿Podemos bañarnos juntas? – preguntó la rubia, mordiéndose los labios inferiores
Pilar miró a sus lados, a absolutamente nadie, y finalmente alzó los hombros.
Sarah entró entonces, y rió divertida al sentir el agua aún fría.
– Te veías bastante bonita – comenzó a decir – Hace rato.
Pilar sabía que Sarah tenía tendencias bisexuales – y que hacía unas noches le había comido el coño a su hermana – pero la rubia le parecía tan bonita que de alguna manera sentía más curiosidad que miedo hacía la chica.
– Gracias – dijo Pilar, sonrojándose de inmediato
– ¡En serio! – insistió Sarah – Apuesto a que estuvo bastante intenso.
Pilar sonrió, y metió la pierna a la regadera.
– ¿Te ayudó a bañarte? – pregunto Sarah, mirando de abajo a arriba el precioso cuerpo de la chiquilla
Pilar no supo qué decir, se humedeció los labios con la lengua y sus labios temblaron cuando se atrevió por fin a responder.
– Sí – dijo
La rubia sonrío, y no tardó en colocarse frente a ella. Entonces sus manos se deleitaron, mientras recorría las formas de la chiquilla, que, inmóvil, se limitaba a sentir aquellas caricias delicadas y agiles.
Las manos de Sarah no tardaron en deslizarse por la espalda baja, hasta sobar dulcemente los glúteos de Pilar. Atrajo el culo de la chica hacía la caída del agua, y sus dedos se deslizaron junto con el chorro entre las nalguitas de Pilar.
Sarah sintió el arrugado esfínter de la chica y también la textura pegajosa del esperma de Eliseo escapando por aquel ojete. Jugueteó con aquel viscoso líquido, y aprovechó para utilizarlo a su favor: uno de sus dedos penetró el culo de Pilar, cálido y liso. La chica sólo suspiró, sin quejarse, y aquello le dio luz verde a la rubia para seguir jugueteando con aquel culito recién follado.
Entonces acercó su rostro al de Pilar, buscando desesperadamente sus labios, que la encontraron, porque también Pilar estaba buscando aquel beso. Se besaron, bajo la lluvia de agua. Pilar llevó sus manos a los pechos de Sarah, y comenzó a apretujar con suavidad los pezones endurecidos de aquella muchacha, mientras sentía como un segundo dedo se abría paso a través del ojete de su culo.
Eliseo, que había estado observando encantado aquella escena, se puso de pie, y se dirigió hacía el baño, deteniéndose antes ante la mayor de sus hermanastras.
– Te estabas masturbando, eh, puerca – le dijo
La chica giró los ojos.
– ¿Qué importa? ¿Qué harás, volver a grabarme?
Eliseo sonrió.
– Estoy bastante dispuesto a follarte hasta que te corras – le dijo, que te parece
– Santino se ve igual de dispuesto – dijo ella, con una sonrisa muy de guarra – Además, creo que hay que priorizar la novedad, le hiciste una promesa a Sarah.
El muchacho sonrió, pareció pasear por su mente.
– Me gusta verte cuando te tocas, te ves particularmente puta – espetó, antes de darle la espalda e ir hacía el baño.
Blanca permaneció sentada, saboreando las palabras del muchacho. Cerró los ojos; se sentía tan plena. Entonces se puso de pie y se desvistió por completo, quizás desnuda alguien se la follaría más pronto.
Viendo que la regadera estaba demasiado ocupada, Eliseo optó por lavarse la verga en el lavabo. Se terminó de limpiar con una de las toallas de mano, y se vistió rápidamente. Tomó las llaves.
– Ahorita vengo – le dijo a Santino – Voy a la tienda.
– De acuerdo.
Salió a la fría noche. Revisó su billetera, y se dirigió directamente a la caseta de cobro.
– Buenas noches – le dijo la encargada, que miraba aburrida a la calle antes de detectarlo
– Buenas noches – respondió él
– ¿Desea la noche completa? – adivinó ella, con un dejo de rutina
Eliseo agradeció que aquella mujer hiciera que todo fuera más fácil. Pagó, y después se dirigió a la tiendilla al fondo de las cocheras, donde compró un bote de jugo de un litro y un pan de dulce grande.
Cerró la cochera, y cuando la máquina terminó de cerrar el sonido de unos gemidos llegó a sus oídos. Era Blanca.
Abrió la puerta con las llaves, y conforme subía los escalones el volumen de aquellos gimoteos iba aumentando.
Llegó al piso, y entonces pudo observar en todo su esplendor la escena que se desarrollaba sobre la cama.
Con Santino recostado boca arriba, las nalgas de Blanca subían y bajaban mientras saltaba sobre él, comiéndose aquella dichosa verga con su ansioso coño. Estaba completamente desnuda, y sus preciosas tetas rebotaban libremente.
Más atrás, lo inesperado. Recostada boca arriba, Sarah disfrutaba comiéndose el coño de Pilar; su lengua se deslizaba entre los labios vaginales de la chiquilla, y de vez en cuando se escabullían entre sus nalgas para saborear con la punta de su lengua el rosado esfínter de la muchacha. A su vez, Pilar se inclinaba para masajear con su boca el clítoris de la rubia. Estaba clara su inexperiencia en el arte de satisfacer oralmente a otra mujer, pero su esfuerzo era digno de un premio.
Mirando la escena, Eliseo dejó las cosas sobre una mesita y comenzó a desvestirse sin interrumpir a nadie. Tomó un sobre de lubricante y embadurnó su verga con el líquido. Ya sea que viera a Pilar y a Sarah en aquel 69 o a su mejor amigo taladrando el coño de Blanca, su pene se endurecía por igual.
Eliseo se acercó lentamente a la cama. Blanca saltaba alegremente sobre la verga de Santino. Entonces Eliseo los hizo detenerse, pero ninguno dijo nada. Él sólo se limitó a acomodarse sobre Blanca, apuntando su glande contra la entrada de su culo. Entonces la penetró, con una facilidad tan evidente que sólo los suspiros de la chica le hicieron comprender que su verga ya estaba hasta el fondo de aquel recto.
Santino, que en ningún momento había sacado su verga de la chica, no necesitó mayor explicación. Continuó embistiendo a la chica, mientras Eliseo comenzaba sus mete y saca sobre el culo de la chica. Lo complicado era sincronizarse; los meneos del rubio hacían que Blanca se moviera demasiado, de modo que buscó el ritmo correcto para coincidir sus arremetidas con las de Santino.
– Creí que te follarías a Sarah – dijo Blanca, sin importarle que Santino escuchara aquello
– Tienes un culo irresistible – explicó él
La chica sonrió encantada.
Siguió bombeándola, hasta que sus movimientos y los de Santino se sincronizaron casi a la perfección. Casi podía sentir como la verga de Santino entraba por el coño de la chica en el momento en que ambos la penetraban al unísono.
Blanca, por su parte, estaba más que extasiada. Sentía como el placer multiplicado por dos inundaba su mente, y sentía una extraña sensación entre el desmayo y la embriaguez. Sus gritos y sus gemidos aumentaban su intensidad conforme a los movimientos de los muchachos, mientras un calor constante y creciente se iba desarrollando más y más en su entrepierna.
– ¡Denme! Denme duro, joder – gritaba – Fóllenme cabrones, más duro.
– ¿Así te gusta, eh putita? – le respondió Eliseo – Clavada como puta, doblemente ensartada como buena zorrona – le espetó
– ¡Ahh! – gimió ella – Sí, como la zorrona que soy – dijo, mientras sentía como ambos aumentaban la intensidad de sus embestidas, dominados por el placer de sus palabras de guarra.
Su hermanastro no pudo resistir más y terminó corriéndose en lo más profundo de su recto. La tibieza de aquel líquido se combinó con el ardor que comenzaba a acrecentarse en su coño. De un momento a otro, ella tampoco pudo resistir más y entonces su coño y su ano se apretujaron de tal manera que los dos chicos sintieron como si les estuviesen arracando la verga.
Una tremenda corrida era experimentada por la chica, y eso no dejó más alternativa al rubio que terminar también descargando su leche en el pasmado coño de la chica. Los tres terminaron agotados, jadeando y suspirando. La chica cayó sobre el pecho de Santino, mientras las manos de Eliseo se sostenían sobre su espalda.
La leche de Eliseo escapaba del culo de su hermanastra, se deslizaba a través del perineo e iba a parar al coño de la chica, donde se combinaba con el esperma de Santino antes de seguir deslizándose hacia abajo, serpenteando hasta descansar en los vellos de los testículos del rubio.
Todos descansaron de la cama, intercambiaban miradas cómplices y sonrisas fugaces. Aquella noche había sido un rito de iniciación, un circulo de confianza que no se olvidaría jamás.
Volvieron a bañarse, uno tras otro y a veces varios juntos. Ya no había pudor ni tabúes, ya sólo quedaba el imaginario de qué seguiría en un futuro, y la interrogante de hasta donde los llevaría todo aquello. Cenaron en silencio, mirando un programa de concursos en el televisor.
Después cayeron rendidos sobre la cama. Se acomodaron de diversas maneras, para dormir, pero al final dejaron atrás los últimos rasgos de pudor y optaron por acostarse uno al lado del otro en la amplia cama, completamente desnudos. Durmieron como benditos una vez se apagaron las luces y no despertaron hasta la mañana siguiente, cuando el teléfono sonó escandalosamente en todo el cuarto.
Sólo Eliseo logró incorporarse; tuvo que pasar su mano sobre el cuerpo desnudo de Pilar para alcanzar el auricular.
– Buenos días – dijo una voz distinta a la mujer que les había atendido la noche anterior
Eliseo miró a su alrededor. En la otra orilla, Sarah descansaba su cabeza sobre el pecho desnudo de Santino. Blanca, en medio, se miraba graciosa, boca arriba, con las piernas arriba y los pies encimados en los tobillos de Santino y él. Pilar, en la orilla a su lado, era la viva imagen de la inocencia. Eliseo pensó que quizás su más grande fantasía se cumpliriría el día que pudiera follársela dormida.
– ¿Bueno? – preguntó la voz
– Sí – reaccionó Eliseo
– En media hora termina su servicio nocturno.
Eliseo miró el reloj en la pared frontal; eran las ocho y media de la mañana.
– ¡Ah! Sí, sí señorita; salimos en media hora.
– Que tenga buen día.
Eliseo suspiró. Un dolorcillo se instaló en un costado de su cabeza. Necesitaría una aspirina.
Subieron a la camioneta de la misma manera en cómo habían llegado. Santino y las hermanas atrás, Eliseo de copiloto y Sarah al mando. Pero todo aquello no hubiera sido necesario, pues sólo una recamarera se paseaba rápidamente en la fría mañana.
Salieron a la calle con la misma discreción con la que habían llegado. Cuando ya se habían alejado a cientos de metros de ahí, Sarah se atrevió a decir algo.
– Bueno – dijo – Y esto fue todo. Aunque debo decir que aún me debes una.
Eliseo sonrió. Era cierto, y a la vez extraño, que ella y él no lo hubiesen hecho; más aún que eran los claros lideres morales de aquello.
– Lo siento – dijo – Pero tendremos bastante tiempo para eso.
– En eso tienes razón.
Eliseo sonrió, entre apenado y divertido. Todavía le costaba trabajo creer que todo aquello sucedía de veras. Además, le encantaba la tranquilidad con la que Sarah tomaba todo aquello.
– ¿Sabes? Si vamos a hacer esto constantemente – dijo ella, serenamente – creo que deberíamos formalizarlo. Como una organización.
– No me gustaría tener que pagar impuestos por eso – bromeó él
Ella rió.
– Me refiero a, no sé, un nombre, algo con que llamarle a esto.
– Si, te entiendo, como si fuera un grupo o una comunidad.
– Exacto. ¿Cómo le llamarías?
– No lo sé – sonrió él
– Algo simple, que sólo nosotros entendamos. – sugirió la chica
Eliseo miró por la ventanilla, aquella mañana se veía particularmente hermosa. No podía ver la vida más que de una manera distinta después de aquella noche.
– El Club – dijo entonces, con una voz tan baja que Sarah apenas pudo escucharlo
– El Club – repitió Sarah, antes de sonreír – ¿Suena bien, sabes? El Club – repitió, con énfasis
– El Club – repitió él, y sonrió
FIN
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Relato erótico:”MI DON: Ana – Romance y el fin de semana 1/2 (24)” (POR SAULILLO77)
Comencé la etapa más brillante de mi vida, si esos 2 meses desde la mudanza hasta lograr consumar mi amor con Ana, me habían parecido geniales, los siguientes 6 meses fueron la experiencia más agradable, feliz y alegre de mi vida hasta aquel momento. Vivía en un piso con mis mejores amigos, era independiente, con un trabajo que me daba para vivir pero no me afectaba mucho en mi vida, con una pequeña fortuna de colchón, y compartía mi vida con una mujer preciosa, que aparte de llenar mi idas de la experiencia personal mas plena, quería que la enseñara a follar de verdad, solo faltaba un playa cerca para ser perfecto. Recibía llamadas y mensajes de multitud de mujeres con las que me había acostado, menos Madamme y mi Leona, todas pidiendo sexo, yo contestaba delante de Ana, que ya tenia novia y no quería nada con ellas, algunas hasta les daba igual e insistían, o la dejaba que respondiera Ana a los mensajes, dicen que hay cierto pánico en los hombres a que tu novia vea tu móvil o tu cuenta en redes sociales, supongo que es gente que tiene pánico a que su pareja descubra algo que no quiere que sepa, algo lógico, pero a mi no me pasaba, era completa y visceralmente sincero con Ana, y cuando se es así con alguien, no tienes miedo de nada, no puede descubrir nada oculto por que ya se lo has dicho. No soy quien para decir como vivir vuestras vidas, pero al menos os recomendaría que tuvierais a 1 persona así en vuestra vida, no tiene por que ser una pareja, pero la experiencia de confiar ciegamente en otra persona de tal manera que lo sepa todo de ti, es enriquecedor. De hecho Ana me pidió quedar con algunas de aquellas mujeres, quería conocerlas, sobretodo a Irene, mi 1º novia, supongo que quería averiguar que pasó para poder evitarlo, Ana me insistía incluso en querer conocer a mi Leona, a Mercedes, pese a ha haberla hablado de mis otras mujeres con las que hacia sexo duro, debió notar que con ella tenia algo mas especial, me negué en redondo, lo considera humillante para mi Leona, y no se merecía eso. La fui presentando a algunas, y cuando Yasmine, la hija de mis colombianas, se echó novio también, quedamos para salir en plan parejas, y medio hablando con Yasmine, quedamos en una especie de pacto en que yo la liberaba de ser su macho, que fuera feliz con aquel chico, parecía buena gente y la trataba bien.
Ana se convirtió oficialmente en mi novia, y como tal quiso ir cambiándome y moldeándome a ella, quería que hiciera algo mas productivo con mi vida y me hablaba de mi potencial, chorradas para mi, era tan feliz que me daba igual apilar cajas de tomates y latas en conserva durante 3 horas al ida por un sueldo, es me permitía volver a casa pronto y tenerla entre mis brazos, dios, la quería tanto que aveces estabamos abrazados y solo quería apretar tanto con mi brazos como para partirla por la mitad. Con decir que gracias a ella aprendí a poner una lavadora, os digo todo, yo, un chico del boom de la tecnología, capaz de moverme sin cuidado por PC, videoconsolas y maquinitas, manejar videos y DVD, que podía hacer multitareas casi sin mirar, y era ver las 3 ruedas de aquella lavadora y me quedaba en blanco. Aparte, al ser el que mas tiempo pasaba en casa, me convertí en un cocinillas, estaba cansado de pedir comida a domicilio y de cocer pasta, organizaba una comuna para hacer la compra y llenar la nevera de comida de verdad, sin darme cuenta pasé de tirarme horas delante de un PC pajeándome a buscar recetas fáciles y baratas para hacer en casa.
Las relaciones con mis compañeros de piso, en vez de empeorarse por el roce diario, fueron a mejor, por fin entendí muchas cosas de Teo y Alicia, visto desde el prisma de ser una pareja, cosa que no tenia hasta ese momento, era sencillo intuir cuando estaban de buenas y de malas, cuando se podía meter mano o no en la relación, un montón de detalles que hasta ese momento no me había dado cuenta de su existencia. Manu seguía con su vida un poco aparte del resto, era muy reservado para su vida privada, pero andaba haciendo muy buenas migas con Lara, a los pobres no les quedaba mas remedio que juntarse a charlar y fumar cuando las otras 2 parejas se ponían cariñosas. La relación con Lara se volvió rara, eso si, seguíamos siendo los 2 locos del grupo, abiertos, sinceramente groseros e incapaces de cerrar la bocaza, pero noté como desde que Ana y yo nos acostábamos, su forma de mirarnos o de comportarse varió, aveces estabamos hablado una hora Lara y yo en el sofá mientras los demás estaban fuera o en sus cuartos, y eran genial, divertido y excitante charlar con un reflejo de ti mismo, pero era aparecer Ana y se le cambiaba el gesto, casi como aceptando un rol secundario, algo que a mi me sonaba de haber hecho muchas veces cuando estaba con Teo, y aparecía Alicia. No me gustaba que se sintiera desplazada así que delante y de ella dejaba un poco de lado a Ana, que ya sabia por que lo hacia, pero era imposible, se retraía, se iba a su cuarto o a fumarse un porro a la terraza, salía con amigos fumetas de a Universidad que había hecho aquí, pero mas que amigos eran colegas o conocidos, no gente en la que se pudiera confiar, y hablando con Ana, eso no era nuevo, era así en Granada y en parte por esa soledad Ana se hizo amiga suya, las 2 eran socialmente repudiadas, Ana por su origen gitano y Lara por su actitud, podía llegar a ser muy cargante una mujer así, yo era igual, pero siendo chico gusta esa brabuconeria, siendo mujer genera cierto cinismo y rechazo.
Eso no cambiaba que Ana y yo follábamos casi constantemente, pero podíamos estar follando todo un día, y luego estar 1 semana sin tocarnos, esto ultimo es una hipótesis, no llegó a pasar, salvo por su periodo, raro era el día en que no hacíamos el amor, pero la sensación era diferente que con Irene, mientras ella se obsesionó, y dejó de ser mi novia para ser mi amante, Ana lo combinaba, era las 2 cosas a la vez. Durante las primeras semanas era como follar en películas para menores, era mas lo que se intuía y lo que se adivinaba que lo que ocurría, apenas había sexo oral, eran ligeras masturbaciones para luego iniciar el coito hasta que yo me corriera, ella iba bien servida gracias a mi enorme miembro, no me hacia falta mucho para sacarla orgasmos, y ya me daba rienda suelta, me colocaba detrás de ella y me hundía en su coño, pegado a su espalda, arrancaba y aceleraba mi cadera hasta que Ana aguantaba, aveces me corría dentro de ella, generalmente tenia que sacarme el semen con una buena mamada final ya que no soportaba mas embestidas, siempre dejaba que, en diferentes posturas, me corriera sobre sus tetas, era delicioso, tierno y excitante. Una vez que me corría, y se acababa la fiesta, ella aun no podía ir mas lejos hasta volver a acostumbrarse a mi, y al hecho de que ahora le metiera ¾ de polla sin demasiada dificultad, y no poco mas de la mitad como en Navidades. Para mi era más que suficiente, podía echar de menos repetir polvo hasta volverme a correr una 2º vez pero me bastaba con eso. Si no había prisa o si era antes de dormir, nos quedábamos así, largos ratos, descansando, y siempre dormíamos en esa misma posición, una cuchara de lado a la otra, conmigo detrás de ella, sin decir nada ella iba abriéndose de piernas al inicio para dejar que mi polla se creara sitio en sus entrepierna y luego aprisionándola, siempre dormíamos así o con ella recostada boca abajo sobre mi pecho, dormida sobre uno de mis brazos o directamente en mi tórax. Pasadas unas semanas así, ella se vio con fuerzas, de hecho yo mismo noté como aguantaba mas de media hora de mis acometidas y como se movía mas cuando me arrancaba a darla ritmo de forma continuada, ver como ya mi polla no era un suplicio al principio, si no puro placer, y como llegaba a correrme dentro de ella por que no me pedía que se la sacara antes de explotar, luego siempre le regalaba una orgasmo final con mis manos para no dejarla a medias. Se animo a comentármelo un día abrazados cara a cara después de una sesión en que me tuve que esforzar un poco mas de lo habitual.
-ANA: ¿por que eres tan cuidadoso conmigo?
-YO: ¿acaso no te ha gustado?
-ANA: claro que si, pero noto como te reprimes, se ve cada vez que vamos ha hacerlo, dejas irte un poco mas cada vez, mas fuerte o mas rápido pero sigues coartándote.
-YO: quiero ir despico contigo, no quiero abrumarte.
-ANA: amor, no soy de cristal, me gusta que seas cariñoso y atento pero es que hasta en Navidades me dabas mas fuerte que ahora.
-YO: entonces solo te metía la mitad, ahora cada día que pasa te entra mas, y falta poco para que la meta entera y no quiero hacerte daño ni que……..no se……- pensaba en Irene o en tantas otras que se vieron avasalladas y cambiaron su forma de ser conmigo, no quería ni de lejos perder lo que tenia con Ana en ese momento y me daba pánico extralimitarme.
-ANA: poco a poco mi cuerpo se adapta a ti, y ahora disfruto mucha mas contigo, pero eso no va a cambiar nada, y seguirá sin cambiar si empiezas a disfrutarlo tú también.
-YO: lo disfruto mucho.
-ANA: no, eres feliz haciéndome feliz, y te conformas, y eso no esta bien, ¿como crees que me siento yo cuando pienso así? pienso que no doy la talla o no soy suficiente para ti.
-YO: no digas chorradas, eres perfecta y te quiero tal como eres, solo……no quiero………….estropearlo.- la abrace con fuerza oliendo su cuerpo, mezcla de sudor y feminidad, con su largo cabello haciéndome cosquillas en las manos.
-ANA: ¿y que vas ha hacer? ¿Tratarme como a una damisela, débil y endeble? ¿Eso te parezco?
-YO: no, por dios, no lo líes mas, no es por ti, no me conoces, si me pongo serio puedo desde hacerte daño físico, nublarte la mente o anular tu voluntad, no quiero eso, contigo no, no soportaría perder lo que tenemos.
-ANA: no lo vas a perder, voy a estar aquí, a tu lado, siempre, pero no puedes meterte en una jaula y reprimirte, no es bueno para ti y yo no quiero que seas así, te quiero a ti y todos tus aspectos.
-YO: por que no los conoces todos, si me ves como me he llegado a ver yo, no me querrías, o pensarais diferente
-ANA: eso, déjame decidirlo a mí.
-YO: ¿y si lo hago y te pierdo?- la miraba con autentica preocupación, casi con los ojos vidriosos, mi mente lo imaginaba, y sus manos acariciaron mi cara.
-ANA: supongo que habrá que arriesgarse, como dijiste, en eso consiste el amor, en saltar sin saber si alguien te cogerá la mano.
Eran mis propias palabras y no podían ser mas acertadas, pese a ligeros avances, casi nulos, el sexo era demasiado…simple, casi como si ya lleváramos 20 años casados y fuera por cumplir, una obligación medida y calculada, no diversión, al menos de mi parte. Seguimos hablando del tema, pero me llegó a convencer de que teníamos que ir un poco mas allá, dando pequeños pasos sin parar, avanzando juntos de la mano y ver a donde nos llevaba aquello. Me había centrado tanto en lo que Ana me hacia sentir a mi, en lo feliz que era solo con su presencia en la misma habitación, que me había olvidado que era una mujer, no un figura de cerámica, una hembra necesitada de mas que unas caricias y unos pocos orgasmos, supongo que a cualquier otra mujer eso le podría bastar, o incluso a Ana misma, pero sabiendo que me contenía por ella, no deseaba otra cosa que verme a mi igual de colmado.
Por fin Teo y yo nos sacamos el carnet, Manu ya lo tenia de hacia unos años, y pese a tener un viejo coche de su madre, conducía una scooter. El teórico lo clavamos los 2 y el practico Teo a la 1º y yo a la 2º, hay un puto cruce a la salida de las pruebas con 2 stop seguidos que por lo visto es el calvario de todo aquel que se ha sacado el carnet de conducir en Madrid, y yo me lo tragué con patatas. De inmediato llamamos a Adrián, y quedamos en que nos buscara un coche de 2º mano barato pero en buenas condiciones, uno de estos coches compactos para ciudad pero de 5 puertas, a los pocos días nos llamó y nos puso en contacto con un “amigo suyo” que tenia la urgente necesidad de vender su coche semi nuevo, y por lo que conocía a Adrián eran líos de drogas, seguro, el tío necesitaba 4.500€ ya y sin preguntas, firmó los papeles del coche con los ojos cerrados y salió disparado llamando a alguien diciéndole que ya tenia lo suyo. El coche no tenía ni 6 meses y estaba casi de fábrica, aun así me picó el gusanillo de las motos y le pedí a Adrián que me buscara alguna scooter de 2º mano, me convenció de que era mejor comprarla nueva, ya que no se fiaba del origen de cualquier moto que le vendieran y de su estado, me respetaba y me conocía lo suficiente como para no querer que me estafaran. Me sorprendí al ver lo baratas que eran, algunas de 700€, pero bien aconsejado por Adrián subí un poco el precio a una de 1.200€, con 2 cascos, uno especial con airbags incluidos, cadenas, cepo y chupa de cuero, incluidos. Fue una gozada conducir por 1º vez, esa sensación de libertad y poder al acelerar, nos fuimos los 3, Teo, Adrián y yo a una zona apartada de unas residencias donde se podía conducir sin peligro alguno y nos fuimos haciendo circuitos turnándonos al conducir para hacernos al coche y matar los nervios de las primeras veces, aparcando y haciendo ejercicios de aceleración y frenada. Al volver me dio por meterme por una carretera nacional, quería probarme del todo, era así de bestia, cuando empezaba algo que me gustaba iba hasta el final y probaba todo. No recordaba haber tenido tanto miedo, al entrar en la autopista, desde la operación, me arrepentí al momento en el carril de incorporación, la velocidad y el pánico a chocar casi me dejan petrificado, logré meterme al fin después de crear un pequeño atasco y solté nervios, Adrián se reía, el ya había conducido bastante, aun sin carnet. Hice unos 10 kilómetros para coger una salida y allí Teo cogió el volante y se hizo la vuelta, aparcaba emerjo que yo a si que dejamos a Adrián en su casa y nos fuimos a la salida de la Universidad, la chicas estaban por salir, y al ser tan rápido todo, sabían de nuestras intenciones pero no de que ya lo teníamos, jugamos con ellas mandándolas mensajes para que miraran hacia nosotros y nos vieron, haciendo sonar el claxon, con la música del buen equipo que le instalaron al coche a todo trapo, bailando Teo y yo como auténticos malotes de barrio, salieron corriendo gritando de felicidad, nos abrazamos, nos cuestionaron e interrogaron, inspeccionaron el vehículo a fondo, Lara hasta se puso al volante con las llaves puestas, se subieron al coche y nos fuimos a dar una vuelta mientras hacíamos tiempo para ir a buscar a Manu al museo donde trabajaba, casi idéntica reacción, pero no había sitio, y además iba con su scooter, así que volvimos haciendo una carrera ficticia e inocente contra el. Como es costumbre las primeras semanas éramos el taxi particular de todos, y nos encantaba, queríamos cualquier excusa para ir a coger el coche, y lo mejor fue que mi familia paso de estar a mas de 1 hora en autobús, a poco mas de 15 minutos, contaminará y será peor para el medio ambiente pero tener coche propio te da unas opciones que no se pueden comparar con el transporte publico. Mi padre casi me zurra por haberlo hecho todo sin su aprobación o consejo, el tema de coches lo había llevado siempre el en casa, mi madre fue la que cuestiono de donde había salido el dinero, sin llegar a mentirles, ellos pensaban que mi posición y mis horarios eran mejores en mi trabajo, por lo tanto me daba para evitar mas preguntas del tema y darles unos 200-300€ al mes a mi familia para evitar que a final de mes llegaran tan justos como siempre habíamos llegado. El tema de la scooter fue un tontería mía, supongo que un tontería que te da el tener dinero y poder gastarlo, era mucho mejor, acercándose el invierno ir en el coche con calefacción y con casi todos, apenas tocaba la moto, aunque siempre había motivos, y a Ana le encantaba ir de paquete detrás de mi, siempre le daba el casco de los airbags, aunque ella no lo sabia. Gracias a mi corpulencia era sencillo manejarla y debido al excesivo celo que mi padre me había enseñado a tener de la carretera, conducía de forma cuidadosa y sin hacer el tonto.
El tiempo pasó, era ya casi diciembre y de mis mas de 100.000€ con los que empecé mi aventura, me habían volado ya mas de 20.000€, entre el piso, las compras, los detalles con Ana y los demás, el coche con la moto y gasolina, dios, es cuando te das cuenta de lo duro que es llevar una casa, y lo que duele ver tu dinero evaporarse, aun así tenia un colchón de unos 80.000€, y tenia una vida plena y perfecta. La vida con Ana era extraordinariamente sencilla y placentera, apenas discrepábamos en nada y cuando o hacíamos terminábamos a bromas o follando, el día a día era aburrido, trabajar por las mañanas y dejarla descansar o estudiar por las tardes, de vez en cuando salía con Alicia o Lara y algunas amigos mas para despejarse, pero mi confianza era plena en ellas, de hecho Ana se molestaba si pasaba mucho tiempo sin verla, pero no quería quemar la relación, debía darla su espacio cambien, que no fuera su única opción de ocio, que no centrara su vida en mi, si no que la compartiera conmigo. Los fines de semana o los días libres éramos como uña y carne, salíamos a divertidos o yo planeaba días de fiesta y paseo por la ciudad, días en que planeaba al detalle para ella, pasando las mañanas de tiendas comprándonos ropa, saliendo de museos o con sesiones en centros de masajes e hidroterapias, comiendo fuera, para luego ir al cine o al teatro, cenar y salir luego a bailar y beber, yo no bebo y ella aprendió a no pasarse, o no quería que la viera borracha, sabia que no me gustaba, no asocio beber a divertirse. Aveces junto a mis compañeros de piso, o solos, lo pasábamos en grande y me hacia enormemente feliz verla sonreír de forma natural, sin bromear ni hacer nada, solo mirarla sin que se diera cuenta y verla con aquellas sonrisa sin motivo aparente, lograr que su cara se iluminara de satisfacción era mi objetivo y lograrlo me convertía en una persona completa.
Para mi ya no era importante, pero de noche teníamos nuestras sesiones de sexo, que cada día eran mas tórridas y calientes, casi todas empezaban igual, conmigo tumbado boca arriba y ella acostada encima mía, eso por decir algo, aveces empezamos en mitad de la pista de baile, Ana bailaba y se movía muy bien y me provocaba, ya no estaba tan salido como al inicio de volver a follar con ella, le costaba sacarme erecciones solo con insinuaciones y contoneos, pero cuando lo lograba no había opción, en mitad de la pista mis manos repasaban todo su cuerpo mientras ella se dejaba hacer, sin dejar de mover sus caderas, y si antes era bastante mojigata con las muestras de afecto en publico ahora era ella la que las demandaba, incluso podía meterla la mano por debajo de la falda o dentro del pantalón y acariciar su coño por encima de la tela de su ropa interior, si es que llevaba ese día, y cuando no podía mas su mirada me lo hacia saber, al igual que sus labios y su lengua, salíamos disparados de allí directos a casa, nos costaba llegar a casa sin magrearnos en el coche, o la moto si no llovía o hacia mucho frío, mis manos se perdían entre sus piernas y las suyas eran ya expertas en acariciarme la polla encima de la ropa, había obtenido la habilidad especial de sacarme la polla sin quitarme el pantalón, bastante excitante, y alguna vez volvíamos a casa mientras ella me la chupaba. Un día, sus manos y su lengua fueran tan hábiles que no aguanté llegar a casa, paré en un parque cercano a casa en que de noche no había nadie y allí mismo la monté como un animal, recosté los asientos y apartándola las bragas empapadas por debajo de la falda la subí encima mía y la ensarté hasta lo máximo que le llegaba ya, que a esas alturas casi era toda, fundiéndonos en besos largos y pasionales con nuestras lenguas peleándose por invadir la boca del otro, sacándole las tetas de las blusas ligeras que solía llevar y atacando sus pezones como mejor había aprendido a hacer, agarrando de sus caderas y cogiendo velocidad la subía y bajaba de mi falo con cuidado hasta que le sacaba el 1º orgasmo, allí aprendí que en ese punto, podía volverme algo mas bruto con ella, su coño ya empapado y abierto, lograba recibirme sin hacerla daño y quise ir dándola mas, como me pedía, eso llevo a que mis movimientos y los suyos se aceleraban tanto que la sacaba multi – orgasmos y aun así me pedía mas. La situación en el coche era tan incomoda que mas de una vez dio al claxon del coche con el culo haciéndolo sonar, y alguna mirada curiosa podía pasar por allí, pero daba igual, solo disfrutaba de penetrar a mi novia como el semental que había casi olvidado ser, a la media hora la llené de mi semen dejándola medio ida, cuando terminaba mi cadera cogía vida propia y ella solo aguantaba mis acometidas como podía, cada vez era mas. Desde que empecé a darle mas ritmo pasó de aguantar apenas 10 minutos a más de media hora, y de faltar 6 centímetros para metérsela toda a faltar apenas unos 2 o 3.
Ese día, después de medio arreglarnos y llegar a casa, se fue a dar una ducha, decidí ir detrás de ella y ducharnos juntos, esta vez fue un gran idea, y empalándola por detrás la volví a follar apenas 20 minutos después de haberlo hecho en el coche, la vez que menos tiempo había pasado entre corridas de mi parte. La visión de su cuerpo húmedo me la puso dura tan de golpe que la golpeó en el trasero y se abrió paso entre sus muslos, al ser la 2º corrida seguida me llevó mas de 50 minutos correrme, en los cuales, notaba que Ana estaba exhausta, pero no dijo nada, quería aguantar lo que fuera, aquel pequeño vendaval a su espalda estaba matándola, abriéndola, notando como sus paredes vaginales se contrarían y tenían espasmos, pero era lo que había pedido y aunque lo hubiera exigido no estaba seguro de haber podido parar, sus continuos orgasmos simples o llenos de fluidos, que la hacían salirse de mi y frotarse exageradamente el clítoris bañándonos aun mas los pies con sus emanaciones para volver a empalarse sola, y pedir a gritos que la diera mas y fuerte, quería acariciarla sus senos y su vientre pero me resultaba imposible mantener ese ritmo y velocidad sin sujetarla bien de la cintura, con el ruido de los golpes secos de mi pelvis contra sus glúteos llenando la habitación todo el tiempo, hasta que sus piernas le fallaban, estaba en parte ida pero consciente y disfrutando como un perra de la follada, esta vez no era amor, que el estaba regalando. Cuando me fui a correr la pobre se sentó en el borde del baño y me mamó la polla poseída, me corrí por toda su cara y su pecho mientras se sujetaba el coño, dolorida pero conforme, incluso llevada por la pasión las sacudidas alcanzaron sus labios, y supongo que ida de lujuria se relamió probando por 1º vez mi semen bajo el agua caliente. La levanté casi en vilo teniéndola de pie a mi lado, solo con mis brazos, y la bañaba el cuerpo, para dejarla limpia y como agradecimiento a aquella follada tan animal que habíamos tenido, la mas larga y fuerte desde que volvió, y casi al nivel de cuando se fue, pero ahora metiéndole casi toda mi verga, no solo la mitad, y habiendo pasado yo ya por mujeres ampliamente expertas. Nos quedamos unos segundos mirándonos a los ojos, su largo cabello mojado y sus preciosos ojos húmedos de agua y felicidad se clavaran en mi mientras sonreía y se mordía le labio, dándome pequeños toque con la nariz en el pechos o el cuello, buscando mis labios mientras repasaba su cuerpo con la alcachofa de la ducha.
-ANA: eres genial, no se como lo haces pero me llevas al paraíso cada día, te quiero.
-YO: yo a ti mas, por que me llevas al mismo sitio solo con mirarme como lo haces por las mañanas, solo con sonreírme cuando me pillas mirándote absorto, o cuando me acaricias con tus manos la espalda en completo silencio, eres perfecta.
-ANA: eres tonto, yo hablo de sexo. – me miró sin llegar a ofenderse.
-YO: lo se, pero en eso ya cada día avancemos mas, es solo una parte, tu haces que te quiera todo el día, y ahora vas y pruebas mi semilla jajjajaja no puede haber mejor mujer en el mundo.- se dio cuenta del hecho, y se relamió de nuevo, probando del semen que aun tenia en su cara y recogiéndose un poco con el dedo.
-ANA: dios, ni me he dado cuenta, me tienes tan loca que ni me he enterado, ahora voy a probarlo de verdad.- mirándome fijamente a los ojos introdujo aquel dedo en su boca y lo lamió y chupó obscenamente, saboreando aquel manjar.- vaya, esta un poco amargo, pero caliente, no esta nada mal, ¿quieres probar?- se cogió un poco mas de la cara y me ofreció el dedo, segura de mi asco o repugnancia, pero no era la 1º vez que probaba mi semen, ya fuera en la boca o el cuerpo de una mujer en la que me había derramado. Engullí aquel dedo como su fuera un helado ante su mirada perpleja, chupando y relamiendo aquel dedo de forma obscena.
-YO: tengo que comer mas tomate, esta mas amargo de lo que recordaba.- La vi sonreír atónita ante mi atrevimiento.- sabes mejor tu.- al agarré del coño palpitante, introduciendo mis dedos en ella, haciéndola cerrar los ojos momentáneamente, para volver a abrirlos y ver como estaba relamiendo esos mismos dedos, dándola a probar uno, que chupó gustosa.- me salgo de aquí o voy a por el 3º y aun no estas preparada.
Torció el gesto, pero consciente de su cansancio y de mi brío, entendió que era cierto, me di un agua rápida final con la polla medio empalmada por lo acontecido y me salí de allí encantado de la vida, me puse solo un pantalón de pijama y me fui al salón para alejarme lo mas posible de la tentación, del cuerpo de Ana duchándose. Me encontré a Manu viendo la NBA en la tv del salón, la que tenia de pago, arrancaba la temporada y me senté con el a charlar y verlo un rato, quise distraerme para que se me bajara el calentón de esos momentos finales en la ducha, pero no había manera, cuando se me encendía solo había una forma de apagarlo. Me volví a nuestro cuarto y entre como un animal en el baño, Ana estaba con una toalla secándose y se sorprendió al verme, me lancé a por ella y totalmente desnuda me la subí encima a horcajadas, besándola desesperadamente.
-ANA: jajaj ¿pero que haces?
-YO: me has puesto muy burro con eso de saborear mi semen, necesito otra ronda o no podré dormir.
-ANA: amor, mi pobre cuerpo no aguanta mas, estoy magullada, y no se como poder cubrir una 3º vez.
-YO: pues tu veras, pero yo así no me puedo quedar, con la polla medio tiesa.
-ANA: esta bien, ¿que tal si te la chupo hasta que te vuelvas a correr?- me miró rogando que aceptara.
-YO: de acuerdo, pero, y si esta vez me dejas….ya sabes…en tu boca.- me miró sorprendida, pero excitada por mi petición – bueno, ya sabes, ya has probado, solo era una idea, me da igual, solo necesito desahogarme, haz lo que quieras.
-ANA: bueno, no se, la verdad es que no ha sido tan desagradable como creía, pero era un poco, tu te corres mucho y gran cantidad, pero si es lo que tu quieres…- eso no podía ser, no quería que fuera una imposición que aceptara, así empecé con Irene.
-YO: no, no quiero que lo hagas por complacerme, solo te propongo la idea, tu decides si quieres o no, debes querer hacerlo, por ti.
-YO: esta bien, llévame a la cama.- nos besamos y agarrándola bien la llevé a la cama dejándola recostada suavemente, besando su cuello y jugando con mi lengua en sus pezones, su cuerpo fresco y húmedo me la terminó de poner como una pierda, palpitando en su vientre, cosa que la volvía loca, rozar y acariciar su vientre era volverla loca.
De inmediato me giró sobre la cama y me puso boca arriba, montándose en mi polla agarrándola con las 2 manos y lamiendo el glande como un yogur, su lengua repasaba cada rincón de la punta de mi enorme polla, metiéndoselo en la boca y chupándolo, dejando que sus labios fueran repasando todos su contorno mientras la sacaba de su interior, sin duda se había vuelto una gran chupadora de pollas, y sin meterme en su cabeza creo que disfrutaba de ello, se puso seria y se colocó entre mis piernas mirándome a los ojos mientras se sacaba la mandíbula del sitio para meter casi la mitad de mi miembro dentro de su garganta, era casi literalmente increíble ver aquella cara angelical meterse tal monstruosidad en se boca, con alguna lagrimilla en su mejilla y rozando las arcadas, pero sin parar sus manos ni su lengua, supongo que mi falta de entreno me llevó a correrme 20 minutos después, cuando sus labios trabajaban mi tronco de forma lateral y jugaba con su lengua en mis huevos, la avisé y tuve dudas de su actuación, pero sus rosadas mejillas denotaban excitación y se dejo llevar, siguió engullendo mi polla acelerando aun mas sus 2 manos hasta sacarme el semen a chorros fuertes y calientes que fueron llenando su boca, notaba como cada impacto la hacia tener una arcada, ya fuera en su garganta o sus carrillos interiores, era la sensación de llenarse la boca con mi semen, aun así sus manos continuaron sus gestos hasta notar mi polla flaquear, podía ver como seguía con las arcadas y alguna gota de semen caía por su mejilla, con la boca media abierta y la cabeza echada hacia atrás. Quise acercarme para hablar, pero me hizo un gesto para que me quedara quieto, se repasó con un dedo aquella gota de semen y se la metió en la boca cerrándola, nos mirábamos a los ojos, estaba expectante y preocupado, no se movía salvo por los espasmos de sus arcadas, de golpe cerró la boca y se puso la mano en ella cuando una de sus arcadas casi la hace vomitar, pero con la otra mano paró mi cuerpo que trato de asistirla. Me miró intensamente, y fuera lo que fuera lo que tenía en la boca, se lo tragó sonoramente, varias veces además, hasta que se le pasaron los espasmos y ante mi preocupación abrió la boca y sonrío enseñándome la lengua y guiñando un ojo, su boca estaba impoluta y limpia, me fui a abrazarla.
-YO: no tenias que haberlo hecho por mí, no si no querías, no debí pedírtelo……- me cortó agarrándome la cara.
-ANA: no lo he hecho por ti, me he calentado muchísimo al mamártela, quería hacerlo, sentir tu leche caliente en mi boca y tragármela.- me reconfortó, aunque me tenia la duda de si era cierto o solo lo decía para tranquilizarme.
-YO: estas bien¿?
-ANA: si, ahora si, no ha sido tan malo, no era el sabor si no la sensación en si, supongo que con una par de veces mas se me pasara.
-YO: ¿quieres repetirlo? ¡¡Pero si casi echas la cena!!
-ANA: bueno, si quiero aprender tendré que sacrificarme, es un momento malo, pero se me pasará, y……..me pone muy cachonda comerte la polla, me he mojado entera otra vez.- su sonrisa era picara y su mirada, llena de lujuria.
-YO: ¿y cuanto mas te has calentado?- acariciaba su brazo atreviéndome a adivinar si podía haber 4º ronda.
-ANA: dios, no se, me dolía el……- todavía su pudor con ciertas palabras me parecía adorable-………antes, pero ahora me quema, no se como pero ahora necesito desahogarme yo.
-YO: no quiero forzarte y que volvamos a follar y te haga mas daño o pero, pero tengo un truquito para calmar tus ansias sin penetración.- se le ilumino la cara pese a al rojez de sus mejillas, estaba frotándose el coño realmente necesitada.
La hice gatear por encima mía hasta tumbarme boca arriba y ponerla de rodillas en mi cara, abriéndola de piernas y con mis dedos y mi lengua comenzar a trabajar aquel congestionado interior, estaba rojo y saturado pero caliente y húmedo, pedía un alivio y mis olvidadas comidas de coño se lo iban a dar, abrí con los dedos los labios mayores, y con un cuidado exquisito fui lamiendo y chupando con cuidado cada recoveco de su interior, localizando su clítoris por momentos y lamiendo y jugando con el para calentarla mas, no fue difícil ponerla a gemir como una condenada, notar como sus piernas se contraían y relajaban según mis movimientos y como se movía sin saber como poner sus manos o su cuerpo del gusto que sentía, si se ponía a 4 patas castigaba su clítoris y si se incorporaba la hacia vibrar con mi lengua en su interior, terminó echándose hacia atrás moviendo las caderas como si fuera una penetración con mis dedos y boca llevándola al paraíso al que llegó reventándome en la cara con una corrida que la quiso sacar de mi cara por los calambres en las piernas, pero agarrándola con fuerza seguí hasta que logré poco después una 2º corrida abundante y llena de fluidos, tan fuerte le traspaso la electricidad en su interior que paso de rodillas a caerse redonda de espaldas sobre mi pecho contrayendo sus piernas mientas no se dejaba de frotar el clítoris encharcado. Sus gritos eran audibles pero contenidos, estaba exaltada pero feliz, no le había comido el coño así desde su vuelta y mi maestría había mejorado con mis andanzas desde que la tocara en Navidades. Se me tiró encima relamiendo mi cara bañada de sus emanaciones, besándonos como seres no evolucionados, llevando el termino “beso húmedo” a un nuevo nivel.
La separé un poco y me fui desnudo al baño, allí me lavé bien la cara y Ana, detrás mía, se volvió dar una ducha rápida, gritándome que era imposible mantenerse limpia conmigo cerca, la di la razón, y por poco me meto en la ducha con ella, pero era demasiada provocación, apenas quedaban unas 4 horas para ir a trabajar, quería descansar un poco, me acosté completamente desnudo, y a los pocos minutos me dormí, noté como Ana se tumbaba a mi lado, de reojo viéndola con unas bragas y una de mis camisetas viejas, le encantaba vestirse con mi ropa, le quedaba grande y sexi. Tomando la rutina de siempre, me cogió de la mano y se rodeó con mi brazo y mi cuerpo, abriéndose de peinas, cogiendo mi polla y metiéndosela entre sus muslos, para poder dormir así de juntos y darla mi calor corporal, a mi me encantaba esa sensación y mas aun desnudo, y a ella, sentirme pegado a su cuerpo y mi polla palpitando entre sus piernas, dormíamos así siempre, y así lo hicimos.
A partir de ese día, las noche con Ana fueron a mas, era maravilloso enseñarla una nueva postura o algún truco nuevo y ver como los iba asimilando y aplicando con el paso de las semanas, de vez en cuando aun así, hacíamos el amor, sobretodo en días especiales en que tenia un mal día o estaba sensible, la trataba con todo el cariño y amor que podía, y con eso bastaba, pero esos días eran los menos, y de vez en cuando después de eso, terminábamos follando de nuevo como animales. Se descubrió Ana como una mamadora de polla de 1º, ayudaba practicar conmigo, y ver como paso de apenas poder con el glande a tragarse medio trabuco sin contemplaciones, y de casi vomitar al sentir mi semen a tragárselo y jugar con el en su boca, lo mejor era que eso la ponía a 1000, no se por que, cuando se supone que en una mamada solo disfrutaría yo, pero a ella la volvía loca sacarme la 1º corrida con su boca, para que luego la matara con la 2º por el coño. Su capacidad de aguanté aumentó de nuevo, era grotesco aveces ver a esa niña con cara de inocencia y cuerpo adolescente, gemir, gritar, pedir mas y retorcerse cuando la penetraba casi totalmente con mi enrome barra candente de carne, casi parecía imposible que le entrara, pero no solo le entraba si no que ya no había dolor de ningún tipo, gozaba con cada sacudida y los orgasmos continuados, en los que repetía “que gusto, que rico”, que la sacaba durante mas de 1 hora, solía ser el momento en que yo me corría, si ella estaba mejorando yo volvía a ser una gran versión de mi. Para su cumpleaños, una semana antes de Navidades, planeé un escapada juntos rural durante todo el fin de semana, hicimos un fiesta previa en casa con los amigos y parte de mi familia, pero luego cogí el coche y nos fuimos a la sierra de Madrid, alquilé una habitación en un hotel de las montañas y entre saunas, masajes, clases de esquí, que se le dio emerjo a ella que a mi y las noches tórridas a la lumbre de una chimenea, alejados de toda tecnología y de la vida ordinaria y convulsa de la juventud en la gran cuidad, no pudo salir mejor. El domingo la dediqué el día entero, fui exageradamente atento y romántico, casi generaba diabetes de lo empalagoso que estaba, pero lo llevaba con mi sorna habitual, y ella le encantada, desde hacerla el desayuno y llevárselo a la cama, a llevarla en brazos hasta la pista de esquí, lo preparé con el masajista del spa, para que en mitad del masaje se fuera y entrara yo, apenas notó la diferencia, mis manos eran hábiles y trabajaba las zonas indicadas por Eli, hacia ya una eternidad para mi, en su cuerpo totalmente desnudo apenas cubierto por una toalla en su cintura, esas zonas en que a las mujeres se les tensan los músculos por el peso de sus senos o por el uso del sujetador. Repasé toda su espalda con aceites corporales sacándola suspiros de placer al notar como sus músculos se desenredaban entre mis dedos, poco a poco fui atreviéndome mas a tocar sus costillas y cerca de su pechos, o bajando hasta la corva de su espalda, o sus piernas y muslos, peligrosamente cerca de su trasero, me asusté un poco ante su dejadez pero tras unos minutos su cuerpo se tensó hasta que reunió valor suficiente y se dio la vuelta tapándose asustada.
-ANA: ¡¡¡oiga ¿pero que ha….- me vio y se le paso de golpe el enfado, sonriendo ante los ojos atónitos de los demás clientes y masajistas, riendo al haber visto el cambio y ella no-…..¡¡Tonto, mira el susto que me has dado!! jajajajja- se tapaba la cara de medio vergüenza mientras buscaba mi pecho para abrazarme queriendo ser engullida por la tierra.
-YO: shhhhh, tranquilícese, túmbese de nuevo y sigo con mi trabajo o me despedirán.- se volvió a tumbar besándome y charlando con una señora cercana que nos miraba raro, advirtiéndola que yo era su novio para que no pensara cosas raras del spa.
Seguí mi sensual masaje sacando ya respiraciones aceleradas, pero viendo como sonreía y se mordía un dedo para mantenerse digna mientras su cuerpo se estremecía ante mis caricias, sonó el reloj del fin de hora de masaje, oyendo un lamentó de los labios de Ana, y con la señora de antes mirándome con ojos de querer ser la siguiente, Ana y yo nos percatamos.
-YO: lo siento señora, agradezco el honor pero mis manos, mi cuerpo y mi corazón ya son de esta joven.- rodeé con una gran toalla el cuerpo de Ana, tapándola de miradas indiscretas al levantarse de la camilla, había mucho hombres, Ana y su cuerazo juvenil de tez morena brillante del acierte, sobresalía del resto.
Al tenerla entre mis brazos nos miramos fijamente, veía sus mejillas sonrojadas, no sabia si por el calor de la habitación, la vergüenza de verse medio desnuda antes esa jauría de lobos, si por mi broma, o por que mis manos la habían calentado de mas, quizá un mezcla de todo eso. Nos besamos tiernamente un par de veces, y la cogí en brazos, me la llevé a la zona de la duchas para después ir a comer, mientras ella se duchaba yo me mantenía fuera en la puerta, no me había gustado nada como la miraban algunos de esos hombres y mi instinto de protección se activó, charlábamos sobre la broma y alguna tontería mas.
-ANA: ¿al final cuando no tenemos que volver?
-YO: habitación tenemos hasta mañana por la mañana, pero si queremos estar en casa tenemos que salir de aquí a las 8 para dormir en casa e ir mañana a la Universidad pronto (era el taxi oficial de mis 3 compañeras de piso desde la adquisición de coche, para la universidad), ¿por que lo preguntas?
-ANA: jo, por que me lo estoy pasando genial, ojalá pudiéramos quedarnos aquí siempre.
-YO: ojalá, pero esto tiene que ser así, no podríamos vivir así siempre, tenemos que vivir nuestras míseras vidas para comprender lo idílico que son estos descansos y disfrutarlos.
-ANA: pues es un pena, todo el mundo debería vivir así siempre.- su tono era reafirmando su propia realidad, me encantaba la inocencia de aquella mujer, era como una princesa de cuento de hadas hecha mujer, y yo un troll que veía el mundo tal como era, y mientras yo la enseñaba a no ser tan cándida, ella me daba esa pizca de felicidad que creía que no estaba a mi alcance.
-YO: no aguantaríamos así, esto es demasiado empalagoso, y esta lleno de babosos, ¿te has fijado en como te miraban en la sala de masajes?
-ANA: claro, pero son gente mayor, no se pobrecillos…..
-YO: de pobrecillos nada, por poco le salto con algo a más de uno, casi convierten la habitación en una piscina de tantas babas.
-ANA: jajajaja que bestia eres, déjales, ¿no estarás celoso?- su tono buscaba la broma.
-YO: si, estoy que me muero por dentro jajajaja mientas ellos miran el cuadro yo me lo follo.
-ANA: ¡¡alaaa!! Mira que eres bruto jajajajaja pues que sepas que yo si estoy celosa.
-YO: ¿de que, mi reina? No será de la señora esa jajajajaja
-ANA: no, de esa no, pero si de resto, ¿no has notado como te comían con los ojos? Si hasta la masajista buenorra y la de la recepción te ponen ojitos….- mi silencio era absoluto, no me había dado cuenta, ¿como se me había pasado? Estaba entrenado para ver y detectar esas cosas, una cosa es que nos la aprovechara por estar con Ana, pero no darme cuenta no entraba en mis planes.
-YO: pues ni me he enterado….
-ANA: pues yo si, y no me gusta nada que anden detrás de ti.
-YO: hombre, orgullosa tenias que estar de que te envidien, yo lo estoy contigo.
-ANA: ya, pero una cosa es que te miren golosas y otra lo de la recepcionista….
-YO: ¿que la pasa?
-ANA: ¿te crees que trabaja sola en el hotel?, es la de la recepción, la que trae las comidas, la que esta en la puerta de la habitación todo el tiempo, la que entra a recoger y limpiar y la que coge siempre el teléfono, hasta entró el otro día nada mas irme yo, que te dejé durmiendo, esa golfa te esta rondando…..- de nuevo silencio, no me había percatado, y repasando mentalmente todo el fin de semana, me di cuenta de que salvo a alguna limpiadora por los pasillos o algún cocinero era cierto, esa recepcionista nos trataba casi en exclusiva, joder, si hasta se había metido en mi habitación conmigo dormido y ni me enteré hasta que me desperté y la vi recogiendo la habitación, tumbado apenas cubierto por una sabana que no tapaba muy bien mis erecciones mañaneras, de nuevo me confundí por no darme cuenta.
-YO: ¿y que quieres que haga? ¿La digo algo? ¿O habló con sus jefes?- no sabia muy bien como reaccionar, era al 1º vez que alguien estaba celosa siendo mi pareja.
-ANA: jajaja no tonto, mientras sepas quien es tu chica…… no tengo ningún problema….- su tono sonó tan sensual que solo me pude dar la vuelta.
Al hacerlo vi a Ana completamente desnuda empapada de arriba a bajo goteando por el agua de la ducha, entre abriendo una de sus piernas en el aire y mordiéndose el labio mientras se apoyaba en el marco de la puerta, solo con los reflejos de la luz sobre su cuerpo húmedo me la pusieron tan dura que me arranqué a por ella como un tren de mercancías, desnudándome en un microsegundo y levantándola por el aire subiéndomela a horcajadas, cerrando la puerta de la ducha detrás de mi, la aplasté con cierta violencia contra la pared de la ducha mientras mi polla daba saltos en su culo, me rodeó con su piernas y nos besábamos de forma lujuriosa, sin duda mis manos la habían calentado y sabia que la visión de su cuerpo mojado era demasiada tentación para mi, pensando ahora fríamente creo que hasta me manipuló para marcar territorio, sus celos la llevaron a ese pequeño juego, pero en ese momento me dio igual, según estabamos la penetré con facilidad, aparte de entrenada ya estaba caliente como una perra, y dejando caer el peso de su cuerpo la fui ensartando, sacándola alaridos de placer, mientras mi boca alternaba sus labios, el cuello o sus pechos, dios, la imagen de su cuerpo brillante y húmedo, de sus tetas moviéndose y de su vientre haciendo fuerza al ser penetrado aun me la pone dura hoy en día. Se agarró firmemente a mi cuello, y mirándonos fijamente me ordenó que la follara allí mismo y que se la metiera toda, de la forma más animal que pudiera.
Obedecí, aunque cambien lo deseaba, la sujeté bien de las caderas y usando la pared como palanca la hacia subir y bajar de mi polla lentamente, restregando su espalda por los azulejos, mientras mis manos acariciaban y separaban sus glúteos, poco a poco fui acelerando mis embestidas, gemía poseída y su espalda ya no hacia recorrido, estaba inmóvil recibiendo su petición, mi pelvis golpeaba fuerte sus muslos y seguí haciendo presión hasta que logré metérsela toda en un par de embestidas fuertes, dejándola quieta y totalmente empalada, disfrutando de su cara desencajada y de su repentino silencio, dejando que su interior se acomodara ya a esa fase final, notando como por fin su coño estaba lleno de mi y casi a reventar, sin moverme pude sentir sus contracciones al correrse, solo con sentirla toda dentro se retorció encima de mi, hacia fuerza para tratar de elevarse sobre mi cuerpo, pero la humedad solo la hacia resbalar y volver a estar plenamente penetrada.
-ANA: ¡¡dios Me siento……plena, me va a reventar el coño, dios como me gusta, lléname de tu leche amor mío, fóllame hasta que mi cuerpo no aguante mas!!- me besó desaforadamente, estaba fuera de si.
Pero como me pidió, volví a acelerar mis movimientos, esta vez haciendo fuerza para elevarla y dejándola caer de golpe para volver a ser invadida por completo, di gracias a dios por que aquella mujer que me llenaba mi vida, también podía llenarla con mi falo en su interior, y no solo no la dolía si no que estaba botando como una pelota encima de mi, berreando palabras sin sentido y golpeándome el pecho con cada sacudida que le producían los orgasmos, tantos fueron que sus piernas se des-cruzaron y se mantenían en vilo en el aire, totalmente abierta de piernas, sin ningún tipo de impedimento físico para recibir toda mi enormidad, arrancándola varias corridas seguidas que inundaron aun mas la ducha con sus fluidos, de vez en cuando tenia que levantar su cuerpo con mis brazos contra la pared por que ella ya no se sujetaba de mi cuello, se dejaba caer por la abrumadora tuneladora que era yo, sus gritos se oían por todo el baño y siendo semi publico no es que fuera muy discreto, aun así le dio igual y pedía a gritos que la abriera el coño con mi polla gigante, sus palabras eran el resultado de la excitación y el placer, no de sesudos pensamientos, y yo me estaba poniendo a morir, estaba siendo el viejo Raúl, la maquina de follar, me estaba deleitado con aquella follada hasta que su físico dijo basta, sus piernas cayeron al suelo y me estaba follando una muñeca de trapo, la poción era incomoda para mi, y pese a haber llegado al máximo, lo mas lejos, de lo que había llegado nunca con Ana, ella estaba rogando mas. La saqué de su interior, saliendo de ella un montón de fluidos que estaban taponados por mi verga, la di la vuelta y la aplasté contra la pared, cogiendo de las manos y poniéndolas por encima de su cabeza, con su cuerpo totalmente estirado y pegado a la pared y abriéndola un poco las nalgas la penetre de nuevo por el coño, con ella ya apoyada en el suelo, me fue mas fácil coger velocidad de crucero y terminar de correrme dentro de ella 5 minutos después, lo que me dio tiempo a crear una atmósfera animal, golpeando su trasero de forma violenta y sonora, notando como su cuerpo se contraía con algún que otro orgasmo menos evidente, su cuerpo estaba al limite. Reventé mi esperma dentro de ella con un ultimo minuto casi digno de Zeus y la bestia, eso casi la mata, su cuerpo podía caía al suelo, pero mis acometidas no la dejaban, eran tan rápidas y contundentes que no la permitan bajar el cuerpo antes de que la siguiente llegara, en ese ultimo minuto la acariciaba y agarraba del vientre, cosa que la ponía a 100, y logré eyacular dentro de ella mientras la sacaba el ultimo orgasmo, con su cuerpo casi serpenteando por la pared, recorrido por una fuente eléctrica, moviéndose como una anguila y gritando como un cochinillo en una matanza.
-ANA: ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡DIOS, QUE BIEN FOLLAS PEDAZO DE ANIMAL!!!!!!!!!!- lo gritaba mientras se hacia una pequeña bola en el suelo de la ducha, agarrándose su coño como podía, con ligeros temblores por sus músculos – dios, me duele todo, pero me encanta, eres una bestia, eres mi bestia particular jajajajajjaja.
-YO: ¿estas bien? No quería pasarme contigo pero me has puesto muy caliente – me senté a su lado dejando que mi cuerpo volviera a respirar de forma normal, casi me había obligado a sacar al mejor Raúl, al que domino a la Leona o a las colombianas, claro esta, apenas 30 minutos, y sin llegar a necesitar a la bestia, sentía que me había pasado con Ana, que la había dado mas de golpe de lo que podía soportar, sin ir paulatinamente hasta ese punto, como si al final de una larga escalera la hubiera hecho saltar de golpe los últimos 5 escalones, me había dejado llevar y no fue nada cariñoso ni amable, fue una follada salvaje con todas las letras.
-ANA: estoy bien, solo déjame que me recupere un poco aquí sentada, dios, eres increíble, no me creo lo afortunada que soy, eres guapo, listo, atento, amable, divertido, buena persona, ¿y encima follas así cuando te pones serio?, jajajaj eres un mirlo blanco.
-YO: soy lo que quieras que sea, eres mía y yo soy tuyo.- acerqué mis labios besándonos con gestos cortos y sonriendo mientras su cuerpo se relajaba, le costó más de 10 minutos dejar de temblar y que se le pasaran los espasmos en su vientre.
En esas estabamos cuando sonó la puerta de la ducha, Ana y yo nos miramos, sorprendidos, estabamos los 2 desnudos en el suelo, con ojos cómplices, entendiendo que quizá alguien hubiera oído todo aquello, no habíamos sido nada cuidadosos.
-YO: ¿si?
-RECEPCIONISTA: si, hola, soy la recepcionista del hotel, y…………vera…..algunos clientes se han….quejado de que había alguien gritando en este baño, solo quería comprobar que todo fuera bien.- Ana me sonrío, sin yo entender muy bien el por que, se me acercó al oído.
-ANA: es la golfa que anda detrás de ti.- me susurró, le pregunté con la mirada si estaba segura, me lo afirmó de nuevo tapándose la cara de vergüenza, mirándome sin saber que hacer, esperando mi reacción, respondí.
-YO: si, si, era aquí, todo va bien.
-RECEPCIONISTA: vera, no es que no confíe en usted, pero me han dicho que sonaba como si estuvieran haciendo daño a una mujer, y me tengo que asegurar de que no hay ningún problema.- ciertamente si no estabas muy atento desde fuera algunos gritos de Ana daban para ser mal interpretados.
-ANA: si, era yo, toda va bien, es solo que…..- me miró sin saber como seguir la frase, yo la hacia gesto como desentendiéndome del lío en que se habia metido, bromeando, de golpe se le paso algo por la cabeza y rió juguetona- …..estoy con mi novio y acavamos de follar. – me quedé blanco, no ya por sus palabras, no era dada a hablar así de sucia, si no por que mucho menos era de decirlo tan abiertamente a otros- si, y no vea como me ha puesto, siento las molestias pero es que su enorme polla me mata.- traté de taparla la boca jugando, esa reacción era mas típica de mi que de ella. Pasaron unos segundos de silencio.
-RECEPCIONISTA: lo siento pero voy a tener que comprobarlo, abran la puerta por favor, por su seguridad.
-ANA: claro, pero estamos desnudos- Ana me miraba de forma picara, quería que me metiera en el papel, me picaba con sus gestos y su mirada, quiera que fuera el Raúl mas desvergonzado, pues lo iba a ser.
-RECEPCIONISTA: por favor, abran, tengo que asegurarme de que la chica esta bien.- me ofendió su tono, realmente penaba que la había hecho daño, y odio a los malbaratadores, del tal forma que si veía algo mas allá de lo habitual por la calle me metía por medio, mas aun que me tachen de tal cosa.
Me levanté enfadado ayudando a Ana a ponerse en pie, y con la polla colgando abrí la puerta de golpe quedando completamente desnudo delante de ella, de inmediato su mirada se clavó en mi miembro en reposo, se sacudió la cabeza recordando para que estaba allí y miró a Ana que estaba tapándose con las manos las tetas y el coño, roja de vergüenza, solo estaba la recepcionista en el baño.- disculpe señorita, entonces ¿esta bien verdad?
-ANA: claro que si, nos ofende con su acusación mi novio no es ningún capullo que me ponga la mano encima, es una bestia parda que me folla como jamas te han abierto, así que deja de mirarle la polla a mi chico y de andar detrás de el y lárgate de aquí.- me sorprendí del tono, palabras y agresividad de Ana, era un personaje, la seguí el juego al ver la cara sorprendida de la recepcionista, que había vuelto a mirarme la polla sin tapujos y se vio pillada ante Ana.
-RECEPCIONISTA: si, perdone la confusión…….- volvió a mirármela de reojo- …..solo quiera asegurarme……- la corté cogiéndola del brazo y metiéndola en la ducha pegándola a mi cuerpo, era realmente mona, vestida de traje con falda corta ceñida, me extrañó ni haberme fijado en ella, menos no percatarme de sus miradas.
-YO: asegurarte ¿de que?, ¿de que la tengo tan grande como intuías el otro ida en al habitación?, – se le abrieron los ojos al verse descubierta – ya me ha dicho mi chica que andas detrás de mi, ¿es esto lo que quieres?, comprobar, si, ….lo caliente que te pongo.- la metí mano en el culo mientras me cogía la polla y le daba con ella en la parte del muslo de la falda.
Ana alucinaba de mi interpretación, la recepcionista trataba de separase de mi cuerpo desnudo sin tocarme pero sus tacones de trabajo resbalaban así que casi la tenia que sujetar yo por el culo, trataba de articular palabras pero entre la situación y ver sin apartar la mirada mi polla golpear su pierna con firmeza, no atinaba.
-RECEPCIONISTA: no por dios, perdóneme……..yo no pretendía…..solo déjeme……- sus palabras y gestos eran diferentes, mientras que se trataba de comportar, sus labios se relamían y se mordía deseándome, mi cuerpo desnudo y húmedo resaltaba mis músculos, cada ida mas apreciables a simple vista, y mi polla la estaba empapando la falda con tanto golpe.
-YO: ¿que dices, amor, la dejamos que se una a la fiesta?- pregunté a Ana como si aquello fuera normal para ambos, haciendo temblar a aquella mujer de unos 27 años, que apenas hacia fuerza ya, y casi pedía a gritos mis labios, Ana pilló mi intención.
-ANA; ¿esta golfa? Que va, no te merece, tu eres mi hombre y esta es una cotilla a la que vamos a denunciar ante sus jefes si no tiene la boca cerrada y si no deja de mancharse las bragas cada vez que te ve.- el tono era casi de gente de mal vivir, cogiéndolo de barrio peligroso, además era justo lo que hubiera dicho yo, algo que evitara una mas que posible demanda por acoso si salía de allí – si, zorra, le diré a todo el mundo que nadas detrás de mi chico y que te cuelas en nuestra habitación cuando no estoy, no será muy difícil demostrado, ¿verdad?- se acerco a nosotros y le agarro de las tetas a la recepcionista, que estaba empezando a ponerse caliente como el palo de un churrero ante nuestra actuación, frotándose los muslos.
-RECEPCIONISTA: los siento, no quiera molestar, si les he incomodado les pido disculpas y no volverá a pasar, pero no se lo digan a mis jefes, si se enteran de nuevo me echan.- aluciné, no solo tendríamos su silencio, si no que no era la 1º vez que andaba detrás de algún mozo y la habían pillado.
-YO:: pues tu misma, aquí mi novia y yo vamos a volver a follar y gritar, si quieres te quedas y te doy lo tuyo también o te largas y me dejas en paz, a mi me da igual.
-RECEPCIONISTA: me voy, los siento, por dios, no digan nada pero déjenme que me vaya. – tenia tal susto y excitación encima, que decía una cosa pero sus manos otra, repasaban mi pecho y espalda.
-YO: pues lárgate, pedazo de guarra – la agarró de las manos y me la quitó de encima, la abrió la puerta y la sacó de allí dándole un cachete en el culo, fuerte y sonoro, que le dejó aun mas manos mojadas marcadas en la falda, saliendo de allí roja de vergüenza y del calentón.
Ana y yo empezamos a besarnos y acariciarnos haciendo mas ruido que otra cosa, por si seguía por allí escuchando mientras nos reíamos de la actuación, ella gritaba de nuevo como poseída sin que apenas la tocara.
-YO: jajajaja dios, eres una caja de sorpresas, ¿como se te ocurre?
-ANA: ¿yo? Tu que eres un pervertido jajaja ¿que pasa, te la querías follar?
-YO: que va, solo quería ponerla nerviosa, si la culpa es tuya….
-ANA: ¿como que mía? Yo solo quería gastarla una broma y vas y montas un número.
-YO: ¿y que separabas que iba ha hacer?, soy yo…..- asintió aceptando su culpa.
-ANA: eso es cierto, te dan un dedo y te coges medio brazo, ¿no sabes parar en estas cosas, ni donde poner el limite?.
-YO: no, es parte de mi encanto natural jajajajajaja.
-ANA: jajaja eres malo, dios, no podría follar ni aunque lo necesitara, estoy exhausta.
-YO: tranquila, solo era para asustarla un poco mas, estoy bajo de forma, no se si ahora podría con otra ronda.- me miró sorprendida.
-ANA: ¿como? ¡¡¿Que aun no estas al 100%?!!
-YO: no mi princesa, esto ha sido genial y si no quieres, o puedes mas, no pasaremos de aquí, pero aun hay mas.
Mientras miraba su cara, que sonreía entre la incredulidad y la excitación, yo pensaba, en realidad había bastante mas, de hecho podía aguantar así mas de 5 o 6 horas con mi leona o Elenor, la madre de mis colombianas, aquello si acaso había sido Yasmine, la hija, en un mal día, y aun faltaba Zeus y la bestia, pero no sabia si quería o si podríamos llegar a ese nivel, y en realidad no me importaba, aquello era pasado, y Ana, pese a sus avances en lo sexual, me completaba de tal forma en la relación de pareja, que me daba igual al principio, ya no os digo ahora que habíamos llegado a ese nivel,
La dejé ducharse sola de nuevo mientras yo me di un agua rápida, jamas sabremos los hombres la ventaja que tenemos de darnos duchas rápidas y estar limpios, y lo complejo que es para las mujeres, mas después de bañarla su interior de semen hasta lo mas profundo de su ser. Yo no podía permanecer allí viéndola sin volver a follármela y ella ahora mismo no estaba en condiciones. Me salí a vestirme mientras hablábamos.
-YO: tengo hambre, me vio al restaurante, te espero allí.
-ANA: vale…… aunque puede que tarde…me quiero pasar antes por la tienda de ropa del hotel.
-YO: esta bien, nos vemos si no en la habitación.
Salí de allí contento y feliz, en una espiral ascendente desde que Ana volvió, todo era bueno y mejor con el paso del tiempo, ya hasta Ana y yo podíamos follar salvajemente o gastar bromas actuando desnudos, compenetración total, era mi novia, mi amiga y mi amante, y solo con unas pocas miradas y celos se convertía en una autentica loba defendiendo lo suyo, me pareció adorable ver aquella mujer, que alguno hasta podían llamarla “mosquita muerta” en el pasado, ser así de agresiva.
CONTINUARA……….
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Relato erótico: “MI DON: Ana – El reencuentro y la mudanza (23)” (POR SAULILLO77)
ANA
Terminé el dichoso viaje de vuelta a casa, me estaba hartando del transporte publico, de los autobuses que se van en tus narices y de los transbordos malditos, si ya era difícil ir de mi casa en el extrarradio al centro, ir a cualquier otra zona era un suplicio, eran 2 horas perdidas de mi vida, pero era tiempo suficiente para que mi mente se amueblara de nuevo y esa vez no fue diferente, volvía de la casa de Kira, la supermodelo atolondrada con su padre, tan perturbada tenia la cabeza que me regaló un domingo de cariño y ternura, sin sexo, y eso me hizo echar de menos esa sensación, supongo que no solo fue eso, si no saber que en unas horas mi amada prima, Ana, estaría de nuevo a mi alcance, y saber eso me devolvió a mi estado natural. No soy ningún tonto, sabia de sobra que lo había idealizado todo, Ana, su cuerpo, el sexo que tuvimos, el tabú, y las sensaciones que yo recordaba, no eran 100% reales, pero no podía evitar ilusionarme. Llegué por fin a mi casa, nervioso por lo que me esperaba al día siguiente, nada mas llegar estaba mi familia preparando la cena, mi padre se acercó y me pregunto.
-PADRE: ¿que tal el finde con los amigos? – su forma de preguntar denotaba que se refería a chicas
-YO: bien – guiñándole un ojo, el, sonriendo, me ordenó ayudar a mi madre con la mesa.
Me fui a mi cuarto para ponerme ropa mas cómoda, y deje la mochila en un armario, por alguna razón me imagine un cofre, un cofre dorado con terciopelo rojo por dentro, cogí una imagen mental de Zeus, y lo metía con esfuerzo en aquel cofre, se resistía, pero mi proyección mental de Raúl le obligó a meterse en ese cofre,
-ZEUS: “lo lamentaras, ya me necesitarás”
Oí resonar en mi cabeza al cerrar ese maldito cofre, le eché una llave, le envolví en cadenas que aseguré con un candado, y le metí en un agujero que rellené de cemento, para después levantarlo en el borde de un barco en medio del mar.
-YO: “tal vez, pero si te necesito, tendré que ir a buscarte al agujero mas profundo de mí ser, del sitio del que no puedas salir sin mi ayuda”.- arrojé aquel bloque de hormigón al océano. No me negué volver a ser aquella persona, simplemente lo guardé, donde a nadie pudiera hacer daño, con la esperanza de no volver a necesitarlo jamas, simbolicé aquella imagen mental en guardar la mochila en el armario, y cerrar la puerta del mismo, quedándome absorto mirado aquella puerta, con el espejo de cuerpo entro, y mi reflejo en el. Pasó mi hermana y me vio así.
-HERMANA: ¿que haces tato?- Salí del trance y me quedé mirando a mi hermana que llevaba el pan y los vasos a la mesa, mirándome como si estuviera loco.
-YO: tomar las riendas de mi vida.- lo dije en serio.
-HERMANA: pues empieza llevando los cubiertos a la mesa, ¡vago!- se fue llamándome de tonto para arriba por el pasillo, aquel gesto de hermana mayor mandona me sacó una sonrisa de normalidad, volví a mirar el reflejo de mi cara en la puerta del armario, allí estaba Raúl, y solo estaba el.
Salí del cuarto con la misma sensación de cuando separas 2 imanes, me fui a la cocina donde estaba mi madre terminando la cena, la di un beso en la mejilla y cogí la cubertería necesaria, gritando por el pasillo si faltaba algo mas, mi padre y mi hermana decían cosas que luego el otro negaba, ya que ya estaban, mi madre me dio un trozo de madera que usaba para dejar ollas o sartenes clientes en la mesa sin estropearla y me dijo un “tira”, con palmada en el culo, al llegar a la mesa faltaba la bebida , como no, discutimos, reímos, nos gastamos bromas y hacíamos el tonto, en definitiva, una comida de familia, por 1º vez en bastante tiempo me sentí bien, normal, retrocedí a antes de la operación, a ser un miembro mas de la familia, y no una persona que pasaba por esa casa. Después de cenar recogimos y nos quedamos viendo una película, ni recuerdo cual era, la verdad, nos pasamos todo el tiempo hablando los 4 de mi vida y la mudanza, de mi nueva independencia y de las responsabilidades, mi padre era severo y quería que me centrara, mi hermana bromeaba con que en 3 días estaría rogando por volver a casa comido por la mierda, y mi madre solo me abrazaba y me daba besos, diciendo que siempre estaría allí para ayudarme, para ayudar a su pequeño. Casi me hacen llorar, a lo tonto, iba a dar un paso muy importante en mi vida, me despedí y me fui a acostar, estaba cansado y tenia ganas de recargar las pilas, por la mañana íbamos a terminar el papeleo con los dueños del piso, y por la tarde empezar a mudarnos, llegando Ana y su de la familia por la tarde, de Granada, todo estaba planeado y mecanizado por mi madre, y por mi experiencia, eso era seguro de efectividad.
Me fui tranquilo a dormir, pero me costó coger el sueño, pensaba, mi mente no dejaba de fluir, iba a irme a vivir lejos de mi familia, mas de 1 hora en autobús, con 19 años y sin trabajo, con mi mejor amigo y su novia, otro gran amigo y la amiga de mi prima, todo por Ana, por volver a estar con ella, pese ha solo haber estado juntos apenas 2 semanas en Navidades, pagando el aval casi yo solo habiéndome tenido que prostituir para lograr una cantidad exagerada de dinero. De golpe me di cuenta de la locura que había hecho, ¿y si Ana ya no me quería?, ¿o si yo no la quería a ella?, o peor, ¿si queríamos pero la familias se enteraban?, no éramos primos de verdad pero era como si lo fuéramos, al menos a ojos de las familias, ¿y los compañeros de piso? Una cosa es quedar, salir de fiesta, ir de vacaciones o quedarte a dormir en su casa, y otra vivir juntos. Supongo que me comí la cabeza un poco, pero quien no lo haría ante un paso así. Al final me dormí, nervios naturales, y que lejos de crearme dudas, me devolvieron al terreno mortal, “que gracia tendría lograr las cosas, si fueran fáciles y sencillas”.
Me despertó mi hermana tirándome mis zapatillas del nº 47 a la cama, gritando y berreando por toda la casa, era hora de levantarse, fui al baño y luego a la cocina, desayunamos todos juntos y después mi hermana y yo fuimos a la inmobiliaria que llevó todo el asunto, teníamos cita con los dueños, mi hermana había trabajado fugazmente de agente de pisos a alquiler, así que me llevó el tema, de camino saqué el dinero al contado, Madamme me hizo el ingreso final de la modelo, tenia mas de 100.000€ en la cuenta, lo hice aparte, dejando a mi hermana fuera del despacho del director para no suscitar preguntas, los cajeros no te dan esa cantidad, y con 5.000€ en la cartera, salí de allí, iba bastante tenso, era mucho dinero, llevaba la cartera agarrada todo el tiempo y si se me hubiera acercado alguien a pedir la hora le hubiera reventado a patadas antes de salir corriendo, joder, hasta empecé a sudar de la tensión. Menos mal que lo hice cerca de la inmobiliaria, al llegar ya nos estaban esperando, nos saludamos y nos explicaron como funcionaba la transacción, 1.600€ para la empresa, y 2 meses de fianza para los dueños, serian unos 1600€ al mes, con gastos incluidos, agua, comunidad, calefacción……etc. Entre 4 habitaciones, a 400€ por habitación se pagaba de sobra, ya que en realidad éramos 6 personas, se había pensado en pagar todo a partes iguales pero no se pensó mejor que cada habitación pagaría sus 400€, y en las que vivieran 2 personas 200€ por cada una, aun así yo ya había hablado con mis amigos, de todo, y mis intenciones con Ana, no podían meter la pata comentando que pensaba vivir con ella en una habitación y no solo, delante de la familia, así que yo pagaría 400€ aunque viviera con Ana, y la amiga de Ana solo 200€, pese a vivir sola.
Mi hermana revisó todo del contrato, y me dio el ok, había una lista con muebles, y electrodomésticos que había en la casa ya, y que al irnos debían de quedar en igual estado o nuevo, contrato por 5 años renovables y con cláusulas de rescisión a cada año, pero los dueños estaban encantados con nosotros y si todo iba bien no habría problemas. Me fijé de nuevo en la mujer de la pareja de dueños, joder, estaba buena, rubia, algo baja y embutida en unos vaqueros mas ajustados de lo recomendable, “con algo de maquillaje y mas escote no me importaría reventarla”, me descubrí pensando así, ese no era Raúl, me golpeé la cabeza, y cuadriculé de nuevo, como siempre que se me pasaba por la mente algo que mi conciencia no aceptaba. Al salir de allí con las llaves llamé a todos y les dije que ya estaba y que les invitaba a todos a comer, me sobraron 200€ así que quedamos en un restaurante chino de bufet libre y nos pusimos morados, necesitábamos energías para las mudanzas de por la tarde, si, podríamos haberlo hecho de forma calmada y paulatina, hacer la mudanza de las cosas de 1 persona al día, pero éramos jóvenes, ¿por que esperar?, lo planeamos todo para hacerlo en una sola tarde.
Comenzamos mi familia y yo, ya que yo tenia las llaves, y con el coche mi padre nos acercaría, en casa tocó zafarrancho de combate con mi madre, recoger, limpiar y hacer las maletas y decidir que llevar y que dejarme, ya tenia y habíamos preparado todo por encima pero ahora era la hora de la verdad, fue difícil decidir, pero no había demasiado tiempo, toda la ropa en un par de maletas, toallas y zapatillas, mas un par de muebles: mi sofá, la cama de matrimonio, la necesitaba de ese tamaño por mi corpulencia, una mesa, una tv y el pc con la videoconsola del momento. Mi madre hizo una caja con sartenes, una olla, platos y cubiertos, en un par de viajes lo metimos todo, mi corpulencia y fuerza era muy útil, y que toda la familia ayudara, mas. Lo monté todo en la habitación más grande y alejada, y pese a la cantidad de cosas que llevamos, quedo algo vacío, pero contaba con ello, necesitaba ese espacio para las cosas de Ana, aunque ellos no lo supieran. Después llamé al resto y que fueran viniendo y que iba a ayudarles, uno por uno y en unos 5 viajes conseguimos llevar todo al piso, ayudados por las familias y sus coches, para subirlo hasta el ático donde íbamos a vivir, por suerte el ascensor era amplio, yo tenia la única llave así que la íbamos pasando, fueron todos colocando las cosas, dejado la habitación libre para Ana y su amiga.
Hagamos un ejercicio de visualización, erramos 6 personas, 1 pareja.
1º Estaba yo, Raúl con mis 19 años, mi 1,92 de altura y mis 87 kilos, con el cuerpo bastante fibrado, no había grasa, pero tampoco marcaba músculo si no me forzaba, aunque si notaba ya la tableta famosa, solo si hacia mucha fuerza, me hizo gracia vérmela, estando gordo siempre pensé que eso yo no lo tenia, que yo era un bombón relleno, no una tabla de cacao, pero de tanto follar se me estaba quedando un cuerpazo, y la comparación con antes lo hacia mas escandaloso aun, mis espaldas eran grandes y fuertes, mis brazos y piernas eran jamones, acostumbrados a 18 años de peso extra ahora me daba crédito, mis muslos y gemelos eran de jugador de fútbol y mi pecho hinchado debido a mi gordura previa ahora sobresalía de mas, como un pavo cortejando constantemente, casi como un super héroe, altivo y que alardeaba de ello. Yo con mi actitud desvergonzada, socarrona y un bocazas nato incapaz de callarme en un momento incomodo solo por hacer la gracia, con mi maldita actitud de decir siempre la verdad de forma descarnada, fría y cruel, y todo el que no fuera así, era un cobarde para mi.
2º Estaba Ana, retomo mis palabras de uno de los relatos previos. Era alta, casi rondaría el 1,77, pelo negro azabache, largo, muy largo y liso, le llegaba casi a la cintura, suelto y con un flequillo andaluz, tapándola media cara, su rostro era una preciosidad de cara, esculpida en una tez algo oscura, debido a su origen y el sol de Andalucía, resaltaba mucho el blanco de sus ojos, coronados por unos ojos marrones, que advertían trazas verdes, una mujer guapa, solo se podría ser quisquilloso con la nariz, la tenia algo afilada, Ella ya era una mujer, y que mujer, tenia las tetas bien colocadas, muy arriba, una tez morena de piel que me gustaba, con un pequeño tatuaje en la zona del apéndice, una media luna, y un trasero de nivel, una joven de 18 años de piel tostada, con una tetas firmes y bien colocadas, nada excesivas y un buen trasero. Hay una actriz ahora por España, Hiba Abouk, que me recuerda un montón a ella, Ana tenía el pelo más largo y los ojos más marrones, pero muy similares. Era una cría inocente, inteligente y algo retraída.
3º Estaban Teo y Alicia, mi mejor amigo y su novia, el era la descripción física de un chico normal, 19 años, 1,80 pelado de altura, 68 kilos, moreno, guapete y con algo de tendencia a tener tripa, pero hacia mucho deporte, era gracioso, del tipo de gente que te contagia de buen humor, que te sigue las bromas y con el que me llevaba genial, vago y pasota como yo, tenia su pronto tonto cuando bebía o se enfadaba por alguna tontería sin sentido. Ella era todo lo contrario, su personalidad era dominante, pero dulce, 1 año menor que nosotros, pero mas madura, casi como una madre, inteligente, lista, divertida, atrevida y un encanto de persona, físicamente era baja, 1,72 si acaso, guapa, con la nariz algo aguileña, unos ojos pardos preciosos y una sonrisa amplia y cautivadora, antes tenia el pelo mas largo, castaño, pero se lo cortó, paso de llegarle a la cintura a pasarle del pecho a duras penas, y pese a tener unas tetas bonitas y bien colocadas, quedaban en ridículo ante su espectacular trasero, tenia un culo y unas caderas de 1º nivel, enormes y voluptuosas nalgas, no le sobraba ni un kilo, la comparación famosa que se me ocurre es Jennifer Garner, la actriz americana. La mezcla de todo ello me llevo a llamarla mas de una vez mi imagen de la mujer perfecta, y pese a odiar o envidiar a Teo por su suerte de relación con ella, el paso del tiempo me llevo a tratarla como a mi hermana pequeña, eran la pareja perfecta del grupo, levaban como 5 años saliendo y desde el principio se vio que estaban hechos el uno para el otro.
4º Estaba Manolo, pero por joder le llamábamos Manu, tantas veces que al final era su nombre, era 3 años mayor que nosotros, pero siempre se había juntado mas con nuestro grupo, era grande, 1,86 y unos 100 kilos, le sobraba peso, pero era mono, rubio con ojos azulados, usaba gafas y lentillas, era el tío mas divertido y listo de todos, con una rapidez mental superior, siempre hablaba muy deprisa, con gustos muy similares a Teo o a Mi, deportes, juegos, series, películas………. era muy receloso de su vida privada y siempre bromeaba con el hecho de que su madre les abandonó a su padre y a el, haciendo de ello algo mas de lo que reírse.
5º Y estaba Lara, la amiga de Ana, por lo poco que la conocía, fotos y comentarios de Ana, era una hippie, su aspecto lo denotaba, era morena con el pelo corto y un pañuelo atado , un percings en la nariz, y otros en las orejas, con ojos marrones oscuros, y era algo fea, pero mas que por serlo, era que aprecia bastante mas mayor de su edad, los 18 años, aprecia que había vivida ya varias vidas, y sin duda, alguna droga era la causa, aun así su cuerpo no estaba nada mal, vestía con camisetas sin mangas enseñando el sujetador claramente, se apreciaban buenas tetas, grandes, un cuerpo esbelto, con su 1,74 de altura, su culo y cintura no eran nada del toro mundo, en parte por que siempre iba con pantalones abultados y una riñonera que le afeaban la figura. Su forma de ser me sorprendió, esperaba una “kin ki”, una ”malota” de barrio “chungo”, y en realidad era un calco mío, sincera y ruda pero con buen corazón, soltando burradas, hablando sin filtro con gente que apenas conocía, con una manía persistente de abrazar. De hecho por las redes sociales iniciamos una relación fuerte, casi parecía que estabamos pendientes el uno del otro al publicar cosas, sobretodo el ultimo mes, antes de la mudanza. De nuevo una comparación física acertada, mas o menos conocida, seria Roko, una cantante española de un talent show, pero sufriendo los estragos de los porros en la cara.
Volvamos a la mudanza, entre tanto ejercicio, yo esta chorreando sudor, llevaba un pantalón fino de deporte y una camiseta vieja, y con el calor que una hacia a finales de septiembre en Madrid, me quité la camiseta, los chicos de las familias me miraban admirando mi cambio y alguno con confianza llamándome bravucón. Las chicas de igual manera se fijaron en mi, pero a diferencia de ellos, ellas comentaban a escondidas sobre mi, con mi madre atenta a sus palabras, con orgullo de lo que oía, eso a mi no me gustaba, no entendía el por que ahora merecía alabanzas de mujeres y el orgullo de mi madre, solo había perdido mucho peso, ¿acaso tanto importa eso hoy en día? No pensé que quizá hablarían de mi polla y de mis andanzas sexuales, pero tampoco me interesaba, salvo alguna madre y una hermana mayor de Alicia, la novia de mi mejor amigo, una chica 5 años mayor y muy mandona, casi como mi hermana, con un cuerpo apetecible, ninguna merecía mi tiempo y menos ahora. Estabamos metiendo parte de las cosas de Alicia en el ascensor, mientras los familiares estaban arriba revisando la casa y ayudando una vez que subíamos los jóvenes las cosas, los chicos andaban peleándose por las escaleras con un somier que no entraba en el ascensor, se oían sus indicaciones y sus risas por todo el rellano, mientras que mi padre y algún otro familiar se quedó fuera con los coches y las cosas que faltaban por meter, sin saber por que, me fue concedido el honor de meter las cosas en el ascensor, subir con ellas y descargarlas, seria por mi fuerza o mi capacidad espacial, lograba meter muchas cosas en cada viaje, en uno de seso al meter una mesa y un sillón, juntos con bolsas, me quede atrapado detrás, Alicia que andaba por allí se metió conmigo en el ascensor para desde el otro lado ayudarme a mover cosas para salir, pero algún vecino le dio al botón, y el ascensor subió, le pillo de pie encima del sillón y del tirón casi se cae, logre atraparla en el aire y se venció hacia mi pecho desnudo y sudoroso, riendo apoyándose en mi, iba con una camiseta vieja que enseñaba medio hombro y unos shorts amplios hasta medio muslo.
-ALICIA: upsss, perdona hijo, que susto.
-YO: tu ten cuidado y no nos chafes la inauguración.
-ALICIA: ya claro, lo que nos faltaba jajaja, estas pringoso- se seco la mano en su propia camiseta después de tocarme el pecho.
-YO: jajaja lo siento, aquí el amo del ascensor sufre lo suyo.- en estas se paró el ascensor, dando un bote que hizo que ella se venciera mas sobre mi, se abrió la puerta y apareció un señor del 3º, mirándonos, viendo a una joven vencida sobre el pecho desnudo y sudado de un joven entre muchos muebles y maletas,
-VECINO: perdón, no quería molestar- y cerró la puerta, Alicia y yo nos miramos pariéndonos la caja por la confusión.
-YO: ¿que se habrá pensado el hombre?
-ALICIA: pues esta claro.
-YO: jajaja ¿tu y yo?
-ALICIA: oye, ¿que me pasa algo malo o que?- frunció el ceño.
-YO: jajaja no mujer, si eres una preciosidad, pero eres mi hermanita pequeña.- la abrace cariñosamente, para mí fue inocente, tenía mucha confianza con ella, aunque supongo que percibió el bulto de mis pantalones, pese a estar en reposo era tan grande que se notaba aun así.- además mi corazón ya tiene dueña.
-ALICIA: pues vaya afortunada esa tal Ana, más la vale portarse bien contigo o la haré la vida imposible.
-YO: te doy permiso para ello jejeje, pero tranquila, es un sol.- la di un beso en la frente y la abracé de nuevo, un abrazo de nervios por el paso en mi vida de mi parte, y su abrazo de agradecimiento por mi esfuerzo para lograr el piso.
Llegamos a la 4º planta, por fin el ático, donde abrió la puerta mi madre, mirando y analizando mas como sacar aquello, que a nosotros, Alicia se dio la vuelta dejándome su culo pegado a mi cintura, si no fuera yo y si no fuera ella diría que lo hizo a propósito, pero en mi cabeza no entraba esa opción, y ayudándola con mis manos la hice saltar el sillón y salir por la puerta ayudando a mi madre a despejar al salida mientras yo cargaba los muebles pesados, con ayuda de algún familiar, una vez sacado todo, bajé un par de veces mas a recoger el resto, ya no quedaba nada mas, todo estaba arriba ya, así que todos subieron a colocar sus cosas y a charlar y reír, compramos unas cervezas y refrescos para picar y los dejé a todos arriba, quedándome abajo solo con mi padre, le encantaba quedarse siempre en un 2º plano, apartado del resto, en silencio, mirando al horizonte, y a mi me gustaba acompañarlo, queriendo aprender que placer sacaba de ello, aun hoy no lo se, pero sigo haciéndolo.
Estabamos esperando noticias de Ana y su familia, estaban llegando, me estaba mandando mensajes todo el viaje, ya estaban por Madrid, y los nervios me mataban, estabamos los 2 apoyados en el coche, en la calle, esperando ver en la lejanía el vehículo que atisbé en Navidades, mi padre se percató de mis ansias.
-PADRE: que te pasa hijo, ¿tienes dudas?
-YO: ninguna, estoy nerviosos, pero no por que dude, si no por que quiero que esto empiece ya.
-PADRE: es un paso muy importante y eres muy joven, aprende a disfrutar.
-YO: eso intento.
-PADRE: mira, sabes que no soy muy dado a dar palabras de cariño, pero eres mi hijo y te quiero, y no puedo mostrarte mayor orgullo que diciéndote esto,……… te has convertido un hombre, un tipo del que me siento orgullo, del que se que me puedo fiar y que no me decepcionaras, de lo contrario no dejaría que te fueras de casa tan pronto, se que no he podido darte una buena vida, con lujos, pero te he criado lo mejor que he podido.- le miré, su cara era como si me estuviera contando un batalla de las suyas de joven, como si no tuviera importancia lo que me decía, pero sus ojos le delataban.
-YO: eso es por que me han educado bien, todo lo que soy, lo que he sido y lo que seré, os lo debo a mama y a ti, y pese a que no hayáis podido darme un vida ostentosa y opulenta, siento que no habría podido tener mejores padres, que me habéis dado cariño y me habéis enseñado a ser un buen hombre, y tu me has enseñado a pensar por mismo y a ser quien yo quiero ser, a soñar y trabajarme esos sueños, y eso no se da con dinero, si no con amor.- nos miramos como nunca antes lo habíamos hecho, y como jamás lo hemos vuelto a hacer, con una mirada profunda de amor, cariño, respeto y orgullo.
Nos abrazamos conteniendo las lagrimas, al menos yo, y no era fácil ponerme blando, dándonos esos golpes de macho en la espalda que decían mucho mas que mil palabras, se me viene a la cabeza la palabra honor, pero no se como encuadrarla, son sentimientos, difíciles de explicar. Nos quedamos de nuevo apoyados en el coche, mirando calle abajo, esperando su llegada; vi de refilón como algunos familiares bajaban del piso y recogían sus coches, se despedían y se marchaban, mi madre y mi hermana bajaron y nos acompañaron, Ana me mando un mensaje, ya estaban cerca, pidiendo indicaciones finales, doblaron la esquina, y vi el coche, por poco me da un vuelco el corazón, me puse en medio de la acera con los brazos extendidos para que me vieran, mi padre detrás, haciéndoles indicaciones de un hueco que había cerca para aparcar, llegaron a nuestra altura, el coche se paró buscando aparcar, pero antes si quiera de iniciar la aproximación, se abrió la puerta del coche, apareció Ana saltado casi en marcha del vehículo, salió corriendo hacia mi hasta saltarme encima colgándose de mi cuello, la recibí de brazos abiertos apretándola contra mi, dejándola colgada del aire con las piernas dobladas hacia atrás, y comenzamos a dar vueltas sobre nosotros mismos.
-ANA: ¡¡¡¡PRIMOOOOOOOO!!!- gritaba mientras sonreía y se balanceaba con mis movimientos, dios, que sensación tan maravillosa, una oleada de sensaciones me tumbó, su largo pelo azabache acariciaba mi cara, su olor a coco, su cuerpo colgado de mi y sus pechos aprisionando el mío, fue de película.
-YO: hola peque, te he echado de menos.- la besé en la mejilla dejándola por fin en el suelo.
-ANA: y yo a ti mas, amor- me susurraba al oído, sin dejar de abrazarnos.
Iba vestida con una camiseta de tirantes, una camiseta abierta remangados los brazos y unos pantalones cortos, dejando sus piernas, y parte de sus brazos y de su pecho al aire, con su piel morena, rozando una tez árabe, seguía perfecta, como en mi mente, y su actitud me tranquilizo, llevaba esperando ese momento tanto, o mas, que yo.
-MADRE: pues anda que no te ha echado de menos, ¿y que pasa del los demás?- mi madre la espetó son sorna mientras se acercaba a saludar, y mi padre ayudaba a aparcar el coche.
-ANA: jo, es que os he echado mucho en falta, estoy encantada de estar aquí.- se puso a abrazar y saludar a todos.
-HEMANA: ¿ya se te ve, que tal el viaje?
-ANA: ufff eterno – se separo un poco de mi, casi la tenia encima y no había que dar pistas a la familia, en estas salió Lara del coche, crucificando a Ana con la mirada por dejarla sola y salir despedida del coche- ahhhh por fin la conocéis, esta es Lara, mi mejor amiga, venimos las 2 a la universidad.- era como en las fotos, morena, pelo corto y un pañuelo en la cabeza, camiseta de tirantes y camisa con algún botón abrochado, unos pantalones bombachos horribles y su sempiterna riñonera, se acercó un poco abrumada ante tanta felicidad de nuesstra parte convirtiéndose en la sombra de Ana.
-YO: anda ven aquí perroflauta- me acerque a ella y el di unos de mis abrazos de oso, su aspecto, nuestras animadas charlas por Internet y la sinceridad brutal que nos caracterizaba a los 2 debía proliferar, rompí el hielo, me lo devolvió encantada de ser participe, y de hecho pude notar como me repasaba de arriba abajo, y miraba a Ana, como diciendo “¿es este?”, una mirada que ya había visto varias veces antes, como en los ojos de la secretaria de la empresa de Madamme, pese a mi cuerpo y mi cambio físico, no debía de parecer gran cosa para las que sabían de mi ……….otro lado, o quizá es que las hablaron tan bien de mi que eran expectativas irreales, no se.
-LARA: ¿que pasa, ya vas de chulito sin camiseta?- si esas era sus primeras palabras en persona, me decían muy a las claras que nos íbamos a llevar bien, era tan abiertamente grosera como yo.
-YO: es solo para lucirme, no voy a venir vestido de fiesta como tu – mi tono irónico la sacó una sonrisa ante el silencio expectante, sin entendernos del todo, del resto, nuestro rollo era diferente, vivíamos de faltarnos el uno al otro, y la 1º vez que nos viéramos no podía ser de otra forma.
-MADRE: anda, menos tonterías y quitaos de la calle que nos van a pillar, yo voy subiéndome a estas y enseñadores la casa, tu sube las cosas.- mi madre no me pedía las cosas, no había opción a la negación o a discrepar, se hacia lo que ella decía, punto.
Mi madre se llevo a los familiares y a todos a la casa, me dejo solo con uno de mis tíos, que era el conductor, charlando con mi padre del viaje, mientras yo hacia de mula, al principio me molestaba que siempre me adjudicaran ese papel, pero al final de acostumbras, y en realidad de 1 solo viaje subí 4 maletas y 3 mochilas, era normal que me dejaran, podía cargar lo de 2 o 3 personas a la vez. Al dejar las cosas en la entrada vi a mi madre haciendo de anfitriona, presentado y enseñando la casa a Ana y Lara, con el resto de mis amigos trasteando en el fondo y acercándose a interrogarla, si bien mi cambio en el ultimo año había sido evidente para con las mujeres, ella era la 1º mujer que conocían que me había llegado al corazón, Yasmine no era asidua del grupo y sabían que solo eran juegos, y a Irene no la llegaron a ver demasiado, estaban intrigados por aquella belleza andaluza que me había robado el corazón y por la que había montado todo aquel tinglado. Podía oírlas alucinar con el piso, no solo era lo mínimo que necesitaban, o justo lo que requerían, era más, era lo que, soñando, lo mejor que hubieran imaginado. Mi madre se giró terminando la presentación y viéndome descargar las maletas en la puerta del cuereo que, supuestamente, compartirían Ana y Lara.
-MADRE: bueno, pues todo esto lo tenéis gracias a ese hombretón de allí, que se lo ha trabajado este mes como un titán, sacando el dinero no se ni de donde, así que un aplauso.- se giraron todos aplaudiéndome, silbando y riendo, poniéndome incomodo, como cuando toda tu familia te canta el cumpleaños feliz, sin saber que hacer, solo sonreía ante la verdad que mi madre había dicho sin conocerla, aunque en vez de titán fue de dios griego.
Ana roja de vergüenza, sabiendo en su interior que todo lo que hice, fue por ella, volvió a salir corriendo y me abrazó, esta vez de forma mas efusiva, era agradecimiento puro, y así se entendió.
-MADRE: te quejaras de primo jajajaja.- gritó.
-ANA: eres increíble.- me susurró al oído, la separé la cara un poco para quedarme alelado con sus ojos marrones, y aquellas trazas apenas perceptibles de verde, pero allí estaban.
-YO: lo se – lo dije con suficiencia exagerada, sacándola una sonrisa deliciosa, dios, si no estuviera medio mundo conocido mirándonos la había besando allí mismo, y sabia que ella sentía lo mismo.
-ANA: aun quedan unas cosas, vamos bajar a por ellas.- podía de sobra con lo que quedaba en 1 solo viaje, pero quise poder quedarme a solas con ella.
Fuimos al ascensor, tardó un mundo en volver a nuestro piso, nos mirábamos fugazmente sonriendo, abrí la puerta, ella entró, luego yo, cerré, le di al botón de bajar y al darme la vuelta se me echó encima Ana, una vez solos, me aplastó contra la pared del ascensor hacendoso sonar y me besó dulcemente, sus labios carnosos y la alegría con que lo hizo me subió a una nube, fue sin lengua, sin caricias y sin pasión, fue un beso de amor, de esos que te electrifican la espalda, ella savia a fresa por su ligero pinta labios, y olía a coco, yo debía apestar a sudor y suciedad de la mudanza, y aun así la tenia encima de puntillas, regalándome una sensación increíble, no era nada sexual, era cariño y complicidad, y eso me encantaba.
-ANA: eres el mejor, no se como lo has logrado, pero me da igual, soy la mujer mas feliz del mundo.- se acurrucó sobre mi pecho sin querer separase de mi, la rodeé con mis brazos, fue la sensación mas placentera y plena de mi vida hasta ese momento, con todo lo pasado y con todo lo que Zeus me había hecho divertirme, jamas me llenó el alma como tener a esa chiquilla entre mis brazos.
Supongo que conocéis o habéis visto series, películas o comics de Hulk, aquella bestia verde enrome que destroza todo a su paso, incontrolable, y solo cuando ve saciada su rabia es cuando vuelve a su estado natural, eso, o cuando ve a esa mujer que le pone en orden con el universo, que hace que todo tenga sentido, que le da paz y armonía a tu mundo, que hace que la bestia desaparezca y se reduzca a un simple hombre. Pues eso es lo que sentía en mi interior, de echó me deje caer de rodillas ante ella abrazándola por la cintura, recostando mi cabeza en su vientre, mientras ella me agarraba del pelo. En ese preciso momento supe que todo había merecido la pena, no había sufrido, de hecho me lo había pasado bomba, pero todo el camino recorrido me había llevado hasta ese momento, y una vez allí, comprendí que hay cosas por las que se tiene que luchar, por que una vez logradas, te das cuenta de que no quieres, ni necesitas, nada mas, y aquella mujer era eso para mi.
-ANA: ¿que haces?, anda levántate y no hagas el bobo.
-YO: no quiero, quiero quedarme así el resto de mi vida- bromeaba apretando más su cintura contra mí.
-ANA: jajaja suelta tonto que van a vernos al llegar abajo.- me puse en pie besándola el ombligo, luego la volví a besar en los labios de forma firme y fuerte arqueándola la espalda y quedándome rozando su cara, mirándola a los ojos con seguridad.
-YO: serás la mujer más feliz del mundo, de eso ya me ocupare yo, pero tú me haces sentir el ser mas afortunado del universo.- sonrío de ternura ante la severidad de mis palabras.
Ese ascensor tardaba mucho en subir y bajar, daba tiempo a demasiadas cosas, llegamos abajo, la besé de nuevo con un pico, un beso corto y suave, para salir disparado del ascensor, corriendo, saltando y bailando, como siempre, me gustaba expresar mis emociones con muestras publicas y notorias, y esa ocasión no seria diferente, era feliz, mas de lo que recordaba haberlo sido nunca, me subí a una nube de la que no bajé en meses., me fui al coche con la sensación de que si quería podía coger el vehículo entero a pulso y subirlo al piso del tirón. Ana me seguía como apartándose fingiendo no conocerme, reía y se ponía roja, me cargué a pulso una mesa desmontada, una lampara, la funda con un pc portátil con el dentro, le quité una bolsa a mi padre de la mano con zapatillas y otra con papeles al Tio, y canturreando me fui para el ascensor, con ellos siguiendo con las manos vacías, cerrando el coche. Llegué el 1º al ascensor, pero con las manos ocupadas no podía abrir la puerta, ¿y para que esperar a que me abrieran?, me giré y me subí por las escaleras.
-PADRE: ¡¡¡¿pero donde vas animal?!!!
-YO: que no entramos todos en el ascensor.
-TIO: pues metete tu y ya subimos nuestros luego, borrico.- era palabras lejanas, ya iba por el rellano del 1º piso.
Dicen que cuando te enamoras haces el tonto y estas con una sensación constante de felicidad, como drogado, serotonina, dopamina, feniletilamina o noradrenalina, había oído hablar de ellas mil veces en estudios y la tv, pero ahora las estaba sintiendo en 1º persona, una sensación de invulnerabilidad total, de ser capaz de todo. Oí el ascensor subir por el 3º piso, y al llegar arriba vi a mi madre asomada, me miraba alucinada al verme llegar justo antes que el ascensor.
-MADRE: ¿pero que haces hijo mío? ¿Por que subes por las escaleras con todo eso?- amagaba con cogerme algo mientras se abría el ascensor.
-YO: no entrábamos.- mi madre miró a mi padre con ojos de rabia.
-MADRE: ¡¡¿te parecerá bonito subir sin nada dejando a crío subirlo todo por las escaleras?!!- mi padre la miró alucinado por la acusación.
-PADRE: ¿a mi que me cuentas?, es cosa de tu hijo, que esta mal de la cabeza- soltó medio dolido por las palabras.
-MADRE: ¿pero tu no ves que te puedes hacer daño?- me miro ahora a mi, que contemplaba riendo la escena, en parte por que al final mi padre siempre se llevaba las broncas si merecerlo, y en parte por la repentina preocupación de mi madre por mi estado físico, después de haberme hecho la mudanza de 6 personas casi yo solo, y de tenerme allí, de pie, parado, con todo eso cargado y sin dejarme pasar mientras discutían.
Ana lo entendió e hizo hueco para dejarme pasar, estaba en tal estado de euforia que solo al soltar las cosas en la habitación me di cuenta de su peso y del esfuerzo realizado, estaba sudando de nuevo, sucio, manchado, cansado, agotado y agitado, pero eran las 8 de la tarde pasadas, y habíamos acabado, pese a haber cajas y muebles desmontados por toda la casa, así como mochilas, maletas y bolsas por todas partes, pero estaba terminado. Me fui a la cocina, abrí la nevera que hacia unas horas estaba vacía, y ahora estaba hasta arriba de refrescos y tuppers con comida que las madres y familiares habían preparado para que fuéramos tirando los primeros días, cogí un refresco y me tiré en el suelo del salón, dejado que mi cuerpo descansara, con mi pecho subiendo y bajando de forma acelerada, observando las idas y venidas de todos, que me miraban sin resquicio de reproche por mi vaga pose, sabían que me había ganado ese descanso, y con creces. Organizaban al son de las ordenes de mi madre, tenia el respeto y el cariño de todos como para poder hacerlo, según terminaban o se cansaban se iban acercando al salón y se iban sentado en los sillones o el sofá, cubiertos de telas o plásticos de la mudanza, o alguna silla de las que ya habían en el piso, charlando y bromeando. Ana y Lara se sentaron juntas en un sillón, Lara sobre un posa brazos, Teo y Alicia en el sofá, con Manu a su lado y yo sentado en el suelo, de espaldas a un pared, con algunos familiares de pie o alguna silla alrededor, y otros inspeccionado la casa, alguno preguntó por que yo tenia una habitaron mas grande y con baño propio si solo era 1 y en cambio las chicas compartían una habitación algo mas pequeña sin baño, fue la propia Ana la que le argumentó, con cara de tediosa como si ya hubieran hablado de eso antes, las explicaciones no gustaron pero como todos a unísono la respaldaron, pareció bastar.
Mi madre salió de la cocina donde estaba metida desde hacia un rato ordenado todo, se sentó en un silla tan cansada como podía estarlo, salvo montar algún mueble y organizar cada uno su cuarto, ya estaba todo listo, seguimos charlando animadamente, cuando nos poníamos Teo, Manu y yo a charlar nos podíamos tirar horas riendo y bromeando, hablando de cualquier tema, haciendo participes al resto, teníamos una simbiosis especial, y gracias a ello pudimos abordar cierto interrogatorio o acusaciones de los familiares sobre nuestra nueva vida allí, con miradas cómplices para recordarles que no metieran la pata y comentaran lo de Ana conmigo. Lara nos cogió rápido el ritmo, y en esas horas ya se comportaba como una mas, yo la daba mas juego, en parte por que me gustaba tener un clon mío en mujer, ya que era tan atrevida y bocazas como yo, y por otro lado saber que a Ana le gustara que se integrara pronto. No podía parar de pensar en si Ana tenia a esa amiga desde siempre, o si fue después de nuestro romance fugaz en Navidades cuando busco a alguien parecido a mi para sentirse bien, ¿o solo era casualidad? Se hizo algo tarde, ya era la hora de cenar, y los familiares iban despidiéndose de Ana, mi madre les convenció para que no cogieran el coche de noche para volver a Granada, y se quedaran a dormir esa noche en casa de mis padres, y ya mañana mas descansados volvieran. Me levanté a despedirlos junto con Ana, y así también despedir a mi madre, padre y hermana, ya era hora de que se fueran, y dejaran a sus crías volar solas, el abrazo con mi madre fue el mas sentido, pero en el fondo era mi madre.
-MADRE: anda, quita, que das calor, y pégate una ducha que hueles a jabalí, aun no hay toallas en tu baño, así que ve al del pasillo, o saca toallas de esa caja, donde pone “cosas de baño”, y así sacas ya el champú y el gel, y coloca el neceser con todo, y no te duermas sin hacer la cama antes…..- cuando se ponía nerviosa quería recordarme como vivir en un minuto- …y cuídate, y no hagas tonterías, y busca trabajo y no seas malo con los demás, compórtate, ya no vives solo ni con gente que sea familia tuya, no tienen por que aguantar tus groserías y llámame si necesitas algo……..- la corté por que no pararía, se iba marchando y cada vez se daba la vuelta y recordaba otra cosa que decirme mientras cerraba la puerta de la casa, ya lo hacia a broma, hasta al cerrar llamo al timbre para saber si funcionaba bien. Al cerrar la puerta no pude evitar una sensación de vértigo, al volver a salón todos me miraban y supuse que tendrían una sensación similar.
-YO: pues nada chicos, ya estamos aquí, solos, oficialmente somos independientes.
-ALICIA: ¡¡¡bien!!!- la siguió Ana con el grito, Teo aplaudió.
-MANU: pues yo estoy reventado, y hambriento.
-LARA: y yo, el viaje a sido largo, ¿y si comemos algo y ya dejamos lo que queda para mañana?
-TEO: como queráis, ¿voy preparando la mesa aquí en el salón?
-MANU: si, sacamos algo de lo que nos han dejado y picamos un poco todos de todo.
-YO: perfecto, si alguno quiere ir al baño que vaya ahora me voy a mi cuarto y coger algo de ropa para estar por casa y me doy una ducha rápido que huelo a muerto – me olí el sobaco fingiendo un mareo después, aunque bien podía haber sido real.
Así quedamos, me fui a mi cuarto buscando en la maleta algún pantalón cómodo y alguna camiseta vieja, y me fui al baño del pasillo, a saber donde estaban ahora las toallas como para hacerlo en mi baño, bastante que encontré los botes de champú. La casa tenia 3 baños, 1 mas pequeño en cada una de las 2 habitaciones grandes de matrimonio, donde iríamos Teo- Alicia y Ana-yo. El del pasillo, el mas grande de todos, con bañera de hidro masaje y todo, que daba con una puerta a cada lado a las habitaciones mas pequeñas, aparte de la entrada del pasillo, en el fondo ese seria para Manu y Lara, mientras que las parejas compartirían el de las habitaciones. Me di una buena ducha rápida, quitándome toda la suciedad, sudor y refrescándome el cuerpo, siempre terminaba mis duchas con un golpe de agua fría, Al salir me di cuenta que me había dejado la ropa en mi cuarto, y que, si, había toallas, pero muy pequeñas para mi, me sequé como pude y me puse una rodeándome la cintura, era larga pero estrecha, así que, o tapaba el largo dejándome un poco abierta la toalla en la cintura, o me rodeaba entero y dejaba mi polla sobresaliendo por debajo. Debido a que tenia que pasar por el salón donde estaban todos preparando la cena preferí la 1º opción, quise salir disparado para que no se notara la situación, pero al darme la vuelta al cerrar la puerta tenia a Lara y Manu encima, viendo como tenia que tener agarrada la toalla con ambas manos para que no se cayera.
-MANU: ¿que haces? ¿Y la ropa?
-YO: me la he dejado en el cuarto, aparta coño- dije con cierta vergüenza, pasé entre ellos, y al dejarlos atrás oí risas.
-LARA: anda campeón tápate un poco que vas enseñando todo.- sin darle mucha importancia me metí en mi cuarto, y allí entendí el comentario.
En el espejo que aun no estaba colocado en la pared me vi reflejado, al rodearme por delante, la toalla no cerraba por atrás, y se me venia todo el culo.
-YO: joder vaya manera de empezar- me reí por la situación y por el comentario de Lara, sin duda era tan incapaz de callarse ante una situación vergonzosa de cómo lo era yo. Me vestí con unos pantalones de chandal anchos que tenia a patadas de mi época previa a la operación al igual que una camiseta vieja, era ropa enorme que me quedaba grande, pero excepcionalmente cómoda para ir por casa, debido al calor y comodidad mías, fui sin slip, solo con los pantalones, al darme la vuelta tenia a Ana de pie mirándome, me dio un pequeño susto.- ¡¡JODER!! Os voy a tener que poner un cascabel a todos.- sonrío sin entender muy bien mi comentario.
-ANA: que ya esta todo en la mesa, cuando quieras……- me acerqué a ella y la bese, sin mas, estaba harto de andar a escondidas, con cuidado y con precauciones, había montado todo eso para poder estar con ella y ya no había familiares que pusieran pegas delante.
La pegué con dulzura la pared y me devolvió el beso, riendo nerviosa, por la situación o por que echaba de menos mis labios, pese a la mudanza ella seguía oliendo a coco, y si no llega a aparecer Teo, la cosa hubiera ido a más.
-TEO: venga tortolitos, que ya esta la cena, ya tendréis tiempo…- me dio una colleja y volvió al salón.
-ANA: jajja venga vamos a cenar.
Al llegar estaban todos sentados alrededor de la mesa con 3 o 4 tuppers con comida, unos platos y cubiertos con vasos y refrescos, me pegué al culo de Ana dándola un besito en el cuello mientras la abrazaba por detrás, ante la mirada de complicidad del resto, lo sabían pero era la 1º muestra de cariño evidente que veían entre ambos, Ana se sentó en el suelo, y yo detrás de ella, y nos pusimos de nuevo a charlar y comer, probando la tortilla de la madre de uno y el arroz con pollo del padre de otro, fue divierto , novedoso, aun mas cuando al acabar recogimos todos, discutiendo cómo funcionaba el lavavajillas aquel “quita anda, que tu no sabes” palabras que se repitieron entre risas, al final atinamos con un libro de instrucciones que había perdido en un mueble. Al cavara volvimos al salón para seguir la charla, Lara se lió un porro de marihuana, era evidente que en la riñonera no iban lápices, eso llevo a Manu, que también fumaba de vez en cuando, a tomar mas interés en ella, eso si, a fumárselo les mandamos al balcón o a una pequeña terraza que teníamos, ni yo ni Ana fumábamos y Alicia tampoco, y estaba intentando que Teo dejara de fumar tabaco, no queríamos que la casa oliera a humo y menos a marihuana. Nos quedamos charlando las 2 parejitas, entre ellos se veía mucha mas complicidad que en nosotros, a Ana le daba un poco de reparo que la abrazara o la hiciera carantoñas, mientras la pobre sufria de un pequeño cuestionario de parte de Alicia, estaba intrigada por la mujer que había logrado sacar del caparazón a su “hermano mayor”, a sus ojos yo seguía siendo aquel gordito que tenia pánico de pedir salir a las chicas, pese a que esa persona ya no existía.
Volvimos al tajo, estabamos cansados y fuimos ayudando a montar las camas de los demás, Manu tenia que madrugar ya que era el único con trabajo, y las chicas pese a que aun tenían una semana hasta empezar la Universidad, quedaron para desayunar juntas e ir a ver como se llegaba y donde estaba. Yo molido, tuve que recordar las palabras de mi madre para hacer la cama antes de acostarme directamente sobre el colchón sin una mísera funda, Ana me ayudó.
-ANA: ¿si te digo algo no te enfadas?- la miré extrañado.
-YO: claro que no, dime.
-ANA: verás, me da cosa que Lara duerma sola, y……… esto esta siendo muy rápido………. no me siento aun cómoda con…lo nuestro.- lo decía con voz ahogada, mirando al suelo temiendo que eso me enfadara, y realmente podía tener motivos, visto desde fuera mi deseo era estar junto a ella, pero entendí sus necesidades, y si quería un relación de iguales que me llenara, debía respetar sus decisiones.
-YO: no pasa nada, quédate con ella el tiempo que necesites, las 2 camas las tenéis ya listas.
-ANA: jo, es que no quiero que pienses mal de mi.- me fui a por ella levantándola la mirada.
-YO: jamas se me ocurriría, si tengo que volver a conquistarte cada día del resto de mi vida, lo haré.- sonrío ante la rotundidad de mi frase, la tenia preparada, mi mente lógica me preparó para que al principio no todo fuera de color de rosa. Me dio un beso tierno y suave, y me abrazó feliz de mi reacción.
-ANA: eres el mejor.
-YO: pero recuerda………….- la señalé la mesilla de noche, un marco con una nota.
ANA: ”Se que no tomabas somníferos.
Hasta pronto”
Era la nota que me regaló en Navidades al irse, la había guardado sin saber por que, y la había enmarcado, me miró incrédula con la boca abierta.
-YO: hasta pronto.- me volvió a besar, era el 1º paso hacia mi reconquista.
La acompañé a su cuarto, donde vi de refilón a Lara saliendo del baño, allí la volví a besar entre risas y al despedirse me dio una palmada en el culo, me fui a la cama, mi mente quería seguir jugando, pero mi cuerpo estaba al limite, me acosté pronto, 00:30, pese a querer estar un rato en el ordenador, pero tenia que montarlo, así que desistí y me tumbé quedándome frito casi al instante. Me desperté con los ruidos de mis compañeros por la casa, serian las 9:00, con una erección enorme que solo se me pasó al ir a orinar, me di una ducha rápida vistiéndome igual de cómodo, y fui a la cocina, allí estaban las 3 chicas con Manu, desayunado, nos dimos los buenos días, fue la propia Ana la que se acercó y me dio un beso, sabia a mermelada del desayuno,
-YO: bueno, ¿y que planes tenemos para hoy?
-MANU: yo ahora me voy a currar- trabajaba de vigilante en un museo- vendré sobre las 6, aun quiero pasarme por mi casa para ver si me dejé algo.
-ALICIA: tu ex casa, ahora vivimos aquí jajajajaja.
-YO: ¿y vosotras?
-LARA: Alicia nos va a llevar a la Universidad, para que veamos como es y como llegar, de hecho tenemos que entregar unos papeles a ver si atinamos donde.
-ANA: vendremos a comer pero luego por la tarde vamos a salir a pasear y de tiendas, queremos ir bien monas en la gran ciudad jajajaja.
-YO: ya sois preciosas, pero si insistís, ¿puedo acompañar?
-ALICIA: no, no, usted se queda aquí con Teo a montar muebles que faltan, ya me ocupo yo de cuidar de estas 2.- miré a Ana buscando confirmación.
-YO: esta bien esta bien, pero tened mucho ojo.- abracé a Alicia, dándola las gracias por ser la anfitriona de la ciudad para ellas, yo ya había hecho algo similar con Ana en Navidad pero ahora eran 2 mujeres y nada mejor que otra mujer de confianza para enseñarlas a moverse o ha hacer cosas que yo no podía – ¿y Teo?
-ALICIA: ahí sigue, durmiendo
-LARA: que pasa, ¿os acostasteis tarde eh pillines?- me lo quitó de la boca.
-ALICIA: ¿que pasa?, había que estrenar la casa jajajajaja.- reímos todos, me sentí bien, a gusto con esa comodidad y franqueza, era de adultos maduros, pero erramos jóvenes preparados para comernos el mundo, aparte de saber que se podía follar sin que se enteraran los demás de la casa.
Desayuné con ellos mientras Manu se fue a currar, y ellas se iban duchando para irse. Monté lo que quedaba de mi cuarto, el pc, una mesa y movía los muebles, buscando que posición me vendría mejor, siempre dejando sitio para las cosas de Ana, las vi irse, adulándolas de lo monas que iban y dándole un beso a Ana. Arreglando el cuarto, debí hacer bastante ruido por que Teo apareció por mi puerta con una cara de dormido impresionante.
-TEO: ¿que haces cabronazo?
-YO: aquí montando el cuarto, al parecer nos toca arreglar el piso, anda desayuna algo y nos ponemos.
Se adecentó, comió algo y nos pusimos a montar el mueble del salón donde iría al tv, el teléfono con el aparato de Internet, luego algún mueble en las habitaciones que teníamos que montar, gastamos toda la mañana, mientras hablábamos, ambos nos queríamos sacar el carnet de conducir, y necesitábamos trabajo, no podíamos vivir de nuestros padres ahora, ni de la caridad de los compañeros de piso, planificamos un poco los siguientes días y pasos, estabamos pelados de dinero así que le hable del dinero que tenia en el banco de Madamme, con eso bastaría para ir tirando los primeros meses si no encontrábamos trabajo, y pagarnos el carnet, ellas entre becas y ayuda de sus padres, con Manu trabajando tenían los fondos asegurados, incluso podríamos mirar algún coche de 2º mano, a los 2 se nos vino a la cabeza Adrián, aquel amigo que os conté, un bala perdida pero que el chiflaban los coches y motos. Para cuando volvieron las chicas la casa estaba montada y perfecta, y los 2 teníamos las mismas ideas de como arrancar nuestras vidas lejos del nido de nuestros padres.
Los siguientes días transcurrieron igual, montando cenas y fiestas para mas amigos, para el final de semana ya estabamos Teo y yo en una autoescuela y con trabajo, que época aquella en que había trabajos decentes y bien pagados. Teo era muy bueno con los PC, así que le contrataron de informático en una empresa, solo por las mañanas, 900€ al mes, yo no buscaba nada tan serio y que me ocupara tanto tiempo, y debido a mi escaso curriculum, me contrataron en un supermercado cercano 3 horas por la mañana, como reponedor y carretillero, me vieron corpulencia supongo, de 10:00 a 13:00, ocuparme de las estanterías, renovar producto que traían cada mañana, y organizar el almacén, cosas así, y debido a que era también en fin de semana, me pagaban casi 600€, eso nos daba a todos de sobra para pagar el piso, y nos sobraba para tener dinero en mano. Las siguientes semanas fueron un poco caos, nos levantamos todos casi a la misma hora, ellas para ir a la Universidad y nosotros a trabajar, apenas nos veíamos por las mañanas, luego íbamos volviendo, a casa, 1º yo al estar mas cerca y salir antes, luego Teo, después las chicas para comer juntos, lego ellas volvían a la Universidad o salían a despejarse dependiendo del día y las clases, mientas Teo y yo estabamos en la autoescuela, al volver a casa sobre las 6 ya todos. Ellas estudiaban, nosotros hacíamos el tonto, o las molestábamos, estaban muy concienciadas con sus estudios y no perder comba, aun así siempre lográbamos relajarlas de tanta tensión, y lo mejor, con el paso de los días, fui ganándome a Ana de nuevo, era un reto maravilloso enamórala de nuevo sin tener que usar mi polla como argumento, y sin obligarnos a dormir juntos como en Navidad, unas flores un día, un masaje otro, salir a pasear, los fines de semana salir a bailar y divertirnos, el como la cuidaba, como la trataba…..notaba que cada día estaba mas cerca, y era evidente en su manera de tratarme, ya no le daba ningún pudor que nos besáramos o nos acariciáramos delante de los demás, y cuando salía de fiesta tuve que darle las gracias a Alicia por las compras que hicieron, iba preciosa en todo momento, su cuerpo joven y bien formado, mezclado con su tono de piel moreno, con un sin fin de ropa de tono pastel la quedaban de cine, enseñando muchas veces su ombligo y aquel tatuaje de media luna en su vientre.
Le gustaba a Ana contarme historia de tíos que la habían echado el ojo, supongo que quería ponerme celoso, usaba a Lara como parapeto, era un poco golfa la verdad, ya le había visto con algunos chicos en menos de 3 semanas, solo rollos y besos, nada de sexo, por lo que sabía de Ana, era virgen, una calienta pollas, dicho mal y pronto. La convivencia fue mejorando, nos hicimos turnos para ir al baño por las mañanas, usando los 3 baños todos a la vez, y dividiendo tareas del hogar, como cocina, baños, barrer, fregar , lavar platos, lavadoras y de mas, teníamos una pizarra en la nevera y unos turnos negociables, allí aprendes lo dura que trabaja tu familia, en concreto tu madre, cuando tienes que limpiar el baño por el que han pasado 6 personas, pasado un mes ya nos habíamos visto medio en bolas todos a todos, y habíamos limpiado bragas, calzoncillos y sujetadores de todos, al principio da grima, pero entre Lara y yo que hacíamos bromas continuas sobre aquello termino siendo una rutina mas. Alguna visita a mis padres en domingo para comer y alguna otra de ellos a nuestra casa, teníamos que andar con mucho ojo Ana y yo de lo que decíamos y contábamos, ya prácticamente salíamos juntos.
De los descuidos en el baño, dejarse puertas abiertas o cosas así, ya había visto al menos en ropa interior a las 3 chicas, y a los otros 2 chicos, igual que ellos a mi, Ana seguía perfecta, era una belleza desorbitada, y su tono de piel me volvía loco, las primeras veces ella se tapaba al verme pero después hasta me pedía que la ayudara con cremas o masajes. Lara estaba bastante buena, su cara y su forma de vestir le afeaban mucho, sobretodo sobresalían su par de tetas, era la que mas tenia de las 3, fácil cuando lavas sus sujetadores averiguarlo, una 110 gastaba, mientras que Ana tenia una 92 y Alicia una 87, Lara de culo perdía bastante pero le pasaba como a Alicia a la inversa, tenia tan buen par de tetas que su culo quedaba atrás, Alicia era todo lo contrario, sus caderas y su trasero eran un espectáculo aun mayor en bragas, en cambio a ella no la miraba con ojos sexuales como a las otras 2, simplemente admiraba aquella maravilla de trasero, ya la había visto en biquini pero el día que la vi en tanga casi me da algo. La cosa fue a mas, y la confianza da asco, o en este caso gusto, así que de tantos cruces involuntarios al final nos daba igual, íbamos en ropa interior por la casa, solo Manu se mostraba mas receloso, por su ligera barriga, y yo al principio, por mi enrome polla, pero Ana ya sabia de ella, Lara me la vio un día que entró en el baño sin preguntar mientras me secaba, me encantó su reacción, todas al verla se quedaban mirándola con la boca abierta, ella se echó reír y señalándomela se fue gritando por el pasillo obscenidades, justo lo que hice yo al verla sin sujetador un día por el pasillo corriendo con sus tetas botando apenas cubiertas por sus manos. Alicia no la vio al natural durante los primeros meses, pero Lara ya se lo había comentado y se hablaba de ello sin ningún tapujo, las primeras veces que me vio en slip o con pantalones anchos sin ropa interior, la miró de reojo, pero no pasó de allí, erramos hermana y hermano, y creía que no había malicia. Y si creéis que es duro convivir, pensar en hacerlo con 3 mujeres a las que se les sincronizó la regla, durante 4 días aquello eran 3 ogros a los que había que sobrellevar.
Fue llegando el frío, era Noviembre ya, y pese a poner las calderas durante el día, por la noche apagaban la calefacción y hacia cierto frío, se acabó la fiesta de la ropa interior, todos íbamos ya bien arropados con pijamas y albornoces, yo con mi camiseta y pantalón tiraba, si llevo calcetines gordos puestos es como si llevar un abrigo polar, soy inmune al frío. Eso le recordó a Ana la Navidad pasada, el frío que tuvo y como yo con mi calor corporal la tenia en la gloria, Lara no tanto, pero Ana era de Granada, no estaba acostumbrada al frío, y siempre que andábamos sentados en un sofá abrazados, o con una manta encima. Aquellos acercamientos en busca de calor terminaban siempre en largos besos pasionales, largos y con lengua, con caricias inocentes pero inevitables por todo el cuerpo, pero pese a todo ello, y notar como nos calentábamos los 2, siempre dormía en la habitación con Lara, hablábamos del tema pero ella decía que quería esperar, lo deseaba pero lo que empezó como una petición se volvió una apuesta, como un juego, quería ver cuanto podía aguantar, y no quedaba mucho en realidad, era verla un hombro desnudo o acariciar su culo por encima de la ropa y ya la tenia como una piedra, me di cuenta que desde la sesión con Kira, la modelo, no me había ni pajeado en 1 mes y medio, y tuve que volver a hacerme casi 2 al día para poder sobrellevar aquella relación con Ana. Yo la respetaba, pero iba reventar cualquier día. En los momentos mas calientes, llegábamos a acariciarnos o masturbarnos el uno al otro, pero era casi anecdótico, y pese a mi deseo, y el suyo, me hacia feliz aquel juego, el no tener a una mujer encima mía y solo quería sexo.
Un buena noche de viernes, salimos a tomar algo todos,, y volvimos a casa sobre las 3, Ana había estado mas cariñosa de lo habitual y un tremendo escote acompañado de una blusa transparente blanca marcando su sujetador rosa y su marcado tono de piel, con una falda bastante corta, me habían llevado al cielo, con todo lo pasado no me podía creer que aquel bombón fuera mi……¿novia?, ni siquiera nos llamábamos así. Volviendo a casa se pegó a mi y mi brazo, hacia frío y aire y se cubría con mi cuerpo. Como siempre al llegar a casa la acompañaba a su cuarto y allí nos despedíamos con largos y apasionados besos delante de los ojos de Lara, que miraba con cierta envidia, ya hacia la coña de acostarla a ella también dándola un beso en la mejilla o jugando a pelearnos en la cama, y mas de una vez lo hacia totalmente empalmado de las caricias de Ana, con lo que los roces eran claros, y hasta podía decir que eran buscados por parte de ella, sobretodo si Ana se iba al baño y nos quedábamos solos unos minutos. Lara me lanzaba retos, dudaba de mi hombría constantemente y bromeaba con que ella era mucho mas mujer que Ana y que yo no sabría que hacer con ella. Su bocaza era castigada con mi corpulencia y varias veces la inmovilizaba quedando encima de ella o a escasos centímetros de su cara, entonces ella dejaba de jugar y se quedaba quieta mirándome, como esperando que yo diera el paso, pero para mi, pese a ser consciente de ello, era solo un juego, mi objetivo era Ana y aquella mujer o cualquier otra me daban igual. Ese día Ana salió del baño con Lara casi montada encima mía, conmigo sentado en la cama de Ana, si no era yo quien iba a por ella, ella misma se encargaba de ir a chincharme, y de plantarme sus tetas bien cerca de la cara, éramos tan bestias los 2 que para ganar el juego yo le mordía un teta o ella me pegaba en la polla, era eminentemente sexual, pero no para mi, es mas, lo quería usar para dar celos a Ana, y ese dio debió de funcionar, Ana salió del baño con un pantalón de pijama y una camiseta mía vieja que le quedaba enorme, casi de camisón, y al ver la escena se enfado un poco, cogiendo de los pelos a Lara y sacándomela de encima.
-ANA: aparta golfa, este chico es mío.- el tono era jocoso pero sincero.
-LARA: anda boba, que solo jugábamos, si no se los das tu alguien tendrá que dárselo jajajajaja
-ANA: pues menos juegos y a la cama, que hace frío.- se me subió ella encima y mirando de refilón a Lara, y me dio el beso mas sensual y caliente desde su vuelta, como marcando territorio.
-YO: más te vale irte a dormir ya por que no respondo como sigas así.- notó mi polla palpitando entre sus piernas.
-ANA: anda vete, hasta mañana, amor.- me dio un beso de despedida, y la arropé, después le di un azote a Lara en el culo, que se andaba acostando, como final al juego y salí corriendo para evitar represalias.
Me fui a mi cuarto derecho al PC, le había vuelto a coger el gusto a los videos porno, que remedio, llevaba casi 2 meses sin catar hembra, el máximo tiempo que estuve desde la operación, solo para desahogarme, sin reproches ni malos gestos. Mis pajas eran cansadas, mi brazo se castigaba ante tanta carne que masajear, y me costaba un mondo una erección en condiciones, me iba a correrme al baño y así ensuciar poco, me lavaba las manos y a dormir relajado. Me acosté caliente y sudando, así que me quedé solo con el pantalón sin slip, destapado, luego cuando cogía frío me tapaba, y teniendo que currar al día siguiente me dormí pronto. Me despertó el sonido de la puerta, chirriaba un poco al ser de madera por el frío, abrí un ojo entre legañas y divisé una figura femenina con una manta echada por encima.
-YO: ¿si?
-ANA: hola, ¿estas despierto?
-YO: ahora si…..¿necesitas algo?
-ANA: si, a ti.- me sobresalté por su comentario, estaba muy dormido, miré el reloj, habían pasado apenas 2 horas desde que me dormí.
-YO: ¿como?
-ANA: jo, es que hace mucho frío y por mas mantas que me echo no entro en calor, ¿puedo…. dormir contigo?, ya sabes, como en Navidad.
-YO: ah…….claro, anda vente- se me notó cierta desilusion.
-ANA: gracias.- sonrió, o eso me pareció, estaba oscuro, cerró la puerta y corrió hasta mi cama, me eché hacia un lado abriendo mis sabanas para dejarla pasar.- pero… ¿donde esta tu colcha?
-YO: en el armario, creo….
-ANA: ¿pero no tienes frío?
-YO: me caliento soñando contigo.- rió, torneando los ojos, y echando su colcha sobre los dos, se metió entre mis sabanas, agarró mi mano y me pegó a su espalda, rodeándola con mi brazo, la besé el hombro mientras le apartaba su largo pelo para no tenerlo en mi cara, su olor a coco me parecía la mejor fragancia del universo.
Nos pegamos tanto que notaba su respiración agitada y su cuerpo tiritar, realmente tenia frío, pero entre la colcha y la estufa que soy yo, en pocos minutos dejó de temblar y emitía gemidos de sentirse confortada, antes de que pudiera hacer o decir nada se quedó dormida plácidamente, y pese a tener a esa mujer en mi cama la sensación era tan agradable y cálida que me dio igual, ni se me empalmó, solo disfrute del momento pegado a ella, con mi brazo rodeándola y ella agarrada de mi mano, estaba tan ensimismado que me dormí igual de rápido, no recuerdo muchos sueños reparadores pero aquel lo fue. Sonó mi despertador, media hora antes de tener que ir a trabajar, por suerte era cerca y con una ducha rápida llegaba de sobra, lo apagué tan rápido que Ana ni se despertó, ahora estabamos cara a cara, con ella usando uno de mis brazos de almohada, y su cintura echada para atrás, entre otras cosas por que mi erección mañanera no la permitía ponerse mas cerca, la tenia clavada en su vientre. Me costó toda mi fuerza de voluntad no quedarme allí pasmado viéndola dormir, pero con una mano cogí su cabeza y se la levanté lo justo para sacar mi brazo, adormecido, y recostarla, levantándome con cuidado de no despertarla, la arropé bien con la colcha y la di un beso en la mejilla antes de darme una buena ducha fría. Me preparé para irme a trabajar en completo silencio, la dejé una nota cariñosa sobre la cama, con unas gotas de mi colonia, y me fui a trabajar como el hombre mas feliz de la historia, las sensaciones de euforia que me generaba cada paso hacia Ana eran mejores que cualquier polvo que pudiera echar.
Los fines de semana era el único que trabajaba o hacia algo, las 3 horas por la mañana simplemente, al volver a casa me extraño no ver a todos ya en el salón preparando la comida, ya se nos habían acabado los tupper de las familias, y salvo algún caso aislado de reposición, vivíamos de cocer pasta, me fui a mi cuarto y al encender la luz me saltaron todos encima son un “¡¡¡SORPRESA!!!”, que me asuntó, realmente no lo esperaba.
-YO: ¿pero que hacéis aquí?- miré a mi cuarto y me encontré más lleno de lo habitual, cosas que no eran mías, cosas de Ana.
-ALICIA: pues nada, que por lo visto querían darte una sorpresa y hemos ayudado a traer las cosas de Ana aquí.
-YO: ¿y eso?- miré a Ana.
-ANA: por que si voy a vivir y dormir aquí a partir de hoy, será mejor que estén mis cosas aquí.- me guiño un ojo y me abrazo balanceándonos, con un matasuegras en la boca, yo la rodeé la cintura con mis manos.
-YO: ¿estas segura?- lo dije mirando sus intensos ojos marrones, adivinando aquellas trazas verdes que me encantaban.
-ANA: segura, esta noche me has recordado por que quise venir aquí, eres el mejoro hombre que he conocido, no quiero esperar mas,…te…….te quiero.- era la 1º vez que lo decía desde que volvió, mi mirada la confundió, no sabia si era sorpresa o duda, estaba concentrado en mis pensamientos de dicha.- o acaso no quieres que….- la besé para disipar confusiones.
-YO: que sepas que no solo quiero, si no que llevo deseando esto desde que llegaste.
-ANA: lo se – la mordí el matasuegras para quitárselo y escupirlo, quería sus labios.
Nos fundimos en un abrazo sentido y cariñoso, con besos constantes de felicidad mutua, ante las felicitaciones y bromas de los demás, Lara fue la que menos entusiasmo puso. Para celebrarlo hicimos una comida algo mas especial y después nos fuimos cada uno a su cuarto, a echarnos un poco, queríamos salir de fiesta mas tarde, Ana y yo nos acostamos de cara, mirándonos, fijamente, y abrazados.
-ANA: y ahora……… ¿que?
-YO: ahora toca disfrutar supongo.
-ANA: ya lo sabes, pero quiero que sepas que he estado tonteando con un chico en Granada, nada serio, pero quiero ser sincera contigo.
-YO: no pasa nada, nos dimos tiempo hasta volver a encontrarnos y aquí estamos, eso es lo que me importa.
-ANA: ¿y tu?
-YO: y yo… ¿que?
-ANA: ¿Qué si tu has estado con alguien desde Navidades? – pufff vaya problema, reí para ganar tiempo, no quería mentirla y decirle que no, o con unas pocas, pero temía que si le dijera la verdad se asustaría o se sentiría ofendida.- venga yo he sido sincera, tu tienes que serlo conmigo.
-YO: ¿y si te hago daño? No quiero perder esto.- la coloqué el pelo detrás de la oreja viendo su amplia sonrisa.
-ANA: nada de lo que puedes decirme puede cambiar lo que sentimos el uno por el otro.
-YO: se que ahora lo dices, pero lo que puedo contarte, si soy 100% sincero, puede afectarnos, no he sido ningún santo.
-ANA: jo, pues ahora si que vas a tener que decírmelo, no me vas a dejar con la duda.- se incorporó y se sentó, carraspeando con la voz y preparándose para lo peor, y aun así la asusté.
Si era lo que quería, le dije todo, y cuando es todo, es todo, desde mi paso por el instituto con las alumnas, Marina, Karin, Pamela, esa fue la 1º vez que torció el gesto, o Rocío y su aprendiz, pasando por mis escarceos con la monja o las universitarias, incluso de mi Leona, aquí me miró incrédula, casi asustada, después la hablé de Irene y nuestro noviazgo, comentando lo mal que me sentí al torcerse la relación, allí suavizo su mirada, pero le conté mi verano, mis escarceos con las mujeres en la piscina, y pese a que mi mente me lo prohibía, de Yasmine y Eleonor, mis colombianas, de neutras sesiones madre e hija en su casa, de cómo las dominaba como su macho. Yo solo hablaba y ella escuchaba, lo pero llegó cuando le comente lo de Madamme, de cómo logré el dinero del piso, y de la aparición de Zeus y de la bestia, de forma automática se puso en pie, dando vueltas por la habitación, podía notar sus ojos vidriosos juzgándome de vez en cuando y como se rascaba la cabeza pensando mil cosas, terminé contándola como casi hice claudicar a Madamme, y de mis aventuras con la Geisha, incluso de lo que le hice a David en la fiesta al descubrir el engaño, hasta la hablé de que el fin de semana previo a su llegada lo pasé con una supermodelo a la que le faltaba medio tornillo con el tema de su padre. Ana estaba desbordada, ya le había dicho que no había sido ningún santo, pero me miraba como si fuera una persona desconocida.
-YO: eso es todo, todo lo que ha pasado desde que te marchaste.
-ANA: joder……..
-YO: se que es mucho, y que no es comparable, pero te soy sincero, es lo que querías, ¿no?
-ANA: ya, pero no se, es que son…………. mas de 1……es que son….muchas……..joder, y algunas son una pasada, como si no fueras el chico del que me……….el que conocí en Navidades. – me levanté y la cogí de las manos, no quería mirarme, y me estaba poniendo nervioso de tantas vueltas.
-YO: no te voy a mentir, lo he pasado muy bien y ha habido partes de mi vida, oscuras, tenebrosas, y me han gustado, pero es todo del pasado, no quiero volver a ello, no lo necesito, te tengo a ti.
-ANA: así que renuncias a todo eso……… por mí……- me miró sin saber si sentirse orgullosa o triste por ello, sopesé mi respuesta.
-YO: no, no lo dejé por ti, me gustaría que fuera así pero no lo es, no es que tu seas mejor o peor que cualquiera de ellas o todas ellas juntas, no es una cuestión tuya, soy yo, no es por ti si no por lo que tu me haces sentir, me haces……feliz, y no cambiaría estos 2 meses a tu lado por volver a esa vida.- levantó su mirada por 1º vez.
-ANA: no puedes hablar en serio, si no siquiera hemos hecho….nada, y me has contado barbaridades, ¿no lo hechas de menos?
-YO: eso es injusto, ¿si preguntas si lo echo de menos? Claro, como echo de menos el cocido del domingo de madre, y no por ello salgo corriendo cada domingo a su casa- sonrió ante mi comparativa – prefiero comer comida pre cocinada y matarme a pajas que volver a una vida sin ti, sin lo que me haces sentir. – ya nuestras miradas eran intensas, la buscaba con mis labios.- ¿tu eres feliz conmigo?
-ANA: claro que si, pero, ¿como puedo saber que no me harás daño?
-YO: no lo sabrás, al igual que yo no se si tu me lo harás a mi, pero midiendo los riegos de que salga mal y la posible recompensa de que salga bien, merece la pena arriesgarse, supongo que es lo que llaman amor, sentirte tan bien y tan feliz con otra persona que no temer abrirte completamente a ella, que te conozca, a que sepa lo mejor y pero de ti y aun así, este a tu lado. Tu eres eso para mi, déjame que lo sea yo para ti.- nos fundimos en un apasionado beso, no era sexual ni excitante, era una corriente de sensaciones que recorría mi cuerpo, como caer de una cuerda muy alta sin saber si hay una red debajo. La separé un poco de mi, abriendo los ojos el tiempo justo para ver como ella se relamía, y como poco a poco volvía de algún lugar feliz en su mente.- Ana……………………. te quiero.
-ANA: y yo a ti, te quiero mas de lo que nunca creí posible querer a alguien.- nuestras ojos irradiaban peligro, como si fuéramos conscientes de que una bomba iba a estallar en cualquier momento, llamaron a la puerta, era Manu, abrió y nos vio de pie allí plantados, uno delante del otro.
-MANU: hey, vamos a salir a tomar algo, ¿os venís?- sin dejar de mirar aquellos ojos hipnóticos de aquella mujer entre mis brazos respondí.
-YO: id vosotros, nosotros saldremos en un rato, ya os llamaremos.- Ana asintió con sonrisa picara.
-MANU: esta bien, nos vamos, hasta luego.- se fue cerrando la puerta y a poco listo que fueras se notó que allí iba a pasar algo.
Nos volvimos a besar, pero esta vez ya sin limitaciones, buscando con la lengua las caricias del otro, fue ella la que me fue empujando hasta tropezar con el borde de la cama y caer tumbado sobre ella, y quitándose la camiseta se tumbó sobre mi, buscando con una de sus manos mi mentón, y besándonos de nuevo, casi fundiendo nuestros labios, se tuvo que acomodar la cadera, abriéndose un poco de piernas para dejar paso a mi polla, que a estas alturas debido al nulo sexo que había tenido, con esas pocas caricias y besos ya la tenia dura como granito, debido a mi manía de llevar pantalones anchos sin slip por comodidad, mi enorme miembro resaltaba como la carpa de un circo. Yo solo me deleitaba con su largo pelo acariciando mi cara, el peso de su cuerpo sobre mí, con sus tetas aplastadas, sus movimientos de cadera y su eterno olor a coco. La acariciaba su espalda, buscando reacciones, pero ella manejaba la situación, tenia miedo de coger yo las riendas y estropearlo todo. Pasamos así unos minutos, explorando nuestras bocas, hasta que sonó la puerta de la calle, se habían ido los compañeros de piso, supongo que ya segura de que nadie oiría nada, se dejó caer a un lado, se fue quitando el pantalón, para luego ponerse de rodillas y quitarse el sujetador, me quité la camiseta, admirando aquella belleza arábiga, aquella piel tostada y su cuerpo casi desnudo, que clamaba sexo.
-ANA: vamos a ver a mi vieja amiga.- llevó sus manos a mi tieso pene, sobre la ropa, pero era un mero velo, podía acariciar y palpar perfectamente toda su grandiosidad, se mordía el labio mientras mi mano jugaba en uno de sus mulos.
No pasó mucho hasta que tiró de la tela y me la sacó de su prisión, con algo de ayuda me quité el pantalón y la dejé embobada mirándola, como si fuera la 1º vez que veía aquella cosa, pero no lo era, la agarró con ambas manos y con mas maestría de la que le recordaba comenzó a masturbarme de forma torpe o rápida, me lo aprecia por mis experiencias previas con autenticas golfas de 1º nivel, pero en vez de no gustarme, aquella candidez me pareció adorable, sexualmente atractiva. Tan despistado estaba que no vi como agachó su cuerpo para lamerme el glande, sin dejar de masturbarme, repasando bien la zona, y terminado cada lamida con un beso dulce .Su nueva poción me dio vía libre para con una mano meterme por detrás de su culo en sus bragas, pude observar como estaba húmeda, y como con solo notar mis dedos abriéndose paso hasta su coño, aumento la temperatura de su interior, al llegar a su coño era una inundación, estaba tan mojada que se me pegaba la tela de sus ropa interior, pero al alcanzar su monte y acariciarlo por encima la saqué un gemido apenas perceptible, que la obligó a dejar sus trabajos manuales, y a medida que mi mano aumentaba el ritmo ella se apartaba mas de sus labores, llegando un momento en el que solo tenia agarrada mi polla con una mano y con la otra se sostenía a 4 patas, con un giro de muñeca logré meter uno de mis dedos, notando presión y calor a partes iguales, viendo como todo su cuerpo se estremecía, y haciéndolo de nuevo, ver como su cintura cogía el ritmo de mi mano con cada penetración. Con uno de mis dedos localicé el clítoris y no dejaba de jugar con el mientras metía o sacaba otra dedo de ella, logrando que sus suspiros fueran aumentando hasta que mi mano tenia tanta velocidad que la llevó a un orgasmo fuerte y excitante, no se cuanto llevaría sin uno, pero del latigazo cayó de espaldas de rodillas sobre la cama, agarrándose la vagina por dentro de la ropa interior y acariciándose levemente mientras me miraba poseída.
-YO: vaya, estas muy poco entrenada.
-ANA: no seas malo, llevaba sin correrme desde Navidades, no así, no de esta forma, me he manchado toda.
-YO: ¿y el chico ese con el que tonteabas?
-ANA: nada, solo juegos, ni penetrándome, nada como esto, ni de lejos, eres malo, me has hecho alguna mierda nueva que has aprendido o algo.
-YO: jjajajaja nada, te lo juro, solo quiero hacerte disfrutar.- me puse de rodillas delante de ella, todo lo que mi polla me dejó acercarme, la iba besando por la cara, el cuello y el pecho, mientras mis manos la masajeaban sus pechos, era una joya del nilo, una especie de diosa egipcia, y cada momento a su lado me parecía mas bella aun.
Mis besos y caricias la hicieron recostarse de espaldas, y con habilidad le junté las piernas para sacarle la ropa intima, volviendo a tener ante mi su precio coño, con aquella fina línea de bello bien cuidado que recordaba, ella se moría de vergüenza ante mis caricias, pero fui besando sus muslos acercándome a su clítoris, hasta que metí mi lengua en ella, allí se abrió de piernas y se dejó hacer, apretando mi cabeza o tirando de mi pelo, no estuve mucho jugando con mi lengua en su interior estaba loco por penetarla, fui subiendo cuando la noté mas caliente, trabajando sus pezones al paso por ellos, y terminando con mi polla apuntando a su interior, mientras la besaba el cuello, y jugaba con una de mis manos en su vientre, sabia que eso la derretía.
-ANA: por favor, ten cuidado, pero fóllame ya, no aguanto mas.
Sus palabras de suplica me estremecieron, me mojé la polla bien de sus abundantes fluidos, la abrí bien de piernas asegurándome de tenerla a buena distancia de mi, y viendo como ella misma se separaba los labios mayores mientras se pellizcaba un pezón, apunté y apreté suavemente, dio un sobresalto al notar el 1º contacto, fui buscando mas comodidad con el 2º, y esta vez si la penetré con el glande solamente, eso la relajó el cuerpo entero, estaba demasiado tensa, y notar ese 1º paso la calmó. De forma muy calmada y pausada hice presión notando como de nuevo se le abría el coño, era casi obsceno ver aquella barra de carne hundirse en ella, oyéndose el resbalar de mi piel empujando en su interior y viendo como con cada respiración se contraía y se relajaba al soltar el aire, ver como se retorcía sobre la cama buscando algo a lo que atenerse, solo encontraba consuelo cuando paraba a dejarla acostumbrase de nuevo a mi polla, a notar como sus paredes interiores cedían ante la invasión, y como mi polla notaba menos hinchazón, alcancé media polla, quise parar, para no forzarla de mas, pero recordé que ese poco mas de la mitad era lo que el había conseguido meter en Navidades, y me costo varios idas de sexo acostúmbrala a esa cantidad de polla dentro, y ahora a la 1º ya estaba allí, apuré un poco mas y sin dejar de apretar, quise comprobar hasta donde le podía llegar, no me importaba pero seria un plus si lograba metérsela toda. A ¾ casi se me desvanece, dejé de penetrarla y quedé quieto dentro de ella, viendo como su pecho respiraba agitado y su boca se abría como queriendo hacer mas sitio en su cuerpo.
-ANA: ¡¡dios mío!!, me abres, noto como me abres.
-YO: ¿estas bien? ¿Quieres que pare o la saque?
-ANA: ni se te ocurra, quédate quieto, no te muevas, deja que me……dios, ¿es que no tienes fin? ¡¡Es enorme!!- reía ante las expresiones sin sentido y halagos inexpertos, era pura candidez e inocencia.
Poco a poco, se vio mas confiada y sin dejarme que me moviera era ella la que comenzaba a mover su cadera, de formas circulares, creándose espacio y fricción, en una de esas se corrió de nuevo, estaba tan llena y tan plena que no se si lo notó, su cuerpo si la menos, su mente siguió con su bamboleo de caderas hasta que llego a meterse y sacarse unos centímetros de mi tranca, cada vez se sacaba mas y se metía mas de golpe, agarrándose a la sabana, y al borde del colchón encontró facilidad para moverse y ejecutar sus bailes sobre mi polla, el movimiento de sus senos y su cara de gozo, con los ojos medio en blanco me calentaron, y notando cm se corría de nuevo con algún espasmo leve, y un grito que lleno la habitación. La agarré de las caderas y tomé el mando, con cuidado de no pasar de esa distancia, la penetré con cierta fiereza que ella agradeció, salió de su estado semi inconsciente y disfrutó de la fricción de mis actos, haciendo gemir y gritar de forma continuada, hasta me abofeteó una vez, supongo que como premio a otro de sus orgasmos, o a no parar pese a ello. Normalmente hubiera aguantado 1 hora larga así, pero estaba tan necesitado y me estaba poniendo tan caliente que a los 15 minutos reventé su coño con una cantidad de semen como no recordaba, con un calambre que me recorrió la espalda que me devolvió al paraíso, y como costumbre que tenia al correrme, unas ultimas embestidas fuertes que la sacaron otro orgasmo, sonoro debido a su gritos descontrolados, que nos baño a ambos al sacarle la polla de su interior. Caí a su lado sudando y agradecido a los cielos por haber logrado consumar mi amor con aquella mujer que a mis ojos dejaría en ridículo a la mismísima Cleopatra. Dejado que nuestros cuerpos volvieran a un estado natural, me ardían los pulmones, y respiraba agotadamente, ese no era yo, o no el animal que había sido los meses antes de su llegada, Ana me devolvió al terreno mortal, y me gustó.
-YO: ¿estas bien?- la vi reír.
-ANA: dios, tengo la boca seca.
-YO: joder, y yo, voy a por agua.- me levanté dándola un beso en el vientre, de un resorte salí de la habitación en pelotas encantando con el universo, como si tuviera una banda sonora de fondo, canturreaba de felicidad, fui a la cocina, abrí una botella de agua y le di medio trago, cerré la nevera y al darme la vuelta me encontré con Lara de bruces, mi 1 instinto hubiera sido taparme, pero solo tenia un botella de plástico transparente en la mano y ya era al 2º vez que me veía así, supongo que haberle hecho el amor a Ana hacia escasos minutos me tenia algo tonto, era Lara, mi doble desvergonzada.
-LARA: dios, lo siento, no quería molestar.
-YO: no es molestia tonta, si ya nos conocemos y me has visto así jajajajaja- seguía tarareando en mi cabeza, mientras le daba otro trago al agua y veía como sus ojos se clavaban en mi polla, estaba se mi erecta, claramente mas grande que la ultima vez que la vio en reposo total.
-LARA: pero tápate carbón.
-YO: ¿para que? si soy feliz.
-LARA: ya, os he oído.
-YO: mírala que fisgona has salido jajja, ¿no se supone que habíais salido todos?
-LARA: si bueno, han salido pero estaba un poco cansada y me eche a dormir, me….habéis despertado.
-YO: ¡¡¡no jodas que nos has oído desde tu cuarto!!!- no quería que los densas supieran cuando follábamos, mas por Ana que por mi.
-LARA: no, osea, yo……pasaba para ir al baño, y….os oí ir a la cocina.- seguía hablando pero mirando mi polla colgante, decidí darle normalidad y jugar con ella, al fin y al cabo era como yo.
-YO: pues nada, vuelvo al lío, y no andes a escondidas jajajaj- me acerqué a ella y la abrace bailando con su cuerpo que permanecía a mi merced, sin voluntad, sin comprender muy bien mi actitud desvergonzada, notando mi polla golpear con cada movimiento en su pierna, mientras yo tarareaba, me daba igual, mi mente estaba enajenada por lo ocurrido con Ana, y solo era una de mis muestras exteriorizadas de felicidad.
Me volví al cuarto donde Ana estaba sentada en el borde de la cama, con una sonrisa de oreja a oreja, le di el agua y se bebió varios tragos, alguna gota de agua cayó por su rostro, hasta gotear en su pecho, rápidamente me arrodillé para lamer su teta, y secarla, ante sus sonrisas.
-ANA: has tardado mucho.
-YO: es que me he cruzado con Lara- casi se atraganta con el agua.
-ANA: ¿que? ¿no se habían ido?
-YO: al parecer ella no.
-ANA: jo, nos habrá oído, ¿y tu? ¡¡pero si vas desnudo con la polla medio tiesa!!!
-YO: sip.
-ANA: ¡¡pero te habrá visto!!
-YO: sip, y de hecho he hablado con ella mientras me miraba la polla y luego he bailado de felicidad con ella antes de volver.- me encantaba ser así de sincero, que las tonterías que decían parecerían chorradas o brabuconadas, pero que eran ciertas.
-ANA: pero ¿tu estas mal de la cabeza?
-YO: ¿y que más da? Si ya sabía lo que hacíamos, nos ha oído al salir a la cocina antes.
-ANA: ya pero una cosa es que lo intuyan y otra que sepan donde y cuando y que te coma con los ojos.
-YO: es tu amiga.
-ANA: precisamente por eso te lo digo, por que la conozco, es virgen pero una calienta pollas de 1º, no quiero que ande tirándote los trastos.
-YO: ¿tu te crees que después de lo que te he contado voy a perder la cabeza por una drogata necesitada de un buen polvo? Te tengo a ti, y no quiero ni necesito más.
Volví a subir mi cabeza para besarla, estaba harto de hablar y de buscar argumentos, quería aprovechar el calentón, volver a hacerla el amor, de forma cliente y pasional, pero no follar, si no gozar el uno del otro, mis manos y mis labios hicieron su efecto, Ana paso de cierto disgusto a apretarme contra ella, y mi polla en pie de nuevo pedía guerra, recordé nuestras sesiones por detrás en Navidad, aquella sensación de confortable calor que me proporcionaba, la tumbé de lado y me cloqué a su espalda, abriéndola de piernas lo justo para rodearla con mi mano y dirigir mi polla a su coño inundado de nuevo, para ensartarla sin tanto preámbulo previo, noté como se abría de nuevo pero esta vez mocho mas rápido y mas profundo, agarrándola fuerte y bombear sin descanso hasta sacarla todos los orgasmos que la deriva por haberse ido lejos, acariciando su vientre y sus pechos con mi mano libre y acelerando ligeramente con cada uno de sus espasmos, quería contener sus gritos por Lara, pero era remar río arriba, había un punto en que dejo de hacer fuerza y se dejó llevar por la corriente que era mi fuerza en las embestidas. Desde atrás su maravilloso culo hacia de tope, así que no tenia que preocuparme de no penetrarla demasiado, sus glúteos hacían de barrera natural para esos 7-8 centímetros que aun me faltaban, pero mas que suficientes para verla tensarse con cada embestida y notar como se abría y se cerraba con cada movimiento de mi cadera, dios, la tenia tantas ganas que saqué lo mejor de Raúl, fue demasiado para ella y a la media hora se corrió tantas veces que pidió que parara, en mis últimos tiempos me hubiera dado igual, hubiera seguido hasta hacerla desmayarse o sacarla de rueda para tenerla dominada, pero ella no era una, mas era Ana, paré con cierto acopio de fuerza de voluntad, y ella quiso agradecérmelo con una buena mamada, sin duda el chico con el que estuvo se beneficio de mis enseñanzas en Navidad, sus mamadas eran buenas y su lengua nada torpe, eran sus manos las que parecían poco acostumbradas a una buena polla. La avisé cuando me iba a correr, sin saber como actuaría ella, no recordaba quien había sido la última que me la chupó, me corrí y no se lo tragó. Ana en cambio se la sacó de la boca, y acelerando sus manos puso dirección a mi polla en su pecho, corriéndome abundantemente sobre el, notando cada chorro de semen sobre su cuerpo con un beso pasional y desmedido. Cuando acabó de sacarme todo, notó mi polla flácida de nuevo, y se tumbó a mi lado, dándome pequeños besos en el cuello o el pecho.
-ANA: eres increíble, y en cuanto repitamos un para de veces me vas enseñar a ser tu chica.- temí que esas palabras fuera incluida algún tipo de relación, como con mi Leona, mis hembras colombianas o mi abnegada Madamme.
-YO: no quiero que seas mas que lo que eres tu, mi novia, la mujer en al que confío y que me hace feliz siendo quien eres.
-ANA: no te preocupes, eso siempre lo tendrás de mi, pero las buenas parejas hacen disfrutar a su compañero, y esta claro que tu sabes mas que yo, solo quiero aprender a tu lado.- se acurruco contra mi, de forma dulce y acaramelada, me tranquilizó un poco aunque seguía temiendo alguna reacción sumisa los días siguientes.- venga, vamos a darnos una ducha que hemos quedado, yo 1º y así salgo y hablo con Lara.- se incorporó dándome un beso de ternura y se puso en pie apoyándose en mi pecho, la vi andar feliz hacia el baño.
Aquella 1º reacción de no querer quedarse o repartir mas sexo, de inicio podría sentarme mal, pero todo lo contrario, es lo que me pasó con Irene, desde la 1º vez que follamos se quiso aislar del mundo para tenerme enjaulado solo para ella, y Ana no, reaccionó como una novia normal, habíamos quedado y se tenia que duchar y hablar con Lara, me gusto ampliamente su reacción y me tranquilizo bastante. Se duchó y yo después, fue buena idea hacerlo por separado, no soportaba ver el cuerpo húmedo de una mujer y no follármela, o se acordaba de Navidades o me conocía mejor de lo que creía, quizá fue solo casualidad y la estaba idolatrando excesivamente, pero me daba igual al fin tenia lo que quería.
Salimos de fiesta quedando con los demás del piso, incluyendo una Lara algo abstraída, charlamos, bailamos bromeamos e hicimos el tonto, a eso de las 3:30 Ana y yo nos volvimos ya que yo trabajaba a las 9, no sabia ni lo que quería, tener sexo y disfrutar o dormir plácidamente abrazado a ella, cualquiera de las 2 opciones me huebra gustado igual, pero que fuera ella la que me insistió en que descansara para ir a trabajar me convenció de mis pasos, Ana no era Irene, y pese a dormir con mi polla aprisionada entre sus muslos, como antaño, dormimos sin mas, yo disfrutando del tacto de una buena mujer a mi lado y ella de mi calor, había acertado de pleno con Ana, me daba justo lo que nadie mas me sabia dar, una sensación de ser un puzzle de 2 piezas que encajaban perfectamente.
CONTINUARA…………
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Relato erótico: “El Club de los Cinco” (PUBLICADO POR SIBARITA)
Llevaba en el País poco más de diez y las cosas hasta entonces no me habían ido demasiado mal, tenía una habitación en una especie de casa comunal, un colchón donde dormir con mi entonces pareja y en el que todas las noches tenía que soportarlo, y hasta había conseguido un pequeño trabajito que nos permitía comer todos los días, si bien es verdad que mi pareja no aportaba nada más que palabras y seguía buscando su primer trabajo. Aquella situación tenía que romper por algún sitio, no era plan continuar en un país desconocido, sin conocer a nadie más que a un médico joven y guapísimo del que me quedé prendada nada más verle avanzar hacia mí en el vestíbulo de un hospital público. Por descontado se dirigió hacia mí para preguntarme lo que yo buscaba, nada extraño porque yo era la única europea en medio de la tropa nacional que lo llenaba. Al confirmar su impresión me invitó a seguirle a su consultorio y solo cuando me pidió desvestirme para hacerme un reconocimiento, me di cuenta de lo complicado de la situación, desnuda sobre una camilla y con las manos de un tío guapísimo sobre mí. Muy profesionales al principio, por supuesto, pero que se iban haciendo mas cálidas a medida que avanzaba en su exploración, hasta el punto de que su tacto sobre mis pechos era ya una caricia descarada y mis piernas se separaban en muda pero significativa llamada. Pudo pasar de todo en ese momento, pero una llamada en la puerta y la inmediata entrada de una enfermera, obligó a terminar el examen, no sin antes despedirnos con su propuesta de invitarme a un helado después de su hora de salida. Helado que me vino muy bien porque me sentía verdaderamente caldeada como consecuencia de su exploración, no muy profesional, la verdad sea dicha. Le volví a encontrar ya por la tarde, me había duchado y cambiado de ropa, un pantalón de jeans y una camisa blanca de un tejido suave que permitía apreciar mis pechos no cubiertos por sostén alguno, de lo cual se dio cuenta de inmediato, como también de que la camisa tenía tres botones desabrochados, uno mas de lo políticamente correcto. Comimos el helado en la calle, ante un kiosko al que habitualmente iba; había sintonía entre nosotros, no cabía duda, así es que cuando me invitó a bailar en una pequeña discoteca muy cerca de su casa, acepté encantada. Hacía tiempo que no tenía una compañía tan agradable y al que sentí enseguida podía contarle un bosquejo de mi llegada allí, sin omitir la existencia temporal de una pareja que no tardaría en desaparecer. Estábamos sentados en la semi oscuridad de la sala, vacía aquella hora, y no tardé mucho en sentir que pasaba su brazo sobre mis hombros, y que aquel gesto no solo no me molestaba, sino que me volqué hacia él poniendo mi cabeza apoyada en su pecho. Al apretarme contra él, su mano hizo contacto con mi piel, la parte de mis pechos que descubría el escote bastante abierto, pero como entendí que su mano tendría dificultades para avanzar, abrí otro par de botones de la camisa y su mano avanzo para tomar mi pecho. A partir de ahí fue él quien tomó la iniciativa, desabrocho la blusa por completo, a plenas manos cogió mis pechos y comenzó a hacer una firme presión sobre ellos; tan solo los soltó para tomar mis pezones con su boca, aunque sus manos habían desabrochado la pretina de mi pantalón y con dificultades trataban de llegar hasta mi sexo. Tarea imposible, no hay nada mas odioso para el sexo que un pantalón como el que yo llevaba. Para sentir mi cuerpo y que sintiera el suyo, me llevó hasta la pista de baile, la luz era muy tenue y mi camisa seguía abierta, nuestro baile era de espaldas, yo le volvía la espalda y él no paraba de pellizcar mis pezones, de apretar mis pechos, de ponerme a millón porque sentía el deseo de quitarme el pantalón y hacer que me montase, pero allí no era posible y le pedí me llevase hasta mi casa. Subí y volví a bajar a toda prisa, el tiempo justo para cambiar mi pantalón por una falda con la que facilitar que ocurriera aquello que debería suceder y que los dos estábamos deseando. Podía haberle hecho entrar en la casa, no estaba mi pareja, pero no quise contaminar aquella primera vez que haríamos el amor.
Nunca antes había ido a un autocine, un estupendo invento como pude comprobar enseguida, entramos con el coche, nos pasamos al asiento de atrás y a partir de ahí no me enteré ni de que película exhibían; primero fue la camisa, después fueron falda y braga antes de desnudarse él y de que se me pasase el temor que nos descubriesen, aunque me dijo que en todos los coches estaban haciendo lo mismo. Su coche era un todo terreno con bastante anchos asientos traseros sobre los que me acostó para ponerse encima, para elevarme al cielo cuando me metió su verga, después de haberme lamido por todos los lados, como por todos los lados me hizo el amor y que yo le apremiase para que se corriera en mi interior, si bien luego me preguntó que tipo de protección estaba usando, y al responderle que ninguna, se enfadó realmente conmigo, llamándome de irresponsable para arriba y también fue la razón de llevarme a su casa y hacerme tomar “la píldora del día después”; y la de antes, porque ya que en su casa no había nadie follamos como conejos y sin parar durante toda la noche. Por la mañana tenía que volver al hospital, pero no sin antes echar el primer polvo del día y quedar para comer juntos en el comedor de su trabajo.
Cuando nos encontramos se produjo una especie explosión interna en cada uno de nosotros, es verdad que me había puesto una especie de pareo-vestido de color rosa que me dejaba toda la espalda al aire y el simple roce de aquella tela sobre mi pecho producía un efecto devastador, mis pezones se marcaban enormemente bajo la tela. Me llevó a su despacho para, nada más cerrar la puerta tras nosotros, cogerme entre sus brazos, darme un verdadero beso de tornillo con su lengua enlazada con la mía y apartar con sus manos la tela del pareo para tomar mis tetas. Era un riesgo tremendo porque alguien podía entrar de improviso y sorprendernos, pero allí mismo hicimos el amor, sentado él en su silla y yo sobre sus piernas y botando sobre su polla metida en mi vagina. Después todo aquello se convirtió en rutina, todos los días iba a buscarle, todos los días hacíamos el amor allí, para volver a repetirlo en su casa, su coche, una disco o en cualquier sitio, hasta en el coche aparcado en una calle oscura. Por cierto que en una de ellas tuvimos un incidente imprevisto; estábamos haciendo el amor dentro del coche cuando nos deslumbraron los faros de otro que llegaba y se paraba tras nosotros. A toda prisa recompusimos nuestra ropa, era una patrulla de policía que, a golpe de linterna nos pidió identificarnos una vez hecho, seguirles hasta su comisaría. Por supuesto era ilegal el detenernos, cuando lo que realmente sucedía es que, un par de calles mas adelante, pararon su coche, se bajaron y vinieron hacia nosotros para, con todo descaro, pedirnos dinero que pagamos, mejor era eso que meternos en un lío con policías, así que la noche terminó follando de nuevo dentro del coche y riendo al mismo tiempo como locos.
Durante los meses que duró nuestra relación hubo varios episodios memorables y que no voy a dejar de relatar. El primero de ellos fue una invitación que nos hicieron para pasar un largo fin de semana en una pequeña isla del litoral, en la que, la conocida que nos invitó, tenía una casa y pésima fama según mi medico preferido, que no la podía ver ni en pintura, pero le convencí para acompañarme y él accedió para no dejarme sola y en malas manos, según sus palabras. Nuestra anfitriona no preparó demasiados comestibles, pero el surtido de bebidas era copioso y abundante, lo que ya daba una idea del ambiente que nos íbamos a encontrar. En efecto, en la isla nos esperaban los amigos de nuestra anfitriona, todos ellos propietarios de las casas vecinas, y bastante bebidos todos a nuestra llegada. Nos presentaron como recién casados y para celebrarlo se consumieron ya varias botellas, de modo que nos escabullimos y caminando por la orilla del mar llegamos a una playa solitaria; allí nos olvidamos de los prejuicios de mi acompañante y de los ruidosos y borrachos vecinos de la anfitriona, enseguida desaparecieron los bañadores y en la orilla, pero dentro del agua follamos como locos y durante mucho tiempo, pero al salir del agua mi vagina estuvo largo rato expulsando el agua que me había entrado a presión a cada uno de sus bombeos. Volvimos a la casa los primeros y nos acostamos en dos catres cercanos. El no estaba tranquilo, conocía bien el carácter local y cambiamos de cama para acostarnos juntos, temía y acertó en ello, que el grupo de gente, ya muy borrachos vendrían y tratarían de comprobar si nos acostábamos juntos o el cuento de recién casado era solo para evitarme moscones. Acertó en su sospecha, pero antes de que nadie llegase volvimos a follar y abstraídos en ello no nos dimos cuenta de que un grupo de borrachos nos observaba desde la puerta y comenzaron a jalearnos. No se bien si eso despertó en él algunos instintos escondidos o fue una táctica para despistarlos, pero aparte de bombear con verdadera furia, no tuvo empacho en provocarme un sonoro orgasmo a fuerza de que su lengua jugase con mi clítoris y cuando aún no me había repuesto, me dio la vuelta y delante de todos me folló por el culo, sin mi permiso y sin aviso de ninguna clase, simplemente y de forma bastante brusca hizo presión y me metió su polla por el culo mientras los espectadores que tanto había denigrado le aplaudían. En realidad no solo le aplaudían, uno de ellos se acercó a nosotros para acariciarme las teta pero fue rechazado, pero los otros no se cortaron ni un pelo para formar parejas en comenzar a follar hasta por el suelo, lo que nos obligaba a continuar haciendo lo mismo, estaba claro que si nos separábamos vendría de inmediato sobre mi alguno de ellos y, fuerza es reconocer que continuar follando no nos desagradaba en absoluto, aunque fuese con algunas manos anónimas que me apretaban las tetas.
La consecuencia de aquel viaje fue un embarazo y un aborto que me practicó una de sus hermanas.
En aquella época y paseando sola cerca de su casa, se me acercó un tipo joven, el típico guaperas, que comenzó a darme coba comenzando por decirme era muy amigo de mi medico. Pocos días después y haciendo Stop en una carretera cerca de un pueblo típico de la montaña, un coche se paró ante mi y, lo que son las casualidades, era el mismo personaje que volvía con su mujer embarazadísima. Eran simpáticos y durante el viaje les conté un poco de mis aventuras; juntos me ofrecieron ocupar una casa que tenían en la misma plaza donde vivía mi medico, con la condición de cuidar de ella. Como la propuesta me la hicieron juntos, no tuve problema en aceptarla y, a partir de entonces salía de una casa para meterme en la otra casi pegada, aunque como el mediquito lindo era un verdadero Don Juan, algunas veces me encontraba la plaza de su cama ya ocupada por alguna enfermera o cualquiera de sus muchas amigas, aparte de que, al continuar teniendo como pareja oficial al mismo acompañante con el que hice el viaje, casi todas las noches tenía que terminarlas en la cama con él, de modo que mi vida sexual era mas que copiosa, entre uno y otro no había un solo día en que no saliese por menos de dos o tres coitos. Por cierto que pocas semanas mas tarde tuve retraso con la bajada de la regla, y esta vez me auto-convencí de que lo quería, por lo que durante varias noches seguidas tuve que follar con mi pareja de entonces para que él pensase que el bebé era suyo, sin dejar por ello de follar varias veces al día con mi medico. Lo malo fue que tanto va el cántaro a la fuente, como dicen, que follar demasiadas veces cada día, esa actividad ocupaba el 80% de mi tiempo y no exagero nada, me provocó un descolgamiénto del feto y lo perdí. Como consecuencia de aquella crisis me sentí un tanto abandonada por él aunque la posibilidad de ser padre nunca le había entusiasmado; sencillamente inicié una nueva etapa que comenzó haciendo stop en una calle de la ciudad y el primer coche que se detuvo fue el de un joven francés, huido de Chile por el golpe de Pinocho. Charlamos, me llevó hasta mi casa y quedamos en encontrarnos por la tarde en la puerta de mi casa para ir a bailar en una discoteca. No tenía nada pensado, pero cuando llegó a buscarme, vio aparecer una mujer provocativa, deslumbrante y sencilla al mismo tiempo, maquillados los ojos, un simple toque de lápiz de labios y sin mas adornos que una minifalda y una camisa blanca de lino, que permitía ver a través la forma y tamaño de mis pechos. Como suponía se mostró encantado de verme vestida de tal modo, no fue a una discoteca donde me llevó, sino a un exclusivo club privado donde se repitió el saludo inicial, un beso, pero esta vez en la boca, y continuó con su lengua jugando con la mía; nos sentamos y yo lo hice directamente sobre sus piernas por lo cual no tardé en sentir la dureza de su erección bajo sus pantalones. Se iniciaron las caricias bajo mi camisa, aunque no tardaron mucho en desabrocharla para jugar con mis pechos y pezones que enseguida respondieron erectándose. Sabía besar, no había duda, sus besos y caricias me estaban excitando, y cuando me propuso ir a una de las habitaciones le acompañe encantada. El ambiente era agradable y de buen gusto, se veía que los socios del Club eran gente bien, y el desarrollo de la noche estuvo en consonancia con las expectativas, hicimos el amor con verdaderas ganas, su piel era suave y él adoptó toda una amplia gama de recursos, desde lo mas suave hasta lo mas violento, me gustaba y aquella noche conocí cosas del sexo que ni siquiera imaginaba, tanto es así que cuando me propuso bajar al yakuzzi, donde podría haber otras personas, no me opuse, lo tomé como la cosa mas normal del mundo, Ya no solo me embestía, sino que pegaba y separaba su cadera de mi con violencia, sus tetas empapadas rebotaban con cada arremetida, sin dejar de subir la velocidad, buscando ritmos cómodos que pudiera mantener durante unos minutos, cuando me cansaba bajaba la velocidad pero no cesaba en el movimiento, y retomaba con violencia, noté que Eli vibrara todo el tiempo, ya no gritaba, solo aguantaba como una pared los martillazos que le daba, en silencio, soltando algún gemido entre respiraciones, noté en repetidas ocasiones como su cuerpo se tensaba y debía de correrse, entre el agua y mi fuerza no lo percibía. La llevé a un orgasmo tras otro, durante mas de 15 minutos no paré y eso me llevó a correrme de forma brutal en su interior, descendiendo el ritmo hasta que paré del todo. . Envueltos en las batas bajamos a un enorme piscina burbujeante, en la que, como me había anunciado, había tres o cuatro personas en el agua, en la que penetré totalmente desnuda y participé encantada en todos los juegos y posturas que me fue indicando. Salvo una vez con el medico y en circunstancias especiales, nunca había tenido relaciones sexuales en publico, y sin embargo allí estaba yo follando en una piscina con alguien que acababa de conocer y con un corro de espectadores que se nos iban acercando. Tampoco puse reparos cuando el primero de ellos se pegó a mi espalda y sentí su cuerpo desnudo contra el mío, tampoco cuando mi pareja sacó su verga de mi vagina para dejar su puesto a otro de los intrusos, o cuando después de varias corridas en mi interior, me tomaron en brazos entre varios de ello para ofrecerme, piernas abiertas y en la superficie del agua a la verga tiesa de mi acompañante, como muda ofrenda de mis folladores y su agradecimiento al haberme cedido a ellos.
Con todo lo sucedido habían cambiado mis valores, y comencé a pensar en alternativas para tener una buena vida, estaba en el país donde aquello que me proponía era posible. Para comenzar me fui apartando de mi médico y de mi pareja oficial, aunque lo de este fue un poco mas complicado, tenía muchas mañas, demostró ser peor persona de lo que yo pensaba aunque un nuevo amigo me lo quitó de encima de una vez por todas y yo me las arreglé para ir perdiendo el miedo a vivir sola, eso era lo único que me había mantenido atada a él, y a él acudí una noche en que no podía eliminar el miedo. Claro que también tuve que pagar por ello, solo tenía una cama en la que dormir así que tuve que acostarme con él y aceptar que me follase, digamos que en recuerdo de los viejos tiempos, y como sabía que no pasaría de aquella noche quiso llegar a terrenos que le estaban y le habían estado siempre vetados y la noche termino en un buen golpe de mi pie en sus huevos cuando, pese a lo previamente acordado, que no eyacularía dentro de mi, lo hizo con la intención de tratar de fecundarme, cosa que por fortuna no sucedió, pero que se quedó con los huevos bien machacados. Nunca más volví a verle.
Tras varias semanas de reflexión me lancé a conocer gente, importantes, por supuesto, y para ello me vestí con mis mejores galas, un vestido de noche de gasa enteramente transparente, hecho para seducir con ropa interior, aunque tan solo me puse una escueta tanga negra, los ojos muy pintados y tacones de 9cm a pesar de saber de antemano que al final de la noche tendría los pies destrozados. Pedí un taxi que me llevó a un restaurante selecto que estaba de moda. Sabía de antemano que tendría dificultades para que el Maitre me otorgara una mesa, pero contaba para ellos con la colaboración de los caballeros que ocupaban mesas sin mujeres; no tardó en suceder, mientras hablaba con el Maitre, uno de los caballeros que ocupaban una mesa de cinco, se acercó para presentarse e invitarme a compartir su mesa. Se presentó como Almirante X e hizo bastante alarde de su jerarquía. Dos Generales, un Almirante, un diplomático extranjero y otro civil, alto cargo de un Ministerio; esa era la composición de la mesa a la que me habían invitado y a la que me senté con la mejor de mis sonrisas, correspondiendo así a la lluvia de piropos con los que me recibieron. Me explicaron que estaban celebrando la firma de un importante contrato, y que mejor forma para hacerlo que compartir su mesa con una bella y elegante extranjera. En mi fuero interior sabía perfectamente que mi vestido, tal como lo llevaba, no era precisamente muy elegante, jamás lo es un vestido que permite ver todo mi cuerpo casi completamente desnudo, pero eso era precisamente lo que les atraía y ninguna otra ropa hubiera estado tan bien elegida. La cena fue muy buena y abundantemente regada con vinos y Champagnes, licores con los postres aunque ya me habían hecho saber que su postre preferido hubiera sido yo servida allí en bandeja, pero los clientes ajenos a nuestro grupo se hubieran sentido muy hipócritamente ofendidos si los camareros hubieran aparecido con una bandeja y yo sobre ella. Estaban todos, será mas acertado decir que estábamos los seis bastante achispados cuando me invitaron a un club privado del cual todos eran socios, todos salvo el diplomático extranjero, y en el cual se entraba utilizando la llave que cada uno tenía, llave que además daba nombre al club, The Key. La salida del restaurante fue un tanto caótica, cada uno de ellos quería llevarme en su coche, pero yo le di preferencia al Almirante, él había sido el que primero me había invitado. Por supuesto que el coche estaba conducido por un marino con guantes blancos y uniforme con cordones dorados, muy serio en su papel, lo cual no impidió que el Almirante se tomase conmigo algunas libertades, besarme y abrazarme, deslizar el amplio escote de mi vestido para tocar mis tetas, y no hubo mas porque el club estaba verdaderamente a poca distancia de restaurante donde habíamos cenado, aparte de que su mano izquierda estaba ocupada con mis tetas, y la derecha escursionando entre mis muslos. Llegamos al club muy formalitos y enseguida se reunieron los cinco del grupo, me enseñaron las instalaciones de las que se sentían muy orgullosos, y al fin nos aposentamos en un salón decorado con gusto y en cuya mesa central había ya una buena provisión de bebidas. El primero en invitarme a bailar fue uno de los Generales, lo hizo en plan guerrero desplegando toda su estrategia de conquista, tan apretado que podía sentir todo su cuerpo contra el mío y con sus manos recorriendo mis nalgas al través del vestido, el segundo, su colega en rango, ya fue un poco mas osado, además de sobarme, dejó una de sus manos en avanzada sobre mi pecho y hasta llegó a bajar el escote para verlo y acariciarlo. El tercero en la fila era el civil, el mas joven del grupo, descarado y prepotente, hizo lo mismo que el anterior pero con mucho mas descaro, me subía el vestido por detrás para que todos pudieran ver mis nalgas y mi tanga, con lo que consiguió que se oyese unos cuantos bufidos de los espectadores. El Diplomático no lo fue en su caso, tenía en sus brazos una mujer deseable, con un vestido subido hasta casi la cintura y un trasero casi enteramente desnudo que amasaba con sus manos, fue el primero que me besó en la boca y me bajó el vestido hasta la cintura, pero el baile terminó ahí, era el turno del Almirante. Aunque todos querían llevarme a la cama, tácitamente admitían que este sería el mas favorecido de la noche; antes de iniciar el baile con él quise recomponer el estado de mi vestido, pero las voces de todos ellos me pedían que hicieran justamente lo contrario; accedí y sus ruegos y dejé caer al suelo mi vestido, la tanga me la quitó él solemnemente, y fueron sus manos las primeras que acariciaron mi sexo, el baile fue ajeno totalmente a la música que sonaba por los altavoces, un tío en mangas de camisa y pantalones, con una mujer totalmente desnuda entre sus brazos, en realidad lo estaba entre sus brazos y los de los otros, porque allí se rompió el consenso y todos pretendían follarme los primeros. Llegamos a un acuerdo y para ponerlo en practica pasamos a una sala mas grande en cuyo centro había un jakuzzi en el cual nos metimos los seis desnudos; aquello era una autentico desmadre, así es que fui yo la que tomé el control de las operaciones. Les formé contra las paredes del jakuzzi y les pasé revista deteniéndome en cada uno de ellos, todas sus armas estaban bien derechas, una tras otra las metí en mi vaina, uno tras otro le rodeé su cintura con mis piernas, dejándome caer sobre cada una de sus vergas y cuya munición descargaron dentro de mi. Ahora venía el asedio, sentados todos sobre el borde del yakuzzi y con las piernas abiertas, les fui atacando uno a uno con mi boca sobre sus vergas, todos se defendieron heroicamente pero terminaron rindiendo sus armas cuando se terminaron sus municiones.
Salí de allí por la mañana en compañía del Almirante, llevaba en mi bolso 30.000$ americanos, una tarjeta de socia del club, con su correspondiente llave, varias invitaciones a continuar sobre lo ya avanzado, aparte de la invitación a su casa de mi acompañante, recién divorciado y con una casa que era la copia descarada de la Casa Blanca norteamericana; allí su ayudante nos preparó un abundante desayuno y tras el descansamos un poco, con polvo incluido antes de dormirnos.
De allí salí un año y medio después, siendo la única dueña de una selecta tienda de moda para mujer, un taller de confección, un club de noche para caballeros, un ático precioso y una solida cuenta corriente en divisas, en uno de los principales bancos. Todo ello gracias a la amistad de nuestro exclusivo Club de los Cinco y, como no, lo que puede el sexo.
El Club de los Cinco
Desde el día que nos conocimos, así los denominé interiormente, si bien con la partida del diplomático extranjero el grupo se vio reducido a cuatro. Como quiera que nada se rompió al pasar a ser la pareja semi oficial del Almirante, unos meses mas tarde se concretó secretamente el grupo de los cinco y yo pasé por elección unánime a ser el quinto elemento de pleno derecho, amigos íntimos capaces de hacer todo lo que fuera necesario para ayudar a cualquier miembro del grupo que tuviera alguna necesidad. Meses después me llamó por teléfono Omar, al alto funcionario del Estado, quería hablar conmigo secretamente y eso bastó para que nos encontrásemos tomando toda clase de precauciones, de noche, en el segundo sótano de un centro comercial desierto a aquellas horas. Un potente grupo de presión había falsificado las conclusiones de un proyecto realizado por Omar y su gente; lo habían presentado al directorio financiero y desviado 500 millones de dólares norteamericanos. Había que impedir el cierre de la operación, impedir la fuga del dinero y desenmascarar al político gubernamental que había montado toda la trama, aparte de evitar que la reputación y el buen nombre de nuestro amigo quedase en entredicho.
Después de haberme explicado todo el asunto y sabiendo de su gran inquietud, le sugerí nos encontráramos, por casualidad, en el Club The Key, a donde llegamos en distintos coches una hora mas tarde, con algunos apuros el tiempo justo para cambiar a un atuendo mas acorde con el Club. Nos saludamos con un efusivo abrazo al encontrarnos, tal como hubiéramos hecho si lleváramos semanas sin vernos, y como había que evitar las suspicacias pasamos a una pequeña sala de baile en la que tan solo había luces tenues. Mi vestimenta se componía de una larga falda negra, de seda muy tenue, y una chaqueta de la misma tela y con solo dos botones como cierre. Entramos en la pista y aunque no había nadie mas en ella, nos pegamos con un tórrido beso mientras sus manos desabrochaban completamente mi chaqueta para apoderarse de mis pechos e iniciar una larga sesión de besos y caricias que terminaron sobre la cama en una de las habitaciones, la reservada para el Club de los Cinco.
Apenas nos habíamos vestidos cuando nos avisaron de la entrada de nuestro enemigo, con su corte de amiguetes celebrando, de forma anticipada, los millones que se pensaban embolsar al día siguiente. Había que utilizar la oportunidad, estando en grupo sería menos suspicaz, aparte de que no dejaría pasar la ocasión de lucirse como conquistador ante sus amigos.
Retoqué mi maquillaje, desabroché uno de los botones de la chaqueta, y cogida al brazo de Omar nos presentamos en el salón principal, donde se encontraba el individuo aquel. Al vernos se acercó hipócritamente a saludarnos y como atraídos por un iman, sus ojos se quedaron clavados en mi escote, en mis tetas porque al haber dejado abierto uno de los botones la chaqueta se abría casi por entero y mi pecho era mas que visible. Se dio cuenta de que me había percatado de la dirección en que miraban sus ojos, se puso rojo pero yo le sonreí para indicarle que no solo no me molestaba su mirada, sino que me sentía halagada por ella y para demostrárselo y sin que Omar se diera por enterado, abrí la chaqueta por completo y solo unos segundos, lo justo para que se diera cuenta que lo estaba haciendo solo para él.
Casi nos arrastró a su mesa como invitados, para él era el placer supremo, tener a su mesa a la persona que pensaba hundir en el descrédito y además, llevarse a la cama a la mujer que llevaba al brazo, así que se sentó a mi lado, del lado en que mas se abría mi chaqueta y ver como a cada uno de mis movimientos mis pechos salían a tomar el aire. Para hablar con Omar, sentado a mi derecha, apoyó su mano sobre mi muslo como si no se hubiera dado cuenta, hizo lo mismo al momento siguiente pero un poco mas arriba y dejándola apoyada por mas tiempo, así es que estaba reaccionando como yo esperaba y era el momento de avanzar. A mi señal Omar se levantó para ir al baño, yo a mi vez puse mi mano sobre la suya, una simple presión que entendió como luz verde para que siguiera avanzando y mientras lo hacía y llegaba hasta el borde de mi tanga, yo abría el segundo botón de la chaqueta y las ofrecía a sus ojos y a sus manos que , a toda prisa se apoderaron de ellas, todo ello ante los ojos de su corte. Omar ya regresaba y abroché de nuevo mi chaqueta y adoptando una postura recatada lo que aumentó la rechifla hacia Omar de sus compinches y que él soportó estoicamente. Un rato después y consumida toda una botella de Champagne mas, empecé a simular que me hacía bastante mas efecto del real y me apoyé claramente sobre el tipo aquel, sin reaccionar cuando desabrochó totalmente mi chaqueta y comenzó a apretar y acariciar mis tetas con sus manos; volví la cara hacia él que aprovechó para estamparme un beso en plena boca mientras tiraba de mi hasta tumbarme sobre sus piernas y avanzar con una de sus manos hasta meterla debajo de mi tanga y sobre mi sexo.
En el Club The Key todo era posible, pero él prefirió llevarme hasta una de las habitaciones donde me desnudó y trató de acostarme sobre la cama. Le pedí que antes fuéramos al jakuzzi donde los preliminares podrían ser mas divertidos, así, los dos desnudos y aparentando tambalearme por la bebida, entramos en el agua en la que al momento aparecieron varios de sus esbirros. Les ignoré centrándome sobre nuestro enemigo, aunque abrazándome por la espalda me hizo pegarme a cada uno de ellos, así cada uno de ellos hizo lo que quería, apretarme las tetas, abrir los labios de mi vulva, meter sus pollas en mi y correrse dentro, después me sujetaron varios de ellos mientras uno por uno iban metiendo y sacando sus pollas en mi boca y cuando se cansaron, o cuando su líder se lo indicó, me hicieron inclinar hacia adelante mientras él hacía presión con su verga sobre mi culo y me la metía hasta todo lo dentro que podía y así acabó en el Club The Key, la continuación fue en su casa, como yo pensaba. En la semana que allí permanecí averigüé la combinación de su caja fuerte, conseguí pruebas fotográficas de todos sus manejos, y cuando avisados por mi aparecieron en la puerta los miembros restantes de el Club de los Cinco, acompañados de la escolta Presidencial en pleno y a cuya cabeza estaba el mismo Presidente, el personajillo imitador de Machiavello vió como el cielo se le caía encima, sobre todo cuando yo misma abrí su caja fuerte, saqué los documentos y los puse en las manos del Presidente.
A él se lo llevaron preso, sin juicio a una mazmorra en lugar desconocido, a mi el agradecimiento no oficial del Estado, un par de millones de dólares más en mi cuenta y la fiesta interna en el Club de los Cinco, con el abrazo de Omar como final.
Nelson, General de la Guardia Nacional y candidato in-pectore a ser Ministro de Defensa, tan solo le faltan un par de apoyos de diputados de la Asamblea, uno de ellos un puritano y reaccionario personaje, el otro era la voz de su amo del primero, el encargado de los trabajos sucios. Me pide ayuda para quitarle de en medio los obstáculos y, por supuesto las explicaciones me las dio en la cama. Hay que recordar que en el Club de los Cinco era norma que me acostase con quien quisiera de los cuatro miembros masculinos, pero como nunca he sido idiota, ahora ya no era la pareja de ninguno de ellos pero si hubiera sido de uno en vez libre y de todos, se hubieran generado conflictos de muy difícil solución, todos estábamos unidos y era yo el elemento aglutinante.
Después de varios días de reflexión sobre cual podía ser la estrategia a seguir, caí en la cuenta de que, quizás, la forma mas directa y sencilla podría ser la que mejor funcionase, así es que sencillamente pedí una cita con el Parlamentario, para lo cual buscamos el mejor maquillador de cine que pudimos encontrar, lentillas de otro color, pelo teñido y peinado diferente, cara con un maquillaje tan discreto que pareciese que no llevaba nada, zapatos un poco deformados y simulando tener ya varios años. Como vestimenta una braga sin adornos y un sujetador muy poco favorecedor, sobre lo cual me pondría una vieja gabardina clásica y con solapas que se cerraban hasta el cuello. Mi historia: nueva en el país y sin recursos, detenida en el aeropuerto por falta de visa, hablando mal el idioma y llevada al cuartel de la policía de extranjería, supuestamente para ser interrogada y en que había sido violada repetidas veces, incluso por el mismo general que dirigía el centro, el general Nelson Y. Una ocasión tan suculenta como para dejarla pasar por nuestro adversario, pero que antes de caer en ella, la haría verificar mil veces antes de hacer nada. En ese plano tenía que convertir los hechos en reales y sin fallos, manipulando tan solo aquello que no fuera comprometedor para nosotros. El riesgo era importante y yo lo conocía pero era necesario, de modo que pocos días después llegó, llegué al aeropuerto principal, como una mujer sin visa de entrada en el país y como previsto, arrestada en el control de pasaportes y conducida a la misma Central como suponía. Varios interrogatorios en los que hubo primero cierta violencia verbal y acentuándose progresivamente ante mi obstinado silencio; primera acción violenta de un bruto, una bofetada al tiempo que con su otra mano me sujetaba por el corpiño de mi vestido y del que, al echarme hacia atrás para huir de sus golpes saltaron todos los botones y, ¡sorpresa!, debajo del vestido solo estaban mis tetas desnudas. La verdad es que saltaron mis tetas, pero también lo hicieron los ojos de mis interrogadores que sin buscarlo se habían encontrado con una fuente de inspiración; vinieron sobre mi y mientras uno me sujetaba, el otro desgarraba mi ropa y sacando su verga me la metía brutalmente mientras mordía mis tetas y las amasaba. Después fue el turno del segundo, mas brutal si cabe que su compañero pues me dio la vuelta sobre la mesa, me puso boca abajo pero dejando que colgaran mis piernas, separó mis nalgas y de un solo envite me sodomizó y no paró de moverse hasta que se corrió en mi interior. Con el ruido y mis gritos entró un oficial, que les amenazó con su pistola para que saliesen, después me llevaron a una cama de la enfermería, vacía en aquellos momentos y un enfermero me curó de las pequeñas lesiones que tenía, pero nadie se preocupó de facilitarme algo de ropa, la mía había sido destrozada por los brutos anteriores, de modo que bajo la sabana mi cuerpo continuaba totalmente desnudo y me hacía suponer que las violaciones no habían terminado, en efecto, el primero fue el mismo enfermero esa misma noche. Ya dormía cuando retiraron las ropas de la cama y sus manos recorrían mi cuerpo, había fuerza para separar mis piernas, pero no violencia, se acostó sobre mí y me penetró después de que consiguió me humedeciese a base de caricias sobre mi clítoris y ellas consiguieron que yo también tuviera un orgasmo y mis manos apretaran su espalda para que me penetrara mas profundamente, y en ese plan estuvimos más de media noche porque a partir del primer polvo, contribuí ardientemente a los siguientes, de modo que violación fue la primera, en las siguientes colaboré de muy buena gana y lo mismo en las noches que siguieron.
Tres días después alguien me llevó ropa, una bata vestido, una braga y unas chanclas para los pies. Me ordenaron vestirme y de esa guisa me llevaron ante un juez que, al conocer los informes no halló motivo para mi detención y ordenó mi puesta en libertad inmediata y que se me alojase por cuenta del Estado mientras se arreglaba mi documentación.
Pasé allí una semana hasta que solicité audiencia con el Parlamentario puritano y le expliqué los hechos y señalando a Nelson como uno de los violadores. Al escuchar aquello se le pusieron tiesas hasta las orejas, para él era la oportunidad soñada aunque para hacerlo público tuviera que moverse con pies de plomo. Mientras verificaba mi versión hizo que me llevasen a una casa segura y permaneciese en ella sin contacto ninguno con el exterior, aunque mis carceleros, un matrimonio cincuentón, me mantenía al tanto de lo que ocurría en el mundo y me atendían con amabilidad. Todos los días me ponía la misma bata-vestido, sin sostén y a la mujer le dije que me estaba muy prieto el que me habían dado, en previsión de que en cualquier momento, como así fue, se presentaría el Parlamentario para hablar conmigo, y así estábamos sentados frente a frente, ofreciéndome visa para poder estar libremente en el país, una cantidad modesta de dinero que me permitiera vivir mientras encontraba trabajo, y hasta su ayuda personal para ello. Todo para que yo mantuviese mi postura durante todo el proceso mediático que él y los suyos estaban preparando para hundir a Nelson. Continuando en mi papel de lerda y desdichada fui muy despacio perdiendo la compostura en mi actitud, le pedí un cigarrillo que él me ofreció sin levantarse, me incliné para cogerlo y al hacerlo y sin que se percatase desbroché uno de los botones de la bata que al darme fuego, siempre sin levantarse, le permitió ver perfectamente que debajo de la bata no había nada mas que mi cuerpo desnudo. Se puso rojo y se irguió como si le hubiera atacado, le costó un poco recuperar la compostura, y yo seguí mirándole como si no me hubiera dado cuenta de nada. En cierto momento me removí en mi asiento, como si me estuviera agobiando con su presión verbal, en el movimiento mis piernas se abrieron permitiéndole ver mis muslos hasta la braga, mostrándome cada vez mas asustada por el proceso de que me estaba hablando. El trataba de darme confianza, que todo lo dejase en sus manos, que se ocuparía de mi, y yo seguía con mi papel de mujer atemorizada y poseedora de un gran y peligroso secreto. Se acercó como para inspirarme confianza, y yo profundicé el escote de la bata, estaba parado junto a mi asiento y no miraba mi cabeza, miraba claramente, fijamente mis tetas, y cuando posó una de sus manos sobre mi hombro, me apoyé mas contra ella dejándome reclinar contra sus piernas. Se hizo un silencio aunque su respiración se hacía mas sonora por momentos, su mano se deslizaba lentamente sobre mi piel, estaba llegando hasta mi pecho, y cuando levanté mis ojos y le miré fijamente a los suyos, se rompió y asió con fuerza una de mis tetas y bajó su cabeza para besarme en la boca, me hizo levantar arrancando la bata, después la braga y él mismo y sin soltarme se quitaba toda su ropa, se sentó en el sofá y me hizo sentar sobre sus piernas, su polla tiesa estaba en las puertas de mi vagina, con lo que le bastó una leve presión para metérmela todo lo que daba, estaba a punto de correrse y lo hizo dentro, ya no podía contenerse y como había grabado todas las secuencias, estaba completamente en mis manos y en las del Club de los Cinco.
Hubo un día en el que volvieron los recuerdos, sucedió en una discoteca de moda en la que me encontraba con algunos amigos, sentí sobre mi pecho casi descubierto, la mirada fija de alguien que no tardé en identificar, tenía ante mis ojos a mi Medico, aquel con el que había vivido toda una historia y que ahora, bastantes años después, nos reencontrábamos. Sonreí ante su descaro, sus ojos seguían fijados en mi pecho que el gran escote de mi vestido descubría casi por entero, habíamos jugueteado un poco entre amigos, y en el juego se habían ido saliendo del vestido, llegando por momentos a verse claramente mis pezones. Tal como estaba me levanté y me dirigí a su mesa mientras él, al verme llegar se levantaba; fui yo la que le saludé con un lento beso sobre sus labios, al que respondió con el mismo calor con el que siempre lo había hecho, nos abrazamos largo rato y cuando nos soltamos y al haber estado con los brazos atados tras su cuello, el vestido había dejado por entero y a la vista mis tetas. Las cubrí lentamente y me senté a su lado, hablamos de su vida, se había casado y tenía un par de hijos, estaba allí celebrando el nuevo embarazo y en efecto, allí llegaban una de sus hermanas, y la barrigona que abultaba ya bastante, abrazos con su hermana, nos habíamos llevado muy bien hasta que me alejé de ellos, presentación a su mujer que me miraba insegura, como con miedo. Hubo risas de todos, yo me inventé una historia para rellenar el hueco de años que hizo reir bastante y en la que todo era muy amable, pero que desde los primeros momentos sentí el roce de su mano sobre mis piernas, me estaba buscando. No tardó en pedirle permiso a su mujer para sacarme a bailar y cuando lo hicimos fue en medio de la gente y fuera de miradas. No había palabras, sentía todo su cuerpo literalmente pegado contra el mío, sus manos que no paraban de recorrer mi espalda, penetrando bajo la tela del vestido y llegando a mis costados, una travesura, me volví de espaldas a él, con lo que sus manos ahora estaban sobre mis pechos y los apretaba con fuerza, eché mis nalgas hacia atrás para sentir sobre ellas el bulto de su verga, pero no se podía mantener por mas tiempo la situación y volvimos a la mesa muy tranquilos, ambos sabíamos que nada estaba concluido, ni siquiera la noche. Fui al baño el tiempo justo para enviar un mensaje a su buscapersonas, una urgencia medica le requería en el hospital y de allí desviado a mi Club, The Key, mensaje que recibió cuando ya estaba de nuevo en la mesa; tuvo que acudir a la llamada, su hermana acompañaría a su mujer a su casa. Despedidas, les llamaría para invitarle un día, y yo me dirigí al Club a esperar su llegada. Yo misma le abrí la puerta y le hice entrar, miraba con ojos de asombro la riqueza y el lujo del lugar, pero sobre todo me miraban a mi y a mi escote bajado nuevamente hasta los pezones, nuevo beso mas que apasionado, sus manos que tenían verdadera hambre, y no había lugar para divagaciones, así es que tirando de él le conduje a una de nuestras habitaciones, el Club de los Cinco, y cerré la puerta tras nosotros para abrirle mis piernas a su lengua voraz que entraba en mi vagina como si de su polla se tratase, a su verga que me penetró cuando mis piernas se anudaron en torno a sus riñones, cuando forcé aún un poco mas aquella postura para que penetrase por el culo, tomaba su verga con mis manos, mis labios la albergaban y mi lengua la recorría entera, le soltaba para que me la metiera, para que me follara aún mas fuerte de lo que antes lo hacía y así follamos cuanto quiso, en todas las posturas, en todas las aberturas posibles, aunque solo se permitió descargar su semen en mi culo, hacerlo en la vagina solo se lo permitía en su mujer, de ahí sus casi tres hijos. Después, en el jakuzzi, cuando le hice sentar sobre el borde para tomar su verga con mi boca en la que retuve todo el semen de su corrida para devolvérselo en su boca con un beso profundo. Le sentía muy cortado, era su primera vez en un jakuzzi, con bastante gente alrededor y sintiendo el roce de otros cuerpos sobre los nuestros, tenia que enseñarle como me enseño a mi montones de cosas años atrás. Inicié el movimiento en el agua, abrazada o huyendo de él y en la huida simulada, chocando con cuerpos de hombre que me retenían para acariciarme, y mientras me dejaba hacer, le miraba fijamente a él, me ofrecía a él, le llamaba a él y cuando le tuve contra mi llevé las manos del desconocido hacia mi sexo y dejé que sus dedos me penetraran, me apoyé sobre otro de los presentes para ofrecer el culo a mi anticuado medico que me aferró por las caderas y bombeaba sobre mi hasta correrse, dándome como premio a todos los presentes que quisieron aceptar el regalo que les ofrecía, todos me tuvieron, vagina, culo, boca, de uno en uno y después hasta de tres en tres ante los ojos alucinados de mi medico que huyó despavorido y salió otra vez de mi vida. De aquella melé salió un hermoso trio que nos mantuvo despiertos durante horas y me hizo conocer nuevos amigos.
Nicolas, Major General, por supuesto miembro del Club de los Cinco. La verdad es que desnudo a mi lado no parecía tan impresionante, aunque era muy bueno en la cama, como me acababa de demostrar una vez mas, pero tampoco su problema era de vital importancia ni había millones en juego. Era mas simple, un vividor de muy buena familia había conquistado a su hija y estaba en camino de hacerla un caso irrecuperable. Para Nicolas hubiera sido fácil hacer desaparecer al corruptor, pero eso era algo que no haría nunca, por principios, el abuso de poder no entraba en su vocabulario ni en su cabeza, había que conseguir sacarla de su trampa de la forma mas limpia posible y sin que su hija reaccionase de forma negativa. Era un buen lío aunque fuese hasta divertido algo tan fácil.
Sábado noche, en la disco mas in de la capital se encuentra Pancho Pepe con sus amigotes y sus niñas de coro, las sifrinas que beben los vientos por aquel cretino rico y mala gente, y entre ellas, como no, la hija de Nicolas, la favorita en ese momento, hasta que la vendiera para algún prostíbulo. Se abre la puerta de la disco y hago mi entrada acompañada de tres tipazos impresionantes y otras tantas mujeres a cual mas bella. Yo visto un traje negro de seda que cuelga sencillamente de los hombros, de alguna manera recuerda a una casulla o a un poncho si se quiere, sencillamente se pasa la cabeza por un hueco y se deja caer la tela alrededor, solo que en este caso, el vestido es ajustado al cuerpo y abierto completamente por los lados, con lo que a cada paso o movimiento se puede ver que todo mi cuerpo desnudo está debajo. Las cuatro mujeres vestimos iguales y el grupo se dirige a ocupar una mesa en el lugar mas visible de la sala, solo yo no lo hago, ni siquiera me acerco a la mesa con ellos, camino muy despacio por la sala, me detengo, observo lo que hay alrededor, ondulando mi cuerpo al compás de la música y el vestido revoloteando en torno mío, las respuestas visuales son numerosas y muy claras, los ojos de los machos no me abandonan un instante. Camino hasta la pista donde me hacen un hueco que rápidamente se convierte un circulo en torno mío; apago el cigarrillo en un cenicero, y al inclinarme para hacerlo la tela del vestido se abre y todos los cercanos pueden verme desnuda bajo ella; salgo a bailar, me aislo con la música, entro en una burbuja transparente en la que estoy totalmente sola, bailo y mis manos juegan con el vestido, abren y cierran las aberturas laterales y los paños de tela se alejan de mi cuerpo, se diría que mi cuerpo totalmente desnudo baila solo, y alrededor revolotea la seda. En torno mío el circulo es muy grande, lo forman todos los hombres y hombrecillos que había en el local, entre ellos Pancho Pepe y sus críos que babean. Con mi cuerpo totalmente al descubierto hago señas a uno cualquiera de los espectadores para que venga hacia mí, pero la mano de Pancho Pepe le detiene y es el quien se me acerca con los ojos saltones de lujuria. Mientras tanto mis amigos se han hecho con el grupo de niñas y las han rodeado protegiéndolas. Frente a Pancho Pepe, aunque todos los demás me tienen a su vista, saco mi vestido por la cabeza quedándome desnuda y él hace lo mismo con la suya hasta que su verga luce tiesa y babeante. Sin haberme tocado ya brilla en la punta de su verga el líquido preseminal y sin embargo no se atreve a acercarse, de modo que soy yo quien lo hago, quien agarro su verga y tiro de ella para atraerle a mi y fundo su boca con la mía, en el que mi lengua encuentra la suya y se enlaza con ella. Le hago sentar sobre una de las sillas cercanas a la pista y bailo ante él y solo para él, cerca, cada vez mas cerca, hasta tomar con mis manos su verga que acaricio y masturbo hasta que parece alcanza su máximo tamaño, avanzo sobre ella y me siento consiguiendo una total penetración; él se desata, me apresa con sus brazos, bombea con su polla, le iza sobre sus piernas para hacerme avanzar sobre ellas y sentarme cuando tiene mi esfínter a su alcance, penetrándome brutalmente, y yo juego su mismo juego, allí en medio de la pista desarrollamos una muy larga sesión de sexo duro, le provoco, me río de él, también le poseo y cuando ya no puede con su alma, cuando se han agotado sus fuerzas pero aún le tengo sobre mi y bien metido, a un gesto mío, un gay con una polla monstruosa, se acuesta sobre nosotros y se la mete entera por el culo sin hacer caso a sus gritos y yo sujetándole y evitando que se escape, y le sodomiza con toda su fuerza y de modo que ,a cada envite, Pancho Pepe grita como una mujer violada y yo siento todavía su polla en mi interior y como tiene un orgasmo dentro mío. Todo ha sido filmado, las niñas han visto como su héroe se derrumba, pierde su fuerza sobre ellas y nos vamos de allí con ellas, con la hija de Nicolás que es la que me importa y me mira aterrada. Ha visto un sexo que ni se imaginaba y creo se ha curado de adicciones.
Por supuesto el video grabado fue filtrado a los Medios y a las Redes Sociales, sin mi cara para no ser identificada, pero la suya muy clara y a la vista. Otra misión cumplida para el Club de los Cinco aunque aquella no había terminado, los cuatro hombres querían tenerme como aparecí en el video, y la fiesta fue de las que no se olvidan, estuve cinco días en una clínica privada, haciendo una cura de sueño para reponerme del cansancio.
- : Infinitamente más que amigos
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Relato erótico: “La Fábrica (34)” (POR MARTINA LEMMI)
Para esa altura no sólo no había de mi parte nada para objetar sino además ninguna duda acerca de lo que me esperaba: el hecho de que Mica me ordenara abrir la boca dejaba bien a las claras que su plan era utilizarme como inodoro en su real uso y sentido. Comencé a temblar; la miré y, seguramente, mi mirada era implorante. Sin embargo, bastaba con ver los ojos de Mica para darse cuenta que era absurdo esperar alguna piedad de su parte; sus mejillas brillaban rozagantes y las comisuras se le estiraban en una amplia y maléfica sonrisa, a la vez que sus ojos destilaban el más perverso y anticipado disfrute de lo que seguramente, en su mente, sería la consumación de una venganza más que esperada.
“Vamos – me insistió, propinándome un puntapié en uno de mis muslos -; abriendo la boquita, te dije”
Sin más remedio, abrí mi boca cuán grande era y pude ver cómo su rostro se teñía de alegría y satisfacción; se mordió el labio inferior de un modo mórbido y se comenzó a desabrochar el pantalón de jean para, un instante después, jalar del mismo hacia abajo; lo llevaba tan ceñido que era casi como si se lo arrancase de la piel con un movimiento que, había que decirlo, era pura sensualidad, tanto que bajé los ojos para observarla. Una tanguita de color rosa fue apareciendo por debajo de la prenda y, de manera insospechada, mi excitación aumentó a niveles inimaginables; creo que en parte ayudaba el alcohol que, para esa altura, ya estaba haciendo su efecto sobre mí.
Mica se giró y, de ese modo, su trasero quedó expuesto ante mí justo en el momento en el cual, con un nuevo movimiento rebosante de sensualidad, deslizaba la tanga muslos abajo mientras se contoneaba de un modo que hubiera calentado hasta a las piedras. Sentí que me mojaba. Su culo era hermoso: no era, ni por asomo, exuberante, pero sí de una tersura que ni siquiera requería del tacto para comprobarla ya que se advertía a simple vista que ese trasero parecía hecho con un cincel. Me excitó sobremanera el pensar que, de un momento a otro, estaría prácticamente apoyado sobre mi cara, puesto que el plan de Mica era, al parecer, mear en mi boca. Viendo tan bello trasero, no podía sino comprender el que Hugo, Luis o, incluso tal vez, Luciano, hubieran querido sacar indecente provecho del tener a Mica como empleada. Había que admitir, además, que Mica era una pendeja hermosa, pero de una belleza muy particular cuya esencia residía mayormente en su arrogancia. Viéndola hablar, gesticular y moverse no era, por cierto, difícil de entender el que se hubiera mostrado inflexible ante los perversos designios que le hubiesen querido imponer en la fábrica. Era imposible pensar a esa joven como sumisa y mansa. Por el contrario, saltaba a la vista que Mica era una chica que, en su soberbia, lucía terriblemente digna y altiva;: y al verla, no podía yo sino ubicarme en el otro extremo: yo era indigna, fácil, sumisa… y no por nada había cedido ante los pervertidos de Hugo, Luis o Luciano…
Cuando acercó el culo a mi cara, temí que fuera a depositarme todo su peso encima, lo cual pondría en serio riesgo mi nuca que permanecía apoyada contra la tapa del inodoro. Por fortuna para mí, esta vez sí empleó alguna delicadeza y se valió de ambas manos para aferrarse al borde, lo cual no le impidió sin embargo, hacer descender su culo sobre mí hasta prácticamente asfixiarme. De modo extrañamente morboso, me complací en esa asfixia y me entregué a ella, como si disfrutara del hecho de que ese hermoso culo no me permitiese respirar. Ella abrió un poco las piernas permitiendo así que su vulva, prácticamente, entrara en mi boca.
El corazón me comenzó a latir aun más deprisa y mi excitación creció a más no poder mientras aguardaba que, de un momento a otro, mi garganta fuera bañada por el líquido caliente; fueron unos segundos de tensa espera, ignoro si porque Mica así lo dispuso para hacerme sufrir con el suspenso o bien porque le demandó esfuerzo el poder orinar: después de todo era Evelyn quien, prácticamente, la había convencido de hacerlo sólo para humillarme y porque la muy perra sabía, de mi propia boca, acerca de las sensaciones que me había provocado el ser orinada por Rocío. Fuese como fuese, el inevitable momento llegó y mi boca, súbitamente, se inundó.
“Tragalo todo – me decía Mica, con voz entre relajada y gozosa -; que no caiga una sola gota afuera”
Intenté decir “sí, señorita Micaela” pero no hace falta que diga que no pude articular palabra alguna sino que de mi garganta brotó tan sólo una interjección de ahogo.
“Eso es – dijo Mica, llena de perversión -: glu glu… Es lo único que te quiero oír decir”
Tal como me había sido requerido, bebí hasta la última gota. No puedo describir la sensación de sentir la orina bajando por mi garganta en dirección al estómago. Me sentía patética y decadente, pero a la vez me arrebataba un extraño placer del cual parecía no ser dueña. Cuando Mica hubo terminado de vaciar el contenido de su vejiga en mí, alzó su cola unos centímetros, lo cual me permitió respirar nuevamente.
“Limpiame bien – ordenó -: con tu lengua”
“S… sí…, s… señorita Mica” – alcancé a balbucear, con la voz entrecortada, en parte por el gusto de la orina que impregnaba mi boca y en parte porque llevaba un rato sin respirar y estaba, trabajosamente, recuperando el aliento.
Arrojé un par de lengüetazos procurando alcanzar su entrepierna y tengo que admitir que lo hice con el mismo deleite de un batracio capturando un insecto. Tal como ella me había ordenado que hiciera, limpié cada gotita de orina que le pudiera haber quedado y, a decir verdad, lo hice con sumo placer pues era yo misma quien no quería desperdiciar nada del pis de Mica. Me avergüenza sobremanera decir esto pero… en ese momento se me cruzó por la cabeza que quizás nunca volvería a ocurrir y que, por lo tanto, debía aprovechar al máximo el momento: de no creer; qué inmunda…
La insolente joven se incorporó y, siempre contoneándose con sensualidad, llevó hacia arriba la tanguita hasta, prácticamente, calzársela dentro de la zanja mientras mis ojos no podían apartarse de ese culo tan bello y apetecible.
“Decí que no tengo ganas de hacer caca ahora – dijo, siempre dándome la espalda y mientras se terminaba de acomodar la ropa -: de no ser así, no te salvabas…”
Un estremecimiento me recorrió el cuerpo al oír eso pero, a la vez, me volvió a invadir esa extraña y morbosa excitación que ya no lograba controlar y que, de hecho, sólo me hacía odiarme a mí misma una y otra vez. Por increíble que pareciese, lamenté en ese momento el que Mica, tal como había manifestado, no tuviese ganas de defecar. ¿A tal punto podía llegar mi decadencia que me excitaba con semejante abominación?
“Andá a buscar una pala y una escoba a la cocina – me espetó – y barré eso. Una pena: se perdió una botella retornable…”
En el momento en que Mica salió del baño, toda la vergüenza me cayó junta. Sola en la estrechez de ese cuarto, no podía sino pensar en lo triste de mi situación; y en esa dualidad que, ya para esa altura, había pasado a ser común en mí: la nueva Soledad se avergonzaba ante la del pasado, ante la que había sido y que, si bien permanecía oculta y en cierto modo latente en algún rincón de mi conciencia, parecía cada vez más lejos de aflorar a la superficie nuevamente. A cuatro patas, fui hasta la cocina en busca de la escoba y la pala, tal como Mica me había ordenado; al pasar frente a la sala de estar, vi que tanto ella como Evelyn estaban entregadas nuevamente a la bebida pues habían abierto, al parecer, una nueva botella de cerveza. No llegué a oír de qué hablaban, pero la impresión era que no de mí: me ignoraban. Llevé la escoba prácticamente a la rastra ya que, en ningún momento, se me había ordenado que me pusiese en pie como un ser humano… ¡Como un ser humano! ¡Dios! Parecía ser que yo misma aceptaba mi deshumanización como algo natural…
Una vez dentro del baño nuevamente, entorné la puerta y, entonces sí, me puse de pie. Estiré los músculos lo más que pude, como disfrutando del no tener, al menos por un rato, mi culo ocupado por botella ni por consolador alguno, aunque, claro, ignoraba cuánto podría durar esa situación. Bajé luego la vista hacia el montoncito de cristales rotos que yo misma había hecho y, prolijamente, los fui empujando con la escoba para subirlos a la pala de plástico. En ese momento, la puerta se abrió y me sobresalté; cobré conciencia de que me hallaba de pie siendo que nadie me había autorizado a hacerlo, por lo cual, rápidamente, me eché de rodillas al piso, pero ya era tarde. Quien había entrado era, una vez más, Mica:
“¿Qué hacés de pie?” – me imprecó, aunque sin demasiada severidad en el tono sino más bien como si simplemente quisiese recordarme cuál era mi rol allí.
Temblando, bajé la cabeza hacia el piso.
“L… lo siento, seño… rita Micaela; s… sólo m… me incorp… oré para…”
“No te pregunté nada, pelotuda – me interrumpió bruscamente (la realidad era que sí había preguntado) y mi sexo se humedeció ante el epíteto; ¡Dios! Esa chica casi insultaba mejor que Rocío: lo hacía más visceralmente, con más odio, como entre dientes; de pronto la expresión de su rostro se trocó en sonrisa -. Sabés a qué vine?”
Mi corazón volvió a acelerar su ritmo. Dos posibilidades se me cruzaron por la cabeza: una era que Mica tuviese ganas de hacer más pis, lo cual generó en mi pecho una creciente excitación; la otra era que ahora… tuviese ganas de defecar… Esa última posibilidad me generó en igual medida espanto que morbo enfermizo…
“N… no, señorita Micaela” – respondí, negando con la cabeza.
Mica pasó a mi lado y se sentó sobre el inodoro. Su actitud me sorprendió y, de momento, quedaban descartadas las dos posibilidades que yo había imaginado. ¿Qué nuevo y sádico plan traía entre manos ahora? Levanté la vista hacia ella; me miraba con ojos tan divertidamente cargados de sadismo que me vi forzada a bajar otra vez la vista como si me hallase en infracción. Ella rio entre dientes al notarlo. No se había bajado el pantalón, de lo cual cabía suponer que no había tomado asiento con la intención de hacer ninguna necesidad; ya sé que es de mi parte un horror admitir esto, pero me alegré de que no fuera así ya que de haberlo hecho, me hubiera irritado mucho el saber que me ignoraba y no me utilizaba. Increíble: celos de un inodoro…
“Quiero que vengas acá” – me dijo, con un tono casi maternal.
Levanté la vista para ver hacia dónde me señalaba y pude ver que, con un dedo índice, se estaba tocando el muslo. Me sentí desorientada: no sabía para qué me quería allí ni tan siquiera si debía ponerme de pie para ubicarme. A los efectos de no hacerla enfadar, opté por algo intermedio: me arrodillé y, luego, me incorporé lo suficiente como para después girarme y sentarme sobre su regazo, casi como si fuera una niña sentada sobre su madre, pero debí haber supuesto que ésa no sería su idea: me detuvo colocándome una mano sobre la cintura:
“No, retardadita – me recriminó -. Así no: al revés”
La miré sin entender. Ella sonrió con la peor de las malicias. Cuando menos lo esperaba, me cruzó el rostro de una bofetada.
“Veo que no entendés – me espetó con desprecio y dando por tierra con el tono maternal de instantes antes –. ¿Es así, pelotudita?”
Me tomé la mejilla, que hervía de dolor ante la violencia del impacto recibido. Otra vez mis ojos comenzaron a bañarse en lágrimas; negué con la cabeza, angustiada por no terminar de entender lo que me pedía. Ella revoleó los ojos hacia el techo y resopló con fastidio; prestamente, me volvió a tomar por los cabellos y, prácticamente, me levantó en vilo, lo cual me hizo gritar una vez más por el dolor. Me dejó caer boca abajo sobre ella, con mi vientre aplastado sobre sus rodillas y mi culo en pompa expuesto a fuera a saber qué. La respuesta a mi intriga llegó de inmediato: un furioso golpe con la palma de la mano se descargó sobre una de mis indefensas nalgas; todo mi cuerpo se contorsionó y mi garganta dejó escapar un gritito.
Algo sorprendida, giré ligeramente la cabeza hacia Mica por encima de mi hombro; de inmediato, sentí que no debí hacerlo, así que regresé otra vez la vista hacia delante y la bajé con temor tras toparme con esos ojos que me miraban radiantes de satisfacción. Me zamarreó por los cabellos, algo que, ya para entonces, ella había convertido en costumbre.
“Durante todos estos meses – me dijo, cargadísima su voz de rabia – estuve soñando con este momento. Soñaba con algo imposible, claro, o, al menos, eso yo creía. ¿Quién puede llegar a pensar que el destino te va a entregar en bandeja a la persona que se quedó con tu puesto?”
Me sentí impotente. Mica insistía en interpretar lo ocurrido como una batalla entre ambas por un lugar en la fábrica, cuando la realidad era que yo ni siquiera había sabido jamás de su existencia, salvo por ocasionales referencias por parte de Evelyn. No obstante ello, entendí perfectamente que no debía protestar ni me estaba permitido hacerlo. Un nuevo golpe se descargó sobre mi trasero. Y otro. Y otro. Y luego otro… Se ensañó sin piedad con una misma nalga y no paró hasta dejármela ardiendo y, seguramente, roja, aun cuando yo no podía verla. Yo no daba más del dolor, no obstante lo cual abrigué la esperanza de que el castigo hubiese terminado; de hecho, ella hizo una larga pausa en la cual no dijo palabra ni tampoco me golpeó. La situación, lejos de aliviarme, me intranquilizó aun más y volví a girar ligeramente la cabeza por sobre mi hombro para echarle una mirada de soslayo. No debí hacerlo: juro que cuando vi ese rostro sólo sentí miedo; sus ojos irradiaban un odio furibundo y su semblante estaba inyectado en el rojo de la venganza llevado a su máxima expresión (ignoro si hay un color para la venganza, pero de existir uno no me cabe duda alguna de que debe ser el que en ese momento exhibía el rostro de Mica). En un momento se pasó el puño por el labio inferior para secarse un hilillo de baba que le colgaba; estaba claramente desencajada… Y el castigo, por supuesto, siguió… En todo caso, dio la impresión de que, al ver ya lo suficientemente roja la nalga azotada, pasó a ensañarse con la otra y puedo asegurar que lo hizo aun con más fuerza que antes y que inclusive fueron más los golpes. En un momento se detuvo; escuché el sonido de la puerta del baño al abrirse; alcé ligeramente la vista para espiar por debajo de mis cejas y, por supuesto, me encontré con Evelyn, quien lucía la más divertida de las expresiones.
“No se detengan por mí – dijo, con maliciosa sorna -; sigan con lo suyo que no quiero interrumpirlas. Al contrario: esto me gusta, je, así que vine a presenciar un poco del espectáculo”
Mica, sobre cuyas rodillas yo permanecía cruzada, le respondió con una sádica risita:
“Por esta putita yo perdí mi silla en ese trabajo gracias a sus habilidades para chupar pija – dijo, con desprecio -: mi máxima satisfacción será hacer que por bastante tiempo no pueda sentarse en ella”
Y con esas palabras que sonaron a condena, la paliza recrudeció nuevamente. Esta vez fue como si disparara a mansalva, golpeando alternadamente sobre una nalga u otra de manera indistinta y sin siquiera seguir un ritmo o secuencia; era más bien una niña enloquecida por la rabia y así era como se comportaba; mis gritos poblaron el cuarto de baño al punto de ahogar por momentos la risa de Evelyn y las guturales y rabiosas interjecciones que profería Mica. Yo no podía más del dolor; impotente, braceaba y pataleaba o, al menos, así lo hice hasta que ya no tuve fuerzas para seguir haciéndolo; paradójicamente, Mica sí mantenía energías como para seguirme golpeando…y así lo hizo. En determinado momento pareció que los golpes comenzaran a hacerse más espaciados y pude oír que su respiración, descontrolada y frenética instantes antes, iba recuperando poco a poco un ritmo más normal. Estaba cansada… o satisfecha… o ambas cosas; cuando cayó la última palmada sobre mis desnudas nalgas, permanecí un rato con los músculos contraídos a la espera de que en cualquier momento fuese a recomenzar la azotaina, pero no fue así: por el contrario, Mica me alzó por los cabellos y me quitó de su regazo; volví a ubicarme en el piso a cuatro patas…
No dijo palabra alguna; su sed de venganza parecía estar, al menos de momento, saciada. Se incorporó y se miró al espejo acomodándose los cabellos como si su acceso de furia se lo hubiese desarreglado. Poco a poco iba recuperando su talante normal, es decir que volvía a lucir la misma altivez que yo le había visto cuando me fuera presentada, pero no ya la ciega ira de unos minutos antes…
“¿Eso todavía sigue allí? – preguntó Evelyn, señalando hacia el montoncito de cristales rotos -. ¿Qué esperás para sacarlo? Es – tú – pi – da…”
Silabeó y pronunció el epíteto de una manera especial, como si le divirtiera el hacerlo pues, claro, bien sabía que ese insulto en mis oídos me remitía a a Rocío y al patético placer que me producía el oírlo de sus labios. En efecto, miré de reojo a Evelyn y la maliciosa sonrisa que lucía dejaba bien en claro que lo hacía con esa intención.
“Ya… mismo lo junto, s… señorita… Evelyn?” – dije, hablando algo trabajosamente por el dolor que me escocía la cola y mientras volvía a tomar en mano escoba y pala de plástico.
“Yo diría que nadita va a tener que reponer un envase retornable – dictaminó Mica sin dejar de mirarse en el espejo -; fue por culpa suya que hubo que romperlo”
“Eso dalo por descontado – convino Evelyn, mientras se inclinaba a mí para tomarme por el mentón y forzarme a mirarla -. ¿No es así, nadita?”
Mi rostro era pura angustia. Con todo el dolor del mundo, sin embargo, me vi obligada a asentir con la cabeza, reconociendo de ese modo lo que en realidad no tenía sentido alguno: que todo había sido culpa mía.
“S… sí, señorita Evelyn – balbuceé, como pude -. L… lo voy a rep… oner”
“Y ya son dos cosas que tenés que reponer” – intervino Mica, sin que yo lograra captar a qué se refería.
“¡Cierto! – exclamó Evelyn -. El consolador: supongo que no lo olvidaste, ¿no?”
Avergonzada y humillada, negué con la cabeza.
“N…. no, señorita Evelyn – dije, con voz queda -; m… mañana mismo le v… voy a pedir al s… sereno q… que…”
“Me dijiste que está lindo el sereno nuevo, ¿no?” – interrumpió Mica, hablándole claramente a Evelyn en tono de picardía.
“Un bomboncito” – le respondió ésta, llevándose tres dedos de la mano a sus labios fruncidos.
“Con razón querías que te cogiera por el culo – dijo Mica, mirándome esta vez a mí y obligándome, nuevamente, a bajar la vista al piso -; entre tanto esperpento que te cogió ahí dentro, supongo que al menos querías uno lindo…”
“Los strippers también estaban lindos” – intervino Evelyn, divertida.
“Bueno, pero ésos trabajan – le replicó Mica -: les pagás y hacen lo que quieras, hasta cogerse por el culo a ésta… Pero bueno, volvamos al tema: nadita, supongo que entonces te queda claro que mañana vas a tener que recuperar el consolador, ¿verdad?”
“S… sí, s…. seño…” – comencé a decir.
“¡El consolador! – exclamó de pronto Mica estrellándose la palma de su mano contra la frente -. ¡Casi lo había olvidado! Esta chica tiene el culo libre!… Nadita, cuando termines con esos vidrios, vení para la sala que te lo pongo nuevamente…”
Ilusa había sido de pensar que mi alivio iba a durar mucho. Sin más remedio, bajé la cabeza por enésima vez y asentí:
“S… sí, señorita Mic… aela; en cuanto l… levante estos vidrios… v… voy a…”
No me dieron tiempo de completar la frase; ya ambas se habían marchado de regreso a la sala, con lo cual había que dar por descontado que mi respuesta poco les interesaba: lo único que allí importaba eran las órdenes… y yo debía obecerlas sin chistar.
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Relato erótico. “Las Profesionales – Una Perra no tan Sumisa” (POR BLACKFIRES)
El tráfico se despeja a medida que el auto deportivo se aleja de la ciudad, entrando a un
valle rodeado de colinas, mientras avanza, Susan Baxter, revisa sus notas del día en su agenda electrónica, esta mucho más enfadada que lo habitual pues volvía a retrazarse por culpa de la ineptitud de Rossana, su ama de llaves, aun no podía despedirla pues no había encontrado reemplazo, realmente había sido un error contratar a una ama de llaves tan joven pero la muy estupida de Rossana había sido la única en aguantar el carácter de Susan, el mandito dolor de cabeza no desaparece, el auto recorre un largo trecho rodeado de árboles que separa las edificaciones de miradas curiosas.
Susan estaciona su auto y baja de el dirigiéndose al edificio central, es la orgullosa dueña de Baxter Health Care & Spa, la clínica estética mas selecta y prestigiosa de la ciudad, es un complejo de varios edificios completos con habitaciones, salas de descanso, quirófanos y el área administrativa.
Su paso es elegante sobre un par de zapatos de tacón de aguja de 3 pulgadas, sus largas piernas sostienen un cuerpo espectacular trabajado por horas de gimnasio y dietas, un culo en forma de corazón, caderas torneadas y un busto 36c están cubiertos bajo un traje sastre tipo ejecutivo, realmente solo algunas leves líneas de expresión delatan sus casi 40 años, pero ella muy bien sabe que cualquier chica de 20 daría lo que no tiene por verse como ella.
Al llegar a su despacho una nerviosa asistente sale a su encuentro con una cartilla de documentos y una taza de café recién hecho.
– Buenos días Dra. Baxter
– No se que les ves de buenos Tara, pero no te quedes allí como idiota y dime que hay para hoy….
– Lo siento Dra., la reunión con Farmacéutica Fuller se cancelo hace una hora, y solo le queda la consulta de la Sra. Corrales para la evaluación de su membresía…
Mientras Tara camina tras ella, entran al despacho e intenta ordenar sus ideas, se sienta en su escritorio y toma la taza de café que Tara le diera.
– Genial, cancelan una reunión importante y para colmo debo reunirme con la vieja Corrales que solo quiere cirugías para verse más joven que la nueva asistente veinteañera de su marido.
Firmando unos documentos termina su primera taza de café del día, la maldita migraña sigue allí.
– Cancela cualquier cita o reunión de la tarde no estoy de humor atender a nadie.
Tara asiente y rápidamente recoge los documentos, para luego salir de despacho.
Los minutos pasan y poco a poco la migraña empieza a ceder, es hora de una llamada, toma el celular y marca de memoria el numero, inmediatamente la contestadora automática le hace escuchar la grabación de un hombre de voz áspera ”Hola no puedo atenderte ahora… ya sabes que hacer…”
– Ya se que hacer pedazo de imbécil… – cancela la llamada, borra el numero de la lista de discado y cierra el teléfono mas enfadada, piensa para si misma ”para que quiero un gigoló si el estupido no esta cuando lo necesito”
Empieza a marcar otro teléfono cuando escucha sonidos de la puerta, empieza a voltear para mirar directamente a la cara de Tara cuando le grite “Que clase de estupida no entiende cuando alguien dice: no estoy de humor atender a nadie “, pero su irritación se convierte en sorpresa al ver a Tara de pie junto a la puerta con sus manos a la espalda y su cabeza baja mirando fijamente el suelo, pero esto no es lo mas sorprendente, una joven de aproximadamente 24 años camina hacia su escritorio, Susan al verla andar contempla cada detalle de su cuerpo, su cintura estrecha y su caderas, sus senos moverse al caminar, en su rostro sus ojos gris verdosos y sus labios gruesos enmarcados por sus cabellos negros oscuros. No es la primera vez que desnuda a una mujer con la mirada, pero si la primera vez que con solo mirar una sus pezones se ponen duros y su coño empieza a humedecerse, intenta levantarse y se da cuenta de la debilidad de sus piernas, a diferencia de ella, la recién llegada avanza con paso decidido hasta el escritorio y mirándole fijamente le aborda.
– Buenos días Sra. Baxter es un placer por fin conocerla, no se levante.
Aquellas palabras no se escucharon como una amable sugerencia. Susan extendió su mano estrechando la suave y blanca mano de la recién llegada.
– Soy Helen Bells, represento a Industrias Fredensborg, supongo que debe conocer sobre mis clientes, hace poco hicimos un primer contacto…
En ese momento la mente de Susan luchaba por prestar atención a la recién llegada y recordar aquel nombre de la compañía que de alguna forma le es muy familiar, pero esa mirada la hacia sentir como el animalito cegado por las luces del auto que lo golpeara a toda velocidad.
En ese momento ambas mujeres rompen el contacto visual y Helen le dice a Tara que se retire… Susan vuelve del viaje donde andaba su mente y recuerda claramente Industrias Fredensborg, la misma compañía que furtivamente intentara comprar la mayoría de las acciones de Baxter Health Care & Spa, forzando una ‘asimilación’, antes que esto se hiciera efectivo Susan pudo evitarlo. Eso y escuchar a Helen dar ordenes en su propia oficina terminan de alimentar su ira, levantándose sin mirar a Helen que ya esta sentada le dice.
– Le agradecería la visita señorita, pero esta empresa no tiene absolutamente nada que tratar con Industrias Fredensborg, y en lo que a mi respecta esta visita termina ahora.
– Sra. Baxter aun no ha escuchado nuestras propuestas y seria un gravísimo error no escucharme.
Diciendo esto ambas mujeres se levanta Susan se encamina a la puerta con paso vacilante y Helen rápidamente la intercepta, la sujeta del brazo y la hace girar para quedar frente a frente.
– Susan querida, realmente quiero hablar contigo sobre el futuro, necesito que me escuches por que mis propuestas serán muy buenas para ti.
Sus miradas se encuentran nuevamente y Susan siente como Helen la empieza a arrinconar contra la pared, sus cuerpos se van uniendo y Susan puede oler el aroma exquisito del cuerpo del Helen, siente como sus senos se empiezan a aplastar contra los suyos, los pezones duros y las manos de Helen presionando su cuerpo contra la pared la hacen sentir nerviosa y excitada.
– Si… si esta es la forma que Industrias Fredensborg hace… hace negocios… no estoy interesada.
– Tranquila Susan… Tranquila… Se que podemos arreglar esto en los mejores términos…
Diciendo esto Helen suelta uno de sus brazos y empieza a deslizar su mano desde la cintura de Susan hacia arriba hasta encontrar el arco de sus senos y los acaricia delicadamente.
– Suélteme quien cree que soy, si Fredensborg cree que enviándome una puta terminare vendiéndoles mi compañía no saben nada de mi.
– Al contrario Susan sabemos muchas cosas de ti…
Diciendo esto Helen desliza su mano en dirección contraria y encontrando el borde de la falda de Susan lo levanta acariciando su muslo y subiendo en dirección a su coño, mientras besa delicadamente el cuello de Susan provocándole un escalofrío y con satisfacción la escucha gemir por primera vez.
– Así me gusta Susan muy pronto sabrás que esta es la forma que me encanta hacer negocios.
Helen suelta el otro brazo de Susan y la toma por la barbilla mirándola directamente a los ojos ambas mujeres pueden ver la lujuria en sus miradas, Helen le planta un beso y su lengua empieza el asalto a la boca de Susan al mismo tiempo que sus dedos entran con facilidad al húmedo coño de Susan que a modo de respuesta solo emite ahogados gemidos.
Susan solo deja a Helen hacer, el beso se prolonga y los dedos en su coño empiezan a bombearla y para sorpresa de Susan su cuerpo empieza a reaccionar ayudando a Helen que ahora con su otra mano abre la blusa de Susan revelando y soltando sus redondos senos, el ataque de Helen se prolonga y Susan solo sigue allí contra la pared gimiendo y moviendo sus caderas al compás que marcan los dedos de Helen.
– Aaaaa… que intentas hacerme…
– Nada que tu no desees… y créeme que tu lo deseas… lo necesitas… lo deseas…
Sin que pueda contenerse Susan observa a la chica dar un par de pasos lejos de ella, observa a Helen meter las manos bajo la falda y sacarse un par de bragas de encaje negro, en ese momento se da cuenta que su cuerpo sigue moviéndose al ritmo de los dedos que bombean su coño, sorprendida, humillada y excitada comprende que son sus propios dedos los que entran y salen de su coño, no puede creer que ella este de pie contra la pared con sus senos descubiertos, masturbándose frente a una total desconocida.
Helen la observa masturbarse y mientras avanza hacia ella le dice
– Ahora si quieres escucharme Susan?
Una asustada, excitada y humillada Susan asiente con la cabeza y dice
– Agg siiii…
– No se hable más… Ahora te hablare de nuestra propuesta y de tu futuro…
Helen coloca sus bragas húmedas en el rostro de Susan y el olor de sus jugos hacen que la excitación de Susan llegue a limites desconocidos, luego le abre la boca y coloca las bragas dentro de la boca de Susan, que simplemente no lo soporta mas y su cerebro se desconecta de la realidad.
En la mente de Susan se agolpan sensaciones y recuerdos que no sabe que tan ciertos son o cuando sucedieron, se ve a ella arrodillada frente a una chica hermosa mamando y lamiendo su coño, luego con su rostro en el suelo lame un par de zapatos de tacón y observa la puerta de su despacho abrirse, luego lamiendo pies y mirando a Tara entrar con un juego de maletas, finalmente se ve atada a su escritorio boca abajo con sus piernas tocando el suelo, sintiendo una lengua explorar su coño y su ano, luego nada solo oscuridad, placer y oscuridad…
Un murmullo despierta poco a poco a la aturdida Susan que reacciona mirando el techo de su oficina, fue una pesadilla, todo aquello producto de su agotamiento y dolor de cabeza, parpadea un par de veces y luego de un momento intenta levantarse y cae en cuenta que esta atada a la silla ejecutiva de su despacho.
Esta completamente inmovilizada y para su terror desnuda, de su cabeza cuelga una maraña de cables de varios colores, en cada uno de sus senos puede ver pads adhesivos a cada lado de sus pezones, al igual que otro par adherido a cada lado de su vulva, Susan empieza a forcejear por liberarse y escucha crujir el suelo, sobre la alfombra una gruesa lona de plástico a sido colocada.
Al seguir intentando liberarse escucha ruido en el baño privado de su despacho y para su sorpresa ve salir a Helen y esta le sonríe.
– Hola Susan me encanta que estés despierta, no te molestes yo misma hice esas ataduras.
– Maldita loca suéltame de una buena vez… SUELTAME
– Tranquila Susan aquí nadie escuchara tus gritos, no recuerdas que mandaste insonorizar esta oficina para gritarle a gusto a tus empleados.
Susan comprende que esta aislada y atada en su propia oficina, empieza a llenarse de terror al ver la naturalidad con que todo pasa.
– ¿Que pretendes hacer…?
– Pues no quisiera aburrirte con detalles, pero ya que pasaremos un tiempo aquí y tu serás parte importante de la compañía te contare…
Helen conecta electrodos a los pads adhesivos de senos y vulva, todos los cables van conectados a computadoras colocadas en la habitación y monitores.
– Como te imaginaras industrias Fredensborg es la pantalla para una gran operación, nuestros clientes son habitualmente magnates, millonarios y demás personas importantes que requieren el servicio de nuestras profesionales.
– Si manejas un maldito grupo de prostitutas no me interesa… suéltame maldita perra loca de mier…
Helen acciona una orden en el teclado y una descarga eléctrica sacude el cuerpo de Susan que convulsiona sin control, dos segundos después el cuerpo de Susan se relaja y mira a Helen con una mezcla de terror y odio.
– Eso te recordara no interrumpirme… todos nuestros socios podrían tener prostitutas, amantes o parejas ocasióneles, pero esto les trae grandes problemas como chantajes, extorsiones y hasta peor amantes enamoradas, debido a esto nosotros por un módico precio les ofrecemos jóvenes mujeres dóciles y obedientes dispuestas a complacer sus mas oscuras fantasías, sin el menor problema para ellos.
Helen se levanta y se coloca al lado de Susan y mirando sus aterrados ojos y acariciándole los cabellos continúa.
– Aquí es donde entras tu mi querida Susan, la membresía aumenta y exigen variedad en la carta de opciones, así que tu negocio brinda facilidades inigualables para establecer nuestra granja de cría…
Helen se sienta en el regazo de Susan.
– Escogemos mujeres con perfiles psicológicos con tendencia a la sumisión, por medio de nuestras técnicas logramos ‘condicionarlas’ y hacerles cooperar.
– Como… como… puedes ayudarles a hacer algo como eso a… alguien, eres una mujer igual que ellas, cuanto te pagan yo pagare el doble…
– Dinero no, no me pagan, ellos me hicieron darme cuenta del placer que se siente obedecer y lo excitante que es mostrar a otras lo obedientes que pueden ser.
– Que piensas hacerme… estas loca si piensas que me convertiré en una puta como tu…
– Nada de eso Sussy no hay ninguna como yo, la mayoría son condicionadas con una personalidad secundaria adictas al sexo y totalmente obedientes, solo una llamada y ordenes y estarán en cuatro patas donde se les diga y frente a quien se les diga, harán cualquier cosa por complacer a su dueño y sentir placer al hacerlo, luego irán a casa sin el menor recuerdo de ser usadas como putas profesionales, en mi caso mi nueva personalidad asimilo la antigua, así que de ser una aburrida investigadora en neurología ahora me divierto haciendo jalea los sesos de nuestras profesionales.
– Eres una puta enferma… pero creo que no sabes tanto de mi maldita, yo jamás he sido ni seré sumisa… y… y… en algunas horas notaran que no he vuelto a casa y empezaran a buscarme…
Helen se sienta a horcajadas sobre Susan y sosteniendo su cabeza con ambas manos y le sonríe de forma tal que a Susan se le hiela la sangre.
– ¿Quien empezara a buscarte o llamar para decir que no apareces? ¿Tu gigoló Carlo que en este momento estará en alguna playa o un motel cojiéndose a Karen una de nuestras chicas, ella lo mantendrá ocupado por días, o tal vez la servicial Tara que ahora tengo en la recepción masturbándose y desviando tus visitas y llamadas pues ”no estas de humor para atender a nadie”?, ¿Tal vez Rossana que desde hace meses te ha estado drogando cada noche y te hace lamerle el coño y oler mis bragas condicionándote a responder a nuestro aroma, y de paso irritándote al bloquear químicamente tu capacidad de llegar al orgasmo… o tu adorable esposo que esta de viaje volviendo en tres semanas?… y hablando de tu familia…
Helen toma del escritorio una foto donde aparece Susan junto a sus dos hijas y su esposo.
– Mira lo que tenemos aquí, una hermosa familia feliz, dos hermosas nenas y su amoroso padrastro al cual respetan tanto como lo hace su madre que tiene amantes y aventuras… que edad tienen las nenas… 19 y 20 no es así… falta poco para que vuelvan de Europa…
– No metas a mis bebes en esto.
Susan termine por romperse y se suelta a llorar, Helen se levanta y toma un maletín mientras dice:
– Muy tarde Sussy pronto tus nenas sabrán lo excitante que es obedecer, mami ayudara a que aprendan.
– Por favor no… mis niñas no… No dejare que me usen no soy sumisa
– Muy tarde Sussy
Helen saca dos jeringuillas llenas de un líquido azul y se aproxima a la aterrada Susan.
– Que haces no te acerques con eso…
Sin siquiera escucharla Helen toma la jeringuilla y tomando uno de los senos de Susan inyecta todo el contenido dentro del seno.
– Aaaaaa estupida que haces…
Helen toma la otra jeringuilla y repite el procedimiento en el otro seno.
-Aaaaauch suéltame.
– Lo que acabo de inyectar en tus senos son nanobots que usando tus senos como colonia entraran en tu sistema llegando a tu cerebro donde me ayudaran a crear tu nueva personalidad, no tenemos mucho tiempo para adoctrinarte así que usaremos estos, son un prototipo de un nuevo colaborador de nuestra empresa, descuida ya los hemos usado con éxito y muy pronto dejaras de pensar con los sesos y en cambio lo harás con el coño, el culo y este hermoso par de tetas… esto te hará tan sumisa como yo quiera.
Susan siente como un hormigueo empieza en sus senos y poco a poco va sintiéndose mareada hasta que pierde el conocimiento, mientras eso pasa Helen termina de conectar todos los equipos y coloca intravenosas en los brazos de Susan.
– Todo listo ahora solo queda esperar.
Los minutos se convierten en días, el hormigueo en sus senos continua y sus pezones son como un par de rocas, a su cerebro llegan imágenes de hembras siendo usadas por hombres o por mujeres, hembras usadas en calabozos, playas, montañas o en plena calle a la vista de todo el mundo, ella es una de esas mujeres que son usadas, la penetran por el coño pues ya ella no tiene vagina, aprietan sus tetas pues ya no tiene senos, lamen su culo pues ya no tiene trasero, esas palabras describen una mujer y ella es solo una perra.
Los vibradores en su coño y su culo la hacen estremecerse pero no llega a correrse, ella necesita correrse venirse como una puta, sentir como su cerebro se apaga con cada orgasmo, pero no logra correrse, es tan bueno obedecer ella necesita obedecer y sentir placer… y… y… algo anda mal… ella no es una perra… ella es una exitosa mujer de negocios, ella es…
Una encarga eléctrica barre su cuerpo por segundos que parecen años y cuando su cuerpo se relaja siente como quitan de su cabeza unas gafas de realidad virtual, una sonriente Helen le comenta.
– Lo estas haciendo excelente Sussy, esta ves estuviste 45 minutos siendo una puta, pronto estas crisis de personalidad las haremos desaparecer, no te preocupes.
– ¿Por que me haces esto a mí…?
– La respuesta es simple, por que puedo, y por que todas las personas que te conocen piensan que eres una maldita perra, quien soy yo para contradecirles.
CONTINUARA…
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blackfires@hotmail.com
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Relato erótico: “Cuentos para viejos. El Pub” (PUBLICADO POR SIBARITA)
Nos hemos dado cita en un pub que no conozco y que,
desde luego, no es uno de los locales que normalmente frecuento. Esta atestado y llegar hasta la barra es una verdadera proeza a la cual no contribuye la forma en que estoy vestida, una corta minifalda blanca y un top rosa, semi transparente que deja mi ombligo al aire y cerrado, en un decir, por tres pequeños botones y una especie de cordón para ajustarlo.
Después de que las presiones de unos y otros me hayan llevado casi en vilo hasta la barra, en la que amablemente me hacen un hueco y puedo pedir mi habitual gintonic, me sacudo un poco de la presión ambiental y observo la gente que me entorna. Son hombres todos, por supuesto, y como los ojos de la mayoría están fijados en mi escote, comienzo a sospechar que el trayecto hasta la barra no se ha producido sin daños. En efecto, de los tres botones de mi blusa, uno ha desaparecido y no es cuestión de ponerme a buscarlo; el segundo esta desabrochado, con lo cual mi blusa está muy indiscretamente abierta y solo se mantiene gracias al último botón y el cordón de ajuste. De mi falda no puedo decir nada, no hay espacio en el local ni para mirar hacia abajo, y solo el roce de una mano sobre mis piernas, me permite hacerme idea de hasta dónde puedo tenerla remangada.
Estoy casi prensada contra la barra, alguien, supongo que el dueño de la mano que antes me exploraba, está literalmente pegado a mi trasero y no para de moverse buscando situarse más cómodamente entre mis nalgas, cosa que no permito por medio de un empujón que también me permite ganar espacio para reacomodar mi vestimenta en lo posible; la falda vuelve a su posición normal, acomodo el escote de la blusa abrochando el botón que casi pende de un hilo, y aun así, me doy cuenta por el espejo que hay tras la barra, soy algo como un merengue en una mesa llena de niños hambrientos, mi blusa solo alcanza a taparme los pezones pero deja al aire y bien a la vista, casi todo el resto. A mi derecha, un hombre joven, de unos cuarenta y pico años me habla ofreciéndome una segunda copa. Es cortes y su tono es amable mientras trata evidentemente de ligarme, así es que, sin distraerme de que, alguien a mi izquierda esta acariciándome el brazo, como quien no quiere la cosa, acepto la invitación e iniciamos una de esas conversaciones banales en las que, el presunto conquistador, trata de demostrar su ingenio.
Rectifico mi opinión en poco tiempo. Carlo, así dice llamarse, no tiene nada de tonto y su conversación es aguda, divertida e interesante. Es economista y aunque habla perfectamente castellano, su forma de hacerlo y un levísimo acento, delatan su origen italiano.
La presión ambiental ha disminuido, de modo que ahora puedo hacerle frente sin necesidad de romperme el cuello. Han pasado casi dos horas desde mi llegada y debemos estar por la tercera o cuarta copa juntos; he olvidado la cita que tenia concertada, razón de mi presencia en este pub, y me empiezo a sentir un poco mas que animada.
Me ofrece un nuevo cigarrillo, pero esta vez y al estar cara a cara, veo como sus ojos abandonan los míos y me doy cuenta de que uno de mis senos ha salido de su refugio y luce claramente descubierto ante sus ojos, así que muy tranquilamente lo vuelvo a ocultar, aunque al hacerlo, el silencio parece que se instala entre nosotros durante segundos y sin romperlo, Carlo toma su copa y me brinda su trago antes de beberlo; leo en sus ojos lo que va a suceder a continuación y no me equivoco pues sus manos se dirigen hasta mi blusa y, con toda calma, desabrocha el segundo de los botones y, aun más despacio desata la cinta de ajuste apartando la tela para dejar mis pechos al aire, aunque por poco tiempo porque de inmediato los cubre con sus manos.
Nadie parece haberse dado cuenta de lo que sucede entre nosotros, tan solo la presión de mi vecino de la izquierda parece haber aumentado en su intensidad. Tampoco extraña a nadie el que Carlo me atraiga hasta pegarme a su pecho, ni que su boca voraz se adueñe de la mía que le responde igual de hambrienta, mientras me abrazo a el con verdaderas ganas, olvidándonos ambos del lugar en que estamos. También lo hace el tipo de la izquierda, ahora situado a mi espalda, mientras Carlo me abraza, el levanta mi falda hasta casi mis caderas y trata de meter las manos debajo de mi tanga, totalmente pegado a mi culo sobre el que siento la presión de su verga.
Carlo, mientras tanto, no pierde comba. Se ha dado cuenta de lo que sucede a mi espalda y parece aceptar muy complacido la colaboración del desconocido, mientras con una mano acaricia mis pezones, hace descender la otra hasta encontrar mi tanga y la mete bajo el elástico buscando mi vagina hasta encontrarla.
El efecto combinado de esas manos es demoledor. Un dedo de mi explorador trasero está presionando sobre mi ano tratando de dilatarlo con su presión, para meterse, mientras la mano de Carlo ha llegado a su destino, con sus dedos separa mis labios ya empapados por la excitación para meterme un dedo clavándolo todo lo mas que puede. Acaricia mi clítoris que responde con un escalofrío y pide más caricias, mis pulsaciones se aceleran cuando siento que mi vecino trasero ha cambiado de actitud, con una mano atenaza uno de mis senos, siento que ha sacado su verga y presiona con ella sobre la entrada de mi culo… Lo consigue, me la ha metido entera, propulsándome contra el cuerpo de Carlo, que al sentirme pegada a él saca sus dedos de mi vagina, desnuda su polla y la clava en mi hasta hacerme sentir que estoy repleta y es cuestión de minutos que ambos eyaculen en mi interior.
No puedo permitirlo. Estamos a punto de que alguien se de cuenta y montemos un escándalo que terminara en Comisaria; hay que parar y lo hago sacudiéndome de ambos, pero la razón no impide que la calentura continúe, y les propongo que me acompañen a mi casa, así que los tres recuperamos la compostura y abandonamos el local, no sin que algunas sonrisas cómplices nos acompañen hasta la misma puerta.
El viaje es corto, aunque creo que a los tres se nos hace eterno, y cuando montamos en el ascensor, la imagen que presentábamos debía ser más que cómica. Imaginaros la escena, dos hombres bien vestidos y aparentemente muy serios, y yo entre ellos, una mujer atractiva vestida con una minifalda blanca que en algún momento debió cubrir a una escueta y bonita tanga color carne, que ahora se exhibía descubierta; la blusa, abierta hasta la cintura y apenas colgada de los hombros, mostrando un par de tetas talla 95 con los pezones erguidos y desafiantes. Claro que si se hubiera visto por detrás, aun hubiera sido mas cómica, Dos manos, de dos hombres distintos, posadas sobre cada una de mis nalgas.
Al abrir la puerta de mi casa tuve que poner orden, de no haberlo hecho me hubieran follado allí mismo, sin perder el tiempo ni en cerrar la puerta. No fue fácil, pero pude calmarlos y pasamos al salón para seguir la fiesta, no sin antes averiguar que el tercero en discordia se llama Juan, y que es mas lanzado que Carlo, o por lo menos es quien toma la delantera, porque sin mojar siquiera los labios en la copa que les he servido, me atrapa manifestando a través de su pantalón un deseo evidente. Me besa en la boca y su lengua se enzarza en un incruento combate con la mía, en el cuello, la barbilla, las orejas; se detiene en el nacimiento de mis pechos para quitarme la blusa definitivamente y tirarla sobre el sofá, y su boca se hace dueña de mis pechos, mordisquea mis pezones, los chupa, los recorre con su lengua, y nuestra temperatura va en aumento. Con sus manos busca la cremallera de mi falda, hasta entonces enrollada a mi cintura; hace descender mi tanga hasta quitármela, se arrodilla ante mí y metiendo su cara entre mis piernas llega con su lengua hasta mi clítoris. Todo mi cuerpo temblaba como una hoja, con sus dedos, que había metido en mi vagina, había iniciado un mete y saca que me hacía sentir oleadas de placer, tiré de él hasta ponerle en pié, hábilmente se colocó entre mis piernas para meter su verga. Era fantástico sentirle dentro de mí mientras me mordía y apretaba las tetas, mientras sentía la proximidad de un orgasmo fabuloso. Estábamos totalmente desatados, solo sentía que también el estaba a punto de correrse y cuando lo hizo dentro de mi sentí la potencia de sus descargas al compas de las mías.
No estábamos solos, me acorde de ello al mirar hacia el sofá y ver a Carlo totalmente desnudo, tranquilamente fumando un cigarrillo mientras se masturbaba con vehemencia mostrando una enorme verga babeante.
Después de asearme y mientras Juan lo hacía, regrese al salón donde Carlo seguía aferrado a su verga; ya me había impresionado cuando unos minutos antes, la había visto por primera vez, pero ahora lucia aun mas impresionante y provocadora, de modo que me senté a su lado y trate de abarcarla con mi mano. Tarea imposible, el solo contacto de mi mano parecía hacerla crecer aun mas, así es que preferí abandonarla y recorrer todo su cuerpo con mis manos, mientras él hacía lo mismo con las suyas. Inevitablemente, en pocos minutos, su lengua había llegado hasta mi sexo y descubierto mi clítoris del que se apodero al instante. Era un experto, utilizaba su lengua no solo para lamerlo sino como un autentico pene penetrándome y provocándome sensaciones inimaginables.
Por supuesto yo también en mi recorrido había hecho algunos descubrimientos, el principal una verga gloriosa que lamia como si fuera un helado inagotable, dándole en cada recorrido un beso a boca abierta sobre la misma cúpula; le mordisqueaba desde su misma base y por más que abría la boca apenas si podía conseguir hacer entrar la cabeza de su verga. Solo a base de muchos intentos, sintiendo los estragos que producían sus dedos y su lengua en mi vagina, conseguí hacer entrar en mi boca aquella enorme cabeza, justo en el momento que empezaba a producir unas enormes descarga y pronto su semen escurría por las comisuras de mi boca.
Mi orgasmo se produjo por sorpresa, ni imaginaba que en un instante y de forma fulminante, la verga de Juan, no podía ser otro, perforaba mi ano iniciando un frenético golpeteo que precipito mí orgasmo y el suyo, quedando los tres rendidos sobre la alfombra empapada.
Cuando recuperamos, Juan nos explico cómo al salir del baño, vio la mamada que yo le estaba haciendo a Carlo y se empalmo como un burro, dándose cuenta sobre todo, de lo que mi postura le invitaba a hacer. Como no es un salvaje, sabia el dolor y los daños que su penetración anal podría producirme, así es que busco en la nevera un paquete de mantequilla, lo más socorrido, embadurno bien su polla y se coloco en posición a mis espaldas para poder penetrarme sin que yo pudiera evitarlo. Me enfade un poco, aunque tuve que reconocer sus precauciones para no dañarme, y acabamos riendo los tres, bebiendo y casi como habíamos empezado, sentada entre ello y con sus manos recorriéndome.
La enorme polla de Carlo estaba de nuevo pidiendo guerra. Sentados como estábamos maniobraron para que quedase acostada sobre ambos, mi cabeza sobre las piernas de Juan y el resto de mi cuerpo sobre Carlo. Ambos eran de decisiones rápidas. Juan, además de masajear mis tetas, había conseguido situarse de manera que con su verga acariciaba mi cara, con lo cual no me quedo mas opción que meterla en mi boca haciéndole una profunda mamada. Carlo, por su parte, jugueteaba con sus dedos en mi sexo, abría los labios, metía sus dedos, primero un poquito, luego más profundamente; uno, dos dedos, y hasta tres; pellizcaba mi clítoris, titilaba en el al tiempo que con sus dedos jugaba a la penetración. Cambiaron de postura, ahora era Carlo el que me hizo levantar mis piernas para apoyarlas sobre sus hombros, con lo que aquella enorme verga que tiene, empezó de inmediato a ejercer presión sobre mi vulva, ya muy mojada por el tratamiento anterior de sus dedos. Tampoco se anduvo con chiquitas, de un solo empujón me la clavo hasta el fondo, iniciando un frenético vaivén que alternaba con momentos de lentísima presión, pero tratando de llegar aun mas lejos; el caso es que, con aquella enorme verga que me llenaba por completo, otra vez se anunciaba la llegada de un nuevo orgasmo múltiple y así fue en un momento, Carlo me llenaba mi vagina a rebosar, mientras Juan lo hacía con mi boca, y yo me iba llenando con el semen de ambos.
Y la cosa no había terminado. Carlo me dio la vuelta colocándome en la postura del perrito, y metió su cara entre mis nalgas para con su lengua comenzar a darme lametones; los alternaba entre mi vagina y mi ano, al que de nuevo trataba de penetrar con su lengua, mientras Juan parecía querer taparle la salida, puesto que de nuevo había metido su verga en mi boca e intentaba llenarme hasta la garganta. Ahora Carlo, que se había hecho con los restos del paquete de mantequilla, embadurnaba mi culo y extendiendo la grasa con su verga que así también le quedaba bien pringada, preparada para situarse a la entrada de mi esfínter y con una delicadeza sorprendente y muy de agradecer, comenzó a penetrarme dilatándome hasta que le cupo entera. Cuando sus huevos quedaron pegados a mi culo, fue cuando comenzó la verdadera “trepanación” y, además de doble efecto, porque a cada embestida de Carlo, el empujón hacia que la polla de Juan entrase mas y mas en mi boca y ya la sentía en mi garganta.
A partir de ese momento fue el total desmadre, Si uno me perforaba por mi culo, el otro lo hacía por mi boca, o por mi vagina, si chupaba una verga o una descargaba en mi boca, le seguía la otra de inmediato, en una competencia en la que yo era el objeto de su deseo y su premio, al mismo tiempo, y así seguimos no se por cuanto tiempo, porque horas después despertamos los tres revueltos sobre una alfombra completamente arruinada.
Mientras se hacia el café, que necesitaba desesperadamente, me dirigi al cuarto de baño y puse en marcha el jakuzzi, metiéndome en el agua cabeza y todo; después me lavaría pero, por el momento estar cubierta por el agua y con los ojos cerrados era como estar en el paraíso. No me di cuenta de que alguien mas había entrado, hasta que sentí el roce de otra piel sobre la mía, mejor dicho, las manos de Carlo sobre mis tetas, amasándolas, pellizcando mis pezones que se erizaron al contacto, su boca sobre mi boca y su lengua jugando con la mía que respondía de forma automática. De inmediato, sentí la presión de su verga sobre mi vientre y como colocaba su cuerpo entre mis piernas y fueron mis manos las que guiaron su verga hasta empalarme literalmente en ella, disfrutando de las sensación de sentirme totalmente llena, mas aun cuando acelero sus movimientos y comencé a recibir su descarga de semen. Ya no era tan abundante como las veces anteriores, pero Juan estaba allí para suplirlo porque, en cuanto Carlo saco su polla, el otro me agarro de inmediato y sin preliminares hizo que apoyase mis manos en el borde del jakuzzi, volviéndole la espalda, para colocarse detrás de mí y tomándome de las caderas, me la clavase hasta dejar sus huevos pegados a mi culo. Desde luego no se quedó quieto, a pesar del más que considerable tamaño de su verga, estaba tan lubricada y mi excitación había llegado a tal punto, que además de remover mis caderas ayudándole en sus envites, llame a gritos a Juan y cuando llego, le dije de entrar en el agua y sentarse en el borde del jakuzzi, para cambiar el apoyo de mis manos a sus rodillas y pedirle meter su polla en mi boca. Me había gustado la experiencia en la que los envites de uno, que me estaba follando por el culo, se traducían en que la polla del otro entrase más a fondo en mi garganta.
- : De como se inician las amistades
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Relato erótico: “Intercambio de madres (Parte 1 de 2)” (POR TALIBOS)
INTERCAMBIO DE MADRES (Parte 1/2):
Hace un par de meses, leí una noticia en el periódico que me causó un profundo malestar. En ella se contaba la historia de una mujer, estadounidense, de unos 40 años y relativamente famosa por haber sido animadora en la NBA, que se había declarado culpable del delito por el que estaba siendo juzgada para obtener una reducción de pena. Dos años le cayeron.
¿Su crimen? Haber mantenido relaciones íntimas con un amigo de su hijo, un chaval de 17 años y, por tanto, menor de edad.
Y yo me pregunto… ¿En serio un chico con esa edad es tan inocente como para dejarse “pervertir” por la mujer? O más bien podría decirse que el chico había “triunfado”, obteniendo sexo con una bella mujer (ex-cheerleader, insisto) y, una vez descubierto el pastel, la pobre era la que acababa pagando el pato…
Estoy de acuerdo con que los corruptores de menores, los pederastas y demás, deberían acabar en la cárcel y, después, tirar la llave bien lejos, pero, ¿es así éste caso en particular? ¿En serio somos tan inocentones que pensamos que un chico de 17 años no sabe dónde meterla?
Espero que no juzguen a la animadora yanqui con excesiva dureza porque, si es así, seguramente pensarán que a mí deberían fusilarme.
Por eso me sentí mal al leer la noticia. Porque mi historia… es muchísimo peor.
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Todo empezó hace 6 meses… Bueno, no. La verdad es que la cosa venía de antes.
Ahora que lo pienso, lo mejor sería hablarles primero un poco de mí, para ponerles en antecedentes.
Mi nombre es Elvira y soy un poco más joven que la mujer del periódico. Nací en el 80, así que tengo 35 años recién cumplidos. Soy madre de Borja, un chico estupendo, alto, guapo, estudioso, buen deportista… qué les voy a decir, es mi hijo.
El mejor amigo de Borja es Sergio, el origen de todos mis desvelos. También es muy guapo, un poco más bajo que mi Borja, que mide 1,90, también buen estudiante, aunque no tan aficionado a los deportes como su amigo.
Son inseparables desde párvulos y siempre se les ve juntos. Sergio llegó incluso a apuntarse al equipo de baloncesto donde juega Borja, a pesar de que no es lo suyo, sólo para pasar más tiempo con él. Como no se le daba muy bien, dejó el equipo muy pronto pero, como es un chico serio y responsable, consiguió que el entrenador le diera permiso para participar (cuando le apetecía) en la parte física de los entrenamientos.
Los chicos se criaron como hermanos, repartiendo el tiempo entre mi casa y la de Úrsula, la madre de Sergio, madre soltera como yo.
Bueno, decir que soy madre soltera no es del todo correcto, ni tampoco divorciada, pues, en realidad, mi matrimonio fue declarado nulo por un juez, gracias a la intervención de mi tío Elías, el abogado. Les cuento.
En mis años de instituto yo era (supongo que como todas) una jovencita bastante estúpida y con la cabeza llena de pájaros. Eso me llevó a colarme por un compañero, Rogelio, quien, a pesar de su horrible nombre (él también lo odiaba, haciendo que todo el mundo le llamara Charlie), estaba buenísimo, con su pinta de malote y su actitud desafiante. Nos tenía a todas loquitas.
Pero fui yo la que acabó llevándose el gato al agua, logrando que me pidiera para salir empleando algunas técnicas de seducción muy poco sutiles. Me sentí la reina del instituto cuando logré mi objetivo, gozando al sentir cómo las miradas de odio de las demás chicas se clavaban en mi espalda, cuando se descubrió que Charlie estaba saliendo conmigo.
No pasó mucho tiempo de noviazgo antes de que Charlie anunciara que estaba ya “hasta los cojones de tanta paja” así que, temerosa de que me dejara tirada y se fuera con otra que le diera lo que deseaba (candidatas no le iban a faltar) consentí en que se metiera dentro de mis bragas una calurosa tarde primaveral en su dormitorio, donde habíamos quedado para “estudiar”.
No fue bonito, no, no tuve una primera vez placentera y maravillosa como he leído en otras historias; fue bastante sórdido e insatisfactorio. Yo había visto su verga ya muchas veces y la había sopesado manualmente en más de una ocasión (como ya habrán deducido de su comentario anterior), pero, que te metan esa cosa dura y pringosa cuando tú, en el fondo, no estás preparada… boba de mí.
Alguna vez he escuchado la estupidez de que una no puede quedarse preñada cuando lo hace por primera vez. Y un jamón. Chicas, no os lo creáis, que es mentira. Doy fe.
Aún recuerdo a mi padre, descalzo, vestido únicamente con el pantalón del pijama y una camiseta de tirantes, aullando en el salón como un poseso, con el arma reglamentaria de la benemérita en la mano, intentando escapar de la presa que le hacía mi madre, para ir en busca “del hijoputa que le había desgraciado a la niña y volarle los huevos”.
Así, sin comerlo ni beberlo, el pobre Charlie (que lejos de ser el tipo duro que aparentaba, era un ceporro de cuidado) se vio obligado a casarse conmigo, por lo civil, porque el cura del barrio, en cuanto se corrió la voz del bollo que estaba cocinando, se negó en redondo a celebrar la ceremonia para aquellos pecadores.
Con semejantes precedentes, no es de extrañar que mi matrimonio fuera un éxito. En honor a Charlie, hay que reconocerle que aguantó como un campeón casi dos meses cambiando pañales y trabajando de repartidor en el curro que mi padre le había buscado y luego… se quitó de en medio.
Bien pensado, tan ceporro no debía de ser el muchacho, porque lo cierto es que desapareció sin dejar rastro, a pesar de los intentos de mi padre (con la ayuda de la guardia civil, no lo olvidemos) de localizarle para cumplir por fin su amenaza. No sé, quizás se metió en la Legión Extranjera, vete tú a saber.
Los siguientes años fueron bastante jodidos. Vivía en casa de mis padres, con mamá ayudándome en todo lo que podía y papá lo mismo, aunque haciéndose el duro y simulando seguir enfadado conmigo, mientras le pasaba dinero a escondidas a mi madre para que me lo diera a mí, para ayudarme con los gastos.
También me ayudaron mucho mis tíos, Elías y Carmen. Como dije antes, fue mi tío el que logró, unos meses después de la desaparición de Charlie, que mi matrimonio fuese declarado nulo.
Mi tía Carmen me pagó un curso de administrativa por correspondencia y me ayudó a conseguir trabajo como secretaria en una inmobiliaria. Pero pronto me di cuenta de que, como se ganaba dinero de verdad, era con la venta de inmuebles, así que me preparé a conciencia y conseguí que el dueño (caída sugerente de ojos mediante) me pusiera a prueba como vendedora. Y me fue muy bien.
El trabajo se me daba de miedo y pronto empecé a ganar lo suficiente como para abandonar el hogar familiar (aunque no me fui muy lejos, alquilando un piso en el mismo edificio). Ya sé que pensarán que fue una tontería por mi parte, total, mudarme para irme justo al lado, pero mis padres se sintieron mejor viendo que su hija era capaz de abrirse camino por si sola, así que no dudé.
Un par de años más tarde abandoné mi trabajo en la agencia, cambiándola por otra más importante, especializada en viviendas de lujo y la cosa me fue todavía mejor. No hice muchas amistades en el trabajo, pues, a esos niveles, el negocio es bastante competitivo, así que de compañerismo mejor ni hablamos. Como se me daba bastante bien, desperté envidias y recelos, pero a mí me daba exactamente lo mismo, pues yo estaba allí sólo para ganar pasta y darle la mejor vida posible a mi hijo, no para caer simpática.
Reconozco que un poco perra sí que fui, pisándoles ventas a los demás cada vez que me surgía la oportunidad sin cortarme un pelo, exactamente igual que hacían ellos en cuanto podían, no crean, sólo que… a mí se me daba mejor.
Por eso me gané fama de cabrona (merecida) y también de puta (inmerecida), extendiéndose el rumor entre mis compañeros de que no me cortaba a la hora de follarme a un comprador, si con eso conseguía cerrar una venta.
Les juro que eso es del todo falso. Sólo en una ocasión salí con un cliente y fue sencillamente porque nos gustábamos, sin segundas intenciones. Pero la gente se enteró y la fama permaneció.
Me daba igual. Que murmuraran cuanto quisieran. Lo único importante para mí era Borja.
Yo ponía el alma en cada venta, currándomelo de verdad y usando todos los recursos que tenía disponibles. Mi inteligencia, mis conocimientos, mi don de gentes… y sí, por qué no decirlo: mi atractivo físico.
Sé que soy una mujer seductora. Siempre lo he sabido y he procurado sacar el mejor partido de ello. Nadie me censuraría por utilizar mi inteligencia para hacer bien mi trabajo así que: ¿por qué no iba a usar el atributo de mi belleza, si al fin y al cabo también me la había suministrado la naturaleza?
Me consta que soy sexy y he usado esa ventaja tanto como he podido. Unas veces salía bien, como cuando lograbas una venta poniendo de buen humor al cliente, simplemente por llevar un botón de más en la blusa desabrochado y otras veces salía el tiro por la culata, como cuando un imbécil te hacía un bombo a ti en vez de a otra, sólo porque te escogió por ser más guapa que las demás.
Así que veo mi aspecto físico como un factor útil en mi trabajo, una herramienta más y, por supuesto, las herramientas hay que cuidarlas, por lo que acudo al gimnasio al menos dos veces por semana, para mantener los muslos firmes, el culo prieto y las tetas apuntando al frente.
Vale, vale, ya sé que lo que quieren ustedes es que sea un poco más concreta. De acuerdo, les diré que soy de cabello castaño, ojos azules, 1,70 de altura, peso 54 kilos y mis medidas son 94, 61, 90, un poquito tetona, pero no está nada mal ¿eh?
Desde luego, a Sergio sí que le parecía atractiva, eso puedo asegurarlo.
Sergio y Borja. Borja y Sergio. Siempre juntos. Dos de los tres mosqueteros. Siempre por casa, me acostumbré a verle si no como un hijo… al menos como un sobrino muy querido. Y Úrsula veía igual a Borja.
Por el título de la historia, habrán deducido que Úrsula también tiene un papel protagonista en todo esto, ¿verdad? Os hablaré un poco de ella.
Madre soltera, como yo, también se había visto obligada a criar a su hijo casi sola (con la única ayuda de sus padres), pues el tiparraco que la preñó no quiso saber nada de ella (lo que, bien mirado, fue una suerte), por lo que su vida se parecía bastante a la mía, aunque, en su caso, siendo maestra, el sueldo no le daba para demasiadas alegrías, por lo que seguía viviendo en un pequeño apartamento junto a su vástago, mientras que yo había comprado a través de la agencia una preciosa casa mata de enorme patio, junto al parque, abandonando años atrás el edificio en que me crié.
Era por eso (y sobre todo por la piscina que teníamos en dicho patio) que los chicos, de pequeños, preferían estar en nuestra casa antes que en su piso, aunque, a medida que fueron haciéndose mayores, equilibraron los ratos que pasaban en ambos hogares, prácticamente alternando las visitas en casa de uno o del otro.
Úrsula había sufrido una experiencia similar a la mía; chica tonta (un par de años mayor que yo), novio universitario salido y preñez al canto, sólo que sus padres se habían mostrado más comprensivos que los míos, no obligándola a matrimonios glamurosos, encargándose además de criar a Sergio mientras ella lograba terminar magisterio.
Curiosamente y a pesar de los claros paralelismos de nuestras vidas, nunca llegamos a congeniar por completo. Nos apreciábamos, por supuesto y ambas confiábamos la una en la otra a la hora de encomendarnos a nuestros respectivos retoños, pero la amistad no acabó de cuajar.
No sé, quizás fue que, en el fondo, las dos nos sentíamos un poco molestas cuando estábamos juntas, pues sentíamos que, por una vez, las miradas que los hombres nos dedicaban habitualmente se repartían entre dos, en vez de ser sólo para una.
Lo admito. Úrsula está muy buena.
Como he dicho, ya ha cumplido los 37, pero he de reconocer que se conserva muy bien. Sé que también va al gimnasio, aunque no al mismo que yo, cosa que creo es a propósito, pues el mío queda bastante cerca de su casa.
Rubia, tetona y con un culo que hasta yo le he dedicado un par de miradas apreciativas y eso que las mujeres no me atraen en absoluto. No es de extrañar pues, que mi Borja no se conformara en pasar todas las tardes en mi casa y quisiera estar de vez en cuando donde pudiera regalarse la vista con la jamona mamá de su amigo. Menos mal que Úrsula es profesora de primaria, porque, de haber sido maestra de instituto, apuesto a que sus clases, rodeada de mozos en plena pubertad, habrían sido un auténtico espectáculo.
Y Sergio… exactamente igual… pero conmigo.
Como dije antes, los acontecimientos que voy a narrar tuvieron su inicio hace seis meses, pero ya desde mucho antes había observado el franco interés que Sergi sentía hacia mí. Bueno hacia mí exactamente no, más bien hacia mis tetas y mi culo.
Qué quieren que les diga, yo sabía perfectamente que el chico me encontraba atractiva y lo cierto es que jamás le di importancia.
Ya tengo 35 años, sé que todavía soy joven, me mantengo en forma y aún me quedan por delante muchos buenos años; pero, aún así, reconozco que, cuando me miro en el espejo y descubro alguna arruguita aquí o algún centímetro de más allá, me siento un poco mal y el hecho de que un jovenzuelo imberbe, que debía de estar rodeado de guapas jovencitas de instituto, me echara disimuladas miraditas cada vez que podía… me halagaba profundamente.
Aún recuerdo cuando los niños eran pequeños, 7 u 8 años y Úrsula o sus padres los traían a casa para que pasaran la tarde. El pequeño Sergio, que era un torbellino, entraba disparado para abrazarme y darme un beso entre risas. Era un niño abierto y extrovertido, una alegría de chaval…
Pero… cuando llegó la pubertad… los besos y abrazos desaparecieron como por ensalmo y, a cambio… aparecieron los rubores, las miraditas culpables y el azoramiento al hablar. La edad del pavo, vaya.
Yo sabía perfectamente que el pobre chico se me comía con los ojos, más de una vez le sorprendí mirándome el escote, o deleitándose con mi trasero en cuanto me daba la vuelta.
Por cierto, permítanme que haga un inciso; no sé qué les pasa a los hombres, no importa la edad que tengan, se creen que pueden mirar a una mujer con las babas colgando y que nosotras, aquejadas de algún tipo de ceguera selectiva, no nos enteramos de nada.
Sois gilipollas. Nos damos cuenta siempre, lo que ocurre es que no puedes pasarte la vida pegándoles gritos a los tíos que se asoman en tu canalillo y montando broncas con todos. Además, como ya habrán deducido antes, cuando les hablaba de mis “técnicas de venta”, lo justo es reconocer que no me molesta precisamente que me miren.
Y, si el que me mira, es un guapo jovencito… admito que hasta me agrada.
No, no me malinterpreten, no estoy diciendo que fuera provocando al chaval para ponerlo cachondo y sentirme guapa, eso no es verdad. Yo no hacía nada especial para acentuar su interés; simplemente… no le hacía caso.
– Si quiere mirar… que mire – me decía a mí misma.
Sabía que el chico estaba en plena pubertad y era obvio que yo le gustaba, así que… ¿qué tenía de malo si, cuando estaba dándole a la manivela, (seguro que varias veces al día, como mi Borja) tenía en la mente la imagen de mi escote en vez del de la actriz, cantante o compañera de clase de turno? Yo no veía nada de malo en ello.
Y de hecho, nada malo pasó. Los chicos siguieron pasando por casa con tranquilidad, Sergio se mostraba amable y con confianza cuando yo estaba presente, sólo que un poquito más tímido que cuando era un crío y eso era normal ¿no?
Hombre, tampoco voy a decir que no me gustara provocarle un poquito, ya saben, por darle gusto al ego. Pero siempre eran cosas inocentes, como ponerme a tomar el sol en bikini cuando estaban los dos en la piscina, o preguntarles a ambos su opinión sobre cómo me quedaba la minifalda que pensaba llevar por la noche en la cita con el galán de turno, mientras me regocijaba interiormente al leer la franca admiración en los ojos del chico. Ya ven, cosas sin importancia, lo justo para satisfacer mi vanidad.
Hasta el día de la torcedura.
Por si no lo saben, ese día aconteció hace 6 meses, ja, ja, como si no lo hubiese dicho ya. Perdonen la broma, ahora que voy a meterme en materia, me he puesto incomprensiblemente nerviosa.
Ese día empezó con intensidad, con una sorpresa imprevista, pero, contrariamente a lo que esperan si han leído desde el principio, el origen de mi turbación no fue Sergio, sino Borja, mi hijo.
Aunque, supongo que el sobresalto que tuve yo, no tuvo ni punto de comparación con el suyo.
A ver, mamás que tenéis o habéis tenido hijos adolescentes y que estáis leyendo esta historia, estoy segura de que más de una os habréis visto envueltas en situaciones similares.
Me levanté un poco antes de lo habitual, sin que el despertador llegase a sonar y, como todos los días, me di una ducha rápida. Tras hacerlo, me medio vestí y, estúpida de mí, al no haber escuchado a Borja levantarse (como digo, era temprano, aunque yo no era demasiado consciente de ello) fui a buscarle a su cuarto, olvidándome de llamar mientras terminaba de secarme el pelo con una toalla.
Seguro que ya se barruntan el espectáculo que me encontré.
Borja estaba sentado frente a su escritorio, con los boxers bajados hasta los tobillos, aferrando con su mano derecha una bastante respetable erección, agitándola frenéticamente mientras no se perdía detalle de la pareja que follaba despendolada en el monitor de su ordenador.
Bueno, en realidad es más correcto decir que eso estaba haciendo hasta la milésima de segundo precisa en que la tonta de su madre entró en su cuarto sin llamar y le sorprendió en plena paja, pues, en cuanto la puerta se abrió, el pobre chico pegó un bote en su asiento y, a la velocidad de la luz, se agachó y se subió de golpe los calzones, tapándose el asunto como buenamente pudo mientras gritaba enojadísimo:
– ¿Se puede saber qué haces? ¿Es que no sabes llamar?
Yo estaba estupefacta, patidifusa, de pie en el umbral, con una mano aferrada al pomo de la puerta y con la otra sosteniendo la toalla sobre mis húmedos cabellos, paralizada bruscamente en su tarea de secarme el pelo.
– Pe… perdona, Borja – balbuceé – Creí que te habías quedado…
– ¿Te quieres largar ya? – aulló el pobre, colorado como nunca antes le había visto.
– Sí claro, perdona… me voy – dije, reaccionando por fin.
Salí del dormitorio, sintiéndome avergonzada y, en el fondo, un poquito divertida por la situación. En cuanto cerré, se escuchó un golpe sordo contra la puerta y pude imaginarme perfectamente a mi hijo arrojando un cojín hacia donde estaba segundos antes la tonta de su madre.
Poco a poco, fui despertando del shock y entonces le encontré el lado cómico al asunto. Me eché a reír, pero, temiendo que Borja me escuchara y echar así más aceite al fuego, me tapé la boca con la mano para sofocar las carcajadas y regresé a mi cuarto para terminar de vestirme.
– ¿Seré idiota? – me regañé en silencio mientras me miraba al espejo para maquillarme – Desde luego… a quien se le ocurre.
Meneé la cabeza, divertida.
– Por lo menos, el chico está en forma. Quemando energías ya de buena mañana.
Y me reí de nuevo.
Supongo que todas las madres de adolescentes me entenderán; no soy estúpida y desde años atrás era plenamente consciente de que, sin duda, Borja se dedicaba a darle al manubrio siempre que podía; pero, una cosa es saberlo y otra muy distinta enfrentarte con la confirmación visual de que tu hijito anda ya muy… despierto.
Obviamente, había tenido muchos indicios antes, duchas más largas de lo normal, clave en el ordenador para que su mami no pudiera fisgar donde no debía, algún rastro pegajoso en sábanas o ropa interior… pero coño, encontrarse de bruces con tu querido hijo meneándosela… tiene su aquel.
Un rato después, un bastante serio e indignado Borja se reunía conmigo en la cocina, donde le esperaba su desayuno ya preparado. Queriéndome hacer perdonar, le había preparado tortitas, su desayuno favorito y no me había andado con melindres en cuanto a la cantidad.
Cuando entró en la cocina, pude calibrar perfectamente que estaba molesto, pero, sobre todo, avergonzado, así que decidí intentar quitarle hierro al asunto, usando un poquito de humor.
– Toma, cariño – le dije ubicando un gran plato de tortitas frente a él – Tienes que recuperar energías, después de tanto esfuerzo…
Se quedó atónito, mirando a su madre con la boca abierta sin saber qué responder. No aguantando más, me eché a reír y le abracé, besándole el cabello.
– Anda, que… ya te vale – dijo enfurruñado en cuanto le liberé de mi abrazo – Podías llamar a la puerta, leñe. ¿No has oído hablar de la intimidad?
– Perdona, cariño – le dije todavía sonriente – Comprendo que te dé vergüenza que tu madre te pille haciendo esas cosas. Te pido perdón, ya sabes que siempre llamo, pero iba pensando en la reunión de hoy y no me di cuenta…
– Sí, ya, lo que sea. ¿A ti te gustaría que yo entrara en el baño sin llamar cuando te estás duchando?
– Ay, nene – dije juguetona – ¿Es que quieres ver a tu mami desnudita?
– Déjate de bromas – dijo un poco cortado – Que estoy cabreado.
– Y te pido perdón, Borja. Tendré más cuidado de aquí en adelante. Ahora que sé que mi niñito practica ese tipo de… actividades – dije burlona.
– Mamá… – me reconvino él.
– No sé, cariño. Podías colgar una corbata en el pomo de la puerta cuando vayas a ponerte en faena… – seguí con la broma.
– Mamá – dijo él juntando las manos como si rezara – Te lo suplico, déjalo ya. Bastante vergüenza he pasado…
– Vale, vale – concedí – Perdona. Pero no seas tonto, no tienes nada de qué avergonzarte. Es la cosa más natural del mundo. Todo el mundo lo hace. Hasta yo lo hago – admití sin cortarme, tratando de restablecer la confianza.
– Sí, ya lo supongo. Pero, reconoce que es un palo que tu madre te pille… haciendo eso.
– Que sí, que sí. Mea culpa. Lo admito. Te pido mil disculpas.
– Ya está bien. Dejémoslo ya.
– ¿En serio? – dije riendo – ¡Vaya! Y yo que creía que por fin había llegado la hora de tener la charla de las abejitas y las florecitas. ¡Vaya chasco!
– Tranquila, mamá – dijo Borja, mucho más relajado – Esa charla es innecesaria. Soy autodidacta.
– Ja, ja. Muy gracioso. Claro, con tanta Internet, películas y demás, los jóvenes de hoy en día os enteráis de estas cosas bien pronto. Pero ten cuidado, que todo lo que puedes encontrar así son tonterías. Ya sabes, si tienes alguna duda…
– Hablaré con el consejero que nos da las charlas de educación sexual. Gracias, mami.
– ¡Tonto! Lo que digo es que puedes preguntarme lo que quieras.
– ¡Claro! Y aguantar tus cachondeítos hasta que me vaya de casa. Además, mamá, no sé si tú eres la más apropiada para darme una charla sobre planificación familiar y eso, ¿no? – dijo sonriente, guiñándome un ojo.
Yo jamás le había ocultado su origen a mi hijo, ni cómo fue concebido, ni quién era el imbécil de su padre. Él, acostumbrado a ello, no se cortaba en hablar del tema conmigo, bromeando incluso, sin ninguna clase de problemas.
Viendo que empezaba a hacerse tarde, me levanté de la mesa y, tras dejar mi taza en el fregadero, me acerqué de nuevo a mi hijo y volví a abrazarle.
– En eso tienes razón. Y, además, con todos los años que faltan para que me dejes solita. Porque, tú no vas a irte nunca ¿verdad?
– En cuanto cumpla los 18, me piro – respondió él, continuando con una broma que nos traemos desde tiempo atrás.
– De eso nada, monín. Tú te quedas aquí conmigo.
Recogí el bolso y salí de la cocina. Pero, en el último momento, se me ocurrió otra cosa y, volviéndome a asomar desde el umbral le dije:
– Oye, Borja, por cierto. ¿Tú eres virgen? Y no, haberlo hecho con tu manita no cuenta…
Y me largué disparada de allí tras verle enrojecer de nuevo, sin darle tiempo a que me arrojara la tortita que se estaba comiendo, como estaba a punto de hacer.
Como les he dicho, el día empezó con sorpresa. La anécdota no tenía mayor importancia, era una tontería propia de la convivencia, seguro que muchos de ustedes tienen historias similares, pero, esa mañana… no sé que me pasó, pero lo cierto es, que la visión del pene erecto de mi hijo… me perturbó un poco.
No sé. Quizás influyó en mí que llevaba ya algún tiempo sin una cita, pues, últimamente había estado tan liada con el trabajo que había rechazado todos los intentos de acercamiento masculinos, así que llevaba una buena temporada sin sexo (descontando el que me procuraba yo solita, como Borja).
Mientras conducía, rememoraba divertida la anécdota matutina, pero centrándome más de lo apropiado en la erección, que parecía haber quedado grabada en mis retinas, pues bastaba un simple parpadeo para poder verla de nuevo en toda su plenitud.
– Bueno, parece que mi hijo no está nada mal armado – dije en voz alta en la soledad de mi coche.
Por fortuna, pronto llegué a la casa donde estaba citada con mis futuros (así lo esperaba al menos) clientes y pude concentrarme en el trabajo. Se trataba de un matrimonio más o menos de mi quinta, padres de 2 hijos, el mayor de los cuales tendría la edad de Borja. El hecho de que hubieran traído a los chicos a ver la casa, haciéndoles faltar al colegio, me indicó que la venta estaba muy próxima.
Mientras les enseñaba (ya por tercera vez) la vivienda, me fijé en que el chico, el jovencito, literalmente me devoraba con los ojos, lo que me recordó a Sergio. Y a Borja y su…
– Vaya, vaya, amiguito – pensé en silencio mientras el chico me miraba las tetas con disimulo – Mira cuanto quieras guapín, pero no te olvides de decirle a tus papás que la casa te encanta, así podrás verme más veces, cuando quedemos para firmar el contrato, por ejemplo.
Pero claro, no dije nada, limitándome a dedicarle una cálida sonrisa al chico, que le hizo ruborizarse.
– ¡Qué mono! – pensé – Pero, apuesto a que no la tienes tan gorda como mi Borja…
Dejé al chico solazarse la vista cuanto quiso, fingiendo no darme cuenta de nada. Su papi también me dedicó un par de miradas apreciativas, pero con mucho más cuidado, para que no se diera cuenta la parienta.
Yo, experta en esas lides, me había vestido ese día con bastante recato, con falda por debajo de la rodilla y una blusa correctamente abrochada, debajo de una chaqueta a juego con la falda, pues no es buena idea lucir demasiada carne cuando la esposa del comprador le acompaña en la transacción.
Así que, sabiendo cómo manejarme perfectamente en esas situaciones, procuraba estar en todo momento con la mujer, bromeando y charlando con ella, para que viera lo simpática y atenta que era yo y que en modo alguno iba a intentar flirtear con su marido. Y, de paso, al mantenerla distraída, permitía que el buen hombre se regalara la vista como hacía su hijo.
Si sois vendedoras, os voy a dar un consejo: no cabréeis a la mujer tratando de mostraros demasiado simpáticas con el marido. La venta se os cae seguro (obviamente, se aplica lo mismo a los vendedores y las esposas).
Pues bien, la cosa salió a pedir de boca y sellamos el compromiso de compra esa misma mañana.
Contenta porque todo hubiera salido tan bien, decidí tomarme el resto del día libre y, pensando en resarcir un poco a Borja, se me ocurrió llamarle para invitarle a almorzar. Como sabía sus horarios de clase, le di un toque justo durante el último de sus descansos.
– Dime, mamá – resonó su voz en el coche a través del manos libres.
– Hola, tesoro. Te llamo porque he terminado antes de lo que esperaba y he pensado en invitarte a comer. Dile a Sergio que se venga.
– Vaya, pues vienes que ni pintada – dijo mi hijo.
– ¿Por qué?
– Verás. Este idiota ha tropezado antes en un escalón y se ha torcido un tobillo. Me iba a saltar la última hora para ir a casa a por la moto para llevarle, pero si tú vienes a por nosotros, de coña.
– ¿Sergio? – dije preocupada – ¿Qué le ha pasado? ¿Es grave?
– ¡Nah! No es nada. Una torcedura. Pero le duele al apoyar el pié.
– Vale. Quedaos ahí a la hora de salir y yo os recojo.
Una hora más tarde y tras haber aprovechado el rato para llevar el coche a lavar, recogí a los dos jóvenes en la puerta del instituto.
Sergio, efectivamente, iba a la pata coja apoyado en el hombro de mi hijo, que cargaba además con las mochilas de ambos.
– Hola, Elvira – saludó tímidamente Sergio cuando detuve el auto frente a ellos.
– Hola guapo. Qué mala pata, ¿eh? – dije riéndome mientras miraba su pie alzado.
– Muy graciosa mamá – dijo Borja con la voz un poquito tensa por el esfuerzo – Anda, sube atrás, mandril y pon el pie en el asiento, que irás más cómodo.
Ayudado por mi hijo, Borja se ubicó en el asiento trasero, apoyando la espalda en la puerta detrás del pasajero y estirando la pierna sobre el acolchado.
– ¿Y cómo te has apañado? – pregunté mirando hacia atrás, asomándome entre los dos asientos.
– Porque es imbécil – intervino Borja entrando en el coche y saludándome con un beso en la mejilla – Iba mirando lo que no debe y claro…
– ¿Lo que no debe? – pregunté divertida, barruntándome por donde iban los tiros – Adónde irías mirando tú, alma de cántaro, a alguna chica guapa, sin duda.
– Y tanto – continuó con la burla Borja – Celia, que iba hoy en minifalda, venía bajando las escaleras… éste que subía…
– Calla, idiota – farfulló Borja, intentando darle a su amigo un coscorrón.
– No te preocupes. Déjale que se ría. – intervine – Luego, en el almuerzo, te cuento una cosa que ha pasado esta mañana…
– ¡MAMÁ!
Esto es una especie de poder que tenemos todos los padres, no importa lo seguros en si mismos que sean nuestros hijos, todos tenemos la capacidad de avergonzarles a poco que nos lo propongamos.
Y así, entre risas, conduje a los dos jóvenes hasta un restaurante que nos gustaba mucho, donde comimos estupendamente.
Al terminar, me ofrecí a llevar a Sergio a su casa, pero Borja me dijo que habían pensado estudiar un rato, así que era mejor que fuéramos a casa y luego él mismo llevaría a Sergio en la moto.
Pero la cosa no salió así.
………………………………………………
Cuando llegamos, los chicos se ubicaron en el salón, en la mesa grande, con un montón de libros encima, con el aire acondicionado puesto a toda hostia, pues, a pesar de ser un día primaveral, hacía bastante calor.
Yo, que no tenía nada mejor que hacer, pensé que era buena idea relajarme un rato tomado el sol y dándome un bañito en la piscina, así que, tras anunciar mis intenciones, dejé a los chicos liados con sus estudios y, una vez vestida con el bikini, me fui a una de las hamacas, acompañada de un refresco bien frío y de un buen libro.
Y no, no hice lo que están pensando. No me paseé luciendo palmito por el salón, salí al patio directamente por la cristalera del despacho, sin que los chicos me vieran.
Me quedé allí un buen rato, poniéndome morena con calma, con el cuerpo bien embadurnado en aceite solar; no leí mucho, pues enseguida me quedé adormilada, hasta que Borja vino a sacarme del amodorramiento en que me había sumergido.
– Mamá – dijo mientras se acercaba – Tengo un problema…
– Dime, hijo – respondí, quitándome las gafas de sol y mirándole fijamente.
– Acaba de llamarme Paco. Por lo visto el entrenador nos había convocado esta tarde y a él se le ha pasado avisarme. Tengo que salir disparado.
– Vale. ¿Y dónde está el problema?
– Ahora mismo no me da tiempo a llevar a Sergio, pero no pasa nada, él se va a quedar estudiando un rato más y luego vuelvo y le llevo en la moto. Pero, si la cosa se alarga…
– Tú tranquilo – respondí, pillándola al vuelo – Con el pie así no se va a ir andando. Si ves que no vas a poder venir, dame un toque al móvil y yo le llevo.
– ¡Gracias, mamá! – dijo Borja sonriéndome.
– Antes de irte, tráeme mi teléfono que lo he dejado en la mesita. Aquí se está estupendamente y no tengo ganas de moverme.
– Claro.
Un par de minutos después, mi hijo regresó, vestido ya con la ropa de deporte y, tras entregarme mi móvil, me dio un beso de despedida y salió como alma que lleva el diablo.
Yo, sin alterarme lo más mínimo, volví a tumbarme en la hamaca, pero la charla y el saber que probablemente no iba a poder pasarme toda la tarde remoloneando, pues era casi seguro que me iba a tocar hacer de chófer, consiguieron que se me pasara el sueño por completo, con lo que permanecí bien despierta. Y claro, me puse a darle vueltas al coco.
Y, a mi mente, regresaron las intensas imágenes de la mañana.
Releyendo estas líneas, me doy cuenta de que no me he expresado bien y estoy acabando por dar la impresión de que estaba un poquito cachonda por haberle visto la polla A MI HIJO. Y no es así. Estaba un poquito cachonda porque había visto UNA BUENA POLLA y nada más. En ese momento no albergaba en mí ningún tipo de pensamiento incestuoso.
Sacudí la cabeza, tratando de librarme de esas imágenes, pero, como no lo conseguía, pensé que era una buena idea ir a por otro refresco y, de camino, dedicar un par de minutos a actuar como buena anfitriona.
Cogí el pareo que había dejado a un lado y me lo lié a la cintura a modo de falda, caminando de regreso a la casa, fantaseando medio en broma sobre si sorprendería a Sergio haciendo lo mismo que por la mañana su amigo.
Pero qué va, el chico era super aplicado, así que le encontré en el salón bien concentrado en sus libros y nada en su actitud me indicó que hubiera estado haciendo ni pensando nada raro.
Al menos hasta que entré en el salón en bikini.
– Oye, Sergio, me ha dicho Borja que si va a volver tarde, te lleve yo a tu casa.
El chico, que no me había oído llegar, se puso colorado rápidamente cuando alzó la vista y se encontró con la mamá de su amigo, medio desnuda, hablándole como si tal cosa.
– ¿Có… cómo dices? – dijo el chico, mirándome con timidez a los ojos, temeroso de que me hubiera dado cuenta de adónde había mirado primero.
Lo que dije antes. Pensáis que estamos ciegas.
– Que luego te llevo yo a casa, si Borja no viene a tiempo.
– ¡Ah! Sí, bueno, eso me ha dicho. Pero no hace falta que te molestes. Puedo llamar a mi madre o coger el bus…
Sacudí la cabeza. El chico seguía siendo demasiado educado.
– Sergi, hombre, déjate de tonterías. Que hay confianza, leñe. Vas a molestar a tu madre estando yo aquí tirada a la bartola. Yo te llevo luego y punto. Tu madre haría lo mismo si fuera al revés, ¿o no?
– Sí, claro… – dijo el chico, poniendo todo su empeño en seguir mirándome a la cara.
– Pues ya está. Me vuelvo a la piscina. Voy a coger un refresco de la cocina, ¿quieres algo? Que con ese pié, si te entra sed…
– Sí, vale – asintió Sergi, más tranquilo – Te lo agradezco.
– Enseguida te lo traigo.
Como sé perfectamente la marca que le gusta a él, fui a la cocina y cogí dos latas, regresando al salón y dándole una al muchacho.
– Aquí tienes.
– Gracias.
– Oye, se me ocurre que… – dije de pronto – Hace calor. ¿No te apetecería darte un bañito? Si quieres subo a por tu bañador, te cambias y te ayudo a ir a la piscina.
– ¡OH! Gracias, Elvira, pero me queda un rato todavía. Estoy liado con esto – balbuceó el pobre chico, aferrando todos los papeles a la vez, sin acabar de decidirse por ninguno.
– Bueno, como quieras. Me voy… solita… – bromeé – A aburrirme… sin nadie con quien charlar…
Le conozco como si le hubiera parido y sabía perfectamente que bromear era la mejor forma de conseguir que se relajase y se le pasase la vergüenza.
– Vale, vale, Elvira. Tú ganas. – dijo riendo – Mira, tráeme el bañador y dentro de un rato, cuando haya acabado con estos ejercicios, te hago compañía un rato.
– ¡Eso! ¡Compadécete de esta pobre vieja! ¡Eres un buen chico! ¡Tu madre estará orgullosa!
– ¿Vieja tú? – dijo Sergio sin pararse a pensar – ¡No digas tonterías! ¡Ya quisieran las demás estar como tú! ¡Eres guapísima!
Y se quedó callado de golpe, súbitamente azorado por lo que acababa de decir. Yo me sentí igual. No queriendo avergonzarle, decidí que ya estaba bien de juegos.
– Vaya, Sergio, te agradezco el piropo – dije, un poquito turbada, pues era la primera vez en la vida que Sergio me decía algo semejante – Y, ya fuera de bromas, te traigo el bañador y, cuando quieras, me das un toque al móvil y vengo a ayudarte. Si te apetece, claro…
– Vale – asintió.
Así lo hice. Subí al cuarto de Borja y, de un cajón, cogí uno de los bañadores de Sergio, que había dejado en casa para cuando los dos usaban la piscina.
Se lo llevé al salón y, sin intercambiar más que una nerviosa sonrisa, regresé a mi hamaca, dejando al chaval con sus estudios.
Y claro, en cuanto me encontré de nuevo a solas, me puse a darle vueltas al coco, pensando en las palabras que se le habían escapado al chico.
A ver, yo sabía que le gustaba, pero nunca antes se había atrevido a expresarlo abiertamente. Me había dicho guapa en otras ocasiones, claro, como cuando les pedía opinión a mi hijo y a él sobre cómo me quedaba alguna prenda o sobre si estaba bien arreglada para una cita, pero siempre había sido corroborando las palabras de Borja, diciéndolo más bien de compromiso.
Pero, esta vez… le había salido de dentro… había dicho abiertamente que me encontraba atractiva. Estando los dos a solas, que no se nos olvide. Y eso… me ponía nerviosa.
– Jo, vaya día llevo – dije en voz alta, en la soledad de la piscina – Esta mañana pillo a mi hijo en plena faena y ahora consigo que su amigo diga que estoy muy buena.
Me sentía alterada, un poquito turbada por la posibilidad de que el teléfono sonara y Sergio me pidiera que fuera a ayudarle. A medida que los minutos fueron pasando y el móvil seguía mudo, fui sosegándome un poco, pensando que, lo más probable, al chico le dieran corte sus palabras y no se atreviera a venir, lo que me parecía estupendo.
Bueno, del todo no. Una parte de mí sí que quería que aquel teléfono sonara.
Y claro, por culpa de aquel rollo… no podía apartar mis pensamientos de Sergio.
¿Estará estudiando? ¿Estará avergonzado por haber admitido que la madre de su amigo le pone? ¿Pensará venir? ¿Se habrá olvidado del tema?
Como ven, mi cabeza era un auténtico batiburrillo, dándole vueltas a todo lo que se me ocurría, hasta que, de pronto, un pensamiento penetró en mi cabeza acallando todos los demás…
¿Se habrá puesto cachondo? ¿Estará aprovechando que está solo para masturbarse pensando en mí?
No sé cómo se me ocurrió aquello, supongo que el recuerdo del incidente con Borja había provocado que la imagen de jovencitos haciéndose pajas estuviera latente en mi cerebro. Pero, lo cierto es que, a partir de ese instante, sólo pude pensar en si Sergio estaría meneándosela en el salón o no.
Y empecé a fantasear.
– ¿Se estará tocando? – pensaba – ¡Joder, a ver si se me ha ido la mano…! ¿Te imaginas? A lo mejor ahora mismo está en el salón, con los ojos cerrados, dale que te pego mientras piensa en mí.
Sacudí la cabeza, tratando de expulsar esos pensamientos.
– No seas estúpida, Elvi. Sergio es muy buen muchacho. Vale que, en la intimidad de su casa, haga sus cositas, pero seguro que ahora mismo está estudiando tan tranquilo y no está pensando en mí para nada.
Pero no conseguía calmarme.
– ¡Qué tonta eres! – me dije – Si quieres comprobarlo, levántate y ve a mirar. Sí claro, muy buena idea… Y si le pillo en plena paja, como a Borja, ¿entonces qué? ¿Le pido disculpas y espero a que me arroje un cojín? Y a lo mejor… ¿Y si no está en el salón, sino que me está observando desde el despacho, escondido tras la cortina, machacándosela como un mono mientras me mira aquí medio desnuda?
Aquel pensamiento era todavía peor. ¿Y si me estaba espinado? Tragando saliva para armarme de valor, me incorporé sobre la hamaca y, con disimulo, miré hacia la cristalera que comunicaba el patio con mi despacho.
La cortina estaba abierta de par en par. Allí no había nadie.
– ¡Serás gilipollas! – me dije dándome una palmada en la frente – Elvi, necesitas salir por ahí y que te echen un polvo. Se te está yendo la cabeza.
Avergonzada y deseando alejar por fin aquellas ideas, me levanté y me arrojé de cabeza a la piscina, poniéndome a nadar un rato, tratando de dejar de pensar en tonterías.
Hice unos cuantos largos y, cuando empecé a sentirme cansada, decidí salir del agua, pero, en vez de usar la escalerilla, me apoyé en el borde e, impulsándome con los brazos, salí trepando.
Entonces fue cuando le vi. Sergio había venido él solito y estaba echado en otra hamaca, vestido con el bañador y una camiseta, sin mirarme directamente, aunque se veía, por el rubor de sus mejillas, que no se había perdido detalle de mi surgimiento de entre las aguas.
– Estupendo – pensé en silencio – Y encima le das al chico el espectáculo de la tía en bikini chorreando saliendo de la piscina. Como en un anuncio.
Y, por la cara que ponía, se veía que a Sergi le había gustado la publicidad.
Simulando no darme cuenta de nada, caminé hasta mi hamaca y, aferrando la toalla, me sequé, procurando quedar bien tapada por la tela.
– ¿No habíamos quedado en que ibas a llamarme al móvil? – le dije mientras me secaba.
– Lo he hecho – dijo él, mirándome de nuevo – Como no contestabas, he venido yo solo. A la pata coja.
– Perdona – respondí – No lo habré oído por estar en el agua.
– Tranquila. No hay problema. Mientras no apoye el pié, no me duele nada.
– ¿Quieres otro refresco? – le dije de repente, por decir algo – Yo voy a ir a por uno. Con este calor…
– Bueno… vale – asintió.
– Enseguida vuelvo.
Un poquito azorada, regresé a la casa intentando caminar con normalidad. No paraba de repetirme que no debía mirar atrás, pues, si lo hacía y le pillaba mirándome el culo, no sabría ni qué cara ponerle.
Por fin, atravesé la cristalera y, en cuanto estuve segura de que no podía verme, me giré y le espié desde el interior del despacho. Sergio seguía en su hamaca, de espaldas a mí y no parecía haberse movido ni un centímetro.
– Anda, que… menuda película te estás montando – me dije.
Desde luego, me hacía falta echar un polvo como el comer.
Más tranquila, fui al baño (beber tanto refresco es lo que tiene) y después a la cocina a por las latas. Entonces se me ocurrió que, para quitar un poco de hierro al asunto, lo mejor era mostrarse un poco más discreta, así que pillé una camiseta de algodón y me la puse encima del bikini, en un intento de exhibir menos carne.
Se me ocurrió que, quizás Borja, al ver la camiseta, adivinaría el motivo por el que me la había puesto y pasaría vergüenza por ello, pero concluí que mejor que la pasara él a que la pasara yo, como sin duda sucedería si le sorprendía mirándome las tetas cubiertas tan sólo por el bikini.
Me reuní de nuevo con el joven y, tras darle la lata, me eché de nuevo en mi hamaca. No pareció en absoluto sorprendido o avergonzado porque yo hubiera ocultado un poco la mercancía, lo que me serenó un poco.
– Qué bien se está aquí – dijo Sergio tras abrir su refresco.
– Sí que es verdad. Como estamos cerca del parque, no hay coches y esto es muy tranquilo.
– Me encanta venir aquí. Mi casa está bien, pero ésta…
– Se entiende. Con la piscinita…
Sergio me miró, como si fuese a decir algo más. Pero optó por quedarse en silencio, aunque yo sospechaba qué había estado a punto de decir.
– Y cuéntame – dije tratando de cambiar de tema – ¿Cómo te las has apañado para caerte?
– ¿No te lo ha dicho ya Borja? Me he quedado mirando a una chica, me he despistado…
– Ay, todos los tíos sois iguales… – dije riendo.
– Leñe, Elvira, que no hacía nada malo. Me he distraído mirando una chica guapa y he pisado mal un escalón.
– Si es que sólo pensáis en una cosa…
– No digas eso. A cualquiera podría pasarle. Si tú ves a un tío atractivo, ¿no lo miras?
– Vale, vale, tienes razón – admití, tratando de evitar que la conversación siguiera por esos derroteros.
Por fortuna, Sergi no insistió en el tema, así que seguimos hablando tranquilamente durante un rato, de los estudios sobre todo. Pero claro, una adulta hablando con un joven, siempre tiene que acabar por meter la pata.
– Bueno, dime. ¿Y de chicas qué tal? ¿Estás saliendo con alguna?
– ¿Yo? ¡Qué va! – dijo poniéndose súbitamente serio – Las tías no me hacen ni caso.
– ¡Venga ya! – exclamé sin pensar – ¡Eso no me lo creo! ¡Con lo guapo que eres! Buen estudiante, guapetón… ¡Seguro que las tienes haciendo cola!
¿Pero qué estaba diciendo? ¡Me estaba metiendo yo solita en la boca del lobo! Mi cabeza iba por un lado, pero mi boca no le hacía ni puñetero caso, diciendo lo que le daba la gana.
– Gracias – dijo él simplemente – Te agradezco el cumplido, pero sé que lo dices por compromiso, porque soy amigo de Borja…
– ¡Anda, no seas tonto! – exclamé de nuevo sin pensar – Si te digo que eres guapo es porque lo eres. Si yo tuviera quince años menos, te ibas a enter…
Me quedé petrificada. Pero, ¿qué coño me pasaba? ¿Me había vuelto loca? ¿No decía yo que nunca hacía nada para alentar al chico? ¿Y no se me ocurría otra cosa que decirle que me lo montaría con él si fuese un poco más joven?
Por suerte, Sergi, muy inexperto con las mujeres, no entró al trapo y no dio la respuesta obvia a mis palabras, limitándose a ponerse colorado y a beber de su lata en silencio. Le encontré hasta mono.
– No me malinterpretes… – dije azorada, tratando de arreglar el asunto – Lo que digo es que, como mujer que soy, puedo asegurarte que eres un chico atractivo y eso…
Entonces mi teléfono móvil se puso a sonar, mientras yo, mentalmente, le daba las más profundas gracias a quien quiera que fuese. Era Borja.
– Dime cariño – dije poniéndome en pié para charlar, más que nada para apartarme un poco de Sergio, pues su cercanía me ponía nerviosa.
– Hola, mamá. Mira, que al final no hay problema. Sólo era una reunión sobre el calendario. En un rato estoy en casa.
– ¡Uf! Menos mal… – pensé – Me ahorro de llevarle.
Alcé la mirada y miré de reojo a Sergio, pillándole in fraganti deleitándose con la visión de mi cuerpo. Fue entonces cuando fui consciente de mi aspecto: definitivamente, ponerme la camiseta había sido un error.
Al ponérmela sobre el bikini mojado, el algodón se había empapado, transparentando que daba gusto, cosa que, como es bien sabida, resulta tremendamente sexy. Además, la camiseta me llegaba sólo un poco por debajo de la cintura, tapando mis nalgas parcialmente, lo que, sin duda, había permitido al chico gozar de un buen primer plano de mi culo, cuando le di la espalda para hablar por el teléfono.
– Sí, tú sigue echando aceite al fuego… ya verás – pensé, simulando no haber visto la mirada lujuriosa del chaval.
– ¿Qué decías cariño? – dije al teléfono – No te oigo bien.
– Que, si no te importa, que Sergio se quede a cenar y luego le llevo en un momento con la moto.
– Sergio – dije apartando el teléfono – Borja dice que viene para acá. Que te quedes a cenar y luego te alarga él.
– Vale.
Y en eso quedamos.
Nerviosa por la charla con el chico y no queriendo animarle a nada más, me excusé diciendo que iba a darme una ducha antes de ponerme con la cena. Le pregunté si quería que le ayudara a regresar al salón, pero él (para mi alivio), dijo que esperaría allí a Borja.
Cinco minutos después, me encontraba bajo el chorro de agua fría de la ducha del baño de mi dormitorio, tratando de ordenar mis pensamientos. Seguía inquieta, nerviosa, algo se agitaba dentro de mí.
Pero, ¿qué me pasaba ese día? ¡Si no había ocurrido nada! Sergio se había comportado como siempre, educado y tranquilo.
Y total, ¿podía culparle si me había mirado un poco? Era normal ¿cómo no iba a mirar a una tía en bikini por la que se sentía atraído? Y él no había hecho nada más, el resto de la película me la había montado yo solita.
Sus ojos… aún podía sentirlos clavados en mí… mirando mi trasero, que asomaba bajo el borde de la camiseta… desnudándolo, acariciándolo…
¿Es que me estaba volviendo loca?
Muy agitada, pero sabiendo perfectamente cuál era la solución a mis desvelos, decidí que tenía que hacer algo para calmarme. Andaba un poco necesitada, ése era el problema, así que, como había hecho mi hijo por la mañana… tenía que aliviarme un poco.
Me eché sobre la cama, desnuda, empapando la colcha, pues aún estaba medio mojada de la ducha. Pensé en buscar mi consolador en la mesita, pero decidí no hacerlo, pues me apetecía más usar mis inquietos deditos.
Separé los muslos y, como hago siempre, abrí bien los labios vaginales usando dos dedos, pues me gustaba abrirme bien el coñito antes de empezar a masturbarme.
En cuanto mis dedos rozaron la trémula carne, un estremecedor gemido se escapó de mis labios, mientras una oleada de placer recorría mi cuerpo de la cabeza a los pies.
– ¡Joder, qué cachonda estoy! – exclamé, sorprendida por el efecto que había tenido el ligero contacto.
Pero, al escuchar mi propia voz resonando en la habitación, recordé que no estaba sola en casa.
– ¡Leñe! ¿Y si Sergio ha entrado? ¿Me habrá oído desde abajo?
Acojonada, me levanté de un salto de la cama y, completamente desnuda, caminé hasta la ventana, que daba directamente a la piscina. Ocultándome tras la cortina (no fuera el chico a mirar hacia arriba y me pillara en pelotas) me asomé con mucho cuidado, soltando inmediatamente un suspiro de alivio.
– Vaya, ya veo que has sido buen chico y sigues ahí traquilito – dije de nuevo en voz alta.
Efectivamente, Sergio seguía exactamente donde yo le había dejado, tumbado en su hamaca, sólo que, para tomar un poco el sol, se había quitado la camiseta, quedando vestido únicamente con el bañador.
– Vale – me dije – Voy a darme prisita y termino con esto…
Me disponía a regresar a la cama, para reanudar mi sesión masturbatoria, cuando una pícara idea asaltó mi cerebro.
Sin darme cuenta de lo que hacía, volví a asomarme por la ventana y a mirar a Sergi, que seguía tumbado tranquilamente. Me quedé un segundo admirando su torso desnudo, bien formado, apetecible, terso… Y un poco más abajo… el bulto en su bañador… ¿La tendría como Borja?… algo se agitó dentro de mí.
– ¡Qué coño! – exclamé – Él se pasa la vida mirándome el culo, así que… por una vez que mire yo…
Cuando quise darme cuenta, había empezado a masturbarme, allí de pié, junto a la ventana, asomándome al patio con cuidado desde detrás de la cortina, deleitándome con el cuerpo semidesnudo del amigo de mi hijo… haciendo precisamente lo mismo que él había hecho en mis fantasías de un rato antes…
Madre mía, cómo me puse de caliente. Cuando quise darme cuenta estaba literalmente chorreando entre las piernas… mis dedos chapoteaban en mis jugos, que se deslizaban voluptuosamente por la cara interna de mis muslos, haciéndome hervir de placer, sin apartar ni un instante la mirada del cuerpo adolescente de Sergi.
Me mordí los labios con lujuria, tratando de ahogar el grito que pugnaba por escapar de mi garganta, apreté los muslos, atrapando mi mano en medio, sintiéndola con intensidad, mientras mis dedos acariciaban y jugueteaban por todas partes.
Mi otra mano, sin ser apenas consciente de ello, se había aferrado a mis pechos, amasándolos y acariciándolos con lujuria, deleitándose con su dureza, estimulando los sensibles y durísimos pezones, haciéndome gemir de placer.
El orgasmo llegó rápidamente, con intensidad, tanta que me costó horrores no ponerme a gritar como loca. Sentí que las fuerzas me fallaban, así que, instintivamente, me agarré con fuerza de la cortina, arrancando varios ganchos de la barra, aunque, por suerte, los restantes fueron capaces de aguantar mi peso.
La corrida fue bestial, nunca lo había pasado tan bien masturbándome a solas. Entonces, me di cuenta de que, al desprender parcialmente la cortina del riel, ésta ya no me ocultaba. Asustada, me asomé a la ventana, pero, por fortuna, Sergio seguía quietecito, ajeno por completo a que la guarra de la madre de su amigo acababa de hacerse una paja en su honor.
– Te has perdido el espectáculo, amiguito – dije sonriendo tontamente, mientras regresaba a la seguridad del dormitorio – Joder, voy a tener que darme otra ducha.
Era verdad, me había puesto a sudar y olía un poco a transpiración… y a otras cosas.
Cuando acabé por fin de ducharme (otra vez) y, tras vestirme adecuadamente con un pantalón corto (por encima de la rodilla) y una camiseta, regresé al patio, donde me encontré con que mi hijo había vuelto ya.
Más calmada (sobre todo porque nada en el comportamiento de Sergi mostraba que se hubiera siquiera imaginado lo que había pasado en mi cuarto), les dejé tranquilos repasando unos libros (que supongo había traído Borja desde el salón) y me retiré a la cocina a preparar algo de cena.
Como aún era temprano, antes vi un rato la tele, pero me cansé enseguida de hacer zapping, así que acabé por ir a la cocina.
Iba a hacer algo sencillito, un poco de pasta, acompañada de albóndigas, que tenían un poco más de tarea.
Me tomé las cosas con calma, a mi ritmo, sin pensar para nada en los sucesos de la tarde. Se ve que la corrida que me había pegado era justo lo que me hacía falta y una vez aliviada, ya no tenían cabida en mi mente los lúbricos pensamientos de antes.
Puse la radio y, acompañada de música, me puse a hacer bolas de carne con entusiasmo, canturreando las canciones que me gustaban.
– ¡Mamá! – escuché de repente a Borja gritando desde el patio – ¡Ven y échame una mano! ¡Date prisa!
Sorprendida, dejé la albóndiga que estaba haciendo en el plato, junto a sus compañeras y, tras enjuagarme en el fregadero, salí a ver qué pasaba.
– ¡BROOOMMMM! – restalló un trueno en las alturas.
– ¡Leñe! – exclamé sorprendida – ¡Pues no se ha puesto a llover!
Efectivamente, de forma inesperada el tiempo había cambiado y, tras nublarse con rapidez, había empezado a descargar un chaparrón primaveral.
– ¡Mamá, ayuda a Sergi! ¡Yo recojo todos los papeles!
Miré a mi alrededor y me di cuenta de la magnitud del desastre que había acontecido. Por todos los rincones del patio se veían volando hojas de papel, desparramadas por una súbita ráfaga de viento, mientras mi hijo las perseguía desbocado.
Medio riendo, ofrecí mi hombro a Sergio, que también miraba divertido a su amigo. Tras ayudarle a entrar en casa, regresé junto a mi hijo y le socorrí en la caza de los folios fugados.
– ¡Mierda! ¡Joder! – se quejaba Borja – ¡La mitad se han caído en la puta piscina!
Demasiado ocupada persiguiendo hojas voladoras como para regañar a mi hijo por su lenguaje, miré al agua, donde, agitados por el aire y por la lluvia, vi flotando un buen montón de papeles. Enfurruñado, Borja me entregó los que había cogido y, tras descalzarse, se arrojó al agua, pescando tantos como pudo.
Minutos después, Sergio y yo nos partíamos de risa, mientras un muy enfadado Borja (muy enfadado y muy mojado) nos asesinaba con los ojos mientras se secaba como podía con la toalla que le había dado.
– Sí, tú ríete – me espetó mi hijo – Pero ahora te va a tocar a ti llevar el culo de éste hasta su casa. No voy a coger la moto si está lloviendo.
Mierda. Era verdad.
……………………………..
Un rato después de cenar y tras haber recogido la mesa (tarea de la que Sergi se libró en virtud de su lesión) los chicos se pusieron a tratar de ordenar el desastre de papeles mojados.
Yo, por mi parte, me senté en el sofá a leer tranquilamente, acompañada por el sonido de la lluvia repiqueteando en la ventana. Cuando quise darme cuenta, eran más de las once.
– Oye, Sergi – dije, sintiéndome muy perezosa – ¿Por qué no te quedas a dormir?
– Te lo agradezco Elvira, pero mi madre está esperándome. La llamé antes y le dije que luego me llevabais a casa. Además, mañana hay clase, tengo que ducharme, cambiarme de ropa…
Podría haber insistido (no hubiera sido la primera vez que uno cogía prestada ropa del otro), pero no quería quedar como una vaga desnaturalizada, incapaz de mover el culo del sofá una vez aposentada en él, así que lo dejé correr.
– Pues entonces será mejor que nos vayamos ya. Venga, moved el trasero.
Entonces habló Borja y sus sencillas palabras cambiaron para siempre mi destino.
– Mamá, ¿te importa si no os acompaño? Tengo que arreglar este desastre – dijo señalando el montón de hojas empapadas – Y tengo que repetir los deberes para mañana.
– No, claro – asentí – Pero ayuda a tu amigo a llegar al coche. Voy a coger el bolso.
Instantes después, me reunía con los chicos en el garaje. Sergio estaba ya en el asiento del pasajero y, en ese momento, mi hijo le decía algo en voz baja.
– Venga, despedíos que nos vamos. Vuelvo en un rato – le dije a Borja.
– Vale. Nos vemos mañana, capullo – le dijo mi hijo a su amigo.
– En serio, tío. No hace falta que te molestes en venir a por mí. Ya pillaré el bus.
– Calla ya, idiota.
Comprendí que Borja se había ofrecido a llevar a Sergi al insti. Sintiéndome interiormente orgullosa de la amabilidad de mi hijo, accioné el mando a distancia de la puerta y conduje el coche a las calles mojadas. Seguía lloviendo, aunque había bajado bastante la intensidad.
Al encontrarme de nuevo a solas con el chico, encerrados juntos en el reducido espacio del coche, los recuerdos de lo sucedido aquella misma tarde regresaron con fuerza, lo que provocó que me pusiera nerviosa.
Sergi, por su parte, parecía tranquilo, si acaso un poquito más taciturno de lo habitual en él, mirando ensimismado la lluvia a través de su ventanilla.
No queriendo tentar a la suerte, decidí respetar su silencio, dedicándome a conducir (nunca está de más ir atenta cuando llueve), aunque, en el fondo, estaba un poco extrañada porque Sergi no hubiera dicho ni mú.
Pronto averigüé en qué iba pensando.
– ¿Antes dijiste en serio eso de que soy guapo, que debo de ser atractivo para las chicas? – me preguntó inesperadamente, poniendo fin al silencio.
– ¿Cómo? – exclamé un poco sorprendida – Sí, sí claro que lo dije en serio – afirmé rehaciéndome rápidamente – Eres un chico atractivo.
– ¿Lo dices de veras? O es en plan: “le digo que sí para que no se sienta mal”
– A ver, Sergi – dije mirándole muy seria, aprovechando que nos habíamos detenido en un semáforo – No sé lo que les gusta a las chicas de hoy en día… No sé si todas buscan un Cristiano Ronaldo, o qué demonios. Sólo sé que eres un chico atractivo, por supuesto que sí y si alguna chica no piensa así… es que es tonta… o ciega.
Sergi me sonrió cálidamente, mirándome a los ojos por primera vez, lo que acentuó un poquito mi nerviosismo, aunque no sabía por qué. Quizás porque se le veía un tanto más sereno, seguro de sí, como si hubiera tomado una decisión sobre algo.
– Gracias. Significa mucho para mí que digas eso. Pero, entonces, aclárame una cosa… ¿Por qué no ligo? ¿Qué tengo que hacer para que las chicas se fijen en mí?
Le miré, de nuevo, sonriendo al comprender que el pobre chico estaba pidiéndome consejo. Me sentí más tranquila.
– Una pregunta, Sergi… Pero, ¿tú intentas ligar? ¿Le has pedido salir a alguna chica del insti?
Tardó un segundo en contestar.
– Hace un par de años… A Sonia… Me dijo que no… que le gustaba otro…
– ¿Y ya está? ¿Esos son todos los intentos que has hecho?
– Bueno…
– Pues ahí tienes la respuesta. Tú no ligas simplemente… porque no intentas ligar. ¿Qué te crees? ¿Que las chicas van a acudir a caer rendidas a tus pies? ¿Que ellas te van a pedir salir? Sé realista, Sergi, sois adolescentes, tenéis 17 años. Con esa edad, las chicas también son tímidas y sería raro que alguna diera el primer paso. Pero seguro que hay por ahí unas cuantas a las que les encantaría que las invitaras al cine o a dar una vuelta.
– ¿Tú crees?
– Estoy segura. Sonará un poco machista, pero a las mujeres nos gustan los tíos seguros y echados para delante. Y, si alguna te rechaza… no te preocupes, son cosas de la vida. Te aseguro que te esperan un buen número de relaciones fracasadas antes de encontrar la adecuada…
Allí estaba yo, la reina de los consultorios sentimentales, dándole lecciones gracias a mi dilatada experiencia en relaciones (hijo de penalti y matrimonio anulado mediantes), sintiéndome extrañamente eufórica, porque Sergi había acudido a mí para que fuera su confidente, en vez de hablar con su madre. En ese momento, no me acordaba para nada de las miraditas, las pajas en el dormitorio, ni de nada por el estilo.
Pero Sergi sí que se acordaba. Y entonces, hice la pregunta del millón.
– Y dime, ¿no hay por ahí ninguna que te haga tilín?
– Sí, sí que la hay.
Sergi me contestó en tono muy calmado, mirándome fijamente. Sin embargo, tonta de mí, no me di cuenta de lo que allí se cocía por ir concentrada en la calzada. Justo entonces, nos pilló un nuevo semáforo y yo detuve el coche, volviendo mi rostro sonriente hacia él.
– Y, ¿a qué estás esperando? ¡Lánzate, idiota! Habla con esa chica e invítala a sal…
Inesperadamente (o quizás no tanto, si hubiera estado un poco más atenta a las señales), Sergi se abalanzó sobre mí y me besó. Mis ojos se abrieron como platos por la sorpresa, sintiendo cómo sus labios se apretaban contra los míos mientras su lengua, torpe e inexperta, pero increíblemente ansiosa, pugnaba por abrirse paso al interior de mi boca.
En completo estado de shock por la situación, mis manos siguieron aferradas al volante, pues al parecer mi cerebro había olvidado los mecanismos precisos para mover los dedos y soltarlos de allí, mientras el joven seguía besándome con ansia.
Estaba alucinada, con una profunda sensación de irrealidad; sentía como que no estaba allí, sino que me encontraba fuera del coche, observándolo todo, testigo mudo de la lujuria y el deseo del jovencito, viéndolo como si no me estuviera pasando a mí, sino a otra mujer que iba sentada en mi coche…
Y, sin embargo, tengo que reconocer que no era del todo inmune a las atenciones del chico; una pequeña parte de mí había estallado de júbilo cuando Sergi me besó, sintiéndome hermosa, deseada y sí… un poquito lasciva…
De repente, sentí cómo una de sus manos se deslizaba bajo el borde de mi camiseta y subía, acariciando mi piel hasta posarse directamente en mis senos, que fueron acariciados y estrujados con ganas, sin que la barrera del sostén supusiera obstáculo alguno.
Aquello me hizo reaccionar por fin.
– ¡Sergi! – exclamé, liberando por fin mis labios de los suyos – ¿Te has vuelto loco?
Mis manos soltaron por fin el volante, intentando apartar de mí al chico, pero, estorbada por el cinturón de seguridad (él había soltado el suyo, aunque yo no me había dado cuenta de cuándo) y porque, de repente, Sergi parecía tener 4 manos en vez de dos, era incapaz de lograrlo.
Sergio intentaba volver a apoderarse de mis labios, pero eso no le impedía seguir explorando con su insidiosa mano bajo la camiseta, estrujando mis tetas con avidez.
Yo, nerviosísima y sin acabar de creerme que aquello estuviese pasando, intentaba liberarme de su tenaza, pero él era mucho más fuerte, hasta que, a punto de caer presa de la histeria, decidí ponerle punto y final al incidente por las bravas: le abofeteé con fuerza.
Mano de santo. El tortazo resonó con intensidad en el habitáculo y, un instante después, Sergi me miraba incrédulo desde su asiento, frotándose la mejilla con la misma mano que había estado magreando mis pechos segundos antes. Parecía un cachorrillo asustado, incluso me sentí mal por haberle pegado.
– Pero, ¿se puede saber qué te pasa? ¿Cómo se te ocurre hacer eso? – le espeté, tratando de recuperar el control.
– Yo, yo… – balbuceaba el pobre chico – Creí que tú… Como decías que…
– ¿Qué decía? – grité, sintiéndome cada vez más furiosa – ¿Que eres guapo? ¿Y eso te parece suficiente para abalanzarte sobre mí y meterme mano? ¿En qué estabas pensando?
Sergi apartó la mirada, avergonzado, lo que me hizo sentir mejor pues volvía a dominar la situación. Mi corazón, que latía disparado en mi pecho, fue serenándose poco a poco, mientras mi mente intentaba asimilar lo que había pasado.
Y la verdad, es que era muy sencillo. Tanto va el cántaro a la fuente…
– Yo… – dijo el chico, mirándome con ojos de cordero degollado – Lo siento. Te pido perdón.
– Sí, más te vale. ¿Será posible el niñato de las narices? – exclamé, dejando que hablara por mí la ira.
– Te pido mil perdones, Elvira. Entenderé que no quieras volver a verme… – dijo alzando tímidamente los ojos hacia mí – Lo siento…
Y entonces, antes de que acertara a reaccionar, Sergio abrió la puerta del pasajero y salió del coche, cerrando tras de sí y alejándose (cojeando ostensiblemente) en medio de la lluvia. Me quedé con la boca abierta.
– ¡Sergio! – grité, aunque el chico no dio la menor muestra de haberme oído, continuado su renqueante avance por la acera.
Nerviosa, comprobé por el retrovisor que no tenía ningún coche detrás y, con brusquedad, orillé el coche a un lado, montándolo parcialmente sobre el bordillo. Abriendo mi puerta, salí en persecución del chico bajo la lluvia.
– ¡Sergio! – volví a gritar, mientras me acercaba a él a la carrera – ¡Quédate ahí!
Él miró por encima de su hombro y, viendo que yo me aproximaba, intentó sin mucho éxito acelerar el ritmo.
– ¡No! ¡Déjame, te lo suplico! – rugió cuando le alcancé y, sujetándole por un hombro, le obligué a volverse hacia mí.
– ¡No seas loco! ¡Cómo te vas a ir solo, lloviendo y con ese pié! Tu madre me mataría ¡y con razón!
La mención de su madre hizo que el chico se pusiera rígido y me mirara con los ojos desencajados.
– Mi madre… No, por favor, Elvira, te lo ruego… No le digas nada a mi madre… ni a Borja, me moriría de vergüenza…
El chico a medias hablaba, a medias balbuceaba. Parecía estar a punto de echarse a llorar.
– ¿Estás tonto? – dije, tratando de tranquilizarlo – Puedes estar tranquilo, que no le voy a contar a nadie lo que ha pasado. Para mí es suficiente con que veas que has actuado mal y que me prometas que no vas a volver a hacer nada parecido…
– ¡PERO ES QUE NO PUEDO! – gritó desesperado, soltándose de mí con un brusco tirón.
Sorprendida, me quedé mirándolo atónita, allí los dos, bajo la lluvia, mojándonos como imbéciles.
– ¿Es que no ves lo que siento por ti? – me espetó – ¡Estoy enamorado de ti desde hace años! ¡Te quiero! ¡Te deseo! ¡Las demás chicas me importan una mierda, para mí sólo existes tú!
Estaba con la boca abierta. No podía creerme lo que estaba escuchando. Sabía que le gustaba al chico, pero… ¿amor?
– Sergi… cariño – dije, con voz suave, tratando de que recobrara la cordura – No sabes lo que dices…
– ¡Claro que lo sé! ¡Hace años que lo sé! Pero nunca me hice ilusiones. Nunca se me ocurrió intentar nada. Pero hoy, con las cosas que me has dicho… pensé… pensé…
Y se echó a llorar. Sé que hay mujeres a las que ver a un hombre llorando les revuelve las tripas, pero no es mi caso. Me sentí profundamente conmovida y, lo único que se me ocurrió fue… tratar de consolarle.
Cuando quise darme cuenta, le había rodeado con mis brazos y le estaba abrazando, atrayéndole hacia mí. Sergi se resistió sólo un instante, pero enseguida sucumbió y permitió que le abrazara, hundiendo el rostro en mi cuello y deshaciéndose en lágrimas.
Yo, aún profundamente turbada y sin acabar de creerme que aquello estuviera pasando, le dejé desahogarse cuanto quiso, susurrándole al oído que no pasaba nada y acariciándole la nuca suavemente, tratando de calmarle.
Sentí cómo los brazos de Sergio me rodeaban, estrechándome contra si, pero no hice nada para evitarlo, pues sus manos estaban apoyadas castamente en mi espalda, sin hacer nada inapropiado.
Su cuerpo temblaba entre mis brazos, dejando escapar la vergüenza y el miedo que sentía, conmoviéndome hasta el alma.
Conmoviéndome… y algo más. Algo extraño se agitaba dentro de mí… Tener entre mis brazos a un guapo joven… que decía que me amaba… que me deseaba…
Y, desde luego, al menos lo del deseo era verdad, porque pronto empecé a notar cómo algo se endurecía contra mi cadera, demostrando muy a las claras que, aunque el chico estuviese arrepentido, su libido no opinaba lo mismo.
Pensé en apartarme un poco, para separar mi cadera de su dureza, pero me di cuenta de que eso avergonzaría todavía más a Sergio, así que no hice nada, permitiendo que su erección se apretara contra mí sin decir ni pío.
La situación tenía mucho de emotiva, pero también de morbosa y excitante. Allí, bajo la lluvia, tratando de consolar a un joven que acababa de declarárseme, sintiendo cómo su joven masculinidad crecía contra mí…
Deseaba tranquilizarle. Deseaba consolarle. Deseaba… no sé qué. Seguí susurrándole que se calmara, diciéndole que no pasaba nada, que todo estaba bien… Ni siquiera me di cuenta de cuando le di el primer beso. Y luego vino otro y otro y otro. Aferré su rostro lloroso con las manos, empapado de lágrimas y de lluvia y besé sus mejillas, su frente, sus pómulos… y de repente… sus labios.
Tenía la mente en blanco, no era consciente de nada de lo que había a mi alrededor. Mi único deseo era calmarle, consolarle, demostrarle lo feliz que me sentía por lo que me había dicho antes…
¿Feliz? ¡Sí, feliz! Tenía que admitirlo. Su declaración me había llegado al alma y me sorprendí al descubrir lo mucho que me había alterado que aquel jovencito me dijera que me deseaba… y que me amaba.
Al sentir mis labios contra los suyos, Sergi por fin reaccionó. Dando un bufido, me besó con ansia, estrechándome entres sus brazos y apretándome contra si. Su erección se oprimió contra mí con más ganas y por primera vez me pregunté qué secreto encerraría el pantalón de aquel chico. Empezaba a caldearme.
Sus manos empezaron a acariciar mi espalda, recorriendo la empapada tela de la camiseta con deseo, describiendo curvas sinuosas sobre mi espalda, bajando cada vez más…
Cuando por fin sus manos se apoderaron de mi culo, no pude reprimir un gritito de emoción, lo que pareció enardecer todavía más al chaval. Ya rendida a sus caricias, permití que su lengua se introdujera entre mis labios, en busca de la mía, que la aguardaba deseosa.
Nos fundimos en un tórrido beso, ajenos a la lluvia que nos empapaba y al hecho de que estábamos en plena calle, donde, de no ser por el chaparrón, cualquier transeúnte podría haber disfrutado del espectáculo de un jovencito literalmente devorándole la boca a la mamá de su amigo… y al revés.
– Elvira… ¡Oh! – siseaba Sergio – Te deseo tanto… Yo…
– Shhh – siseé poniéndole un dedo en los labios – No hables, no digas nada. No dejes que me pare a pensar en la locura que estamos cometiendo, no…
Y él selló mis labios con los suyos, impidiéndome acabar la frase…
Justo entonces pasó un coche por la calzada, a escasos metros de donde estábamos. Ignoro si los ocupantes nos vieron siquiera, pero, cuando la luz de los faros nos iluminó, fui súbitamente consciente de donde estábamos y de lo que estábamos haciendo.
– No… Sergi… Para – gimoteé, mientras el chico no me hacía ni caso y seguía besándome… – Aquí no… Estamos empapándonos… Y nos van a ver…
– Me da igual – susurró él sin dejar de amasar mis nalgas y de besarme por todas partes.
– No… Aquí no… – repetí – Vamos al coche…
Como pude, logré zafarme de la presa del chico y, agarrando su mano, tiré de él de regreso al coche. El pobre se dejó conducir, cojeando lastimosamente bajo la lluvia, pero con una mirada de éxtasis tal en los ojos que consiguió hacerme estremecer.
Le ayudé a subir al asiento del pasajero y luego tuve que hacer un verdadero alarde de fuerza de voluntad para rodear el coche caminando normalmente, en vez de hacerlo a la carrera, como me pedían mis instintos.
En cuanto me dejé caer en mi asiento, (concediéndome únicamente un segundo para desplazarlo hacia atrás para que el volante no estorbara) Sergi volvió a abalanzarse sobre mí y a estrecharme entre sus brazos, besándome. Esta vez, cuando su mano se perdió bajo mi camiseta y empezó a jugar con mis senos, gemí temblorosamente de placer, dejándole que me metiera mano a su antojo.
Sus manos eran torpes e inexpertas, notaba cómo temblaban sobre mi piel, a medias por la excitación, a medias por el frío por estar empapados. Gemí como una colegiala cuando su mano logró apartar por fin el sostén como pretendía, sin llegar a soltar el broche y sus inquietos dedos encontraron el rígido pezón y lo pellizcaron suavemente…
– No… para – gimoteé, deseando con toda mi alma que no parara.
Por suerte, Sergi no me hizo ni caso y siguió besándome y jugando con mis senos tanto como quiso. Tras un par de minutos de intenso morreo, el chico pensó que no era mala idea subir las apuestas y, apartándose de mí (lo que me obligó a reprimir un bufido de insatisfacción) me miró con ojos ardientes de lujuria…
– Quítate la camiseta – me pidió – Por favor…
No fue una orden. Más bien una súplica. Lo encontré tierno y excitante al mismo tiempo. Sin poder contenerme, mis ojos miraron hacia abajo, deseosos de comprobar el estado en que se encontraba su paquete. Sentí un inmenso regocijo al comprobar que su pantalón parecía a punto de estallar. Y aquello estaba así por mí.
Sergio sonrió al ver la dirección mi mirada e hizo un pequeño gesto levantando ligeramente la pelvis del asiento, exhibiéndose para mí, lo que me encantó. Mordiéndome el labio, para aguantarme las ganas de abalanzarme esta vez yo sobre él, llevé mis manos al borde de la camiseta y empecé a quitármela.
La tela, de algodón, estaba adherida a mí como si fuera una segunda piel por el agua y me resultó extrañamente placentero sentir cómo iba despegándose a medida que tiraba de la prenda. Por fin, me la quité por completo y la dejé a un lado, quedando medio desnuda ante los admirados ojos del chico.
El sujetador, movido por las inquietas manos de Sergio, ocultaba únicamente uno de mis pechos, mientras que el otro, duro y excitado como yo no recordaba hubiera estado nunca antes, apuntaba con descaro hacia mi compañero de viaje.
El pobre, no aguantando más, profirió un gemido y se echó sobre mí, agarrando mis pechos con las manos, mientras yo, deseando dejarle que hiciera lo que le viniera en gana, me echaba hacia atrás, recostándome contra la puerta y permitiendo que el chico se apoderara del enhiesto pezón con sus labios y empezara a chuparlo y lamerlo con desespero…
Se notaba su inexperiencia… se notaba su ansia… pero qué entusiasmo le ponía, Dios mío, qué ganas… enseguida me encontré gimiendo como una perra, sintiendo cómo Sergio literalmente devoraba mi pezón, mientras sus manos, descontroladas, intentaban sobarme los pechos al mismo tiempo que buscaban el cierre del sujetador.
– Espera – siseé – está por detrás.
Sergio, a pesar de lo entregado que estaba a su tarea, la pilló al vuelo y sus manos se perdieron inmediatamente tras mi espalda poniéndose a forcejear con el cierre del sostén sin mucho éxito.
No pude evitar sonreír al percibir su inexperiencia, pues era incapaz de soltar el dichoso broche, aunque eso no quería decir nada, pues he conocido a muchos hombres que, a pesar de sus años, jamás han aprendido a desabrochar un sujetador, especialmente si están cachondos.
– Déjame a mí – susurré.
Y Sergio se incorporó como un resorte, apartándose de mí lo justo para permitirme librarme de la prenda de lencería. Tras quitármela, la dejé junto a la camiseta mojada y fue entonces cuando me di cuenta de que, tras ducharme por la tarde, me había puesto unas braguitas y sostén de encaje, en vez de ropa interior cómoda de algodón, como habría sido lo lógico para estar por casa.
En ese momento, me alegré por ello, pero luego me pregunté si esa elección por mi parte… no encerraba algo más.
Pero en ese momento no tuve tiempo de preguntarme ninguna de estas cosas, pues Sergio, en cuanto tuvo delante mis domingas desnudas, se arrojó sobre ellas como un león y empezó a sobarlas y magrearlas, con tantas ganas que me hizo hasta daño.
Sin embargo, yo no me quejé.
– Así, cariño, así – susurré, mientras me comía las tetas.
Y él, chico obediente, redobló sus esfuerzos sobre ellas, mientras bufaba y resoplaba como un toro.
Pero claro, el chico no se iba a conformar con aquello nada más. Y yo lo sabía. Y lo esperaba. Ahora que por fin tenía a su disposición una hembra dispuesta a enseñarle, el chaval quería aprender más, así que, cuando una de sus manos abandonó mis pechos y se deslizó hacia abajo, tratando de colarse por la cinturilla de mi pantalón, yo no me resistí en absoluto, apretando un poco la barriga para facilitarle el acceso.
Su mano se coló en mis bragas como un huracán, plantándose en mi coño con tantas ganas que di un bote sobre el asiento, cosa que a Sergi le tenía sin cuidado. Sin perder un instante, sus impúdicos dedos empezaron a bucear en la humedad entre mis piernas, palpando y explorando por todas partes, mientras yo tenía que morderme un nudillo para no ponerme a aullar de placer.
– Espera – gimoteé – Más… más despacio… con cuidado…
Y Sergi me obedeció, deteniendo inmediatamente los bruscos movimientos de su mano dentro de mis bragas.
– Hazlo más lentamente – le indiqué – Acaríciame más despacio, con mimo… Así…
Su mano empezó a moverse más delicadamente, palpando y acariciando con más delicadeza, siguiendo las indicaciones que yo le daba.
Sergio alzó entonces la cabeza, clavando sus ojos en los míos. Pude ver que le brillaban intensamente, a pesar de estar iluminados únicamente por la tenue luz de las farolas a través de la lluvia. Supongo que los míos brillaban igual, pues Sergi sonrió, feliz. Me encantó.
– Muy bien… Así… Por ahí – le indicaba yo – Muy bien. Ahí, justo ahí… Un poco más rápido…
Sergi, buen estudiante, era muy aplicado, así que obedecía todas mis indicaciones sin dudar, poniendo en ello todo su entusiasmo, así que pronto me encontré disfrutando enormemente de la paja que me estaba haciendo el chico.
– ¡AAAAAH! – gemí cuando sus dedos rozaron una zona especialmente sensible – Muy bien, cariño… Ahora… Ahora, por ahí… mete un par de dedos, pero no dejes de acariciar… ¡AAAAHHHH!
Sus dedos se enterraron en mi interior, haciéndome bufar y retorcerme de placer. Estaba allí, despatarrada en mi coche, con la espalda apoyada en la puerta del conductor, con las tetas al aire, disfrutando de la mejor paja que me habían hecho en mi vida (mías incluidas). Aquel chico tenía talento…
A esas alturas, Sergi había aprendido ya qué partes de mi entrepierna eran más sensibles, así que, sin esperar más instrucciones, un travieso dedito empezó a juguetear con mi clítoris, que estaba enhiesto como nunca antes.
– ¡NOOOOOOOO! – aullé en el interior de coche – ¡NO TOQUES AHÍIIIIIII!
El orgasmo llegó, arrasador, dejando mi mente momentáneamente en blanco. En el universo no había nada más que el placer, como un fuego abrasador que se desparramaba en mis entrañas. Mi cuerpo temblaba y mis caderas se movían de forma incontrolada, frotándose contra aquellos maravillosos dedos que tanto goce me habían dado. Sin darme cuenta de lo que hacía, había empezado a golpear rítmicamente mi cabeza contra el cristal de la ventanilla, tratando de sofocar las oleadas de placer.
Sergi impidió que siguiera haciéndolo, simplemente atrayéndome hacia si y volviendo a besarme, mientras yo le correspondía con entusiasmo. Rodeé su cuello con mis brazos y le estreché contra mí, hundiendo esta vez yo mi lengua en sus labios, agradeciéndole el éxtasis que me había brindado.
– Elvira – gimió Sergi cuando nuestros labios se separaron, en un tono que me hizo comprender inmediatamente lo que quería.
No me hice de rogar. Sabía de sobras lo que necesitaba el muchacho. Iba a ser buena y agradecida, devolviéndole todo el goce que me había ofrecido. Aunque, bien pensado, en realidad iba a ser mala… muy mala…
– Shsssss – le callé, poniendo de nuevo el dedo en sus labios, como había hecho antes, en la acera, aproximadamente mil años atrás – Déjame a mí.
Con una cara de ilusión que resultaba cómica, Sergi regresó a su asiento y se sentó muy tieso, con la espalda recta, expectante por lo que iba yo a hacer.
Como quiera que su espalda no era lo único tieso en aquel asiento, decidí no hacerle sufrir más e, incorporándome, me arrodillé sobre mi asiento, mirando golosamente el bulto en el pantalón del chico, mientras el pobre admiraba extasiado cómo mis tetas quedaban colgando, gordas y jugosas.
– Vamos a ver qué tenemos por aquí – dije juguetona, llevando mi mano a su entrepierna y palpando el bulto por encima de la tela.
Lo que teníamos allí era un pedazo de polla, dura como un leño, que parecía un cohete a punto de despegar. En cuanto la rocé, Sergi (como había hecho yo antes), dio un brinco sobre el asiento y me miró con ojos suplicantes, implorándome que siguiera y no le dejara así.
Como si yo tuviera intención de parar…
Con habilidad, bajé la cremallera y, en pocos segundos, extraje la orgullosa y durísima verga del chico de su encierro. No pude evitar que el recuerdo del incidente de la mañana se colara en mi mente, constatando que, por lo que había visto, el calibre de las dos armas era más o menos el mismo.
– Joder. Hasta en esto se parecen – musité.
Sin pensármelo más, aferré el rígido instrumento y lo apreté con la mano, ciñéndolo, haciendo que su dueño bufara y se encogiera. Sintiéndome a la par poderosa y excitada, como me pasa siempre que estoy con un hombre, cuando me doy cuenta de que, en ese instante, podría lograr que hiciera lo que me diera la gana, sopesé aquella dura polla con la mano, pajeándola suavemente mientras me deleitaba con su dureza y volumen.
Como Sergi estaba excitadísimo, los jugos preseminales brotaban sin parar, deslizándose por la rígida carne, procurándole a la piel un aspecto brillante bajo la tenue luz de las farolas.
Seguí deslizando la mano habilidosamente, apretando en los lugares apropiados, imprimiendo un ritmo tal, que el chico disfrutaba como un enano, pero sin llegar a precipitar “los acontecimientos”.
Pero Sergi había estado fantástico… y yo deseaba darle su premio.
A esas alturas, me había olvidado de todo, de la diferencia de edad, de que era el amigo de mi hijo, de Úrsula, de mi trabajo, de mi casa… Atrás habían quedado las dudas y la vergüenza. Para mí sólo existía Sergi.
– Déjame a mí – le susurré al oído, para a continuación besarle suavemente – No vas a olvidarte de esta noche en tu vida…
Muy despacio, me incliné hacia su regazo, aproximando lentamente su erección a mi boca. Cuando el chico se dio cuenta de mis intenciones, se puso tenso como un cable, aunque, obviamente, no hizo nada para detenerme. Qué raro, ¿verdad?
Sintiéndome juguetona, lamí el sobreexcitado glande, que se veía hinchadísimo en la penumbra del coche, provocando que Sergi profiriera un gemido que me hizo sonreír.
No queriendo hacerle sufrir más, la agarré con fuerza con la mano y, golosamente, empecé a lamerla por todos lados, mientras mi otra mano jugueteaba con la bolsa de las pelotas, provocando que su dueño se derritiera literalmente en su asiento.
Por fin, me animé a meterme un trozo en la boca, engullendo una buena porción de rabo de un tirón, permitiéndome constatar que, efectivamente, aquella era una de las pollas más notables que había probado (literalmente).
Sin prisa pero sin pausa, comencé un suave sube y baja con la cabeza sobre la entrepierna del chico, absorbiendo en cada viaje una porción de carne mayor. Sentir su dureza entre mis labios me enardecía, poniéndome cachonda al máximo, mientras me afanaba en lograr lo mismo con el chaval.
Pero claro. No sé cómo no me di cuenta. Ni siquiera me paré a pensar que Sergio era muy inexperto y aquel tratamiento cinco estrellas no era apto para cualquiera.
Desde luego, no lo era para un chico de 17 años, virgen y completamente encoñado con la mamá de su amigo.
Ni un minuto duró el pobre. Cuando quise darme cuenta, su polla entró en erupción y un verdadero torrente de semen se desparramó en mi boca, llenándola hasta arriba. Creo que hasta me salió por la nariz.
Sorprendida y medio ahogada, aparté la boca de aquella fuente, tosiendo y dando arcadas por el tremendo lechazo que acababa de llevarme en la garganta.
Casi asfixiada, manoteé con la guantera hasta lograr abrirla y sacar de su interior un paquete de pañuelos, usando uno para escupir todo el semen que pude, plenamente consciente de que buena dosis había ido a hacerle compañía a la cena en mi estómago.
Sergi, sorprendido por la situación, no decía ni mú mientras su polla, como manguera descontrolada, efectuaba los últimos disparos, pringando de leche el asiento, el salpicadero y hasta la alfombrilla del suelo.
– Cof, cof – tosí con los ojos llorosos – ¿Se puede saber qué coño haces? ¿Por qué no avisas?
Le miré un poquito molesta, pues no es una experiencia agradable que te peguen un lechazo inesperado en la boca ¿verdad chicas?
– ¿Qué? – preguntó Sergio, con un aire tan de absoluta inocencia que me desconcertó.
– ¿Cómo que qué? ¡Que avises, joder! – respondí un poco enfadada – ¡Tienes que avisar antes de correrte! ¡Por poco me ahogo!
Sergi me miraba con la boca abierta, sin comprender de qué le estaba yo hablando. Resultaba una estampa bastante curiosa, allí sentado, mirándome sin saber qué decir, con la todavía rezumante chorra fuera del pantalón, empapando su entrepierna.
– Pero, ¿es que no te lo tragas? – preguntó con total seriedad.
– ¿Cómo?
– Sí. En las películas, la chica siempre se lo traga. O se lo echan en la cara…
Entonces comprendí. El chico estaba más verde que una lechuga. No tenía idea de sexo, más allá de lo que había visto en las pelis porno. Era justo lo que le había comentado a Borja por la mañana, que los chicos de ahora aprenden estas cosas donde no deben.
– No, Sergi no – dije sonriendo, mientras se evaporaba mi enfado – Tienes que avisar a la chica. No nos gusta que se corran en nuestra boca así, por las buenas. Vale que algunas lo hacen para complacer al chico, pero es algo de mutuo acuerdo. No así… a traición.
– Lo siento – dijo con aire compungido – Te pido disculpas. No lo sabía. Creía que…
Me eché a reír.
– Anda, que no te queda nada que aprender.
Sonriendo, me incliné hacia él y le besé, sintiéndome bastante feliz, sin acabar de darme cuenta de la locura que acababa de cometer.
– Esto sigue en pié de guerra, ¿eh? – dije señalando su polla que, si bien no completamente erecta, presentaba todavía un volumen más que apetecible.
Y entonces sonó su móvil.
– ¡Mierda! – exclamó el chico – ¡Seguro que es mi madre!
Efectivamente. Era Úrsula, que, siendo ya casi las doce de la noche, llamaba a su retoño para ver dónde narices se había metido.
Consciente de que aquello se había acabado (y pensando por primera vez que quizás fuese mejor así), recogí el sostén y me lo puse como pude, mientras Sergi me miraba con infinita tristeza, mientras improvisaba una excusa para su madre (algo de un pinchazo le dijo).
A continuación, me puse con gran dificultad la camiseta, que era un auténtico pingajo empapado, coloqué bien el asiento y, justo cuando Sergi se despedía de su madre diciéndole que estaría en casa en un par de minutos, arranqué y reanudé la marcha.
Ni siquiera sabría decirles si, en el rato en que estuvimos parados, había pasado algún otro coche a nuestro lado. Así de concentrada estaba en mis “tareas”.
Efectivamente, llegamos al bloque de Sergi poco después. Aunque ya tan sólo lloviznaba, Úrsula estaba esperándole en el portal con un paraguas. Estacioné el coche y, pensando en cómo me sentiría yo si fuese mi hijo el que había tardado tanto en aparecer, me bajé a saludarla y a darle explicaciones.
– Mil disculpas, Úrsula. Si vieras qué mala pata. Hemos pinchado ahí atrás y mira cómo nos hemos puesto con la lluvia cambiando la maldita rueda. Tu Sergio está hecho un tiarrón; ha insistido en ayudarme a pesar de tener el tobillo torcido…
Y menos mal que la lluvia nos había empapado, si no, las manchas pegajosas que había en el pantalón de Sergi hubieran resultado de lo más sospechosas.
Curiosamente. Úrsula no puso mala cara ni nada, sino que me dio las gracias por traer a su hijo y tan sólo le reconvino un poco por no haberla avisado por el móvil.
No sé cómo se tragó aquel cuento. Debía de ser más ingenua de lo que yo creía, pues, a poco que me conociera, sabría perfectamente que yo no tenía ni puñetera idea de cambiar una rueda (para eso está la ayuda en carretera, ¿no?).
Tras rechazar amablemente la invitación de subir para secarme un poco, me despedí, dirigiendo una última mirada a Sergi, que me miraba con una cara de cachorrito que… qué joven que era.
Y entonces me di cuenta. Al verle allí, junto a su madre, preocupada simplemente porque el chico se había retrasado un poco, la realidad de lo que había pasado se abatió sobre mí como una tonelada de ladrillos. Las rodillas me flojearon y me costó horrores volver a meterme en el coche y arrancar, mientras Úrsula abría su portal y llevaba a su hijito de vuelta al calor de su hogar.
Su hijito… el mejor amigo del mío… le había chupado la polla al mejor amigo de mi hijo… Pero, ¿qué coño pasaba conmigo? ¿Estaba enferma? ¿Me había vuelto loca? Pero, ¿cómo se me ocurría?…
Ahora que por fin me encontraba sola, lejos de la lujuria y el desenfreno a que me había arrojado con el adolescente, empezaba a darme cuenta las consecuencias que iba a traer el haberme dejado arrastrar por la locura.
– ¡SERÁS PUTA! – me insulté a mi misma mientras golpeaba el volante con rabia – ¿Cómo has podido hacer eso?
Y lo peor no era la vergüenza y el remordimiento, no… lo peor era que, en realidad, tenía que admitir que seguía cachonda y me lamentaba de no haber dispuesto de más tiempo para haberme quedado con la virginidad del muchacho. Si Úrsula no llega a llamar, probablemente a esas horas estaría con los zapatos apoyados en el techo del coche, recibiendo con entusiasmo la vibrante verga del chico.
Me abofeteé yo misma. Con fuerza, poniéndome la mejilla bien colorada. ¿Qué pasaba conmigo? ¡Era un crío! ¿Qué clase de puta asaltacunas era yo en realidad? ¿Cómo había podido?
Me daba asco de mí misma, me sentía fatal y, el hecho de que, a pesar de todo, siguiera bastante cachonda, me provocaba más asco todavía.
Y Borja… Dios mío… ¿Y si se enteraba? Esos dos se lo contaban todo… ¿Y si Sergio le contaba cómo se la había chupado su madre en el coche? ¿Y si lo contaba en el instituto?
Pero no. Eso era imposible. Sergio no era así. Era un buen chico. Aunque, bien pensado, hasta hacía poco más de una hora, yo jamás hubiera pensado que estuviera tan salido. Lo que, pensando en su edad, tampoco era tan raro…
Pasé con el coche por delante de un bar y estuve a punto de parar para tomarme una copa. O dos. Si no lo hice, fue porque me di cuenta de que, si me plantaba en medio de un bar, con la camiseta mojada transparentando y con un calentón de mil demonios, lo menos que podía pasarme era terminar encerrada en los lavabos con algún maromo que sacara provecho de las ganas que tenía.
Por suerte, la poca cordura que me quedaba se impuso y logré conducir hasta casa.
En cuanto entré, me topé con mi hijo, que me aguardaba un poquito inquieto.
– ¿Cómo has tardado tanto? – me preguntó tras saludarme.
– ¡Oh! Hemos tenido un pinchazo – le mentí sin pensar – Y como los del seguro iban a tardar mucho, la hemos cambiado nosotros. Me voy a dar una ducha y me acuesto, que estoy reventada.
– ¡Ah, vale! Buenas noches.
Ni siquiera me paré a pensar que Borja era perfecto conocedor de cuales eran mis habilidades como mecánica de coches. Sin embargo, no dijo nada, así que no me preocupé más del asunto.
Más adelante descubriría que no se había creído ni una palabra.
CONTINUARÁ
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Relato erótico: “El parque al atardecer” (PUBLICADO POR SIBARITA)
En la Universidad todos estaban en clase y yo espere delante de la puerta de su aula para no perderlo de vista si
salían en manadas como solían hacerlo. Todo lo tenía preparado, faltaba que Lucas respondiese a mis deseos.
Terminada su clase vino hacia el punto donde él sabía que le estaría esperando. Me cogió la cintura y me atrajo hacia el pretendiendo besar mi boca, le dije que allí no y nos dirigimos caminando hacia la salida, ignorando todo lo que nos rodeaba. Lucas no tenía ningún problema, más bien se sentía molesto cada vez que le frenaba alguno de sus impulsos amorosos.
El Parque de los Caobos me pareció el lugar más cálido y agradable. Ahí, tumbados en el césped nos miramos con pasión, abrió los primeros botones de mi blusa para besarme cuello y comienzo del pecho, pero no tenía bastante y continuo hasta abrirme la blusa por completo, yo le facilitaba todo sin ser vista. Estábamos rodeados de niños, enamorados, viejos, pero tan lanzados en nuestro juego amoroso, que todo venía a formar parte de una sola cosa, Naturaleza, y como tal, Vida, movimiento. Le lamí su oreja provocando con eso que nuestros cuerpos se enrollasen, dando varias vueltas por la yerba, uno encima del otro. Mi risa fue la que le hizo reaccionar y que no se corriese. Me miro un tanto enfadado, diciéndome lo mala que era.
Fuimos a tomar un helado, era necesario tomar aliento y dar tiempo a la llegada de la noche, a que ella nos invitase a tumbarnos sobre la yerba, al amparo de un frondoso árbol, donde volvió a desabrochar mi blusa por completo, a buscar mi sexo húmedo, muy húmedo. Mi mano busco su pene, ansioso de ser sacado a la luz de la luna; era más bien pequeño, pero muy ancho, lo sentí infinitamente ágil en el momento en que le sentí buscar meterse en mi cueva que ahora también sería la suya. Sentí que su intención era metérmela de un solo envite, pero su propio grosor se lo impedía, de modo que tuvo que cambiar de táctica. Con la punta frotaba la entrada a mi vagina, buscaba acariciar mi clítoris con ella hasta que sentí que mi sexo desbordaba como un rio, y fui yo misma la que comenzó a pedirle que hiciera más presión. Poco a poco comenzó a penetrar sin hacerme daño, aunque su grado de excitación era tan grande que, en un momento, ya era incapaz de controlarse y con un empujón de sus caderas me termino de dilatar y su polla me entro hasta el fondo. A partir de ese momento ya fue la locura, le tenía encima de mí, dentro de mí, moviéndose desatado, mis uñas arañando su espalda, mis piernas levantadas y apresando sus caderas, dándonos la vuelta para quedar sentada sobre el que apretaba mis tetas mientras todo mi cuerpo se retorcía de deseo. No hubo aviso ninguno, ni yo lo di tampoco, en medio de un estremecimiento me llego un glorioso orgasmo, al tiempo que el comenzaba a descargar ríos de semen que desbordaban de mi vagina, en aquellos momentos yo no estaba utilizando ninguno de los métodos anticonceptivos y pese a ello no tomamos ninguna precaución o eyaculando fuera de mí. Después le limpie tomando su polla con mi boca y lamiéndole hasta no dejar ni rastro, motivo suficiente para que él quisiera comenzar de nuevo, aunque necesitábamos descanso.
Desnuda como estaba, me levanté y empecé a caminar delante de él, mirando cada árbol del entorno, cada estrella del cielo, la yerba sobre la que caminaba. El me miraba y me hubiera gustado corresponderle con mis ojos, pero me sentía como en un campo verde salpicado de amapolas, era tan hermoso verme desnuda caminando libre por el parque… Su mano me hizo aterrizar, me atrajo hasta su sexo como si este fuera un caza mariposas, y comprendí que allí, mi paseo realmente comenzaba, por su boca, su cuello, vientre, su sexo, aunque confieso, el hacía lo mismo conmigo.
El morbo era increíble, estábamos completamente desnudos en el medio de un parque que, por la hora, ya se había quedado desierto, aunque las últimas personas en marcharse, ya nos habían visto follando, e incluso hubo un pequeño grupo que se detuvo para observarnos. En realidad nada ni nadie nos importaba, aunque solo fue cuando nos dimos cuenta de que estábamos realmente solos en el parque, cuando verdaderamente nos desatamos. Apoyada contra el respaldo de un banco le di acceso a mis nalgas, me penetró desde atrás mientras sus manos estaban aferradas a mis tetas, que solo soltó para bajarlas hacia mi clítoris y empapar sus dedos con los jugos de mi orgasmo; de esa manera comenzó a hacer presión sobre mi culo, hasta conseguir meter un dedo, después fueron ya dos, hasta que en un momento sentí que era su polla la que hacía presión para meterse. Sería mi primera vez, pero yo estaba dispuesta a que no hubiera límites ni barreras. Fui yo misma la que le facilitó el camino, y cuando sentí que estaba bien colocado eché con fuerza mi culo hacia atrás y pese al dolor inicial conseguí que la mitad de su polla me penetrase. Después ya fue m´ss fácil, en un momento sus testículos golpeaban contra mis glúteos, sus envites eran cada vez más acelerados, más violentos, hasta alcanzar un nuevo orgasmo de forma simultánea.
Algo se había desatado entre nosotros, estábamos ya sin fuerzas y pese a ello nos empeñábamos en seguir, deseábamos que no acabase nunca y el morbo que habíamos desatado era cada vez más atrevido y violento. Nos vestimos, si es que aquello puede llamarse vestirnos, porque él se puso solamente sus bóxer y zapatos, el pantalón cruzado sobre sus hombros, y en los bolsillos, mi braga más que sucia. Por mi parte, yo me había puesto solamente la falda, después de haber hecho en ella un par de dobleces, de forma que había que ser realmente ciego para no darse cuenta de que bajo ella no había nada; tampoco me abroché la blusa que llevé todo el camino abierta, con uno de mis pechos tapado por la mano de él.
Creo que batimos algún record, llegamos a recorrer dos o tres calles, las justas para llegar hasta el parking de un hotel cercano, y donde nos metimos sin pedir ni permiso, para tumbarnos sobre el capot del primer coche que hubo a mano y, desnudos nuevamente, iniciar una nueva sesión de sexo duro.
Con el sentido común recuperado en parte, nos vestimos y salimos para acompañarme hasta mi casa, pero insistió en acompañarme hasta el apartamento para que le invitase a tomar la última copa. Yo sabía que mi pareja estaría en casa pero tampoco tuve muchos escrúpulos en hacerle subir, y eso, sin darme cuenta, precipitó las cosas, porque cuando nos vimos frente a mi pareja y me di cuenta de que él me miraba fijamente, fue cuando me di cuenta de que me había puesto la blusa del revés y medio abrochada solamente de forma que mis tetas lucían absolutamente libres y chorreones de su semen ya seco brillaban pegados a mis muslos y Lucas puso la torta pues comenzó a reírse a carcajadas mientras se dirigía hacia mí y sin reparo ninguno desabrochaba completamente mi blusa y me agarraba las tetas. La reacción de mi pareja fue salir de la casa sin decir palabra y al sentir la puerta cerrarse, también yo le acompañé en las risas mientras me arrancaba la blusa, lo cual motivó a Lucas lo suficiente como para en una especie de ataque de histeria de los dos, comenzásemos a arrancarnos la ropa el uno al otro, y allí mismo, en el suelo, comenzar a follar de nuevo como dos conejos desesperados, no paramos ni me dejó sola hasta casi a las cinco de la madrugada.
Al día siguiente fui a buscarle a la universidad, y puede decirse que conmigo llego el escándalo. Me vestí con una minifalda marrón, la más corta que tengo, aparte de que es de capa, lo que significa que se abre completamente por delante, una tanga de color verde musgo y una blusa de enorme escote que apenas si tapa mis pezones, solamente sujeta por dos finos tirantes y que dejaba mi vientre al descubierto. Con algo de prudencia, había calculado mi entrada a una hora en la que sabía que todo el mundo iba a estar en clase, así es que después de recorrer los pasillos desiertos, espere cerca de su aula, mirando al exterior por una ventana. Estaba completamente distraída y no se oía ni el vuelo de una mosca, de ahí mi sobresalto y mi sorpresa cuando violentamente sentí dos manos entrando por debajo de mi blusa y apoderándose de mis pechos. Era el, y le hubiera importado un comino si en aquel mismo momento se hubieran abierto las puertas de todas las aulas y el pasillo se hubiera llenado de gente. Conseguí darme la vuelta y colgarme de su cuello para fundirnos en un beso como si estuviéramos hambrientos; lo estábamos, de hecho, porque allí mismo me quito la blusa y desnudado completamente si le dejo. A duras penas tire de él hasta una escalera de servicio al cuarto de calderas; bajamos por ella a trompicones, no había más luz que la que llegaba desde el pasillo de las aulas y eso fue una fortuna porque cualquiera que hubiera mirado desde arriba hubiera visto como se abalanzaba sobre mis tetas y mordía mis pezones mientras literalmente yo le arrancaba la camisa, el cinturón, los pantalones y calzoncillo, hasta que quedo desnudo entre mis brazos y junto a su ropa tirada en el suelo, se unían mi falda y mi tanga.
Se pegó a mí, mi espalda contra el muro, sus manos abriendo mi vagina, conduciendo su polla hasta encontrar el hueco y la posición adecuada para penetrarme con violencia, tratando de llegar hasta la misma matriz. Me levanto en vilo entre sus brazos y yo anude mis piernas en torno a su cintura; como contorsionistas me dejo resbalar hasta que sentí la presión de su sexo sobre el mío, hasta que su verga entera penetro totalmente en mí y con muy pocos movimientos que parecían clavarme contra el muro, nos corrimos juntos en el momento en que, sobre nuestras cabezas se abrían las puertas de las aulas y los estudiantes salían en manadas.
Ahora venían los problemas, como salir de allí en nuestro estado. Habíamos tenido la suerte de que nadie se hubiera dado cuenta de nuestra presencia en el sótano, al pie de la escalera, pero debíamos salir de allí, y como hacerlo con los pasillos llenos de gente, el sin un solo botón en su camisa y yo solo con la tanga y la falda, ya que mi blusa había quedado tirada en alguna parte del pasillo, cuando el me la quito al sorprenderme. El paso había que dárlo aunque fuese un escándalo del cual todavía se habla en la universidad; me puse su camisa e hice un nudo para medio cerrarla ya que no tenía botones, el a torso desnudo subimos la escalera para aparecer en medio de la gente que nos miraba y reía. Como si el escándalo fuera poco, el rompió todas las barreras al detenerse y detenerme en medio del pasillo, para con el mayor de los descaros deshacer el nudo de la camisa y abrirla por completo, para después acariciarme y besarme las tetas, pretendía llevarme de esa manera hasta la misma puerta de la universidad. Era su manera de exhibir lo macho que era, y lo estúpido, porque con aquella acción, me perdió para siempre. Allí mismo, en medio del pasillo y ante todos, me quité su camisa y se la di en sus manos, volviéndole a continuación la espalda tratando de salir sola. Entre aplausos y gritos, un par de chicos se colocaron a mi lado para cubrirme con sus chaquetas y al salir hacia el estacionamiento, muy gentilmente me invitaron a subir a su coche para llevarme hasta mi casa, así que quise demostrarles mi agradecimiento de la mejor manera posible
El coche, un Chevy Nova con un montón de años y dos puertas, era de aquellos con un asiento corrido tanto delante como detrás, de modo que, estando en medio de ellos, tenía un chico a cada lado y aun había espacio entre nosotros, pero sin funcionar el aire acondicionado, enseguida comenzamos a sudar pese a las ventanas abiertas. Después del espectáculo dado en la universidad, poco importaba alargarlo un poco más abriendo la chaqueta, con lo que escapamos por muy poco de tener un accidente porque los ojos de los dos se clavaron en mis pechos y se olvidaron de la carretera.
Me invitaron a comer y bajamos a la playa para hacerlo en un restaurante que conocían; estaba justo frente a una playa, aquel día muy poco concurrida, pese a que lucía un sol espléndido, así que decidimos darnos un baño antes de comer, por supuesto yo solo con la braguita y ellos en calzoncillos, pero a nadie pareció molestarle, aparte de que en pocos minutos nos quedamos solos pues la poca gente que había regresaba sus casas para comer
El agua estaba deliciosa y nos divertíamos en ella. Los dos chicos aprovechaban para deslizar sus manos por mi cuerpo mientras jugábamos; el más joven de ellos, Víctor, nos propuso un juego, bucear pasando entre las piernas de los otros dos tratando de no rozarlas siquiera. Claro está que era un juego maquiavélico, porque en vez de pasar entre mis piernas me derribo en el agua aprovechando para quitarme la braga y en el chapoteo, pegar su boca a mi sexo. Por descontado que bajo el agua no podía mantenerse mucho tiempo, lo suficiente para darme un par de lametones y después levantarme en vilo sacándome a la orilla y tumbándome en ella. Se acostó sobre mí besándome y acariciándome con delicadeza, con los dientes hizo descender mi braga hasta quitármela para enterrar su boca en mi sexo y meter su lengua en mi vagina. Fue lo primero que metió, por supuesto, porque su “tratamiento” vaginal había logrado que yo empezase a manar como una fuente, lo cual facilito que su polla me penetrase hasta lo más profundo. Tenía una técnica muy bien ensayada, me la metía hasta no poder más para a renglón seguido, sacarla casi por completo y muy despacio para, de nuevo, clavármela de golpe; repetía ese juego varias veces para después invertirlo, meterse muy despacito para salir con rapidez, y así hasta conseguir que los dos y de forma simultánea llegáramos al orgasmo.
Pablo, por su parte, había permanecido sentado en la arena, pendiente del espectáculo que le habíamos dado. Era muy joven y no muy decidido, pero había que meterle en el juego, aunque aquel no parecía ser el mejor momento para ello.
Recupere la falda, la braguita había desaparecido, llevada por el agua, sin duda, volví a enfundarme en su chaqueta mientras ellos se vestían, y nos dirigimos al restaurante en el que habíamos encargado la comida, y nos sentamos en una especie de saloncito reservado, pero provisto de un aparato de aire acondicionado.
Habíamos bebido bastante durante la comida y estábamos alegres. Por cierto que desde el momento en que nos sentamos, habíamos notado las miradas constantes del camarero hacia mi escote, y como al servirnos buscaba colocarse en el mejor ángulo posible para mejorar su perspectiva. Era tan evidente que hasta nos había hecho gracia, de modo que, ya en los postres, desabroche los dos botones de la chaqueta, dejando que fueran los propios movimientos quienes se encargasen de ampliar el panorama. Llamé de nuevo al camarero, al que faltó poco para que se le salieran los ojos cuando al señalarle algo se produjo el milagro, la chaqueta se abrió completamente y, ante sus ojos desorbitados aparecieron mis tetas desnudas. El efecto fue fulminante y similar para los tres machos, mis dos chicos y el camarero, las delanteras de sus pantalones claramente delataban su excitación. Víctor fue el más atrevido, con uno de sus dedos apoyado casi sobre la cinturilla de mi falda, comenzó a subirlo, siguiendo una línea imaginaria, hasta apoyarlo sobre uno de mis pezones, mientras que yo, ignorándole aparentemente, tenía los ojos fijados en los del camarero. Me bastó extender mi mano para que él avanzase hacia mí, con la misma mano que acaricié el considerable bulto que marcaba su verga bajo el pantalón. Busqué su verga desabrochándole y ante mis ojos apareció mi postre, su hermosa verga en todo su apogeo. No me entretuve en preliminares, la tomé con mi boca y comencé a saborearla mientras mis muchachos habían cerrado la cortina del reservado y, desatados, me habían retirado la chaqueta por completo, y la falda con ella dejándome totalmente desnuda. Como puestos de acuerdo, uno de ellos se tendió de espaldas en el suelo para que me sentase sobre su verga tiesa, y sin darme tiempo ni a disfrutar un poco de ella, el segundo hizo presión sobre mis espaldas para que yo quedase acostada sobre su amigo; no me esperaba que se acostase sobre mí, pero lo hizo y guiando su polla con la mano la condujo hasta llevarla hasta la entrada de mi esfínter y hacer presión sobre el hasta dilatarlo y comenzar a metérmela acompañando su ritmo con la verga que tenía en mi vagina. A todo esto, el camarero no quería renunciar a su mamada, de forma que se arrodilló para quedar a mi altura y acercó su polla a mi boca para que yo continuase con la labor comenzada un rato antes. Por descontado que no tardé en verme inundada por las corridas de los cuatro, incluyendo la mía, que no fue menos abundante. Cambiamos de postura varias veces, cada uno de ellos me folló cuantas veces y posturas como quiso, así que cuando por fin llegué a mi casa, permanecí durante horas metida en el agua, en la bañera, y me resultaba imposible recordar el número de pollas que se habían corrido en mi interior, ni la cantidad de orgasmos que yo había tenido en todo el día.
La sorpresa llegó cuando, pocas semanas más tarde, no me bajó la regla y, después de los correspondientes análisis, comprobé que estaba embarazada. Por lo ocurrido aquel día había cuatro posibles candidatos forzados a la paternidad, así que comencé por hablar con Lucas para pedirle se hiciera las pruebas de ADN. Estábamos sentados en la terraza de una cafetería y allí demostró que era un canalla. Repuesto del susto inicial se propuso sacar partido de la situación y a cambio de acceder a las pruebas, me exigió que volviera a acostarme con él y, como anticipo, se puso en pie, avanzó hasta mí y sin vergüenza, bajó los tirantes de mi vestido descubriendo mis tetas que cubrió con sus manos durante unos momentos; después tiró de mi para hacerme entrar en el primer hotel que había, en el que pidió una habitación en la cual entramos.
Traté de razonar con él, tratando de que hablaramos pero hablaba solo yo, me desgarró el vestido arrancando de un tirón la braga y me empujó sobre la cama en la que literalmente me violó y mientras lo hacía ahora si me hablaba; me dijo no creía que el bebé fuera suyo, pero estaba dispuesto a hacerme muchos otros y para demostrarlo se corrió en mi vagina y sin que yo sintiera otra cosa que asco. Su polla, que tanto me había gustado no hacía mucho, ahora me parecía tan fría y desagradable como si de un pez muerto se tratase. Ahora me frotaba el clítoris con ella, la metió nuevamente mientras sus dedos continuaban masturbándome; yo empezaba a excitarme pese a mi repelencia, y no tardé en comenzar a segregar como en el mejor tiempo de nuestra relación. Tomó mis piernas para colocarlas sobre sus hombros y gracias a la postura me penetró violentamente por el culo y me impedía cualquier movimiento para evitarle, pese al dolor mi cuerpo respondía, continuaba bombeando en mi culo y con su dedo acariciaba mi clítoris con lo que yo sentí que mi orgasmo no tardaría, como así fue en pocos segundos y al sentirlo él se corrió nuevamente dentro de mi. No acabó ahí la sesión sino que comenzó otra en la que los dos participamos con iguales ganas y entusiasmo, fueron no menos de cinco las veces que follamos y salí del hotel corriendo totalmente desnuda para montar en su coche que me llevó a mi casa donde no le permití que subiera.
Los días siguientes fueron como mucho más de lo mismo. Venía a mi casa y actuaba como si también fuese la suya, con el chantage del ADN me exigía que permaneciese desnuda desde su misma llegada, me utilizaba como si yo fuese su puta, y en verdad lo era y le aceptaba todo mientras los días y semanas pasaban con distintas excusas para hacerse la prueba, acercándose el final del plazo para tomar la decisión de tener o no al bebé; mientras tanto, mis pechos estaban aumentando de volumen aunque mi silueta no mostraba otro indicio de mi cambio de estado. Lo cierto es que mi talla de sujetador había cambiado de 100 a 105 para sentirme cómoda, y mis pezones eran ya más grandes y, sobre todo, bastante más sensibles, cosa que él sabía y aprovechaba, se estaba dando un verdadero y diario festín de sexo, y me lo estaba proporcionando a mí. Ahora me exigía usar ropa más escotada, que comprase nueva ropa interior en los sex-shop; quería salir conmigo y cuando accedía a ello, que me pusiera vestidos o blusas que, aparte de un enorme escote, él pudiera desabrochar o bajar los tirantes cuando le apetecía, en general en una cafetería o en un pub cualquiera, como ejemplo el retrato de un día cualquiera
Llegó a mi casa y nada más abrirle, me desnudó en la misma puerta, sin darme tiempo a cerrarla al abrirle paso. Claro está que podía haberme negado o ni siquiera dejarle entrar en mi casa, pero su chantage había sido terminante, o le dejaba hacer todo lo que se le antojara, o no se haría la prueba necesaria y haría público mi embarazo, así que no tenía más remedio que aceptarlo. Decía, que me desnudó en la misma puerta y para cuando conseguí cerrarla ya lo hice con él detrás de mí y apretando mis tetas con sus manos. Estaba entusiasmado con ellas desde que se dio cuenta del aumento de volumen, a todas horas las quería en sus manos o con mis pezones en su boca, lo que de inmediato provocaba que mi sexo se inundara y me calentara como nunca antes había sucedido. Con ese inicio de sesión no le costó trabajo llevarme hasta mi cama y tenderme en ella; se desnudó veloz para ponerse sobre mí y empezar el bombeo hasta correrse y que yo me corriera, lo conseguía casi siempre, después quiso salir y me llevó a un pub bastante lleno de clientes ya maduros. Me había vestido con una de sus elecciones favoritas, en vestido a media pierna, muy suelto y estampado con flores blancas sobre un fondo color vino tinto, con un enorme escote solo dos botones desde el borde del escote a la cintura y sujeto con dos tirantes finos; llevaba los tirantes sobre los hombros con lo que mi escote estaba aún más abierto, pero no fue suficiente porque en cuanto nos sentamos en una mesa y dándose cuenta de que algunos de los hombres cercanos me miraban, quiso provocarles y demostrar a todos que él era el dueño y macho dominante, y lo hizo usándome a mì, por supuesto; pasó su brazo por detrás de mis hombros para con su mano hacer deslizar por mis brazos los tirantes del vestido con lo que, mis tetas que ya desbordaban antes el escote del vestido, aparecieron libres y desnudas, las agarró con sus manos y empezó a jugar con mis pezones, a sabiendas de cual sería la respuesta de mi cuerpo y en muy pocos minutos mi vagina comenzó a humedecerse y todo mi cuerpo a estremecerse bajo las caricias en mis pechos. Comenzó a subir la falda del vestido y no paró hasta descubrir la tanga que portaba, mostrándome ante todos los que quisieran mirar y muchos vieron perfectamente como la parte delantera se humedecía; mientras una de sus manos pellizcaba mis pezones, la otra los abandonaba para apartar los bodes de la tanga, para con sus dedos penetrar mi vagina y en ese momento ya no había forma de detener ni ocultar los estremecimientos de mi cuerpo. Abrí los ojos al sentir que algo extraño ocurría, y eran tres de los clientes plantados ante nuestra mesa, encararon a Lucas y le reprocharon la màs que evidente provocación a todos, y que estando ellos allí participaban todos o ninguno lo hacía y a él le propinarían una buena paliza. El no es ningún valiente, se dio cuenta a lo que le había conducido su juego, me soltó como si mi cuerpo quemara y al hacerlo, arrancó mi tanga y dejo mi sexo al descubierto ante ellos que tomaron asiento a nuestro lado, rodeándome y dejando al lado a Lucas, tomando posesión de su presa a la que quisieron catar de inmediato. Uno tomó posesión de mi pezón derecho y con su boca comenzó a lamerlo y mordisquearlo consiguiendo en minutos que sobresaliera mas de un centímetro, y que mi vagina fuese ya un verdadero rio en el que fue a beber la boca del segundo y cuando este se puso en pie para tumbarme sobre el sofá y meterme su polla que se deslizó en mi interior hasta llegar a mi matriz donde estaba mi hijo. Lo sabía pero ya era incapaz de controlar mi cuerpo, otra polla entró en mi boca que le acogió con hambre, mientras el tercero seguía jugando con mis tetas cuyos pezones estaban monstruosamente dilatados. Mis caderas danzaban buscando una penetración más profunda, sentía la segunda polla empotrada en mi boca llegar hasta la garganta y me sobrevino el orgasmo más grande del que tenía recuerdo, y al mismo tiempo los orgasmos de ellos vertiendo ríos de semen. Hubo cambio de tercio o cambio de posturas, cada uno de ellos cambió de lugar, ahora no era yo la que estaba tumbada sobre el sofá, sino sobre el cuerpo de uno de ellos con su polla metida a fondo en mi vagina; otro encima de mi apretando mi culo con su polla hasta meterla entera e iniciando una feroz cabalgada; el tercero de pie, acercando la polla hasta que la tomé con mis manos para lamer su cabeza apretando sus huevos, para meterla en mi boca haciéndola entrar y salir hasta que se vació en ella. Los otros dos seguían con lo suyo, si uno presionaba por detrás, el otro me llegaba más profundo y así todos nos vaciamos al unísono.
Fueron corteses, los tres nos llevaron hasta mi casa en la que entramos todos, Lucas abrió la puerta con la llave que llevaba en mi bolso, una vez dentro y con los tres ya recuperados recomenzó la fiesta, pero esta vez fueron ellos tres y yo los que participamos activamente en ella, Lucas su fue a otro cuarto y de allí no salió mientras duró la fiesta, me follaron por el culo, la vagina y la boca cada uno de ellos, la noche fue un cuarteto muy bien orquestado, y yo la terminé rebosante de semen y alegre porque había tomado una decisión. Por la mañana eché a Lucas de mi vida para siempre, hice que me practicaran un aborto muy dispuesta a continuar mi camino sin trabas y sin cargas.
Espero que funcione!.
- : Una historia romántica
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Relato erótico: “Mi prima preñada y su dinero, mis mejores afrodisiacos 3” (POR GOLFO)
Mi prima preñada y su dinero, mis mejores afrodisiacos 3
«¿Quién narices cena a las seis?», me dije mientras me acicalaba al salir del baño, «¡Es temprano hasta para merendar!». Sin rastro de hambre y con más ganas de tomarme una cerveza que de comer algo, decidí vestirme de modo informal. Una camisa y un pantalón de pinzas me parecieron una etiqueta suficiente para la cita.
«No voy a cenar con el rey sino con mi prima», sentencié y mirándome en el espejo, me cabreó descubrir que las canas empezaban a poblar mi cabello. No obstante y a pesar de haber sobrepasado la cuarentena, me sentía joven y pensé que mi imagen era la de un maduro resultón.
Al terminar me dirigí hacía la casa de Ana, deseando no solo enfrentarme con ella y aclarar la situación en que me hallaba, sino también verla. Su belleza recién descubierta y el hecho que su embarazo me pusiera cachondo aceleraron mis pasos y por ello llegué cuarto de hora antes de lo acordado. Como es lógico, mi prima no estaba lista y tuvo que ser una de sus criadas, la que me acompañase al salón.
Una vez allí, preguntó si quería algo.
-Una cerveza bien fría- respondí sin darle mayor importancia al hecho que hablara en perfecto español.
Aprovechando que iba a por lo que le había pedido, me puse a chismear las fotos que había en una de las librerías de esa habitación. Reconozco que no me sorprendió encontrar en muchas a mi tío Evaristo pero a lo que nunca me imaginé fue que yo apareciera en dos de ellas.
«Las ha puesto a posta para enternecerme», pensé al tiempo que trataba de recordar donde nos las habíamos tomado. «Son de un verano de hace casi diez años», decidí al reconocer a un par de amiguetes del pueblo.
Asumiendo que había rebuscado para hallar una imagen nuestra, me pareció una manera ruin de negociar el apelar a nuestra amistad de jóvenes y lejos de conmoverme, esas fotos consiguieron ponerme en alerta.
«Teresa no iba muy desencaminada cuando en el avión me dijo que iba a ser un hueso duro de roer», resolví esperanzado gracias a mi arma secreta, «esa zorra no sabe que la tengo grabada. Como se ponga intransigente, no me quedará más remedio que chantajearla».
Treinta minutos más tarde, cuando Ana apareció por la puerta, confirmé mis sospechas al verla llegar con un escotado vestido que realzaba sus, ya de por sí, hinchados senos.
«Tiene unas tetas de campeonato», reconocí muy a mi pesar al notar que mis hormonas se ponían a funcionar.
Cómo en el despacho de los abogados, tuve que hacer verdaderos esfuerzos para retirar mis ojos de su canalillo. Ana, consciente del atractivo que provocaba en mí, se acercó hasta donde yo estaba y pegando su cuerpo al mío, me saludó con un beso mientras me preguntaba por el viaje.
-Cansado- respondí con tono seco en un intento de demostrar un sosiego que no tenía.
La arpía no hizo caso a la inflexión de mi voz y manteniendo su mirada, me soltó:
-No te podrás quejar de cómo te trato, ¡hasta te dejé a mi secretaria!
Que diera mayor importancia a Teresa que al avión, avivó mis suspicacias pero no queriendo demostrar un interés por el tema, contesté:
-Te agradezco más que me hayas ahorrado el billete- y entrando directamente al trapo, le solté:-Me imagino que me has invitado para hablar de la herencia de Evaristo.
Fue entonces cuando Ana demostró sus artes de negociación porque en vez de seguir con esa conversación, cambió de rumbo, diciendo:
-Para nada, mi idea era que recuperáramos el tiempo perdido. Llevamos mucho tiempo sin hablar y quiero que me pongas al día de tu vida.
Cómo consideré que no era el momento para empezar las hostilidades, sonreí y le pregunté si quería que le sirviera una copa.
-Todavía no te has dado cuenta que no puedo beber- respondió al tiempo que cogiendo una de mis manos, la ponía sobre su germinado vientre.
Sé que por lo menos en ese instante, Ana no albergaba otra intención que ser simpática, pero al sentir la tirante piel de embarazada bajo mi palma, todo se precipitó. Fue como una inyección de adrenalina directamente en vena. Mi lujuria se había despertado y por eso, fui incapaz de separar mi mano de esa tentación.
-¿Te gusta?-, me dijo coquetamente, sin pedirme que retirara mis dedos que ya jugaban con su ombligo.
Balbuceé una respuesta. Todavía hoy en día soy me resulta imposible recordar que es lo que respondí. Con mi corazón a mil por hora, estaba embelesado con su embarazo. Sin saber ni que decir, le pregunté quién era el padre, a pesar de saber que era una indiscreción pero es que me pudo más la curiosidad, sobre todo después que Teresa me confirmara que no tenía ninguna relación.
-Un imbécil- contestó, muerta de risa- y lo mejor es que no lo sabe.
Su respuesta me intrigó pero asumiendo que tarde o temprano me enteraría, me abstuve de insistir.
-Ya ves, además de gorda, tu primita será madre soltera.
-Estás preciosa-, respondí justo cuando cometí un nuevo error: al contestarla, levanté la mirada y me encontré con sus pechos, que presionados por un sujetador de una talla menor a la que necesitaba, eran una tentación insoportable.
-¡Bobo! Eso se lo dirás a todas-, dijo sin darle importancia a los esfuerzos que tenía que hacer para dejar de mirar sus dos tetas y llamando a la criada, le preguntó si Teresa había ya llegado.
Justo cuando la mujer iba a contestar, la secretaria hizo su aparición luciendo un vestido extrañamente puritano, que bien podía ser el uniforme de algún tipo de monjas.
-Buenas noches, doña Ana. Siento el retraso- contestó desde la puerta.
La presencia de esa filipina alivió en parte mi excitación y pude retirar mis dedos de esa panza de embarazada, aunque os tengo que reconocer que durante muchos minutos su recuerdo hizo que tuviese que disimular el bulto entre mis piernas.
No queriendo parecer demasiado familiar, cuando fui a saludarle con un beso en la mejilla, Teresa, retirando su cara, alargó su mano. Comprendí que esa actitud, rayando en grosera, era para evitar las sospechas de su jefa y por eso no me quedó más remedio que estrecharla entre las mías, mientras le decía:
-Es un placer volverte a ver.
La reacción de esa chiquilla poniéndose colorada me hizo temer que quizás con esa fórmula coloquial, le daba a entender que era una velada referencia a las sesiones de sexo que habíamos disfrutado.
-¿Cenamos?- pregunté a mi prima, dando carpetazo al asunto.
Ana no debió notar nada raro porque, luciendo una sonrisa de oreja a oreja, me cogió del brazo y sin mayor comentario, me llevó al comedor.
«¡Menos mal! ¡No sospecha nada!», mascullé más tranquilo.
Tras las rutinarias frases donde me decía lo feliz que estaba por habernos reencontrado, mi prima en un momento dado me preguntó si tenía pareja:
-Estoy soltero y sin compromiso- contesté medio mosqueado al no saber a qué venía ese interrogatorio porque me constaba que sabía mi estado civil.
-Me alegro porque desde que murió el tío Evaristo, me he sentido muy sola y es muy agradable saber que nuevamente hay un hombre en esta hacienda.
«¿De qué va?», me pregunté al notar sus ojos fijos en mí al decir “hombre”, no en vano, en las pocas horas que llevaba ahí me había percatado de la cantidad de varones que trabajaban en la finca.
Tratando de sonsacarla sin que se diera cuenta, le comenté en plan de guasa que no se podía quejar y que dada su posición a buen seguro tendría cientos de pretendientes. Fue entonces cuando con tono seco, me respondió:
-La ausencia del tío es difícil de suplir – y dirigiéndose a su empleada, le preguntó: -¿Tengo o no razón?
Su tono escondía un significado que no alcancé a interpretar pero cuando realmente sentí que todos los vellos de mi cuerpo se erizaban, fue cuando la morenita contestó casi llorando:
-Con él se fue, además de un estupendo ser, nuestro maestro.
Si no llega a ser imposible, hubiese jurado que esa monada estaba hablando de un tipo de relación con connotaciones sexuales. Tanteando el terreno, dejé caer:
-El tío fue todo un adelantado a su época. Supo crear un imperio de la nada.
-No lo sabes tú bien. Él nos enseñó que había que huir de los convencionalismos sociales y vivir cada día como si fuese el último- contestó mi prima sin dejar de mirarme a los ojos.
Descolocado por esa respuesta y por el hecho que en su mirada me pareció descubrir un extraño deseo, cambié de tema y le pregunté de cuánto tiempo estaba:
-Nuestro hijo nacerá en Marzo.
Reconozco que me sentí fuera de lugar al no entender sus palabras.
«¿De qué habla?», exclamé mentalmente porque ese nuestro podía significar o qué eran lesbianas o que el padre del chaval era mi tío. Cómo Teresa se había acostado conmigo y me había tratado de negociar que me casara con ella, la segunda posibilidad era única plausible.
«Con razón, se indignó al enterarse que tendría que compartir la herencia conmigo», medité y no queriendo meter la pata, me quedé callado mientras la criada de la casa comenzaba a servir la comida.
Afortunadamente, Teresa rompió el silencio que se había instalado entre esas cuatro paredes al comentar que me había parecido la habitación que me habían reservado:
-Estupenda, aunque la cama es demasiado grande para uno solo.
Al oírme, riendo, esa jovencita contestó:
-¡Por eso no te preocupes! Ya tendrás tiempo de llenarla como hacía Don Evaristo.
La mala leche, con la que se tomó su jefa ese comentario, me hizo gracia y desconociendo que me iba a internar en terreno peligroso, en plan de broma, contesté:
-Antes de pensar en eso, tendré que conocer alguna candidata.
Interrumpiendo, muy enfadada, Ana nos soltó:
-Esta no es una conversación que se pueda tener con unas damas. Teresa modera tu lenguaje, mi primo todavía no te conoce y puede hacerse una idea equivocada de ti- tras lo cual girándose a mí, dijo: -Esta niña debe de debe centrarse para así conseguir un buen marido. ¿No crees?
«¡Menuda bruja!», exclamé en mi mente al ver en esa pregunta un machismo recalcitrante pero midiendo mis palabras, respondí:
-A buen seguro que a Teresa tampoco le faltarán aspirantes pero todavía es muy joven para pensar en algo serio- tras lo cual y sabiendo no era un tema mío, me abstuve de hacer más comentario.
La cría tampoco dijo nada y esperó a pasarme la panera para agradecerme la defensa que había hecho de ella, con una caricia sobre mi mano. Ese breve gesto recorriendo con sus dedos mi palma tuvo un efecto no previsto y cual muelle, mi pene se desperezó bajo mi pantalón.
«¡Está tonteando conmigo!», pensé tan excitado como preocupado, no fuera a ser que su jefa se diera cuenta.
Mi prima, o no vio la caricia o no quiso verla y llamando mi atención, empezó a explicarme la agenda que tendríamos al día siguiente:
-Mañana tenemos cita con el notario a las nueve para que aceptemos la herencia. Como quiero hablar contigo antes sobre el tema, ¿te parece que te caiga a desayunar en tu casa sobre las seis?
-Por mí, perfecto- contesté- pero si quieres podemos hablar después de la cena.
Estaba esperando su respuesta cuando de pronto, noté un pie desnudo estaba recorriendo una de mis piernas. Sin saber cómo actuar, me quedé petrificado cuando sentí que Teresa no se conformaba con eso y que seguía subiendo por mis muslos.
«Va a ponerme como una moto», me temí. Y mientras esa cría seguí insistiendo entre mis piernas y su pie comenzaba a frotarse contra mi pene, oí que Ana me respondía:
-Hoy estás muy cansado para pensar coherentemente, mejor lo dejamos para mañana.
-Está bien, mañana entonces- concordé rápidamente mientras retiraba ese indiscreto pie de mi sexo pero antes de hacerlo, devolví la carantoña dando un pequeño pellizco sobre su empeine. La muchacha debió de captar mi molestia porque no volvió a intentar masturbarme durante el resto de la cena. Ya resuelto el problema y tratando de disimular mi erección, miré a mi prima.
«Mierda, se ha dado cuenta», me dije al ver la expresión de su cara. Pero curiosamente, lejos de cabrearse por el jueguecito de su protegida, noté que bajo la tela de su vestido, los pezones de Ana exhibían una dureza que segundos antes no tenían.
«¡No entiendo nada!», sentencié mientras pensaba en el extraño comportamiento de esa mujer. «Exteriormente, la trata como si fuera una especie de ahijada pero luego al ver que se comporta como una puta, va y ¡se excita!».
Al asimilar ese detalle, me sentí ilusionado porque con lo que ya sabía de mi prima, tenía claro que si me quedaba en esa casa, tendría muchas oportunidades y por eso, me dije:
«¡Ya caerá esa zorra!».
El resto de velada se fue enturbiando y donde antes había cordialidad, ahora era tirantez. Desconociendo los motivos, al terminar el postre, pidiendo permiso, me levanté de la mesa. Ya estaba en la puerta cuando al irme a despedir me percaté que entre esas dos mujeres se respiraba un futuro conflicto y que en cuanto me fuera, iba a explotar. No queriendo estar presente, dije adiós y saliendo al jardín me dirigí hacia mi casa mientras a mis oídos llegaban los gritos de esas dos mujeres discutiendo.
Mi tío me sorprende con un nuevo artilugio.
Al llegar a mi cuarto, todavía seguía excitado por esa interrumpida paja y por ello, sin desvestirme, fui en busca de otro de los videos que Evaristo había grabado de su sobrina. Al revisar la colección me llamó la atención uno, en cuya funda decía “ANA, sesión 1ª”. Ese título insinuaba un tipo de contenido altamente erótico.
«Espero que sea lo que imagino», me dije soñando en algún tipo de sumisión al que la hubiese sometido.
Pero la buena suerte quiso que al ir a encender ese modernísimo aparato de televisión, me equivocara y en vez de hacerlo, lo que realmente encendí fue su sistema espía.
«¡Coño!», exclamé al ver que en la pantalla aparecían Teresa y Ana en plena pelea. Alucinado, me quedé de pie, mirando y oyendo lo que estaba ocurriendo en esos momentos en la otra vivienda.
Por los altavoces, me llegaba la voz de mi prima recriminando a la muchacha el haberse acostado conmigo. Teresa intentó negarlo pero entonces Ana, soltando una carcajada, le espetó:
-¿Te crees que soy tonta? Me di cuenta en seguida y lo confirmé durante la cena.
-¿Cómo?- sollozó la cría.
Su querida jefa tirándola de los pelos, la llevó hasta la cama mientras le decía:
-Sospechando de tu traición, decidí comprobarla. Empecé a tocar a mi primo por debajo del mantel y el muy imbécil no dijo nada. Si no te hubieses acostado con él, hubiese reaccionado de algún modo. El muy cretino creyó que eras tú quién le masturbaba.
Teresa se vio descubierta y totalmente desolada, se arrodilló frente a Ana pidiéndole perdón. Mi prima ni siquiera se inmutó con las lágrimas de esa niña y ante mi asombro, esperó a que dejara de llorar para levantarla y acercando su cara a la de ella, le mordió en la boca mientras le decía:
-Te dije que era mío y que tenías prohibido acercarte.
No me esperaba esa confesión. En esa frase, esa puta reconocía que me había pajeado y que por algún motivo, estaba interesada en mí. Estaba todavía tratando de encajar sus palabras en su actitud desde que nos reencontramos cuando con tono duro, Ana exigió a Teresa que se quitara las bragas y se pusiera a cuatro patas para recibir un castigo. No sé qué me dejó más impresionado, si que diera esa orden o que la cría no se revelara y sumisamente ofreciera su pandero a su jefa.
«¡No es posible!», exclamé mentalmente al ser testigo que teniéndola a su merced, mi prima no tardó en dar un primer golpe sobre las nalgas de esa muchacha.
-Lo siento- gritó Teresa adolorida.
Haciendo oídos sordos a sus suplicas, Ana descargó su furia con una serie de dolorosos azotes mientras le recriminaba haber faltado a su palabra al acostarse conmigo.
-Te dije que lo vigilaras, ¡no que te lo follaras!
Contra toda lógica, Teresa no intentó escapar a su destino. Todo lo contrario, cuanto más dura era la reprimenda, más quieta se quedaba para que su verdugo siguiera machacando su culo con duras cachetadas. Por mi parte, estaba confuso. Mientras una parte de mí me pedía que fuera a socorrer a la muchacha, la otra me tenía anclado frente a esa pantalla cada vez más excitado. Cuando estaba a punto de ir en su ayuda, escuché a mi prima decir:
-Te ha dado igual que el maestro lo preparara todo para que se hiciese cargo de nuestro hijo. ¡En cuanto has tenido oportunidad, te has abierto de piernas para ser la primera!
Su nueva revelación me dejó petrificado. Según podía deducir, Evaristo me había nombrado heredero para traerme a ese país y así ser el padre adoptivo del retoño.
«No me lo puedo creer», murmuré en la soledad de mi habitación mientras a menos de cien metros, su víctima le contestaba con sollozos que “el maestro” también le había prometido que ella se casaría con su sobrino.
-Solo desde el punto de vista legal, ¡cacho puta!- replicó Ana y mientras aprovechaba la indefensión de la mujercita sacar un arnés de su cajón, le dijo: – Aunque compartamos a Manuel, él será ante todo el padre del niño.
Saber que entre mi tío y esas dos mujeres habían decidido mi destino sin contar con mi opinión, me había indignado. No pensaba ser la marioneta de nadie y menos de ese par de arpías. Estaba pensando en cómo iba a responder a esa afrenta cuando mi prima se abrochó ese cinturón alrededor de la cintura.
«¡Se la va a follar!», descojonado comprendí al ver que acercaba el enorme pene que llevaba adosado ese arnés al coño de Teresa. Sin más prolegómenos y con un breve movimiento de sus caderas, Ana incrustó ese falo de plástico hasta el fondo de la indefensa mujer.
-¡Dios!- aulló la morenita al sentir su sexo invadido por esa mole.
No me había repuesto todavía de la sorpresa que me produjo ver el inicio de esa escena lésbica cuando las protagonistas ya habían adoptado un ritmo feroz y lo que en principio había sido una cuchillada, se convirtió en un desenfrenado galope con Ana actuando de jinete y Teresa como su montura. Los gritos de dolor de la oriental se fueron transformando en aullidos de placer al sentir cómo ese instrumento entraba y salía de su cuerpo mientras mi prima se la follaba.
La violencia había desaparecido y al ver el modo en que ambas disfrutaban comencé a sospechar que estaban actuando. La confirmación que no era una “violación” sino un juego, llegó cuando escuché a la filipina decir:
-¡Cómo te echaba de menos!- agradecida rugió Teresa sin saber que con ese grito, me estaba confirmando que entre esas dos mujeres había una relación consensuada.
-Yo también, putita mía- contestó su agresora mientras imprimía un mayor vaivén a sus caderas.
Siguiendo el ritmo del ataque al que estaba sometida, los pechos de la morena se bamboleaban cada vez más rápido. Si ya de por sí esa imagen me traía loco, lo que realmente me terminó de excitar fue ver a Ana despojándose de la parte de arriba de su vestido.
-¡Menudo par de tetas!- grité sabiendo que nadie podía oírme al ver, a través de la televisión, las ubres de mi prima.
No pude más que sacar mi verga de su encierro y siguiendo con auténtica lujuria lo que ocurría en la casa de al lado, me puse a masturbar mientras me relamía mirando los hinchados senos de esa embarazada.
-¡Voy a follármela y después, dios dirá!- sentencié absolutamente absorto.
Ajenas a estar siendo espiadas, las dos mujeres seguían dándome un espectáculo digno de una película X. Cada vez más entregada a la pasión, Ana agarró la melena de su amante y usándola como riendas la exigió que se moviera, preguntándole a la vez:
-¿Crees que Manuel será como esperamos?
Esa pregunta me hizo parar de pajearme al desconocer a qué se refería. Durante unos segundos, me quedé quieto no queriendo perderme la respuesta.
-¡Contesta! ¡Puta!- insistió mientras le soltaba un nuevo azote con la palma abierta sobre el culo de su amante.
-Sí- contestó presa del placer- ¡tu primo será un buen amo!
Nunca se me hubiese pasado por la cabeza que esa era la contestación que Ana esperaba y mientras trataba de analizar lo que me acababa de enterar, observé a la oriental retorcerse al verse objeto de un brutal orgasmo.
«Eran las sumisas de mi tío», comprendí ilusionado.
Habiendo obtenido su dosis de placer, Teresa se dejó caer sobre el colchón completamente agotada. Ana, insatisfecha, le recriminó que ella todavía no había llegado y fue entonces cuando la oriental contestó:
-Llama a tu primo y reconócele que estás loca por él. ¡Seguro que te folla!
-Se reiría de mí- muerta de vergüenza, reconoció: -no creo gustarle así de gorda.
Esa respuesta me pareció absurda porque no en vano su embarazo es lo que había hecho aflorar en mí con renovadas fuerzas mi atracción por las mujeres. Lejos de parecerme obesa, mi prima me parecía el sumun de la sensualidad y su germinado vientre un paraíso que me gustaría explorar. Estaba meditando sobre la conveniencia de ir a verlas cuando la morenita acudió a su encuentro y la acunó entre sus brazos mientras le decía:
-Si no le gustas, es que es idiota. Eres una mujer maravillosa- y reafirmando con hechos sus palabras, comenzó a darle suaves besos por el cuello mientras acariciaba con sus manos esos dos pechos que me hacían suspirar.
Ana todavía con lágrimas en los ojos, se dejó consolar por Teresa y ante mi estupefacción por lo que acababa de oír, se dejó caer a su lado en el colchón. Durante unos minutos, las manos de la oriental recorrieron el cuerpo de la dolida mujer hasta que Ana consiguió relajarse y la excitación volvió a su cuerpo. Cuando no pudo más, se dio la vuelta y plantó un beso apasionado en los labios de la muchacha.
-¿Me harías el amor?- preguntó con voz dulce.
Esa nueva Ana, tan alejada de la estricta ejecutiva que aparentaba ser ante mí, reconozco que me encantó y mientras a través del aparato espía, veía como se acariciaban mutuamente sus cuerpos, reinicié en la soledad de mi habitación mi paja.
-Me gustaría ser yo quien la consolara- dije en voz alta, reconociendo de esa forma que me daba igual que me hubiesen engañado para llevarme al otro lado del mundo.
Lo siguiente de lo que fui testigo no me defraudo. Teresa, en plan melosa, fue bajando por el cuello de mi prima hasta llegar hasta su pecho, dejando con su lengua un húmedo surco. Surco brillante que me hizo soñar en el día que esas enormes y blancas tetas que lucían coronadas por apetitosos y rosados pezones fueran mías. Desconociendo que estaba observando desde mi cama, la morenita besó, lamió e incluso mordisqueó esos botones mientras su dueña iba poco a poco perdiendo la razón.
-¿Tú crees que Manuel acepte compartirnos cuando se lo pidamos?- preguntó completamente excitada.
Teresa, soltando una carcajada, levantó su mirada y con voz sensual, le contestó:
-Ni siquiera lo dudes. Ya me demostró que, aunque un poco oxidado, es un hombre en toda regla- tras lo cual llevó sus hábiles dedos hacia la entrepierna húmeda de su amante e introduciéndolos unos centímetros en su interior, le dijo: -Si no me equivoco, intentara seducirte sin saber que llevas enamorada de él desde que eras niña.
Al oír su consuelo y sentir a la vez esos dedos jugando en su intimidad, Ana abrió los ojos como dos platos y ante mi atenta mirada, comenzó a contorsionarse sobre las sábanas mientras contestaba:
-Ojalá tengas razón, llevo años deseando ser suya.
Teresa comprendió que su jefa se sentía indefensa y no queriendo que siguiera martirizándose, susurró en su oído:
-Sh sh shhh… no pienses en eso y disfruta.
Mi prima le hizo caso y dejando atrás sus miedos, se concentró en los lentos movimientos de los dedos de su amante que poco a poco iban haciendo hervir su sexo mientras desde mi colchón veía, polla en mano, como la oriental masajeaba su hinchado clítoris.
-¡Que buenas están!- chillé ya convertido en un incendio al admirar el lento y sensual apareamiento del que estaba siendo testigo.
Para entonces, la morenita ya se había hecho dueña del coño de su amada y muy lentamente comenzó un discreto mete y saca mientras Ana no paraba de gemir completamente entregada.
-¿Quieres que le llame y entre las dos le convenzamos de ser nuestro hombre?- preguntó Teresa al tiempo que incrementaba su estimulación con dos de sus dedos.
Mi prima incapaz de articular palabra alguna, negó con la cabeza. Asumiendo su papel, Teresa aumentó el ritmo de sus caricias hasta que ya dominada por el deseo, su dulce jefa le clavó las uñas en la espalda, pidiendo que no parara.
-¿Estás segura que no quieres que venga?- insistió la morena al comprobar que Ana movía febrilmente las caderas en un intento de marcarle la velocidad con la que deseaba ser penetrada.
-¡Debe ser él quien me llame a su lado!- gritó descompuesta al sentir los primeros síntomas de un intenso placer.
En mi lecho y producto del morbo que me estaba dando tanto la escena cómo lo que hablaban entre ellas, comprendí que no tardaría en correrme. En alguna ocasión había escuchado que la fantasía de toda mujer era estar con otra mientras fantaseaban de un hombre y exactamente eso era lo que estaba observando:
“¡Dos bellezas haciendo el amor mientras hablaban de mí como su futuro dueño!”.
No creí soportar más tiempo sin eyacular y por ello, ralenticé el ritmo de mi muñeca mientras en la pantalla, veía a mi prima sollozar de puro gusto.
-¿Te imaginas que es su verga la que te está follando?- siseó Teresa en la oreja a su excitada jefa.
La idea debió de ser la gota que colmó su lujuria porque mi querida y odiada prima colapsó sobre su cama.
-Síííí…..- chilló mientras su sexo se licuaba en las manos de su amante.
Todos mis vellos se erizaron al escuchar el grito de placer que manó de la garganta de Ana pero más cuando prolongando el éxtasis de su amada, Teresa sin dejar de follársela con los dedos, le prometió:
-Manuel ya es nuestro aunque no lo sepa.
Al comprender que esa afirmación era cierta, exploté derramando mi simiente por toda mi cama. Tras unos minutos en los que únicamente vi cómo ambas se quedaban dormidas, apagué el sistema de espionaje de mi tío y mientras intentaba yo mismo caer entre los brazos de Morfeo, decidí que haría realidad el sueño de ese par de brujas, pensando para mí:
«Seré suyo pero ¡tendrán que trabajárselo!».
CONTINUARÁ
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Relato erótico:” Teniente Smallbird 1ª parte” (POR ALEX BLAME)
1
El apartamento estaba en un viejo edificio de los años setenta medio roído por la aluminosis. El detective Smallbird subió las escaleras lentamente odiando cada cigarrillo que había fumado esa mañana.
El sargento Smallbird era bajo, delgado, de tez oscura y abundante cabello negro siempre engominado. Como siempre, vestía unos vaqueros, una camiseta por la que asomaba una cadena de oro y una chaqueta de cuero negro que siempre llevaba encima.
Cualquiera que le viera por la calle, caminando a pasos cortos y rápidos, con esas piernas cortas y ligeramente arqueadas y la mirada perdida, no repararía en él, ni sería capaz de describirlo, pero si esos ojos castaños se enfrentaban a un detenido o interrogaban a un testigo se volvían agudos e inquietantes.
La puerta del apartamento era de contrachapado y podía verse un gran agujero dónde uno de los miembros del servicio de emergencias la había pateado para acceder al inmueble.
El piso era tan oscuro y deprimente como el resto del edificio. Los muebles eran baratos y estaban gastados por el continuo uso.
—Hola Juan. —dijo el detective Smallbird—¿Han llegado los de la científica?
—Buenas noches teniente, —respondió el agente que hacía guardia a la puerta—acaban de llegar ahora mismo, el forense está haciendo el examen preliminar del fiambre. Tiene mala pinta.
—¿Quien encontró el cadáver?
—Aun no lo sabemos sargento —dijo el agente sacando un block de notas—A las seis de la mañana, emergencias recibió una llamada diciendo que había un cadáver en esta dirección. La llamada fue hecha desde una cabina telefónica que hay unos pocos números más abajo…
—Debía de ser alguien que vive por aquí. Apenas quedan cabinas telefónicas y no todo el mundo sabe dónde encontrarlas —dijo el sargento pensativo.
—…La operadora que atendió la llamada dijo que la voz estaba enmascarada y que ni siquiera pudo distinguir si se trataba de un hombre o una mujer. La grabación ya está en el laboratorio y me he encargado de que le envíen una copia a su correo electrónico.
—Muchas gracias Juan. ¿Qué pasó luego?
—Nosotros éramos los que estábamos más cerca y cogimos el aviso. Cuando llegamos a la puerta estaba cerrada con llave. LLamamos al timbre y no contestó nadie. Ante la sospecha de que pudiera haber alguien muerto en el interior tiramos la puerta abajo de una patada y Márquez y yo entramos en el piso.
—Encontramos el fiambre en el suelo del salón con múltiples puñaladas y en medio de un enorme charco de sangre.—continuó el agente— Registramos la casa y en cuanto nos aseguramos de que no había nadie más, nos retiramos al pasillo y llamamos a la central.
—Buen trabajo. Ahora que ya estamos todos aquí, ¿Por qué no vais preguntando a los vecinos a ver si han visto u oído algo sospechoso?
—De acuerdo jefe.—dijo saliendo de nuevo al pasillo y llamando a su compañero a grito pelado.
El sargento Smallbird se puso unas calzas y unos guantes para no contaminar el escenario y entro en el salón que olía a sangre y a esfínteres relajados.
El cadáver estaba tumbado boca arriba cosido a puñaladas y en un gran charco de sangre.
—Hola Fermín, ¿Qué opinas?—preguntó a un cincuentón barrigudo que estaba aculillado examinando el cadáver.
—Que si llego a saberlo me pongo pantalones de pescador.
—Ahora en serio. —dijo el detective desenvolviendo un chicle y mascándolo con furia.
—Varón blanco, caucásico, mediana edad, sobrepeso, por la indumentaria la higiene no era su mayor virtud.—respondió el forense señalando la camiseta de tirantes y los calzoncillos sucios.
—Ya veo ¿La causa de la muerte?
—Yo descartaría las causas naturales. Llevaba contadas cincuenta y seis puñaladas hasta que llegaste. Ahora voy a tener que volver a empezar otra vez. ¡Joder!
—Lo siento Fermín. Tiene pinta de algo pasional.
—Las múltiples puñaladas así parecen indicarlo pero hay algo curioso que me inclina a no descartar otro móvil. Las puñaladas fueron dadas a intervalos de tiempo, en ocasiones bastante largos.
—¿Cómo lo puedes saber?
—¿Ves estas primeras en los brazos y las piernas? por las manchas de sangre se puede ver que sangraron profusamente y hay respuesta inflamatoria, mientras que las del tronco apenas sangraron y más de la mitad de las heridas fueron claramente realizadas post mortem como puedes ver por la ausencia de sangre en las heridas.
—¿Quieres decir que el asesino se pasó toda la noche arreando cuchilladas a la victima?—preguntó Smallbird sorprendido.
—Yo calculo que, por la diferencia entre los cortes perimortem y los últimos realizados postmortem pasaron al menos doce horas. Sabré algo más cuando le haga la autopsia.
—¿Me puedes explicar cómo un tipo se dedica a cortar en finas rebanadas a la víctima sin que esta haga el más mínimo movimiento o despierte a nadie con sus gritos?
—Lo único que se me ocurre es que le drogaran pero no lo sabré hasta que tengamos el informe de tóxicos dentro de un par de días.
El detective se agachó y observó el cadáver. Inspeccionó muñecas tobillos y comisuras de la boca sin encontrar rastro alguno de ligaduras o mordazas.
Los ojos castaños y porcinos parcialmente velados por la muerte le miraron inexpresivos. El cadáver, casi desnudo como estaba, no le aportó ninguna información más y dio una vuelta sobre si mismo observando la habitación.
Aunque la mugre y el desorden reinaban por todo el piso, no parecía que nadie hubiese rebuscado algo entre su contenido. En una esquina había un televisor apagado y una PlayStation 4, que era lo único que parecía moderno y limpio en toda la vivienda. Al lado del televisor había una pila de juegos y un disco duro.
Se acercó a una mesa baja que el asesino había apartado para poder tener más espacio para manipular a la víctima. Con cuidado apartó los envoltorios de pizza congelados y las latas de cerveza estrujadas hasta encontrar un cenicero, las llaves de un Opel y una cartera de cuero sobada y llena de manchas de grasa.
Smallbird abrió la cartera. En el interior había treinta euros, un par de tarjetas de débito, un resguardo del euromillón y un DNI y un carnet de conducir a nombre de Alex Blame. Examinó el carnet con atención; el fallecido era varón, cuarenta y un años, nacido en una pequeña población de Ávila e hijo de Pegerto y Obdulia. La cartera no le aportó más pistas así que la dejó en su sitio para que los de la científica la embolsasen y la etiquetasen. Siguió buscando en la mesa pero no encontró nada más.
En la esquina contraria, al lado de la ventana, había un escritorio con un ordenador formado por una pantalla tft de veintidós pulgadas y cuatro torres conectadas por un complejo sistema de refrigeración líquida que se podía ver a través de la carcasa transparente. Lo encendió y el sistema se inició sorprendentemente deprisa mostrando una ventana dónde pedía una contraseña. Smallbird se sintió tentado pero al final desistió de pulsar ninguna tecla.
Lo que estaba claro era que el móvil no había sido el robo. El asesino no había tocado la cartera ni el ordenador que tenía pinta de ser de bastante caro.
Smallbird echó un nuevo vistazo sintiendo que faltaba algo. Buscó de nuevo en la mesa de nuevo sin éxito hasta que sus ojos se posaron en el sofá. Smallbird se acercó y levantó el cojín. Debajo encontró un montón de migas, un chicle y un móvil de prepago.
Satisfecho, el detective cogió el móvil. Era un Nokia antiguo, sin internet ni GPS, oprimió un par de teclas y el móvil se desbloqueó obedientemente. Smallbird no tardó en darse cuenta de que el aparato no iba a ser una gran fuente de información. La lista de contactos estaba vacía y al revisar el registro de llamadas y sms los encontró también vacíos.
El fiambre estaba empezando a tocarle las narices. Nadie que tuviese semejante despliegue de tecnología en casa tenía un móvil como ese si no quería ocultar algo. Con una sensación de desaliento dejo el móvil dónde lo había encontrado y se dirigió a la cocina.
La cocina era una sórdida estancia alargada, estrecha, oscura y sucia. El frigorífico rebosaba de packs de cervezas mientras que en el congelador había media docena de pizzas y un par de platos preparados. El resto del mobiliario era una mesa y unas sillas de formica desgastadas por el tiempo, un fregadero lleno de vasos sucios, una cocina de gas y un microondas que tenía pinta de ser el electrodoméstico más utilizado.
El detective husmeó en la basura pero solo encontró más envoltorios de pizza y latas de cerveza. Empezaba a pensar que aquel caso iba a ser de los difíciles.
La última estancia en inspeccionar fue el baño y esta vez encontró algo. En el armarito halló toda una colección de tranquilizantes y anfetaminas junto con un frasco de viagras, todos obtenidos sin receta, probablemente por internet.
—¿Has encontrado algo ahí dentro? —le preguntó el forense cuando Smallbird volvió al salón.
—Que con su dieta y las pastillas recreativas que tiene en el baño probablemente el asesino solo adelantó su muerte un par de días. —respondió el detective con una mueca sardónica— Te mandaré muestras para ver si su origen nos da alguna pista.
—De acuerdo, yo me voy de aquí, —dijo Fermín—no hay mucho más que hacer, en cuanto el juez firme el acta mis ayudantes se llevarán el cadáver.
—No hace falta que te diga que necesito el resultado para ayer.
—De acuerdo, pero no esperes averiguar mucho más. No creo que haya sorpresas.
El forense recogió su instrumental y con un leve saludo de la cabeza a los presentes abandonó el lugar del crimen bostezando ruidosamente.
El detective echó un último vistazo a su alrededor y después de cerciorarse de que no se le olvidaba nada salió por la puerta dónde ya le estaba esperando Juan con la libreta preparada.
—¿Qué has averiguado? —preguntó el teniente acercándose al agente.
—No mucho de momento. —respondió Juan revisando sus notas— Solo hay tres vecinos en casa. Dos son jubilados, uno dormía como un cesto y no se enteró de nada, ni siquiera notó nada cuando tiramos la puerta abajo gritando y eso que vive justo debajo y el otro está sordo como una tapia. El del primero es dueño de la mayoría de las viviendas y vive en el primer piso así que tampoco notó nada raro la noche pasada.
—Por lo menos el casero te habrá informado sobre los vecinos…
—Sí, señor. —respondió el agente pasando una hoja de la libreta— El piso de Alex era de su propiedad. En la puerta de enfrente vive una chica de unos veinte años como mucho que trabaja de camarera en el bar de la esquina. Encima de ellos no vive nadie y en el piso de abajo, además del sordo, vive un matrimonio de peruanos con tres hijos. Los dos padres apenas hacen otra cosa que trabajar y dormir y los niños son aún demasiado pequeños como para enterarse de nada.
—¿Qué te dijo de la víctima?
—Veamos… aquí está. Alex Blame le alquiló el piso hace dos años y después de seis meses le hizo una oferta que no pudo rechazar. No me quiso decir más sobre ello pero por la cara que puso, sospecho que una buena cantidad fue en dinero negro. El casero dice que desde el día que le compró el piso no le ha vuelto a ver más que en contadas ocasiones. Le traen casi todo a casa y aparte de los repartidores recibe muy pocas visitas.
—¿Sabe a qué se dedicaba?
—Según él, trabajaba en casa. Alex le dijo que en algo de internet. No fue muy concreto y el casero no estaba muy interesado en el tema así que no preguntó más.
—¿Fue testigo de algún altercado o sabía si tenía algún enemigo?
—Nada de nada. Por lo que dijo el casero era un vecino modelo. No hacía ruido ni montaba fiestas o escándalos. Ningún vecino se había quejado de él. Alguno de los más recientes dudo que supiesen de su existencia.
—O sea, que no tenemos nada de nada.
—La única esperanza es que Vanesa, la camarera, haya oído algo.
—De acuerdo Juan. Buen trabajo.—dijo el detective dándole una palmada en la espalda. Termina aquí y vete a descansar un poco. El informe puede esperar unas horas.
Smallbird salió a la calle y encendió un pitillo. A pesar de que aún era temprano, la ciudad llevaba despierta un buen rato y la acera estaba llena de viandantes. Se giró a la derecha y en la esquina vio una cafetería de aspecto moderno con la fachada pintada de rojo. El detective eludió la riada de peatones que iba en dirección contraria y se dirigió al establecimiento.
Demasiado tarde para el desayuno y demasiado pronto para el vermut del mediodía encontró el local prácticamente vacío. En el mostrador un chico jugueteaba con su smartphone mientras la chica limpiaba la barra.
Smallbird apagó el cigarrillo tras una última calada, entró y se sentó en la mesa más apartada del local. La joven siguió limpiando, esperando que su compañero se encargara pero un gruñido de este le indicó que no pensaba mover el culo de la barra.
La joven suspiró y dejando el trapo sobre el mostrador, se acercó a la mesa del detective. El detective aprovechó para echarla un buen vistazo. La chica era joven y rubia con la cara redonda y la nariz pequeña. Tenía el pelo largo y rubio platino recogido en un apretado moño. Llevaba un uniforme que revelaba un cuerpo ligeramente rechoncho y se ajustaba a un culo y unos pechos realmente portentosos.
—¿Que desea? —preguntó la joven frunciendo unos labios pequeños y gruesos pintados de un rojo que le recordaban a la sangre derramada.
—Un café con leche largo y una tostada, por favor. —respondió el detective admirando el culo y las piernas un poco gruesas pero firmes de la joven camarera mientras se alejaba.
Mientras pensaba en la eternidad que hacía que no se liaba con una joven como aquella el detective se dedicó a observar a la chica trajinando con la cafetera y la tostadora. A los tres minutos volvió con un café caliente pero aguado y una tostada bastante decente.
—¿Eres Vanesa? —preguntó el detective mientras hurgaba en el bolsillo para sacar la cartera.
—No salgo con clientes ni hago rebajas a conocidos de conocidos. —Respondió ella con cara de aburrimiento.
—Detective Smallbird, de la policía. —dijo él enseñándole la placa.
—Tampoco hacemos descuentos a la poli, pero tenemos una oferta de tres por dos en Donuts.
—Siéntate por favor, necesito hablar contigo. —le interrumpió Smallbird con un tono que no admitía réplica.
—Está bien, ¿Qué es lo que quiere?
—¿A qué hora se levanta para venir a trabajar? —preguntó el detective.
—Sobre las cinco y cuarto. A las seis tengo que preparar todo para empezar a servir los desayunos. —dijo la joven descartándose como autora de la llamada a emergencias.
—¿Notó algo raro esta mañana en su casa?
—No, nada inusual. Me levanté, puse el mp4, desayuné y salí corriendo para llegar al trabajo a tiempo.
—¿Y no oíste nada?
—No nada. En cuanto me levanto pongo lo auriculares y no oigo nada de lo que pasa fuera.
—¿Conoces a tu vecino de enfrente, Alex Blame?
—No, bueno sí .—dijo ella un poco azorada esquivando la mirada del detective— Se quién es pero apenas le he visto un par de veces. ¿Le ha pasado algo?
—Le hemos encontrado muerto en su salón está mañana. —respondió Smallbird detectando una mezcla de sorpresa y alivio en los ojos de la chica.
— Pero… ¿Cómo? —preguntó ella sorprendida.
—Acuchillado. —respondió el detective lacónico.
—¿Saben quién lo ha hecho?
—En eso estamos. ¿Puedes decirme dónde has estado en las últimas dieciocho horas? —preguntó el detective más para ver cómo reaccionaba la chica que por que la creyera capaz de una carnicería semejante.
La joven vaciló por un segundo mirando al detective con los ojos muy abiertos pero enseguida se recompuso y le relató con todo detalle todo lo que había hecho desde la tarde anterior. Como esperaba la joven tenía coartada y como testigos a todos los clientes de la cafetería. Era obvio que la joven ocultaba algo pero decidió no seguir presionándola hasta tener algo más de ella.
Después de pagar el café se despidió y le dio una tarjeta con un teléfono al que podía llamar de día o de noche si recordaba algo.
Smallbird salió de la cafetería y subió a su Ossa Yankee 500. Todo el mundo decía que estaba loco por conducir ese cacharro de casi cuarenta años, pero la había heredado de su padre y era perfecta para moverse por la ciudad.
Deslizándose entre el tráfico a toda velocidad tardó apenas quince minutos en llegar a la comisaría.
El departamento de homicidios ocupaba todo el ala derecha de la comisaría y el teniente estaba al cargo de un equipo de cuatro personas y un administrativo que le ayudaba con el papeleo y atendía las llamadas. Smallbird tenía un pequeño cuchitril para su uso personal con el espacio justo para un escritorio y un par de sillas justo al lado de las salas de interrogatorios.
Cuando entró todos saludaron al jefe con la típica dejadez del funcionario que acaba de levantarse de la cama y ponerse en la silla del trabajo. Smallbird les dijo que dejasen todo y le esperasen en la sala de reuniones.
Smallbird dejó a los chicos refunfuñando y levantándose de sus sillas y se dirigió al despacho del comisario. Negrete ya le estaba esperando con el rostro rubicundo y la cara de pocos amigos que mostraba habitualmente.
—Haber Smallbird. Dime qué coño ha pasado en Vallecas. —inquirió el comisario sin casi dejarle entrar.
—A las cinco de la mañana el 112 recibió una llamada en la que explicaban que había habido un asesinato en la calle Segismundo Varela, concretamente en el cuarto izquierda del numero ciento cuarenta y siete. —comenzó el teniente fiándose de su memoria en vez de recurrir a las notas— Los del 112 nos pasaron la llamada y una patrulla se acercó hasta el domicilio para intentar averiguar qué demonios pasaba. Tras intentar contactar sin éxito con el inquilino los dos agentes tiraron la puerta abajo.
—¿No había ningún vecino con un duplicado o es que todos los policías de esta comisaría se creen Harry el sucio? —espetó el comisario Negrete con su habitual mala leche.
—Ante la urgencia de la llamada no pensaron demasiado en buscar a los vecinos. El caso es que encontraron a un fiambre en el medio del salón.
—¿Asesinato o suicidio? —volvió a preguntar el comisario.
—No conozco a ningún tipo que haya sido capaz de darse más de cincuenta puñaladas a lo largo de al menos doce horas, algunas después de muerto.
—Menos chorradas Smallbird.
—Lo siento jefe, he dormido poco esta noche. El forense hizo el examen preliminar y todo parece indicar que la persona que se lo cargó tenía mucha mala baba acumulada. El tipo tampoco parece un santo precisamente, es informático y trabaja en casa, nadie sabe decirme exactamente en qué, no tenía nada más que un móvil de prepago sin contactos ni llamadas y había un montón de drogas de todos los tipos en el baño.
—Así que en cuanto empecemos a escarbar saldrán un montón de trapos sucios.
—Me temo que la lista de enemigos va a ser bastante larga, va a ser un caso complicado de cojones.
—¿Vas a necesitar a alguien de refuerzo?
—Camino me ayudará en la investigación de campo mientras que López y Arjona se encargarán de la investigación en la oficina. Carmen echará una mano a unos u otros dependiendo de las circunstancias. Lo que si voy a necesitar es un experto en informática, el tipo tenía un equipo impresionante y necesitaré ayuda para sacar la información.
—Cuenta con ello, ahora mismo llamaré a la central para que nos manden al mejor de que dispongan. —dijo el comisario— A partir de ahora este caso es vuestra prioridad. No me huele nada bien eso de estar arreando cuchilladas a alguien durante horas me suena a ritual, me temo que se trate de un asesino en serie. Te descargaré de parte del trabajo para que puedas emplear todos tus recursos en este caso.
—Tú mandas jefe. —replicó Smallbird— El caso Noya ya está listo, solo queda pasar el informe a limpio y de eso se puede encargar Lino, el administrativo. En cuanto el caso de los pandilleros y el de la Lola se los podemos pasar a estupefacientes y a antivicio, se alegrarán de hacer algo distinto.
—Bien, todo arreglado entonces —dijo el comisario despidiendo a Smallbird con un gesto y cogiendo el teléfono.
Cuando llegó a la sala de reuniones encontró a sus chicos estirados en las sillas con los pies apoyados sobre la mesa y haciendo caso omiso de los carteles repartidos por toda la sala recordando a los asistentes la prohibición de fumar en todo el edificio.
El teniente reprimió unas intensas ganas de imitarles y les hizo un somero informe del caso al que no hicieron demasiadas preguntas. A la espera de recibir los primeros informes y las pruebas encontradas en el escenario mandó a Arjona y a Carmen a informar a estupefacientes y a antivicio de los casos que les iban a derivar mientras que Camino intentaría averiguar que había en los archivos sobre la víctima y López investigaría el historial del resto de los vecinos del inmueble. En cuanto terminó todos se levantaron y se esfumaron a cumplir sus órdenes. Pese a su apariencia joven, desganada e indisciplinada estaba orgulloso de su equipo y pensaba sinceramente que eran los mejores investigadores de la comisaría. Con ese caso tendrían la oportunidad de volver a demostrarlo.
El resto de la mañana la pasó terminando el papeleo del caso Noya y dejándolo todo listo justo antes de comer.
Cuando volvió de la comida se encontró con una mujer esperando de pie en su despacho. A través de la ventana pudo ver la melena castaña y ligeramente rizada que casi llegaba hasta su cinturón reglamentario. Mientras se acercaba Smallbird se recreó en la figura delgada y alta que se mantenía de pie esperando en posición de descanso.
—Buenas tardes. —dijo el teniente sobresaltando a la joven al abrir la puerta.
—Buenos tardes señor se presenta la agente Viñales de la sección de informática. Creo que tiente trabajo para mí.
—No hace falta que te cuadres cada vez que me veas esto no es el ejército. —dijo Smallbird sorprendiéndose de la juventud de la agente— ¿Cuánto tiempo llevas en el cuerpo?
—Ocho meses señor.
Smallbird se tragó un juramento. Sabía que la gente de informática solía ser joven pero se esperaba otra cosa. Mientras pensaba en esta y otras cosas el detective se dedicó a observar a la joven de labios finos, pómulos marcados y ojos grises de mirada dulce.
—Está bien —dijo Smallbird después de una pausa— Puedes usar la mesa de la derecha. Pídele a Lino todo lo que necesites y el te lo conseguirá. Quiero que sepas que este es un caso prioritario y espero que estés a la altura. Nos espera un duro trabajo. Terminó acompañando a la joven fuera del despacho.
—Lino esta es Viñales es la nueva informática, ayúdala a instalarse, ¿Quieres?
—Desde luego jefe —dijo el administrativo echando a la joven una mirada libidinosa.
Poco después llegó Juan con su informe terminado. Tras echarle un vistazo y cerciorarse de que el agente no se había olvidado de mencionarle nada, se levantó de la silla y salió de su despacho.
Arjona y Carmen aun no habían vuelto de poner al día a Estupefacientes y a antivicio y Camino y López seguían enfrascados en sus tareas, así que como Viñales era la única que habiéndose instalado no tenía nada que hacer, decidió llevársela al depósito a ver si el forense podía hacerles un informe preliminar.
—Viñales, ¿Sabes conducir?
—Sí señor.
—Estupendo porque yo lo odio y como aun no tienes nada que hacer me llevas al depósito. —dijo Smallbird dirigiéndose hacia la puerta.
Smallbird se sentó en el asiento del acompañante del coche patrulla poniendo la llave en el contacto y disfrutó del nerviosismo de la joven al arrancar el baqueteado monovolumen.
Con extrema prudencia Viñales se internó en el tráfico mientras el teniente apagaba la molesta emisora y sintonizaba radio clásica.
Viñales conducía siguiendo las indicaciones de Smallbird con un intenso gesto de concentración como si estuviese de nuevo en su examen del carnet de conducir. El teniente se relajó y se recostó ligeramente en la puerta para poder observar sin ningún disimulo las evoluciones de la joven entre el tráfico vespertino mientras escuchaba a Verdi en la radio.
El trayecto duro apenas un cuarto de hora y Viñales aguantó el escrutinio sin una queja y sin perder la concentración, conduciendo con eficacia y seguridad.
En cuanto entraron en el Instituto Anatómico Forense Smallbird tomó la delantera y guio a la joven policía por una serie de largos pasillos hasta llegar al despacho de Fermín. En el despacho solo se encontraba una secretaría que les indicó que estaba en la sala de autopsias número tres.
—¡Vaya! Esto sí que me sorprende, por una vez el forense está examinando uno de mis fiambres antes de que empiece a pudrirse.—dijo Smallbird entrando en la sala acompañado de una reticente Viñales.
—No te hagas ilusiones —replicó el forense con las manos dentro del abdomen del finado— está noche ha sido anormalmente tranquila y el resto de los clientes podían esperar.
—¿Qué me puedes contar?
—Que he logrado contar finalmente todas las cuchilladas y son ochenta y ocho, hechas a intervalos de tiempo de menos de una hora con un cuchillo pequeño, de hoja no muy ancha y poco afilado. Diría que un cuchillo de cortar la comida, yo que vosotros buscaría entre los platos sucios . Treinta y cinco puñaladas fueron hechas ante mortem hasta que en una se le fue la mano al asesino y cortó limpiamente la arteria hepática, a pesar de ello siguió practicándole incisiones hasta completar ese bonito número.
—El ocho horizontal es el símbolo matemático de infinito. —intervino Viñales.
—¿Y esta joven tan atractiva? —preguntó Fermín poniendo cara de viejo verde.
—Me la ha prestado la central para esta investigación. —respondió Smallbird— Gracia viñales, Fermín Cuevas.
El forense, con toda la intención sacó la mano del abdomen del cadáver con el estómago agarrado y fingió ante la diversión del teniente intentar darle la mano a la joven luego simuló darse cuenta de que aun tenía el órgano en la mano y farfulló una disculpa.
Gracia se mantuvo firme aunque la visión del estómago cercenado y adornado de sangre y restos de tejidos le hicieron palidecer.
Buscando un mayor efecto el forense abrió el órgano delante de ellos y hurgó en el contenido con una pinza sacando restos de comida semi digerida y metiéndolos en tubos de ensayo para su posterior análisis.
—No queda mucho, calculo que su última comida fue unas tres horas y media antes de morir. Me costará averiguar que comió si lo consigo —dijo extrayendo otro trozo de comida mientras Viñales contenía una arcada.
—¿Restos de drogas?
—Las muestras de sangre están en el laboratorio, tardarán un par de días. En el cuerpo no encontré ningún pinchazo, aún. Por lo que encontraste en el baño me espero de todo.
—¿Algo más?
—Un tatuaje en la parte baja de la espalda que dice “A TOMAR POL CULO” en letra gótica. Su ropa estaba llena de residuos y fibras pero dado el nivel de higiene en el que vivía será casi imposible separar las evidencias útiles de la basura.
—¿Nada bajo las uñas?
—Al contario, de todo. La mayor parte comida en distintos estados de putrefacción. Lo único que he encontrado es un pelo púbico en su barba. Sé que no le pertenece porque es rubio. Dentro de un par de días tendré un perfil de ADN por si tienes un sospechoso o sospechosa con el que compararlo.
—De acuerdo buscare un coño rubio al que le falte un pelo —dijo Smallbird con una sonrisa torva.
—Buena suerte —dijo el forense encendiendo una sierra — ¿Os quedáis a ver el cerebro? Me muero de curiosidad…
El teniente se despidió sabiendo que la joven no aguantaría mucho más y la guio de nuevo al parking. Durante el trayecto de vuelta a la comisaría el color volvió poco a poco a las mejillas de Viñales mientras se concentraba en la conducción.
—¿Por qué el nombre de Gracia? —preguntó Smallbird para romper el incómodo silencio que se estaba estableciendo entre ellos.
—Mi madre adoraba a Grace Kelly y cuando murió en accidente se juró a si misma que su primera hija se llamaría como ella. Así que por eso tengo un nombre tan estúpido. —respondió ella resoplando.
—Es curioso, ahora que lo pienso, conozco a pocas mujeres que estén contentas con su nombre. A mí me parece un nombre bonito.
—Supongo que si hubieses pasado toda tu infancia y juventud recibiendo imitaciones de Gracita Morales a modo de saludo y te hubiesen puesto el mote de desgracia no te lo parecería tanto. ¿Y lo de Smallbird? —preguntó Viñales a su vez.
—Mi abuelo combatió con las brigadas internacionales en Madrid y vete tú a saber por qué se enamoró perdidamente de mi abuela con la que tuvo una relación de unos meses fruto de la cual nació mi padre. El hombre estaba casado y se volvió a América pero reconoció a mi padre como su hijo y mandó dinero a mi abuela regularmente hasta su muerte. De él no heredé ni su estatura ni sus ojos azules ni su atractivo natural pero me quedé con su apellido.
Antes de que las confesiones se volviesen más comprometidas Viñales metió el coche en el garaje de la comisaría y apagó el contacto. Cuando entraron en el departamento de homicidios Viñales ya tenía los discos duros del ordenador de Alex Blame sobre su mesa.
—¿Qué tal jefe? ¿Alguna novedad? —preguntó Arjona.
—Nada nuevo, aunque si tienes curiosidad fueron ochenta y ocho puñaladas.
—No está mal.¿ Sabías que el ocho en horizontal es el símbolo de infinito?
—Sí, ya me lo habían mencionado. —replicó Smallbird.
—Podríamos llamarle el asesino del infinito.
—Ni se te ocurra,—le cortó el teniente tajante — sí se filtra a la prensa se montaría un lio del carajo así que no quiero volver a oír ese mote.
Una vez en su oficina revisó el papeleo unos minutos. Arjona y Carmen habían terminado y se habían ido a casa .En pocos minutos terminó de anotar en el ordenador los resultados de la investigación del día y se dirigió a la mesa que compartían López y Camino.
—Bueno, ¿Qué habéis averiguado? —preguntó Smallbird cruzando los dedos.
—No demasiado, —empezó camino—El señor Blame no tenía antecedentes de ningún tipo, ni siquiera una multa de tráfico. Tiene… tenía una cuenta corriente con cuatro mil y pico euros. El historial de la cuenta se mantiene siempre entre los cuatro mil y los cinco mil euros. Solo la usa para pagar los gastos de luz, agua y esas cosas. De vez en cuando hace ingresos en efectivo de unos mil quinientos euros. Lo único que llama la atención es la factura de internet debe tener una conexión de la ostia.
—Con el pepino que tenía no me extraña. —dijo el teniente—Pásale un recibo a la nueva a ver que saca de él. ¿Qué más?
—Trabajó para un banco en la sección de informática durante un par de años pero se largó y desde entonces no había vuelto a tener ninguna ocupación conocida. Sus únicas propiedades son el piso y un Opel Calibra del noventa y uno. No tiene préstamos pendientes y tiene todos los impuestos al día. Si no fuese porque no puedo averiguar de dónde saca el dinero diría que es un ciudadano modelo.
—¿Facebook, Twiter?
—No tiene cuentas de ningún tipo en internet, ni siquiera tiene una cuenta de correo a su nombre.
—Hasta ahora no me has dado nada. —dijo Smallbird frunciendo el ceño frustrado.
—Hay una cosa, pero no creo que tenga mucha importancia. Al teclear su nombre en Google me sale un perfil en una página de relatos eróticos. Puede ser él o puede ser cualquier otro zumbado, la mayoría de esos salidos suele utilizar un seudónimo.
—No me parece una pista muy prometedora pero sigue con ella de todas maneras. y tú, ¿Qué me cuentas? —dijo el teniente volviéndose hacia Arjona.
—El edificio fue construido en el setenta y dos. No hay historial de movimientos extraños o delictivos. Los inquilinos son en su mayoría gente modesta con ingresos bajos. Al menos la mitad de los apartamentos están en este momento desocupados. El casero tiene todo en orden y salvo el matrimonio peruano que a veces se retrasa un poco, el resto pagan puntualmente y no dan problemas.
—¿Qué sabes de la camarera? —preguntó Smallbird interesado— Hablé con ella esta mañana y estoy seguro de que oculta algo.
—Veamos. —dijo Arjona revolviendo los papeles— Vanesa Díaz veinte años nacida en Valladolid vino aquí hace un par de años. Vivió primero en casa de su tío hasta que consiguió un trabajo y se independizó. Vive sola con su gato persa. Todo parece normal a primera vista pero cuando hurgas un poco hay algo extraño.
—Dime.
—Tiene una página de Facebook…
—¡Bendito Facebook! —corearon los tres haciendo que Viñales levantase la cabeza de su escritorio sorprendida.
—Tiene una página de Facebook… —repitió Arjona de nuevo— Al principio era bastante activa y tenía casi cien amigos con los que hablaba todos los días, pero actualmente no entra en ella casi nunca.
—Eso es normal, la gente se cansa. —dijo el teniente.
—Sí pero no lo deja de golpe. La chica tiene Smartphone e internet en casa y sin embargo en la semana del quince de Julio del año pasado pasó de entrar varias veces al día en su cuenta a no hacerlo prácticamente nunca.
Smallbird no dijo nada pero se quedó pensando. Despidió a los chicos y les mandó a casa. Montó en la Ossa y se internó en el tráfico con la imagen de la joven camarera revoloteando en su mente. Cada vez estaba más claro que a la chica le pasó algo hace año y medio que le había cambiado la vida radicalmente.
Paró en un semáforo sin dejar de buscarle un sentido a todo aquello. Alex Blame llega al piso después que la chica y lo alquila durante seis meses y luego decide comprarlo justo cuando la chica cambia de costumbres bruscamente. El semáforo se puso en verde y Smallbird arrancó seguro de cuál sería su siguiente visita al día siguiente.
2
El tío de Vanesa vivía en un bonito Chalet en el Soto de La Moraleja. Dobló en el cruce de acceso y le enseño la placa al vigilante de la urbanización que le franqueó el paso sin hacer preguntas. El sol estaba empezando a levantarse y le daba justo en los ojos cuando entró en la calle donde estaba la casa del tío de Vanesa. Cuando apagó el motor de la Ossa, Camino ya le estaba esperando en el coche patrulla.
—Buenos días, Camino —saludo Smallbird desmontando— Lo siento, pero llamé anoche al tío de Vanesa y trabaja todo el día. Me pidió como favor especial que le entrevistásemos antes de ir al trabajo. ¿Te he hecho madrugar demasiado?
—Tonterías Smallbird. Ya sabes que vivo al lado de la comisaría. Solo he tenido que levantarme media hora antes y Julio se ha encargado hoy de los niños.
—Estupendo; entonces vamos allá. —dijo él pulsando el botón del timbre.
—Una voz con un inconfundible acento argentino respondió en el telefonillo y les franqueó el paso después de que mostrasen sus placas a la cámara.
Entraron caminando en el corto sendero de graba que llevaba a la entrada de un chalet moderno y amplio con enormes ventanales.
Una mujer con un uniforme de asistenta de color gris les estaba esperando a la puerta y les llevó hasta una sala forrada de estantes repletos de libros desde el suelo hasta el techo.
Mientras Camino se sentaba tranquilamente en un sofá orejero, Smallbird no pudo evitar curiosear entre los estantes intentando hacerse una idea de los gustos de su dueño.
Una de las paredes estaba dedicada al arte y sobre todo a la arquitectura; entre manuales y códigos técnicos había libros dedicados a Gaudí, Le Corbusier y arquitectura japonesa. Guiado por la curiosidad cogió y abrió uno cuyo título “Construir Ficciones: Para una filosofía de la arquitectura” llamó inmediatamente su atención. Cuando entró Salvador Díaz estaba ojeándolo con interés.
—Buenos días —dijo el hombre entrando en la habitación— supongo que ya habrá imaginado a qué me dedico.
Smallbird levantó la visa del libro y disimuló su desagrado ante la vista de aquel hombre menudo de facciones pequeñas y frente despejada, que llevaba un traje de seda color gris y unas gafas de pasta, que aumentaban sus ojos hasta el punto de que a l teniente le parecía estar mirando los de un pez a través del cristal de una pecera.
—Buenos días señor Díaz —dijo el detective— Soy el detective Leandro Smallbird y ella es la detective Camino Balaguer. Necesitamos hacerle un par de preguntas sobre su sobrina.
—¿No se habrá metido en algún lio verdad? —peguntó el hombre pasándose la mano por su pelo gris y engominado en un gesto de nerviosismo que puso de nuevo al detective en guardia.
—No que nosotros sepamos. Pero se ha producido un delito en su edificio y estamos investigando a los vecinos por rutina.
Smallbird tomó la iniciativa en el interrogatorio mientras Camino se quedaba sentada en el sofá aparentemente sin hacer nada pero registrando hasta el más pequeño gesto del hombrecillo.
Empezó peguntándole por el motivo de que la joven viniese a Madrid. Según el arquitecto había venido a Madrid después de discutir repetidamente con sus padres para buscar trabajo y finalmente poder independizarse.
Salvador les contó como la chica había llegado prácticamente con lo puesto y como le había conseguido un primer trabajo en un pizzería. Fue la única vez que le echó una mano. A partir de aquel momento se las arregló bastante bien consiguiendo trabajos cada vez mejor pagados hasta que consiguió el de encargada de la cafetería donde estaba actualmente que le permitió alquilar un piso para ella sola.
—¿Tenía muchos amigos?
—Al principio le costó un poco. Ya sabe, el cambio de ambiente y todo eso, pero con el tiempo se hizo con una pandilla. Se traía a las amigas y los amigos de vez en cuando a casa hasta que un día la pillé haciendo cochinadas con un chico en el sofá.
—Fue en ese momento cuando se fue de casa? —preguntó el teniente advirtiendo una fugaz gesto de celos.
—Sí, se fue poco después diciendo que quería vivir su propia vida. —respondió él.
—¿Ha notado algún cambio en ella últimamente? —intervino Camino levantándose.
—Al principio no. Incluso iba a visitarla de vez en cuando para ver cómo le iba. —respondió de nuevo con un gesto posesivo que no se les escapó a ninguno de los dos— Pero con el tiempo se fue encerrando cada vez más en si misma hasta que un día me dijo que la dejase de visitar.
—¿Conocía a su vecino?
—¿El gordo? Sí, un tipo realmente desagradable. Me crucé alguna vez con él en el pasillo y soltaba una risilla realmente ofensiva cada vez que me veía…
El detective observó a aquel hombre detenidamente mientras Camino seguía interrogándole, aunque Salvador parecía sincero e intentaba responder las preguntas de la detective lo mejor que podía había algo en él que no acababa de convencerle.
Tras unos minutos más Camino se quedó sin preguntas y ambos se despidieron dándole las gracias.
—Este tipo oculta algo. —dijeron los dos a coro cuando salieron de la propiedad.
Cuando llegaron a la comisaría Negrete le esperaba con el rostro contraído de rabia a la puerta de su despacho. El teniente suspiró acostumbrado a los ataques de rabia de su jefe y despidiéndose de Camino se dirigió hacia él.
—¿Quién coño ha sido? —preguntó a grito pelado el comisario con una vena gorda como un dedo latiéndole rabiosamente en la sien.
—Perdón jefe pero no entiendo…
—¿Quién se ha chivado a los periodistas lo de las ochenta y ocho puñaladas? —preguntó tirando con rabia un par de periódicos sobre la mesa.
Los titulares hablaban por sí mismos. “¡88 puñaladas!” ” El asesino del doble infinito”. Smallbird echó un vistazo a la información y suspiró aliviado.
—Esto no ha salido de aquí. Hay demasiados detalles. Los chicos solo saben lo de las puñaladas pero como era tarde no les conté mucho más. Aquí hay mucha información que solo podía estar en el informe preliminar de la autopsia que ni siquiera yo he visto aún.
—¿Estás totalmente seguro de ello? —preguntó Negrete frunciendo el ceño.
—Sí señor. Alguien del depósito se ha ido de la lengua. Nosotros no hemos sido.
—De acuerdo. Te creo y espero que no te equivoques, porque les voy a cantar las cuarenta a esos imbéciles. Procura acabar con esto antes de que se convierta en un circo de tres pistas.
—Me temo que ya es demasiado tarde jefe. Voy a ver qué puedo hacer. —replicó Smallbird saliendo del despacho con cara de circunstancias.
El resto del equipo ya estaba trabajando en los informes sobre las pruebas que estaban empezando a llegar, ignorantes de la tempestad que se estaba formando a su alrededor.
— Hola, Gracia. ¿Has averiguado algo? —le preguntó Smallbird sabiendo que el ordenador era su mejor baza.
—Aun no he logrado sortear las contraseñas pero no tardaré mucho más. El tipo sabía lo que hacía. Tiene el ordenador protegido por sistemas de última generación a los que ha metido mano para mejorarlos, pero esto es como todo, solo cuestión de tiempo. A la tarde podré decirte algo.
El teniente se metió en su despacho resignado. Esa era la parte que más odiaba de su trabajo. Hasta que no tenía ordenados todos los indicios, no se podía hacer una idea de lo que podía haber pasado y no sabía qué rumbo dar a la investigación. En un par de horas el comisario le llamaría para que le diese algo con que aplacar a periodistas y políticos y le exigiría resultados para ayer con el estilo bronco e impaciente que le caracterizaba.
Suspiró y se metió entre los papeles que había encima de la mesa intentando parecer ocupado.
Tras otra hora de discusión con el comisario acerca de la falta de novedades y un almuerzo rápido en la hamburguesería de la esquina volvió a su despacho dónde la agente Viñales esperaba con su portátil entre los brazos y una sonrisa de satisfacción.
—He conseguido acceder a los archivos de la víctima y los ha descargado en el portátil. —dijo ella abriendo el ordenador sobre la mesa del teniente.
—¿Qué contienen? —preguntó Smallbird abriendo varios archivos al azar.
—Una parte son una serie de informes financieros del banco en que trabajaba. Aun no sé si significan algo. El resto, que es el ochenta por ciento, es una impresionante colección de películas porno bajadas de internet , clasificadas por temática, lo más probable es que tuviese una página de descargas en internet y de ahí sacase sus misteriosos ingresos.
—¿Y esto? —dijo abriendo una carpeta titulada guarradas.
—Son relatos eróticos, creo que escritos por él.
—Buen trabajo. —dijo Smallbird echando un vistazo rápido a los archivos de la carpeta y cerrándola a continuación— Quiero que tú te quedes con los informes financieros y le pases una carpeta de archivos de video a cada uno. quiero que investiguen los archivos uno por uno a ver si encuentran algo. A mi mándamelo todo.
Viñales salió sonriendo y dando pequeños saltitos con sus zapatos de tacón. Unos minutos después le trajo un disco duro extraíble con todos los archivos.
Apenas había abierto la carpeta con los archivos de video cuando Arjona apreció con cara de malas pulgas.
—Joder todos están viendo a tipas espectaculares haciendo guarradas increíbles y a mí me tocan las de maricas. Esto no es justo jefe. Todos se están divirtiendo de lo lindo mientras yo sufro escalofríos.
—Mala suerte Arjona, Viñales distribuyó las carpetas al azar y vuestra tarea es inspeccionar los archivos no pelárosla. ahora a trabajar.
Pasó el resto de la tarde inspeccionando archivos sin encontrar nada importante. A las ocho de la tarde cerró el ordenador y ordenó irse a todos a casa. En pocos minutos vio desfilar a todos ante él, camino de la puerta, hasta que finalmente quedó totalmente solo.
Cogió el disco extraíble que le había entregado Viñales y desconectándolo del ordenador lo sospeso, unos instantes entre sus manos para, tras unos segundos de vacilación, metérselo definitivamente en el bolsillo de su cazadora y salir de la oficina camino de su moto.
El piso de Smallbird estaba en un edificio nuevo a unos cuarenta minutos de la comisaría. Elena lo había amueblado con gusto y esmero, sin olvidarse de un solo detalle y luego se había ido para no volver. Nada de lo que dijo consiguió convencerla para que se quedara y no le dejara tirado.
Al principio Smallbird trató de conservarlo todo tal como ella lo había dejado. Poco a poco, con el tiempo fue dejando de limpiar y ordenar hasta que el piso se convirtió en el típico antro de un soltero. El polvo medraba sobre los estantes y el lavavajillas solo se conectaba cuando no había platos para comer. En el frigorífico se acumulaba la comida precocinada y el microondas era el único electrodoméstico que se usaba a diario en la casa.
Smallbird entró en el piso y dejando la cazadora sobre el sofá se descalzó, encendió un Marlboro y se dirigió al estudio donde estaba el ordenador conectando el disco duro.
Abrió la carpeta de los archivos de video y repasó el índice. Interrracial, tríos, asiáticas… hasta que dio con los videos amateurs. Con el oscuro deseo de encontrarse a su ex en uno de aquellos sórdidos videos, abrió el archivo y revisó su contenido. Otra carpeta con el título Producción Propia llamó inmediatamente su atención y la abrió.
La carpeta contenía una docena de archivos de video con una fecha por título. Abrió el primero que databa de unos seis meses después de que Alex Blame llegara al piso. La cámara estaba en el salón. Un timbre sonó y ante la sorpresa del detective vio como Vanesa, ajustaba el cinturón de la bata mientras pasaba por delante camino de la puerta.
Tras unos segundos apareció acompañada de su tío Salvador que se quedaba de pie mientras ella se sentaba en un ajado sofá y cruzaba las piernas.
—No entiendo cómo puedes vivir en un sitio así. —dijo Salvador—Sabes que te he perdonado y que puedes volver a casa cuando quieras. De veras. Sin rencores.
—Déjalo ya, ¿quieres? —replicó Vanesa con cara de hastío.
—Por favor Vane… —Suplicó su tío.
—Ahora estoy bien aquí. Me gusta tener mi propia casa. Ahora soy feliz.
—No me importa que traigas amigos. —dijo él sentándose a su lado y metiendo la mano entre sus piernas— No me importa lo que hagas con ellos, pero vuelve conmigo.
—Tío, quedamos en que no volverías a…
—¿Se que te gusta Vanesa, no recuerdas lo bien que lo pasábamos juntos? —preguntó él profundizando aun más en la abertura de la bata.
La joven se puso rígida e intentó cerrar las piernas entorno a la mano de Salvador. El hombre la ignoró y sacando la mano de su entrepierna le estrujó un pecho y le besó el cuello dejando sobre él un rastro de saliva.
La joven intentó un nueva protesta pero su tío le tapó la boca con sus labios comenzando un violento beso que acabó con toda su capacidad de resistencia.
El hombre se separó y sonrió satisfecho metiendo su mano en el interior de la bata esta vez sin oposición dando un estrujón a l pecho de la joven que hizo estremecer todo su cuerpo.
El arquitecto no fue mu y delicado. Con apresuramiento y violentos tirones le quitó la bata a Vanesa y le arrancó las bragas dejando a la vista un cuerpo pálido y extraordinariamente exuberante . El hombre se lanzó con el ansía de un hombre que atraviesa el desierto y encuentra una fuente de agua. Sorbió y mordisqueó los pezones de la joven provocando en ella los primeros gemidos.
Vanesa hizo un último intento por pararle pero fracasó cuando su tío acarició el suave vello rubio que cubría su pubis.
Los dedos del hombre resbalaron por sexo de la joven y penetraron en su interior con el mismo apremio con el que antes le habían arrancado la ropa.
La joven gimió, abrió las piernas y alzó el pubis para hacer más profunda la penetración. Salvador bajó la cabeza satisfecho y tirando de la joven para tumbarla en el sofá se agachó sobre su monte de Venus, lamiendo y mordisqueando la parte exterior de su sexo a la vez que seguía explorando su interior con los dedos.
La joven empezó a jadear y retorcerse haciendo que todo ella vibrara y temblara fascinando a Smallbird con la belleza de su cuerpo juvenil e impidiéndole separar la vista del monitor.
A continuación Salvador se quitó los pantalones y los calzoncillos mostrándole a la joven una polla abotagada y morcillona. El hombre se la puso a la altura de la cara y la chica obediente se la metió en la boca y comenzó a chuparla con energía. Salvador comenzó a gruñir de satisfacción a la vez que se polla crecía ojos vistas hasta ocupar toda la boca de la joven impidiéndole respirar. Salvador mantuvo la presión de su polla sobre la garganta de la joven hasta que está no pudo aguantar y se apartó medio asfixiada.
Salvador se quedó parado frente a ella con su polla erecta y con un hilillo de saliva de Vanesa colgando de la punta. La joven volvió a cogerla y le lamió y chupó la punta del glande jugando con la saliva y dejando que esta cayese entre sus jugosas tetas.
El hombre tumbó de nuevo a la joven y pasando una de sus piernas al otro lado de su cuerpo enterró su polla entre los pechos de la joven que los apretó entre sus brazos permitiendo a su tío follarle los pechos a placer.
El hombre volvió a gemir y siguió empujando entre los pechos de la joven que aprovechaba cada vez que la punta de la polla emergía de entre sus pechos, para darle un suave lametón. En cuestión de segundos el hombre se corrió copiosamente entre los pechos de la joven, acompañando el orgasmo de unos curiosos sonidos guturales.
Al parecer el viejo verde no había tenido suficiente y sin tomar precaución de ningún tipo penetró a Vanesa que le esperaba con todo su cuerpo enardecido por efecto de la corrida que mancillaba sus pechos.
La joven gimió y se agarró con desesperación con brazos y piernas al cuerpo de su tío mientras este empujaba como un poseso. Los pubis de ambos chocaban con un sonido húmedo cada vez más rápido y cada vez más fuerte hasta que todo el cuerpo de la joven se combó agarrotado por el orgasmo.
Tío Salvador aún no estaba satisfecho y dando la vuelta a la joven puso el culo redondo y blanco de Vanesa en pompa y tras lubricar su ojete con un poco de saliva le metió la polla.
La joven se quejó un poco mientras Salvador iba penetrando lentamente el delicado esfínter de la joven hasta que enterró la polla en el fondo de su culo. Vanesa gimió de nuevo y trató de concentrarse en la respiración para aliviar su dolor mientras su tío comenzaba a moverse poco a poco en el estrecho conducto de la joven.
Poco a poco los quejidos de Vanesa fueron cediendo y Salvador empezó a sodomizarla con más intensidad. La Joven separó las piernas un poco más y apoyó la cabeza contra el respaldo del sofá para poder tener las manos libres para masturbarse.
A esta altura de la grabación Smallbird se dio cuenta de que el plano había cambiado y ahora veía la escena desde una perspectiva lateral. El muy cabrón había puesto varías cámaras y luego había editado los planos hasta conseguir una película casi profesional.
Desde esta nueva perspectiva se veía como los pechos de la joven se agitaban cada vez con más fuerza al ritmo de los embates de la polla de aquel viejo verde a la vez que gemía y se mordía el labio inconscientemente.
Los berridos guturales del hombre volvieron acompañados de varios salvajes empeñones mientras el querido tío de Vanesa depositaba su semilla en el fondo de su culo. Con el rostro escarlata y el cuerpo crispado, el hombre siguió sodomizando a la joven hasta que está se corrió momentos después con un sonoro grito de placer.
Salvador se separó y volvió a meter su polla en los pantalones en el mismo estado abotagado y morcillón en que la había sacado con un gesto de serenidad y satisfacción.
Vanesa se dio la vuelta y se tumbó desnuda en el sofá con cara de desconsuelo.
—Esto no está bien. —dijo ella tapando su sexo y sus pechos con las manos asaltada por un súbito impulso de arrepentimiento.
—Cómo va a estar mal que consueles a tu pobre tío en su soledad? —preguntó él acariciando las caderas de la joven con suavidad.
—No está bien —respondió ella — y no estás solo, estamos engañando a tía Julia.
—Tía Julia y yo ya no…
—Me da igual, eso es algo que tenéis que arreglar entre vosotros.
—Pero yo no…
—Tío, lo siento pero esta es la última vez. No pienso volver a tu casa y no te molestes en venir aquí porque no pienso volver a abrirte la puerta.
—Pero cariño ¿Qué voy a hacer sin ti?
—Francamente querido tío, me importa un bledo. —dijo ella levantándose y saliendo del campo de visión en dirección al baño.
El video terminó ante la sorprendida mirada de Smallbird. El teniente se acercó al mueble bar y se sirvió un Whisky doble con hielo antes de abrir los siguientes archivos y darse cuenta de que en ese disco duro estaba el móvil del crimen.
Eran casi las dos de la mañana cuando con el cuerpo excitado por los videos y la mente confusa por el alcohol se metió en la cama.
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Relato erótico: “Juventud en éxtasis: Navidad con Lorena” (POR BUENBATO)
Juventud en éxtasis: Navidad con Lorena
Eran las ocho y media de la noche cuando Lorena terminó la última documentación del último envío del día. Era la noche de Navidad, pero ella no estaba preocupada; a fin de cuentas, llevaba poco menos de cuatro meses en aquella ciudad, trabajando como becaria asistente de logística. Normalmente el lugar estaba lleno de oficinistas, pero ahora sólo el área de logística funcionaba. El resto de los empleados habían salido desde las tres de la tarde, y sólo ella y Uriel, su jefe, seguían ahí.
Los mensajeros habían llegado hacia una media hora, sólo para entregar las motocicletas. Ella debía preparar aún los envíos programados para el día de mañana. Había sido un día pesado, y estaba comenzando a hartarse.
A Lorena, sin embargo, le preocupaba el alcanzar el último tren urbano. En fechas especiales el último solía salir a las ocho de la noche, mientras que encontrar un taxi sería imposible. Daba igual, lo único que deseaba era llegar a su casa, hablar por teléfono con sus padres y dormirse. Sería una noche bastante común, aparentemente.
– ¿Casi terminas?
La voz de Uriel la hizo sobresaltarse, por un momento creyó que se encontraba sola.
– Perdón – dijo la chica, sonriendo – Casi termino…cinco minutos.
El hombre le lanzó una sonrisa cansada, y Lorena regresó a su papeleo. Casi terminaba.
A las cinco para las nueve, ambos se preparaban ya para salir. Hacía frío afuera, y Lorena no había llevado su abrigo para noches como esa. Sólo esperaba hallar un taxi lo más pronto posible.
– Hace frío – dijo Uriel, mientras activaba la clave de alarma.
– Sí – murmuró la chica, abrazándose a sí misma
Se mantuvieron parados diez segundos, como si ninguno se atreviera a dejar atrás al otro. Lorena estaba a punto de despedirse, cuando de pronto vio a Uriel señalando hacía el otro lado de la calle.
– ¿…qué te parece?
La chica no había logrado escuchar bien la pregunta. Uriel sonrió.
– Te preguntaba si no deseas que te lleve a tu casa. No llevo prisa, y creo que no encontraras transporte fácilmente.
La chica sonrió, abrió la boca, sin lograr dar una respuesta concreta. Aquello, en realidad, le iba de maravilla. Estaba claro que no encontraría taxi fácilmente.
– Muchas gracias – dijo
Ambos se dirigieron al automóvil. Uriel le permitió el paso, caballerosamente, y la chica se adelantó.
Tras ella, Uriel la miró, con un interés bastante fuera de lo común. Ella era su asistente, secretaria, becaría, lo que fuera. Hacía toda clase de cosas. Era una chica recién salida de la universidad, en su primer empleo formal. Era curioso mirarla, con sus pasos apurados de sus piernas casi desnudas bajo la falda negra, a excepción de las delgadas medias.
Era una chica de cabello oscuro y formas suntuosas. Su rostro infantil, de piel suave, ojos grandes y nariz respingona. Sus trajes grandes y su estatura media la hacían parecer regordeta, y daba la sensación de ser una niñata de bachillerato de no ser por su extraña forma de vestir.
Era una chica extraña, con peinados raros que incluían mechones rojizos entre su negra melena. Vestía casi siempre de negro, y él mismo le tuvo que pedir que se maquillara un poco para parecer menos pálida. Y, lo peor, tenía pírsines por todos lados. Uno colgaba de la parte exterior de su ceja derecha. El otro cruzaba la parte superior derecha de sus labios. Sabía que tenía otro en los ombligos, pero creía que lo que no se ve no se siente. Afortunadamente, la chica no llevaba tatuajes, lo que la volvía más tolerable.
Le sorprendía ver cómo una chica como ella podía, después de todo, ser tan responsable. Uriel era un hombre acostumbrado a los prejuicios, y aquella chica chocaba completamente con sus expectativas más negativas y lo hacía reflexionar sobre el tema de la tolerancia y las diferencias.
Desde un principio, el tema de los pírsines de la chica fue un tema de discusión. La chica de recursos humanos tuvo que defender a capa y espada su currículo para que Uriel no la rechazara sólo por el tema de los aretes. Confiando en su supuesta capacidad, que no tardó en confirmarse, Uriel se fue acostumbrando a la presencia de aquella rara chica, sacada de una película de adolescentes.
Así habían convivido los últimos meses. Y aunque no tenían plena confianza, habían aprendido a soportar sus diferencias en pro de los envíos a tiempo y forma.
Subieron al auto, y Uriel arrancó al tiempo que preguntaba a la chica las indicaciones para llegar a su departamento.
Sólo dos temas surgieron en el camino: comentarios exclusivos del trabajo y el qué harían esa noche. Ambas destacaban por depresivas. Ambos la pasarían solos. A Uriel no le tocaría estar con sus hijos hasta el Año Nuevo, de modo que cenaría solo. Lorena dijo conformarse con un cereal con leche. Aquello les hizo sentir empatía, pues al menos la pasarían igual de triste aquella noche.
El teléfono celular de Lorena comenzó a sonar. Uriel disminuyó el volumen de la radio y la chica contestó.
– ¿Hola?
– …
– Hola mamá, ¿cómo están?
– …
– En camino. Cenaré normal, en realidad.
– …
– En el departamento.
– …
– No, Elena se fue con su familia. Estaré sola.
– …
– No importa. Estaré bien, no te preocupes.
– …
– No.
– …
– Un compañero del trabajo, me llevara a casa.
– …
– No mamá.
– …
– No mamá. Sabes, creo que mejor te marco más tarde.
– …
– Sí, yo también. Saluda a papá.
– …
– Sí, feliz navidad.
No volvieron a hablar el resto del camino, a excepción de las cortas indicaciones que la chica daba respecto a su domicilio. Ambos parecían sumidos en sus pensamientos.
– Creo que llegamos – dijo la chica
– Permíteme orillarme.
El auto se detuvo, y la chica retiró lentamente el cinturón de seguridad. Parecía esperar algo que no entendía aún. Giró la vista hacia el hombre.
– Gracias – dijo, sin estar segura de si aquella era la forma correcta de dirigirse a él
– Por nada, Lorena – dijo el hombre, como si estuviese aún en la oficina – Ten una feliz navidad.
– Igualmente – dijo la chica, abriendo la puerta del vehículo.
Una de sus piernas salió a recibir el duro frío del viento, la chica estaba a punto de impulsarse hacía fuera cuando la voz de Uriel la detuvo.
– Lorena – dijo, lamiéndose los labios, como un adolescente que busca cómo acomodar sus ideas
– ¿Sí? – dijo Lorena, tragando saliva
– Sabes, estaba pensando que si no te gustaría cenar conmigo. Compré una cena en un restaurante, y creo que en realidad sobraría, y vale la pena invitarte…por ser Navidad.
La chica abrió la boca, sorprendida. Parecía pensar las cosas al tiempo que balbuceaba.
– Es sólo una invitación – se apuró entonces Uriel – Comprendo si no…
– No – le interrumpió la chica, pareciendo resolver sus pensamientos – Creo que es buena idea.
Acordaron que subiría a dejar sus cosas, y a cambiarse. Él la llevaría de regreso más tarde, por lo que sólo sería una simple cena de Navidad. Mientras la esperaba, sentado en el automóvil, Uriel comenzaba a convencerse de que aquella era una idea pésima, pero algo le hacía desear hacerlo. Escuchó la reja del edificio de departamentos cerrarse, la chica había regresado quince minutos después y se veía realmente esplendida.
Llevaba un vestido negro con flores blancas, corto, por encima de las rodillas. Las mangas cortas y el amplio escote francés permitían ver las verdaderas proporciones de sus pechos. No usaba sostén, y aquello se notaba hasta Australia. Aquello puso en jaque al sujeto, pero comprendió que aquello debía ser una cuestión de moda y no otra cosa. La chica se cubrió con un abrigo, y se dirigió al automóvil.
Se miraba realmente hermosa, y por la mente de Uriel recorrió la extraña idea de que aquello había sido una idea peor de lo que imaginaba. Le abrió la puerta, y la chica entró con una tímida sonrisa al vehículo. Un silencio sepulcral invadió el ambiente, la chica preguntó confundida.
– ¿Pasa algo?
Uriel despertó de sus pensamientos, y tardó en hallar la frase correcta.
– Te ves bastante bien.
La chica sonrió, agradecida. Aunque aquello incomodó completamente el resto del viaje.
Pasaron a un viejo restaurante, donde una anciana bonachona entregó varios envases de plástico térmico. Uriel sonrió desde afuera a Lorena, que miraba cómo apenas y podía con tantos envases. Pensó en salir a ayudarle, pero tardó en decidirse lo suficiente para que Uriel terminara de guardar las cosas en la cajuela. Uriel entró de nuevo al vehiculo.
– Es la cena – dijo, sonriente – Cocinan bastante bien.
Lorena no supo qué decir, y sólo le devolvió la sonrisa.
Llegaron al edificio de departamentos de Uriel. Desde uno de los balcones se veían a varios chicos en lo que parecía una fiesta. El resto de los departamentos parecían guarecer una cena más tranquila y tradicional. Sólo una de las ventanas permanecía a oscuras y Lorena adivinó que se trataba del departamento de Uriel.
Subieron y entraron al frío departamento. Dejaron las cosas sobre la mesa, blanca y limpia, digna de un hombre soltero y responsable. Uriel se acercó a la ventana, y encendió un calentador.
– No tardará en sentirme mejor el clima – le tranquilizó
La cena se llevó a cabo con una seriedad profesional. Les era difícil comportarse como si no estuvieran en la oficina. Las palabras de Uriel parecían indicaciones, y las respuestas de Lorena parecían las de una subordinada. Fue el vino el que los hizo dejarse de tonterías, y un lado simpático y gracioso que Lorena no imaginaba de Uriel salió a flote.
Él le habló de un montón de relatos y recuerdos graciosos. Hablaba con bastante fluidez y gracia, y Lorena detectó su habilidad para no tocar ni por error los pasajes tristes de su vida. Apenas y habló de su ex esposa y de sus hijos, como si se trataran de un mal recuerdo que valía la pena olvidar esa noche.
Lorena realmente se divirtió. Había descubierto una faceta inimaginable, hasta hacía unas horas, en el hombre que era su jefe. Encontró, al ritmo de las copas, una sonrisa encantadora y una mirada dulce en el usualmente endurecido y estresado rostro de Uriel. Él platicaba con un espíritu juvenil de una y otra cosa, sin preocuparse del tiempo ni de la realidad que pudiera rodearlos. Lorena realmente saltaba de la risa con sus chistes y, mirando discretamente su teléfono celular, se dio cuenta de que pasaban de las doce y cuarto de la madrugada.
Haciendo caso omiso, regaló una sonrisa a Uriel, que le platicaba sobre el divertido viaje de la preparatoria a unas cuevas.
Minutos después, Uriel se terminó su cuarta copa de vino. Se acercó a la barra, pero entonces miró el reloj que colgaba sobre el mueble del televisor.
– Creo que es algo tarde para ti
La chica miró sin interés la hora en su celular: cuarto para la una. Era tarde.
– Es cierto – admitió
– Bueno – dijo Uriel, era claro que no le agradaba la idea de que ella se fuera – Supongo que será mejor que vaya encendiendo el auto. Hace mucho frio.
Se dirigió hacia la puerta, mientras Lorena miraba hacía el suelo, con las uñas de sus dedos rascándose unas a otras. Se lamió los labios. Parecía pensativa. Miró entonces a Uriel, y se atrevió a hablar.
– Sabes – dijo, lentamente – Creo que es algo tarde. ¿Crees que haya problema si duermo aquí?
Su corazón palpitaba descontroladamente, a pesar de su aparente tranquilidad. Mientras miraba a Uriel confundido.
– Bueno – resolvió él, regresando a la sala – Por supuesto que no hay problema. Tengo un cuarto de visitas…
Aquello tranquilizó a Lorena. Quien se recostó sobre el respaldo del sofá.
– ¿Quieres otra copa? – preguntó Uriel, sirviéndose
Pero Lorena no lo escuchó, seguía pellizcándose las yemas de sus dedos.
– ¡Lorena! – dijo más fuerte Uriel, haciéndola salir de sus meditaciones.
– ¿Sí? – respondió de inmediato
– Te preguntaba si deseas otra copa.
– ¡Sí! – dijo – ¡No! – corrigió de inmediato – Gracias.
Lo miró servirse una copa. Estaba acostumbrada a pasar las noches de fin de semana en los clubes alternativos, donde la música rock, metal y alterna eran la norma. Sus amigos – y sus efímeras parejas sexuales – solían ser chicos de su edad, con tatuajes en la piel y perforaciones en el cuerpo. Ver la piel limpia y el peinado corto y correctamente peinado de Uriel le parecía, por ende, patético, de no ser por el creciente interés que su mente iba teniendo por aquel maduro que, para variar, era su jefe.
– Te traje una copa con poco – dijo Uriel, haciéndola saltar de sus pensamientos – Hemos olvidado brindar.
Lorena se puso de pie, como si aquello hubiese sido una orden, y tomó la copa con una sonrisa nerviosa.
Uriel la alzó, y ella no tuvo más remedio que imitarlo. Aquello del brindis no era precisamente su parte favorita. Pero Uriel estaba inspirado; brindó por el trabajo, por la familia, por la ciudad y el país. Uriel miraba a todos lados, y hablaba fuerte, con tal decoro y sensatez que la chica casi se ríe, pues no sentía que existiera mucho por lo que valiera la pena brindar.
– Tu turno – dijo entonces Uriel
Lorena dejó de mirar la luz del extractor de la estufa, sobre el que había afanado sus ojos, y miró desconcertada a Uriel, que parecía más cerca que hace unos momentos.
Estaba bloqueada, no se le ocurría absolutamente nada qué decir, y tampoco encontró la manera de evadir aquella repentina responsabilidad. Se mordió los labios, y de pronto vio como la mirada estupefacta de Uriel se dibujaba de pronto. Había posado una mano bajo la pelvis de Uriel, había sentido con una ligera presión la rigidez de su verga bajo el pantalón; la chica no sabía si los sobresaltados ojos de Uriel se debían al horror de haber sido descubierto en su erección o por el inesperado actuar de la chica.
Él intentó separarse, pero en vez de ello se tambaleó hacía adelante; ella sólo tuvo que estirarse.
Lo beso de una manera extraña. Con un atrevimiento frio y apurado, como si aquello fuera parte de un concurso por televisión en el que el reto es besar a un desconocido a cambio de diez mil dólares. Él pensó en alejarla, pero ella no cedió en los movimientos de sus labios. Uriel terminó por rendirse, y sus manos se relajaron para posarse sobre los hombros de la chica.
Ella tomó las manos del hombre y las reubicó sobre su cintura. Él la atrajo esta vez, y ella se dejó llevar por aquel beso orientado por Uriel. El hombre pudo sentir entonces la pieza metálica que yacía en medio de la lengua de la chica. Cuando se detuvieron, Lorena aprovechó para mover sus manos ágilmente, liberando sus hombros de las mangas del vestido. Entonces las tetas desnudas de la chica aparecieron ante Uriel como una revelación. La chica sonrió paciente todo el tiempo necesario para que Uriel pudiera admirar la blancura de sus senos y sus pezones perforados por la mitad por un pendiente en cada uno.
Lorena se preocupó, cuando de la mirada de Uriel no surgía ninguna respuesta. Pero entonces el rostro del hombre descendió, mientras las palmas de sus manos alzaban por la espalda a la chica. Besó aquellas tetas como si estuviesen cubiertas de miel. Lorena suspiró cuando la cuidadosa lengua de Uriel se infiltro hacia sus pezones. Ella posó una de sus manos hacia la nuca de su jefe, invitándolo a continuar, mientras sentía como una de las manos de Uriel descendía nerviosamente sobre la tela de su falda, hasta lograr apachurrar sus nalgas.
Así continuaron unos minutos, hasta que la boca de Uriel se sació del sabor de los pechos de la chica, ella lo llevó hasta el sofá, donde él se sentó mientras la chica se arrodillaba entre sus piernas.. Entonces dirigió sus manos y, con habilidad, desabrochó el cinturón y los pantalones del hombre. Los hizo descender con cierta desesperación, como si estuviesen corriendo contra el tiempo.
El vigoroso falo de Uriel salió a la luz y Lorena lo tomó con ambas manos, cuidadosamente, como si estuviese recibiendo un ramo de flores. La chica alzó la mirada, contra los ojos aún incrédulos de su jefe. Parecía como si estuviese solicitando alguna especie de autorización, pero Uriel no se atrevió a decir nada.
Era lo de menos. La chica abrió grande la boca y se engulló aquel pedazo de carne. Parecía dispuesta a comérselo de un bocado, y no lo sintió dentro de su boca hasta que la punta del glande de Uriel no chocó contra las paredes de la garganta de la chica. Entonces la lengua, boca y labios de la chica se cerraron en un estrujón sobre aquel tronco. Uriel sintió cómo la boca y labios de la muchacha recorrían la textura de su verga mientras Lorena la iba sacando de su boca. Repitió tres veces aquel lento y completamente excitante acto. Al final, despegó sus labios del glande de Uriel.
– ¿Te gusta? – preguntó, mirándolo fijamente
Uriel apenas y pudo responder afirmativamente, antes de que la chica volviera a la faena, llevándose toda su verga por completo. Esta vez no fueron los mismos movimientos lentos y suaves, sino unas rápidas y salvajes bocanadas contra el agradecido pene de su jefe.
La chica parecía enloquecida, Uriel se comenzó a desabrochar la corbata; el calor estaba aumentando demasiado rápido, mientras la chica no paraba de machacar su sorprendido falo. El cielo se le vino encima cuando la chica sacó su pene de su boca, besó su glande y se dirigió directamente a lamer sus bolas. Uno de sus testículos fue atrapado por aquella boca, refrescando la mente del hombre.
Entonces su huevo fue liberado, y Lorena volvió a subir, lamiendo toda la envergadura de su tronco, dejando al hombre sentir el frio pirsin de su lengua a lo largo de la zona externa de su uretra. Aquello hizo que Uriel lanzara un quejido de placer, a lo que la chica respondió con una sonrisa picara, al haber logrado su cometido.
Uriel acarició su rostro, y la chica reaccionó sonriente, de una manera gatuna. Aquello animó a Uriel a tomarla de la nuca y atraerla hacia su verga. La chica se dejó llevar obediente, mientras su jefe la obligaba a mantenerse con su verga entera clavada en su garganta.
Unas gárgaras, seguidas de un par de tosidos, hicieron que Uriel permitiera a la chica respirar un poco, antes de repetir el mismo movimiento. Así se mantuvieron algunos minutos, a veces Uriel la alejaba de su verga, alzándole la mirada para que la chica le regalara una de sus sonrisas, de las que corrían por sus mejillas los fluidos combinados de ambos.
En determinado momento, la chica pareció decidida a pasar a la siguiente etapa. Recostó a Uriel sobre el respaldo del asiento. Se inclinó para quitarle los zapatos y terminar de desnudar la parte baja de su cuerpo. Como una masajista oriental, desabrochó cuidadosamente la camisa del hombre; una vez descubierto su pecho, la chica posó sus manos sobre los duros pectorales de Uriel. La chica sonrió complacida, mientras las manos del hombre se posaban sobre sus caderas, tratando de adivinar las curvas de la chica bajo la delgada tela de su vestido.
Ella decidió no dejarle nada más a la imaginación; se desvistió y arrojó el vestido lejos, como si se tratara de un vil pedazo de tela. Las tetas desnudas y la bella curva en la cintura antes de dar paso a las caderas carnosas de la chica aparecieron ante los cada vez más relajados ojos del hombre. Ahora la miraba con un deseo que estaba mojando demasiado la entrepierna de la chica, oculta aún bajo unas bragas negras de satín.
Entonces la chica se puso de pie, procediendo a quitárselas, pero Uriel detuvo sus manos. Lo hizo el mismo, con la lentitud de quien abre un regalo sin querer dañar el envoltorio. Descubrió un pubis depilado en su zona más alta, pero enmarañado de vellos en lo más bajo. La chica se colocó de rodillas sobre él y, no perdiendo tiempo, tomó el tronco de Uriel y lo apuntó contra la humedecida entrada de su coño.
Comenzó a cabalgar lentamente al hombre que le ayudaba alzándola con las manos sobre su cintura. La chica tomó su propio ritmo, y Uriel aprovechó para acariciarle sus preciosos senos. Era un verdadero deleite sentir sus manos en aquellos pechos suaves mientras la calidez del interior de la chica iba y venía sobre su verga.
Sus manos descendieron, recorriendo las curvas de la chica, se apropió entonces de los glúteos de la chica, que se movían conforme a los movimientos de sus caderas. Las palmas de sus manos disfrutaron de la calidez de aquellas pálidas nalgas. Sus manos las apretujaron, mientras las puntas de sus dedos sintieron el aterciopelado canal que se formaba en medio del culo de la chica.
Aquello encendió de alguna manera a Lorena, que aumentó el ímpetu de sus sentones. Uriel puso de su parte, y acomodó sus pies para comenzar a mover sus caderas, sincronizando sus embestidas con los meneos de la chica.
La chica gemía y gritaba conforme los movimientos de ambos se iban intensificando. En determinado momento, ella se detuvo jadeante, pero Uriel siguió escarmentándola con sus embestidas. La chica se llevó las manos al pecho mientras su vientre se contraía y su piel se crispaba por todos lados.
La verga de Uriel sintió como el coño de la chica se mojaba de pronto, mientras la fuerza de su vagina se apretujaba. Las manos temblorosas de Lorena buscaron ayuda, y colocó las palmas de sus manos sobre el sudoroso pecho de Uriel, quien le acarició los pechos antes de apretujar suavemente sus pezones. Lorena respiró, recobrando el aliento mientras la dura verga de Uriel permanecía dentro de ella. Sonrió a su jefe, satisfecha, y se puso de pie.
Se dirigieron a la recamara del hombre. Lorena parecía una criatura distinta, los movimientos de sus caderas habían aumentado su coqueteo, y en cada paso sus preciosas nalgas parecían empujarse una contra otra, como si la desnudez completa no les diera suficiente espacio.
La arrojó contra la cama. Lorena estaba ya tan excitada que se dejó caer como una presa. Se colocó en cuatro sobre el colchón, mientras miraba hacia atrás, viendo como el endurecido pene de su jefe se acercaba. Abrió sus piernas y alzó sus nalgas, ofreciéndole a Uriel la distinguida vista de su culo. Él se detuvo unos segundos para contemplar los delgados y oscuros vellos que arremolinaban protectores alrededor del ano de la muchacha, antes de lanzar su rostro contra el culo de Lorena y disfrutar con su lengua de la textura suave de los pliegues del esfínter de la chica, provocándole unos suspiros bajos que aumentaban de intensidad cuando su lengua intentaba atravesar los músculos de su culo.
Uriel cayó en la cuenta de que aquello no había molestado en lo absoluto a la chica, y aquello le animó a continuar. Lanzó un par de escupitajos contra el ojete de la chica, y con la punta de su lengua los restregó en toda aquella área.
La chica había permanecido en silencio, y continuó así cuando el alejó su rostro e incorporó su cuerpo tras la chica. Entonces posó su verga endurecida sobre el canal que se abría entre las nalgas de la muchacha.
– Despacio – fue lo único que escapó de los labios de Lorena, con tal suavidad que Uriel apenas y logró escucharla.
Entonces el hombre apuntó su verga contra el oscuro y pequeño agujero que yacía bajo aquel bosque de suaves vellos y su glande comenzó a pujar contra aquella membrana, abriéndose paso poco a poco entre las duras y lisas paredes del ano de Lorena. La chica apretó las sabanas de la cama entre sus puños, mientras la verga de su gerente iba rompiéndole lentamente el culo. No era la primera vez que alguien la iba a follar por el culo, pero tampoco habían sido tantas; y la última había sido hacía tanto que aquello se sentía como la primera vez. Estaba a punto de rendirse y pedir que parara, pero era demasiado tarde. En un último movimiento, más rígido que los primeros, Uriel introdujo de un tajón el último tercio de su tronco.
El culo de Lorena era tan apretado y la lubricación tan insuficiente que realmente le costó trabajo a Uriel comenzar a moverse. Tuvo que sacar por completo su verga, que parecía inmensa ante aquel pobre esfínter. Se dirigió al baño y regresó con un aceite corporal. La chica aguardaba sobre la cama, sin moverse, giró su rostro para mirar sonriente las manos de Uriel derramando el aceite sobre la entrada de su culo. Un poco de aceite manó también sobre el tronco de Uriel antes de que volviese a colocarse tras Lorena.
La segunda penetración fue, naturalmente, mucho más sencilla. Un quejido breve de la chica fue ignorado por Uriel cuando este le metió la totalidad de su falo. Entonces inició un lento va y viene que despertó los gemidos de placer y dolor mezclados de la chica.
La cabeza de Lorena se comenzó a arrastrar sobre la cama conforme Uriel aumentaba la intensidad de sus arremetidas. Pero la chica sabía lo que le convenía.
– Más, más…sigue cabrrrrroooonnnnnnnn – era lo único que decía
La mente de Uriel también había terminado por calentarse, y sus palmas caían de vez en cuando sobre las nalgas de la chica, quien no podía más que concentrarse en el placer que se concentraba dentro de su castigado culo.
– ¿Te gusta? – vociferó Uriel, embrutecido – ¿Te gusta, perrita?
Pero la chica no podía decir nada; un mar de placer recorrió su cuerpo desde su culo hasta su cabeza. Apretó las sabanas con sus manos al tiempo que sus gritos de placer invadían todo el cuerpo. Su piel comenzó a vibrar, y sus nalgas se enfriaron de pronto. Entonces Joel sintió las palpitaciones de las paredes del ano de la chica, mientras esta apretujaba con fuerza su tronco.
Lorena se estaba corriendo, y a Uriel le faltaba poco. Contuvo un poco y lo aprovechó para lanzar las cinco últimas y profundas embestidas contra el ojete de su asistente. Aquello fue demasiado para la chica, que yacía recostada sobre la cama, completamente agotada. Sólo entonces Uriel se irguió al sentir como el placer fluia en su entrepierna, llenándole la cabeza de una calma celestial.
Lorena suspiró rendida, mientras sentía el fuego de Uriel manando dentro de su recto. Sus músculos, con lentas palpitaciones, apretujaban aquella verga, como si estuviese ordeñando sus fluidos. El hombre introdujo su verga lo más profundo, asegurándose de que su esperma se escupiera en lo más hondo de la chica. Su verga pulsaba, en un último esfuerzo, hasta que fue perdiendo rigidez poco a poco. Sacó entonces su falo de la chica; miro el oscuro y dilatado esfínter de la chica, sobre el que cayeron las últimas gotas de su néctar. El ojete de la chica parecía contraerse y volverse a dilatar en despedida a medida que se iba cerrando, dejando aparecer de nuevo los pliegues a su alrededor.
Uriel se puso de pie, se dio cuenta que debía lavarse el pene. Se dirigió hacia el baño de su recamara.
– ¿Tienes jacuzzi? – dijo la chica, haciéndolo girar; seguía aun colocada en cuatro y con el culo alzado, y tenía una cara de viciosa que Uriel nunca se hubiera imaginado en ella.
Él la miró, y sonrió.
– Te veo en el baño.
Mientras la tina se llenaba, ambos se fundieron de nuevo en un beso. Un poco de los fluidos de Uriel había comenzado a escapar de entre las nalgas de Lorena, y comenzaba a correr entre sus piernas, pero no hizo mayor escándalo. Empujó a Uriel de nuevo hacia la regadera, y él se encargó de abrir el agua caliente que comenzó a lavar sus cuerpos. Bajo el agua cayendo, siguieron besándose, mientras el cuerpo de la chica volvía a relajarse, la entrepierna del hombre iba recuperando su dureza.
Ella misma se encargó de corroborarlo, apretando su falo con una mano. Él dirigió su mirada hacia la tina, indicándole que estaba lista.
Mientras la chica preparaba las sales y las burbujas, Uriel admiraba la desnudez de la chica recargado en el marco de la regadera.
Entraron al agua tomados de la mano; las piernas de Uriel rodearon el cuerpo de la chica. Ella no tardó en girarse, posando sus mojadas tetas sobre el pecho del hombre. El sintió los pezones de la chica caer fríos sobre su tórax mientras la delicada mano de la chica rodeaba el tronco de su verga. El cuerpo de la chica cayó deslizándose fácilmente sobre él; Uriel nunca había sentido penetrar a nadie bajo el agua, pero en aquel momento apenas y lo percibió.
Sólo lo supo al sentir la calidez de la chica abrazando su falo, antes de que comenzaran los suaves y lentos meneos de sus caderas. Los mojados pechos de la chica lucían preciosos con la luz reflejada. Enjabonados, escapaban traviesamente de las manos de Uriel. La chica iba aumentando la intensidad de sus movimientos, y el oleaje de la tina a su alrededor iba aumentando su ímpetu.
Alcanzó a sostenerse de la orilla de la tina antes de caer rendida sobre Uriel, quien comenzó, bajo el agua, a eyacular dentro del coño de su secretaria. La chica alzó con cierta violencia el rostro de Uriel, para besarlo; lo hizo con tal fuerza que parecía que le estaba agradeciendo y reclamando algo al mismo tiempo. El sujeto se limitó a recorrer con sus manos las preciosas curvas de la chica.
Eran más de las tres de la madrugada cuando comieron el postre por fin, desnudos bajo las sabanas de la alcoba de Uriel. Comieron directamente del envase de plástico. Era una deliciosa ensalada rusa. Miraban Ben Hur en un canal de cable. Uriel acariciaba de vez en cuando los cabellos de la chica y la piel suave de sus hombros. Ella le respondía con una sonrisa, y de vez en cuando se fundían en un beso sabor a manzana.
FIN
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Relato erótico: “La chica de los carteles” (PUBLICADO POR EL TIRITITERO)
Hola, esto me sucedió hace un tiempo, me podéis llamar Diego (no
es mi nombre autentico pero me gusta la honestidad) soy un hombre soltero pertenezco a una clase media de las muchas existentes en México, mido 1.84 metros, y me dedico al diseño en general, disculpen que no hago hincapié en mi trabajo ya que soy bastante conocido en la ciudad que radico en el interior del país.
Durante algún tiempo en mis ratos de ocio me dedicaba a editar imágenes con texto en diferentes paginas de memes y carteles en la pasividad de mi recamara, ahí conocí bastantes personas y ahí fue donde la conocí…
Un día simplemente me mando un mensaje privado para saludarme después de que ella me había dado un voto negativo a uno de mis carteles y yo le respondí con uno positivo y un comentario a uno de ellos, pienso que “las cosas suceden por algo” y vaya que en este caso así fue. Tenía ella un Nick que yo lo relacionaba a un videojuego.
-Hola, me llamaste la atención.
-Hola, dime ¿cómo te llamas?
-Natalie.
Escuché su nombre por el sonido de mi propia boca mientras leía esa líneas, lo primero que me sucedió fue sorprenderme cuando me comento que vivía en la misma ciudad que yo. Me comento que aún estudiaba y después de una pequeña charla realmente habíamos hecho un click así que la invite a tomar algo para el día siguiente, lo cual acepto gustosa.
Quedamos de vernos a las 9:00 de la mañana en un café cerca del centro, ya que sus padres eran estrictos y no le permitían salir por mucho tiempo de casa y sólo de día. Llegue puntual y lo primero que observe es que es lugar estaba abarrotado de gente, ya que empezaban las vacaciones navideñas y al ser un pequeño pueblo urbanizado y turístico, todo se llenaba cafeterías, restaurantes y demás comercios. Comencé a buscarla y percibi que aun no asistía a la cita y así estuve hasta las 9:20 a punto de retirarme.
-Holaaa, ¿Diego? Disculpa mi tardanza no suelo ser así, sólo que hay un lío de tráfico.
Y ahí estaba una hermosa chica no era muy alta pero muy bien proporcionada para su edad, su tono de piel es blanca, una mirada profunda coronada por unos hechizantes ojos oscuros, tiene una nariz que sobresale de su rostro y embellece todo el conjunto, su cabello es de color castaño y le llega hasta el nacimiento de sus nalgas duritas, cintura normal y tiene un andar lento pero elegante; usa lentes que le dan un toque intelectual, vestía short blanco, camisa estampada de corazones, y de una cadena traía un colgante en forma de “pino”. Se acerco y tan sólo me dio la mano mientras que sus pómulos se enrojecían y llegue a notar un leve movimiento de piernas inusual tal vez producto de un espasmo de excitación. Apenas pude ocultar mi miembro pues aunque se encontraba bajo mi pantalón de mezclilla y debido al uso de un bóxer se alcanzaba a notar pues en erección llega a medir los 19 cms.
-Hola Natalie. Esta muy lleno el lugar ven vamos a la tienda.
La tome de la mano y ella un poco apenada volteaba a ver si nos veían mientras me seguía mi paso moviendo sus caderas de forma candente por las calles empedradas de tezontle negro de la región y la franja central a base de mármol blanco, mostrando una esplendorosa ciudad colonial.
Compramos 2 aguas y nos fuimos caminando hasta dar con un pequeño parque inaugurado en conmemoración de un héroe de la independencia que el tiempo se ha encargado de olvidar entre flores amarillas marchitas y arbustos descuidados. Ese parque era muy concurrido por los grupos de chicos que se arremolinan saliendo de sus colegios entre semana, pero al ser domingo, estaba completamente desierto y fuimos ahí sin ningún tipo de malicia, más bien el cansancio comenzaba a menguar nuestro paso.
Al descender 2 escalones me percate que con un movimiento de su brazo el cómplice aire se colara apenas para mostrarme el inicio de un sujetador blanco, ella lo noto y me sonrió mostrando la más tierna cara.
-¿Qué ves Diego?
–Si te lo digo te sorprenderías.
-Pues sorpréndeme.
Y en seguida corrió y yo corrí hasta alcanzarla, la tome del mano.
-Tal vez creas que estoy loco pero me gustas.
-Tú también me gustas, aunque soy más joven.
Y en ese momento nos besamos, fue un beso diferente al principio tierno, pero a los pocos minutos nos dábamos unos besos tan pasionales como si fuésemos viejos amantes. Aprovechamos la serenidad del parque ya que justamente nadie aparecía cerca, tal vez llevados por la muchedumbre del centro, nos ofrecían el lugar perfecto para disfrutar nuestro momento.
Besaba su cuello, su oído y ella emitía pequeños suspiros casi virginales mientras yo me sentaba, ella a horcadas se prendía de mi camisa y se sentaba en mis piernas, se le veía un poco descompuesta.
-Diego es el mejor beso de toda mi vida, decía Natalie justo antes de que nuestras lenguas se entrelazaran sentíamos como nuestra excitación aumentaba, sentía el latir de su pecho aumentar y mis manos se metían dentro de su camisa y sentía los bordes del sujetador un poco infantil para su edad pero que le daban un toque de inocencia mientras me perdía en su mirada.
Estábamos consientes del peligro y eso aumentaba nuestra calentura, a lo lejos se oía el retozar de algunos pequeños que disfrutaban de los adornos navideños y la música que venia de un órgano ambulante.
-Natalie, levántate- Le susurraba al oído mientras con mis manos tomaba sus caderas y la levantaba hasta ponerla en pie, ella me veía expectante, mientras bajaba un poco su short arrastrando a su paso también un pantie tipo cachetero de color blanco, y me impresionaba al ver una pequeña mata de abundante vello liso y rizado de su monte de Venus, baje una mano para acariciarlo, mientras ella sin resistencia abría poco a poco sus gruesos muslos, para dar mayor acceso a mi mano invasora.
-Diego… soy virgen- me lo decía mientras miraba ella el piso, con un apenas audible sonido salido del interior de su garganta, mientras sobre mi pantalón acariciaba mi verga, apenas separada por la fina tela de su mano.
-No te preocupes mi amor- Le decía mientras acariciaba su mentón, besaba su boca e invadía sutilmente sus labios vaginales, aumentando su respiración y su ritmo cardiaco, comenzaba a sentir esa humedad que provenía del interior de su conejito, aún con su short en sus tobillos.
Abrí su camisa y levante su sostén para descubrir unos pequeños botones rosados inmaculados en sus pechos, tuve la paciencia de besar concienzudamente cada uno de ellos mordiendo de vez en cuando cada pezón. Mientras sus gemidos aumentaban así como el flujo que resbalaba por sus muslos.
La senté en una de las banca más cercanas acercando sus caderas hacia mí, me agache y probé ese néctar con un dulce sabor apenas saladito, el cual me esmeré en beber, mientras comenzaba ella a acariciarme mi cabello.
-Diego, ¿Qué es lo que me haces que me encanta? Me decía mientras acercaba mi cara más adentro de su empapada panocha, con maestría apenas y metía mis yemas en la estreches de su interior y con mi pulgar daba masajes a su ardiente clítoris, pasaba mi nariz a entre sus labios mayores y presionaba su esfínter que se contraía con el jugar de mis dedos.
En un momento abrí el cierre de mi pantalón, saqué mi verga ya completamente erecta y la restregué por todo su conejito, no con la intención de embestirla tan sólo puntearla ya que sabía que quería darle algo más placentero para su primera vez la cual no dudaba en entregarme incluso en ese instante. Fueron minutos de lucha mientras mordía sus senos y retomaba el cunnilingus.
Fueron alrededor de 20 o 30 minutos que culminaron con bestial orgasmo, tan sólo un grito de puro placer fueron los que advirtieron de su venida, mientras arqueaba su espalda. La tome y la besé, aún con restos de su interior que acepto con gusto mientras veía una mirada perdida.
Me entregaba en ese momento su alma, su mente y su cuerpo, sentía aún su excitación mientras sus jugos resbalaban en mi miembro aún erecto, por sus muslos, por mi cara y por mi mano; podía sentir sus piernas doblarse al momento de incorporarse, mientras reía ella sin poder mirarme directamente a la cara por la pena y la complicidad sólo me regalaba breves sonrisas. Me guarde el pene completamente erguido sabiendo que en ese momento prefería dejarlo así, era lo más sensato.
Le ayudé a vestirse pronto temiendo que el ruido hubiese alertado a personas cercanas, y como recién casados me la llevé cargando hasta tomar un taxi, mientras nos besuqueamos de lo lindo con la mirada mórbida del taxista que nos observaba por el retrovisor camino a su casa, mientras los parroquianos se divertían con el paso de danzantes por alguna fiesta patronal.
-Diego mi amor (me decía en la esquina oriente de su casa colgada a mi cuello), ya es tarde pero quiero agradecerte lo que me hiciste sentir.
-No te preocupes hoy, prefiero que llegues temprano y no recibas regaños ni amonestaciones, ya veré como relajarme-
– Gracias, la próxima vez que nos veamos, te lo recompensaré doble-
C continuará?
Gracias por tomarse el tiempo en leerlo, espero sus sus criticas y disculpen si encuentran alguna falta ortográfica. Pueden ponerse en contacto a través de mi correo campanaindependencia@hotmail.com espero que les agrade para continuar escribiendo.
- : Este es el inicio de una saga entre dos desconocidos que se conocen en una red social, y buscan estar en mayor contacto día a día. Cada uno diferente pero hay algo que les emociona y eso puede provocarles divertidas y excitantes experiencias.
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Relato erótico: “Mi hermano, el mas pequeño” (PUBLICADO POR SIBARITA)
No creo ser la única mujer en situación similar, soy simplemente una mujer de las que la sociedad identifica como madre soltera, si bien mi caso es un poco especial, ya que teniendo pareja desde hace muchos años, todo el mundo, incluido él, considera que es también hijo suyo.
En fin, dejémonos de esquivar el tema, tengo pareja estable y un hijo cuyo padre, secreto para todos, es mi hermano el mas pequeño, con el que mantengo relaciones sexuales desde hace mas de treinta años y sin que ninguno de los dos hayamos tenido nunca la intención de dejarlo.
Todo empezó un buen día, en una playa del Caribe, a la que habíamos ido dos parejas, mi hermano con su novia de entonces, y yo con mi amante del momento, si bien todos desconocían que lo fuéramos.
El día era espléndido, estábamos alegres, el agua deliciosa, mi hermano y su novia jugaban con descaro, besos apasionados, caricias atrevidas, mientras nosotros tratábamos de disimular como si simplemente fuéramos amigos; tan solo dentro del agua y sin que nos viesen, se sucedía un beso, una mano bajo el bikini, un contacto más intimo. Pronto comenzaron a bromear con nosotros, a provocarnos hasta que harto de ello, Lucas, mi amante, me abrazó fuertemente dándome un beso en la boca. Por supuesto mi hermano y su novia se quedaron asombrados, hasta que reaccionaron riendo a carcajadas diciendo que habíamos tomado el pelo a todos, y a partir de ese momento y puesto que no había ya razón para secretos, los juegos eróticos fueron evidentes, las dos parejas nos fuimos calentando, para terminar haciendo el amor sobre la arena. Así pasamos la mayor parte del día hasta que los juegos nos llevaron a que Lucas, bromeando, le preguntó a mi hermano si quería cambiar de pareja, y para aumentar la broma, me empujó contra él cuando los cuatro estábamos desnudos, no contento con ello, cuando mas tarde estábamos tendidos en la arena, haciendo el amor de nuevo, tomó la mano de mi hermano para llevarla hasta mi pecho; sentí como la mano se crispaba y la situación se hizo tensa, nadie dijo palabra, nos vestimos y regresamos a la ciudad.
No había nadie en casa cuando llegamos y directamente fui a sentarme en el salón, con el biquini puesto. Mi hermano se sentó en el sofá, frente a mi, rehuyendo mi mirada, así es que directamente comencé a hablarle de mi relación con Lucas; de improviso le cuestioné por su actitud en la playa y me confesó su incomodidad y turbación cuando vio como Lucas me desnudaba y cuando puso su mano sobre mi pecho. Mientras me hablaba estaba rehuyendo mi mirada, pero yo sentía como si sus ojos perforasen la tela del biquini, los sentía ardientes en mis pechos y en su bañador se marcaba una mas que evidente erección, pese a ello me levanté de mi butaca para sentarme en el sofá, junto a él, por lo que tuvo que cambiar su postura y volverse hacia mi. Estábamos muy cerca y mirándole fijamente me acerqué más a él y le besé en la boca, respondió a mi beso casi con violencia, me apresó en sus brazos y su lengua encontró el camino de la mía penetrando en mi boca, se había sentido provocado y respondiendo arrancó el sostén de mi bikini y de nuevo sentí sus manos en mis pechos, esta vez, pero ahora eran posesivas, ansiosas, hambrientas. Se levantó del sofá llevándome en sus brazos para ir hasta su cuarto y dejarme en su cama, en segundos me había y se había desnudado, tomándome por los tobillos y rompiendo todos los tabús se arrojó sobre mi clavándome su verga dura como la piedra. No tardó en correrse en mi interior, sentí ríos de semen golpeando en mi interior, y no se retiraba, seguía bombeando con furia, sin pronunciar palabra, me dio la vuelta y metió su polla en mi culo, sin miramientos, de un solo golpe y sin preocuparse de mis gritos de dolor, y asi continuó toda la noche, hasta que en la mañana, telefoneó a su novia y a mi amante para que vinieran a casa sin mas explicaciones.
Cuando llegaron, estábamos vestidos, en apariencia, puesto que yo no llevaba nada debajo de mi bata de seda, besó a su novia apasionadamente la dejó desnuda en un momento. Lucas, al verles, procedió de la misma manera conmigo, y se sorprendió al ver que no portaba nada debajo de la bata, quiso tumbarme en la alfombra, pero ahí fue mi hermano quien empujó a su novia contra Lucas y me arrastró bajo él, mientras Lucas, repuesto de la sorpresa inicial, se la metía a ella por el culo y mi hermano me perforaba el mío. No salimos de allí en una semana, follando como locos, y cuando lo hicimos, fue para darnos cuenta de que las dos mujeres estábamos preñadas, sin que pudiéramos saber cual de los dos podía ser el padre.
Meses después mi hermano regresó a Europa y yo continué mi relación con Lucas, hasta llegar la Navidad y decidir pasarlas en Europa; en realidad mi hermano y yo habíamos planeado en secreto el pasarlas juntos, y así lo preparamos para que nadie lo supiera. Habíamos alquilado una casita, en un pueblo playero, y allí llegamos, cada uno por nuestro lado, dispuestos a pasar una vacaciones de sexo a jornada completa y en la mas absoluta discreción.
Fui la primera en llegar, asi que pensé en darle una especial bienvenida, y por ello me puse a preparar la casa y, por supuesto, a prepararme yo: baño de sales, cuidadosa depilación, la elección del perfume apropiado y, desde luego la vestimenta mas adecuada al caso, un sencillo delantal, sin nada debajo. Pasaron horas, había preparado la comida que mas le gustaba, pero su retraso en llegar era ya evidente y comenzaba a sentirme preocupada, al tiempo que descendía el nivel en la botella de Porto que estaba sobre la mesa, y que bien pronto hube de sustituir por otra al vaciar la primera, con la lógica consecuencia de que ya no sentí preocupada, así es que puse música y comencé a bailar sola en el saloncito, para entretenerme, la música me envolvía y mis manos comenzaron a recorrer mi propio cuerpo que sentía cada vez mas ardiente. Me interrumpió el timbre de la puerta, hacia la cual corrí ansiosa por encontrar a mi hermano, a cuyo cuello me colgué besándole apasionadamente, llevábamos meses sin vernos y estaba ansiosa de él, tanto que ni me había dado cuenta de que estaba acompañado por un chico joven que portaba su equipaje, y cuyos ojos casi fuera de las orbitas, no perdían detalle de mi desnudez; al notar mi sorpresa, mi hermano se rió a carcajadas, comentándome que desde cuando sentía vergüenza por verme desnuda ante un desconocido, tenía razón y solo entonces me di cuenta de que estaba desatando el lazo de mi delantal y este caía al suelo, me aferré a él arrastrándole conmigo al suelo y ante la atónita mirada de un desconocido, conseguí que sacara su verga y me la metiera de inmediato. No supe que señales hubo entre ellos, pero al cabo de unos minutos el chico estaba desnudo y sentí sus manos ansiosas recorriéndome, apretando mis tetas, mis pezones, buscando y descubriendo mi sexo, ocupado hasta hacia un momento por la verga de mi hermano y que ahora era él quien trataba de ocupar la misma plaza hasta descubrir la humedecida entrada y meterse hasta que no pudo mas; le cabalgué sentada sobre su verga, mientras mi hermano, tras de mi, me empujaba hasta hacerme quedar tumbada encima del chico, después sentí sus manos separando mis nalgas, su polla buscando llegar hasta mi esfínter anal, su lenta pero constante penetración hasta pegar sus testículos a mis nalgas cuando la metió entera. Otra vez tenía dos vergas alojadas en mi interior y como desde hacia tiempo no sucedía, otra vez llegábamos a un orgasmo simultaneo.
Pero mi hermano me tenía reservada una sorpresa para aquellas vacaciones, se le había metido en la cabeza que sería estupendo si teníamos un hijo juntos, por esa razón había planeado estas vacaciones juntos y solos, su plan era follar a tope hasta conseguirlo, y yo como tonta, estaba empezando a aceptar su idea, y así lo hablamos una vez que el chico se hubo marchado y recobramos un poco la calma, porque si eso sucedía, yo tendría que dar no pocas explicaciones, tanto a mi amante Lucas como a mi compañero.
Estábamos desnudos sobre la alfombra y con la gran chimenea encendida, cuando se incorporó para colocarse sobre mi, separando mis piernas, no hubo preliminares, simplemente apuntó con su verga y se dejo caer sobre mi metiéndomela entera, como si con ello quisiera demostrarme que estaba hablando en serio. No fue mas que el preludio, en esos quince días no hubo un solo momento en que parasemos de follar, no puedo recordar las veces que me llenó de esperma, ni la cantidad de orgasmos que tuvimos, pero efectivamente, no tardamos mucho en confirmar que estaba embarazada y era llegado el momento de preparar mi viaje de regreso y toda la comedia que había que montar para dar la noticia. El plan era regresar a casa, volver a follar con Lucas y meterle en la cabeza la idea de tener un hijo suyo, para después hacerle creer que era suyo; hacer lo mismo con mi compañero, de forma que también por ese lado estuviera justificado mi embarazo, y así lo puse en practica con éxito.
Ahora regresamos a Europa y recupero a mi hermano, aunque este tiene otros planes. Por descontado que me encuentra a solas en cuanto llegamos, pero después de hacer el amor durante horas, me plantea que quiere lo haga con un amigo suyo, quiere quedarse con la amante de este y su negocio, y para conseguirlo me quiere a mi como moneda de intercambio. No lo esperaba pero me dejo embobar y acepto, así es que me lleva a un club privado donde nos espera su amigo, y nos presenta llenándome de elogios.
Su amigo es un hombre con bastante clase, alcoholizado por completo y, por lo tanto fácil de seducir; me bastan un par de botones desabrochados en mi blusa, y pese a la penumbra del club, él no pierde detalle de mi escote, y cuando me inclino hacia él para hablarle, sus ojos casi se le salen de las orbitas cuando alcanza a ver mis pezones y siente mi mano apoyada en su pierna. Por descontado que me invita a bailar, y al hacerlo pego mi cuerpo contra el suyo, busca mi boca para besarme y la abro para sentir el paso de su lengua, me invita a visitar su estudio y allí vamos dejando a mi hermano en el club, con el pretexto de que esperaba a otra persona.
Albert es amable y educado, lo cual no quita para que nada mas llegar a su estudio, sus manos se vuelvan ansiosas y quiera desnudarme de inmediato, tengo que calmarle y hacer que vaya mas despacio, pero lo que no puedo hacer es detener sus besos, ni el empuje de su polla haciendo presión sobre mi sexo, dilatándolo, abriéndolo, penetrándome para después vaciar su semen en mi interior. Había sido delicado, agradable, así es que me volqué sobre él y me dispuse a hacer que reviviera, acaricie su sexo con mis manos y lo llevé hasta mi boca para saborearlo. En pocos minutos había llegado al punto de disparo nuevamente, pero no por ello me retiré, lo recibí en mi boca sin dejar que ni una gota escapara, y al levantar los ojos, me encontré con mi hermano que nos observaba haciéndome señas de guardar silencio. Ese día y para él, no solo le gané la posibilidad de acostarse con la amante de su amigo, sino también el cheque por dos millones de francos que me entregó para él, cuando terminamos. Mas tarde mi hermano, al recibir el cheque, se mostro muy contento de mi intervención, y se le abrieron las ansias de utilizarme, de la misma manera, cada vez que necesitaba conseguir algo, como ahora estaba proporcionándome uno de los orgasmos mas intensos de toda mi vida, pese a que estaba sobre el capot del coche al borde de un camino, totalmente desnuda y con mi hermano encima, metiéndome su verga hasta lo mas profundo.
Mañana es sábado y comienza otra de las “misiones” de mi querido hermano, debo convencer a un proveedor suyo, al cual debe dinero, para que no le agobie con sus reclamaciones. Cuando llego a su oficina, lo hago vistiendo una vieja gabardina oscura y, como el tipo es amable y educado, de inmediato me invita a tomar asiento. Lo hago sobre un cómodo sillón de cuero, para lo cual retiro mi gabardina, bajo la cual visto una mini de cuero y una camisa de gasa completamente transparente, entre las flores que estampan el tejido, pueden verse con toda claridad hasta los menores detalles de mis tetas, y al tipo casi se le salen los ojos al verme. Por supuesto su actitud es toda amabilidad, me invita a tomar una copa que me acerca y aprovecha para mirarme desde mas cerca, mientras retoma su asiento aprovecho para soltar un par de botones de mi blusa, asi es que cuando se volvió hacia mi, tenía ante su vista un amplio panorama de mis tetas, ni siquiera toma asiento, regresa a mi lado y me tiende la mano para que me levante mientras que con la otra descubre enteramente uno de mis pechos haciéndome una leve caricia sobre el, después y sin soltarme la mano, me conduce hacia una puerta disimulada en el muro, y que da acceso a un apartamento lujosamente amueblado y en el, a un amplio dormitorio en el que, con toda parsimonia me desnuda. No me besa, recorre mi cuerpo con sus manos, pellizca suavemente mis pezones, enreda sus dedos en la línea de pelo que recubre mi sexo, busca mi clítoris y comienza a acariciarlo suavemente, lo que provoca que yo comience a humedecerme, mete uno de sus dedos, un segundo, otro mas, y de pronto es una polla enorme, monstruosa, la que trata de penetrarme, y lo hace despacio pero firmemente, hasta llenarme por completo. Le atrapo con mis piernas en torno a sus caderas y juntos iniciamos una feroz carrera en busca del orgasmo, que sobreviene rápido por nuestro ardiente deseo. Después, tendidos sobre la cama, tuvimos una larga conversación sobre las intenciones de mi hermano, intenciones que él había captado perfectamente desde mi llegada a su despacho.
Volvía a mi casa con el acuerdo deseado por mi hermano, para encontrarle desnudo sobre mi cama, presto a darme “mi recompensa” por el buen trabajo realizado, de modo que en menos de un minuto estaba con él en la cama y con su verga clavada en mi vagina mientras me hablaba de mi “nuevo trabajo”.
Sin embargo las cosas han cambiado, consecuencia de la conversación mantenida no hace mucho, no voy a dejar de ayudar a mi hermano en sus proyectos, pero a partir de ahora voy a cuidar también mis propios intereses, y hoy he visto un precioso collar de perlas que me sentaría maravillosamente.
Anoche fui yo la organizadora, invité a mi hermano y a un amigo suyo que estaba de paso por Bruselas, no había mas pretexto para ello que una sencilla cena, si bien encargue todo a una trattoria. Cuando llegaron se quedaron deslumbrados, me había vestido con un vestido chino, de seda natural y casi enteramente transparente, largo y cerrado hasta el cuello, pero maliciosa y ampliamente abierto por ambos costados, de modo que en realidad solo pendía de los hombros, y que al menor movimiento dejaba ver que mi cuerpo estaba completamente desnudo bajo el.
Sentía los ojos de ambos clavados en mi cuerpo a cada uno de mis movimientos, mas todavía cuando bajo la influencia del abundante vino que acompañó a la cena, pusimos música y me pidieron bailar. Primero lo hice sola, poniendo en cada movimiento la mayor sensualidad posible y haciendo que en cada giro, el vestido al abrirse dejara ver mi cuerpo.
No tardaron en dejar sus asientos y avanzar hacia mi, y fueron primero las manos de mi hermano las que sentí sobre mis pechos, acompañadas de inmediato por las de su amigo que me despojaron del vestido para después tomarme en sus brazos y acostarme sobre la alfombra poniéndose a mi lado. Fue él el primero en meterme su verga, al primero a quien le di mi culo mientras mi hermano tomaba su puesto en mi vagina, y cuando ambos se vaciaron en mi interior, los tres nos dormimos agotados. Huelga decir que, al dia siguiente pude estrenar el maravilloso collar de perlas y un nuevo amante
- : No es siempre amor lo que une a la familia
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Relato erótico: “África: la primera experiencia de Nicole” (POR CANTYDERO)
Al descender por la escalinata del avión, Nicole miró
fascinada al gran círculo solar esconderse tras las montañas. La pista de aterrizaje y el resto de la sabana africana visible quedaban teñidos con un brillante fulgor anaranjado, una imagen que coincidía a la perfección con la figura mental que la joven se había hecho sobre el continente.
Mientras los últimos pasajeros descendían, Nicole se había quedado admirando el prometedor paisaje en el cual pasaría las próximas semanas… A la vez, en su cabeza pensaba que todo parecía tan bello como en sus sueños, que la experiencia sería inolvidable. No pocas personas le habían dicho que la experiencia de voluntariado en aquella región recóndita sería dura, que quizás no estaría aún preparada…
Pero Nicole había movido cielo y tierra para estar pisando aquel lugar.
O no exactamente. En realidad, había tenido mucha suerte. Se figuró que debería ser cara la experiencia pese a la buena fe que ella aportaba: los gastos del viaje y manutención deberían en principio correr por su cuenta. Pero una vez se estuvo informando, encontró una oferta difícil de creer…
El ruido de arrastrar la maleta acompañaba a la joven Nicole mientras se encaminaba a la salida de la terminal, donde la estarían aguardando según lo previsto. De hecho, la oferta que encontró incluía muchísimas comodidades. La chica de la agencia de voluntariado no le había ofrecido esta opción en primer lugar, cosa que extrañó mucho a Nicole al enterarse de que podía viajar y alojarse en tan ventajosas condiciones. Miró con recelo a la chica de la agencia, y más aún cuando ella intentó decirle que debería abstenerse de aceptar esta oferta, pese a lo atractivo que parecía para ella. Pero la chica de la agencia no le supo razonar más allá del intento de disuadirle, por lo que Nicole decidió que lo haría igualmente.
La oferta en cuestión consistía en un vuelo de ida y vuelta totalmente pagado, así como los transportes adicionales dentro de la región. Pero más aún, la pequeña voluntaria podía alojarse en una especie de casa típica del lugar de forma gratuita, y contando con varias comidas al día. Nicole no se podía creer la suerte de tener tanto apoyo durante su experiencia de voluntariado, y no dudó en aceptar. El trato con los tramitadores de la oferta había sido excelente de momento, apenas habían requerido documentación sobre ella, salvo un cv sencillo, una revisión médica completa (incluso análisis de sangre y ginecológico) y una serie de fotografías de cara y de cuerpo completo. Tuvo que pasar estos trámites, y hasta unos días después de la revisión médica no le dijeron que estaba aceptada para entrar en el programa. Sin embargo, en ningún momento Nicole vio esto como algo raro, se imaginó que una oferta tan ventajosa debía tener sus propias condiciones.
Detrás de la puerta de cristal de la salida de la terminal había un cartel donde se podía leer “Nicole”, con letra grande y bastante torpe. La aludida se acercó con su gran maleta traqueteando. Se comunicó con el hombre negro que sostenía el cartel, que resultó ser el taxista que la llevaría al lugar acordado donde ella se hospedaría durante aquellas semanas.
Nicole, encantada de poder comunicarse en francés, se enteró de que en la comunidad a la que se dirigía casi todos hablaban ese idioma, por lo que no tendría problemas para hacerse entender. Eso la hizo estar mucho más tranquila. El taxista, mientras conducía con la mirada fija en el horizonte, le preguntó sobre sus intenciones. Nicole le comentó que estaba haciendo un programa de voluntario en zonas subdesarrolladas como aquella, un complemento muy interesante a los estudios que pensaba comenzar el año que viene. Durante la estancia debería ayudar en todas las tareas asistenciales que le serían requeridas, como la atención a enfermos o el reparto de ayudas, a la vez que se integraba en la comunidad e intentaba proponer algunas soluciones para mejorar la seguridad y la autosuficiencia de la región. Le parecía muy emocionante contar todos aquellos detalles.
Tras lo que parecieron unos veinte minutos de trayecto en el destartalado taxi a través de carreteras de polvo, Nicole llegó a donde la estaban esperando. Se trataba de una gran choza, con varios compartimentos laterales. Estaba rodeada de una valla tosca de madera, presentando lo que a duras penas quería simular ser un jardín. De cualquier forma, el aspecto de esta construcción era mucho más imponente a las casas de las aldeas que había recorrido antes el vehículo. Parecía también estar apartada del poblado, como si fuese la morada de alguien importante que rehúye el contacto con sus vecinos…
Se despidió del taxista. Al momento apareció por la puerta una mujer negra, más alta que ella, con aspecto de tener unos cuarenta años. Le preguntó si se llamaba Nicole, y la francesa asintió. La mujer le comunicó que la estaban esperando, que llegaba justo a tiempo para cenar algo si quería, y le acompañó al interior.
Se adentraron en la choza por la gran puerta de aluminio y cristal, aunque se dirigieron al compartimiento de la izquierda, que parecían ser habitaciones idénticas dispuestas en fila. A media altura la mujer se detuvo para indicar a Nicole que aquella sería su habitación.
La joven abrió la puerta nerviosa y se encontró una habitación más grande de lo que había imaginado, provista de una cama individual con dosel y mosquitero, un escritorio con un espejo enorme y un armario de tres puertas. Todo estaba adornado con filigranas blancas y relieves esculpidos en madera, con formas de animales africanos bellamente tallados. Nicole dio una vuelta sobre sus pies mientras miraba todo totalmente emocionada, no parecía estar para nada en un lugar deprimido económicamente mientras residiera en aquella habitación. Dejó la maleta apoyada contra el armario y sacó la cabeza por la ventana para mirar las montañas, donde la noche empezaba a ser cada vez más oscura, y la luna llena intentaba impedirlo desde el otro lado.
Diez minutos llevaba Nicole aún respirando el aroma de la noche africana cuando la mujer le anunció que debía prepararse para cenar. Nicole abandonó el cuarto tras ponerse un vestido negro que había traído para las ocasiones y siguió la estela de la mujer, para acabar descubriendo que ella era una sirviente del lugar, pues ayudó a poner la mesa y los platos. Nicole se sentó en el borde de una mesa larga, donde también tomaron asiento otras personas que aparecieron por el otro compartimento, el compartimento derecho del edificio, en el cual ella no estaba ubicada.
Las personas que aparecieron eran cuatro chicas. Chicas extrajeras, tal y como lo era ella en ese lugar. Tomaron asiento en las sillas restantes, pero ninguna de ellas se sentó en la silla que presidía la mesa, debajo de una enorme escultura de una figura antropomórfica que sostenía una gran serpiente como báculo.
Las chicas saludaron a Nicole y le preguntaron su nombre. Nicole contestó, y se dio cuenta de que tenían más o menos su edad. Pensó que también podrían estar allí por voluntariado y se lo preguntó a ellas. Sin embargo, la mujer que estaba poniendo la mesa pareció dirigir una mirada severa a las chicas, mirada que Nicole no captó. Pero desde aquél momento, la calidez de las otras adolescentes alrededor de Nicole se enfrío un poco. Contaron que ellas también llevaban un tiempo de voluntarias, aunque cada una de ellas había llegado a un tiempo distinto.
La que llevaba más tiempo era la que se había sentado en frente de la francesa recién llegada. Era una chica de aspecto nórdico, con preciosos ojos azules y una melena tan rubia que casi era blanca. Llevaba cuatro meses allí. Parecía haber engordado, de hecho, un bulto le salía de la tripa, a pesar de que por sus facciones parecía una chica muy delgada.
Las otras chicas procedían de India, Brasil y Australia. Todas tenían un cuerpo muy destacable, y tenían rasgos muy marcados de allí donde provenían. Además, estaban maquilladas y llevaban vestido. A Nicole le sorprendió encontrarse con chicas tan guapas allí, pues pensaba que el resto de voluntarias no serían tan hermosas o bien que habrían perdido la costumbre de ponerse guapas para trabajar en un sitio tan caluroso.
– ¿Cuál es la más reciente aquí entonces? – les preguntó Nicole con curiosidad.
Las chicas se miraron entre ellas y la nórdica le dijo, con algo de vergüenza en su cara:
– Harue, una chica japonesa que llegó anoche…
– ¿Justo anoche? Vaya qué coincidencia… – observando que al lado de la chica australiana había una silla vacía, Nicole pensó que sería la silla para la japonesa, pero allí no había venido nadie – ¿Y dónde está Harue ahora?
Silencio.
Ninguna de las chicas se atrevió a contestar hasta que, pasados unos segundos, la chica hindú dijo:
– Bueno… se encuentra indispuesta…
La joven hindú tuvo que interrumpir su discurso, y Nicole se quedó sin saber qué le pasaba a Harue, porque una figura apareció bajando la escalera que daba al compartimento central y más elevado de la casa.
Las cuatro extranjeras se levantaron de la silla al unísono al sentir esa presencia, y Nicole lo hizo también para no ser la rara. La servidumbre se quedó firme al pie de la escalera.
Una figura enorme, de piel oscura, bajó por la escalera. Se trataba de un hombre mayor, de más de cincuenta años, con un pecho musculado y desnudo, y unas piernas robustas que hacían vibrar los travesaños. Tan sólo estaba vestido con un piel que recubría su cintura, aunque llevaba numerosos colgantes y pulseras, además de tatuajes que surcaban los brazos y el pecho. Estaba rapado, y tenía una mirada seria, casi como si estuviese furioso. Posteriormente Nicole aprendería que le llamaban “gran jefe”, aunque en realidad sus vínculos con el poblado tenían poco que ver con el gobierno…
Bajó la escalinata a su ritmo, aunque era perfectamente consciente de que estaba siendo esperado por mucha gente. El anfitrión de la casa saludó con la cabeza a los sirvientes y a las adolescentes en la mesa, que tras ese gesto procedieron a sentarse.
Nicole observó como el anfitrión clavaba sus ojos negros en su figura femenina, como la miraba de arriba abajo y con un descaro total mientras el negro se sentaba en la silla principal de la mesa.
La criada se acercó por detrás a Nicole y le susurró: “Preséntate, cielo…”
Nicole se puso de pie y miró a los ojos al anfitrión. Intimidaba un poco aquél hombre casi desnudo y de aspecto robusto, pero por otro lado Nicole sabía que era el hombre que la había acogido en su casa, y que había hecho que disfrutase de unas condiciones tan buenas durante aquella experiencia.
– Mi nombre es Nicole Lemoine, vivo en el barrio Saint-Germain-des-Prés en París. Me interesó mucho venir aquí para realizar mis semanas de voluntariado. Acabo de llegar hace menos de una hora, y la verdad es que me ha encantado este sitio, la habitación es preciosa. Muchas gracias, señor.
Nicole hizo una inclinación muy graciosa, la cual provocó que una cruz de plata alargada que llevaba colgada del cuello se balancease sobre su escote. El jefe asintió y le indicó que podía sentarse.
La criada se acercó a Nicole de nuevo, con un cántaro de arcilla finamente tallado con algunas serpientes y antílopes en relieve, y le indicó que iba a servirle. Nicole preguntó por el contenido del recipiente, y obtuvo por respuesta que se trataba de una bebida de bienvenida, que el resto de chicas habían probado en su primera noche en la casa. De hecho, en ese momento estaban bebiendo únicamente agua.
Nicole, pese a saber que sería desagradable rechazar aquella invitación, no tenía ganas de beber algo totalmente desconocido para ella. Pero pudo hacer poco para protestar, ya que la criada vertió el contenido del cántaro en el vaso de la nueva chica. El líquido humeaba y tenía un color entre marrón y verdoso, parecía ser una infusión concentrada. Nicole dio las gracias y bebió. Se encontró con que tenía un algo sabor amargo, pero que una vez tragado estimulaba a beber más…
Durante la cena, que fue variada aunque no copiosa, el jefe observó especialmente a la nueva. Nicole, que en ocasiones era consciente de estas miradas durante los muy breves intercambios de palabras con las otras adolescentes, no sabía bien qué pensar…
Por otro lado, tampoco sabía que pensar de la actitud aparentemente fría del resto de voluntarias. No hablaban apenas desde que la criada les rechistó durante el saludo, y menos ahora que estaba el anfitrión…. Es más, Nicole creía haber visto una expresión de preocupación en algunas de ellas cuando le habían servido la infusión de bienvenida, algo así como si el hecho de ver aquella bebida les recordase algo…
La cena no duró más de media hora, y antes de que concluyese Nicole se había terminado el contenido del vaso. De repente, se sintió cansada. Es cierto que se sentía agotada por el viaje en avión, pero aún más desde que había cenado, ¿a qué se debería?
Las jóvenes extranjeras, con ella Nicole, se levantaron cuando el gran jefe se despidió. Él levantó la silla con fuerza y su tórax desnudo quedó a la altura de las miradas de las jovencitas. El anfitrión dirigió una mirada especialmente larga a Nicole, y eso quedó en evidencia delante del resto de las huéspedes. Nicole sostuvo la mirada hasta que no pudo más, se puso nerviosa de contemplar a aquél hombre de torso musculoso y enérgico desnudo que la miraba con insistencia, como si de un momento a otro la fuese a atacar… Ella acabó por ponerse roja y mirar un poco más abajo, recorriendo con su mirada otras partes del cuerpo del forzudo negro, para acabar fijándose sin querer en aquella especie de cinturón… Eso no mejoró el calor que sentía en sus mejillas.
El negro, sabiendo la incomodidad que causaba en Nicole, dejó de observarla y paseó su mirada por el resto de las chicas. Al acabar la ronda se despidió en perfecto francés, y las chicas contestaron al unísono. Se retiró por la escalera por la cual había aparecido, sus alhajas sonaban al son del retumbo de sus pasos, su cuerpo se movía de forma que era imposible no fijarse, especialmente resaltaban la espalda tan grande y un trasero que parecía de piedra. La figura del gran jefe se sumió en la oscuridad de lo alto de la escalinata…
La mesa comenzó a ser rápidamente recogida por los sirvientes. Las otras chicas extranjeras se despidieron afectuosamente de Nicole para recogerse a su parte del edificio. Nicole se quedó extrañada, pues le apetecía muchísimo pasar un tiempo hablando con ellas por la noche, pese a lo herméticas que le habían parecido. Pero ellas se fueron muy apresuradas, ellas hacia el ala opuesta del edificio en el cual sólo parecía acomodarse la recién llegada. A ojos de Nicole, esa estampida… es como si obedeciesen unas órdenes que no estaban escritas en ningún sitio. De todas formas, la chica hindú se paró un momento con ella para comentarle que podrían estar mañana un rato juntas.
– Oye, por favor, saluda a Harue de mi parte y dile que me apetece conocerla – le dijo Nicole.
La cara de la chica hindú volvió a cambiar como lo habían hecho todas las chicas durante la cena, cuando el nombre de la chica japonesa había aparecido en la conversación. Se puso sombría y no parecía querer contestar. Al de poco rato, la chica hindú también abandonó la estancia común sin decir nada y Nicole se quedó sola. La mujer sirvienta del principio se acercó a decirle que podía ir un momento a su cuarto, que probablemente se sentiría cansada…
Y era cierto, Nicole estaba cansada por el viaje, pero no sólo por ello. Después de la cena se sentía mucho más agotada mentalmente, no sabía si era por el jet lag o qué.
Al entrar en la habitación se sentía extremadamente densa. Pensaba que también durante la cena se había sentido algo abotargada, pero lo achacaba a la pasividad del ambiente… Gradualmente, el cuerpo de Nicole se sentía ingrávido, la mente se le tornaba vacua. Nicole se sentó en la cama y acabó tumbada, el sueño era tan intenso, tan intenso…
Ella no quería dormirse todavía, quería deshacer la maleta y contemplar de nuevo el paisaje durante la ventana, acercarse a hablar con las chicas extranjeras…
Los pensamientos de Nicole se evaporaron como el humo, el cuerpo se relajó, los ojos se entrecerraron y la bella francesa quedó tumbada sobre la cama, con los brazos a medio extender y cubierta con el precioso vestido negro escotado que se había puesto para la cena.
Su respiración se volvió tranquila, su abdomen se hinchaba y se desinflaba lentamente.
En cuestión de segundos, Nicole dormía profundamente…
La puerta de la habitación de Nicole se entreabrió lentamente y una figura se asomó, contemplando como la chica estaba tumbada en la cama, en total paz. Dio un par de pasos fuertes, pero la jovencita ni siquiera los escuchó, prueba de que el sueño no era ligero.
La figura despareció de nuevo por el pasillo. Se trataba de la sirvienta que había recogido a Nicole y con la que más había hablado esa noche. Se situó al pie de las escaleras que daban al comedor, esas escaleras que conducían a la morada del gran jefe. Con decisión subió peldaño a peldaño la escalinata hasta que llegó a la parte superior y dio dos golpes bruscos a la puerta. Abrió suavemente la puerta y habló con quien se hallaba en su interior. No fueron más que un par de frases y ya estaba de nuevo bajando la escalera, como apresurándose a cumplir una orden…
Un movimiento de pies se oía acercándose a la habitación donde Nicole descansaba. Varias criadas se habían acercado al pie de la cama y tomaron a la joven de los hombros y de las piernas. La levantaron y la llevaron en volandas por el pasillo, sin que la adolescente se percatase ni por un momento de su desplazamiento.
La llevaron escaleras arriba.
Eso quiere decir que depositaron a Nicole dentro de la estancia privada del gran jefe, el cual esperaba junto a la puerta y no pudo evitar relamerse al observar el cuerpo de la bella durmiente cuando la entraron en su habitación. Las mujeres la dejaron descansar en el gran lecho del gran jefe, una cama enorme de matrimonio con dosel que recibió cómodamente a la jovencita, cuya respiración seguía constante y era el único signo de vida de su cuerpo…
Mientras, el gran jefe, que seguía hipnotizado por las formas del cuerpo de su próxima ofrenda, sostenía en las manos un pergamino muy ajado. Se trataba de una receta que seguía a menudo, cada vez que una jovencita llegaba a él por el plan de agencias que tenía diseñado para seleccionar y captar a las candidatas más idóneas para él.
La receta a aplicar para curar la grave enfermedad decía algo así:
Seleccionar a una chica joven, en pleno desarrollo de su sexualidad. Deberá ser bella y risueña, pero lo más importante es que no haya practicado sexo con ningún hombre antes, pues este es el mayor potencial del tratamiento. Deberá haberse comprobado previamente que su membrana virginal esté intacta.
La joven elegida deberá pasar una noche en las estancias del paciente, para lo cual puede dársele el brebaje Koraa para inducirla al sueño. Para que el cuerpo de la chica deje a punto las propiedades curativas es necesario que duerma completamente desnuda durante esa noche, y que su piel esté impregnada del ungüento de la tribu.
Al día siguiente, debe tener lugar sin dilación la penetración de la joven. Los gritos de dolor y la sangre son buenos indicativos de que la enfermedad está siendo combatida.
Se recomienda verter la leche dentro de la hembra con cierta periodicidad, preferentemente al amanecer o al atardecer. Pasados unos meses, el bulto que nacerá en la tripa de la chica será el mejor indicativo de la salud completa del hombre.
Las tres sirvientas africanas se encontraban alineadas contra la pared, dirigiendo su mirada al cuerpo de Nicole que estaba dispuesto en el gran lecho matrimonial del gran jefe. Él, por su parte, miraba de forma muy ansiosa a la joven que dentro de unas horas sería de su total disfrute, como ocurría con cada chica extranjera que llegaba engañada a la casa.
Siguiendo la rutina habitual, las sirvientas se acercaron a la ofrenda y comenzaron a desvestirla. El negro vigiló la operación muy de cerca, pues no quería perderse ni un centímetro del escultural cuerpo que prometía la dueña de ese vestido negro. Quitaron sus zapatos de tacón y los dejaron al pie de la cama. Incorporaron un poco a la joven pues el broche del vestido parecía estar en la parte de detrás, y Nicole quedó suspendida en el aire, apoyada por varios brazos, su cabeza se inclinó ligeramente hacia delante. No se daba cuenta de nada de lo que estaba ocurriendo.
El hombre se fijó en una cruz plateada que pendía del cuello de Nicole, en la cual también había reparado durante la cena. La reconoció porque era frecuente que algunas jóvenes que caían en sus manos tras el negocio de la agencia, sobre todo europeas y americanas, la portasen. Estaba relacionado con una religión de la que él sabía poco pero que solía impulsar a sus creyentes a permanecer con el sexo intacto. Con gran placer pasó sus manazas por detrás del fino cuello de la joven y le desprendió el crucifijo, pensando que no lo necesitaría pues lo que estaba por ocurrir le privaría de su virginidad… El colgante cayó cerca de la almohada que sujetaba la cabeza de Nicole.
Las sirvientas desabrocharon las cintas y el vestido de Nicole cayó hasta la cintura, relevando un sujetador también negro, precioso, con encajes y motivos bordados en blanco. Levantaron a la chica por la cintura y el vestido se deslizó piernas abajo hasta salir por los pies. Una de las sirvientas dobló cuidadosamente el vestido y lo guardó en el armario del señor, junto a los zapatos y aguardó para hacer lo mismo con la ropa interior.
El gran jefe observó las braguitas negras que cubrían el pubis de la adolescente y que hacían juego con el sujetador. Eran un poco grandes, no como aquellas bragas triangulares que se veían en los países más modernos y que llevaban las chicas más liberales, que dejaban ver aún más carne. Nicole parecía estar en consonancia con el credo que profesaba y le llevaba a tener pudor… un pudor que el africano quería reventar cuando antes…
Sosteniendo a la joven medio erguida las manos hábiles de las criadas tomaron el broche del sujetador y lo abrieron. Los pechos, que ya se intuían grandes antes de abrirlo, saltaron y quedaron suspendidos, una buena talla de carne para ese cuerpo. Los montículos eran generosos y despertaron la libido del amo al máximo, y estaban coronados por unos pezones marrones claros muy agradables. El sujetador no haría más falta para cubrir los deliciosos atributos de esa hembra… El hombre sintió muchas ganas de apretarlos, de amasarlos, de jugar con ellos durante horas, pero aguantó porque ahora el ritual continuaba y porque sabía que esa nena sería suya durante semanas…
Dejaron caer el cuerpo de muñeca inerte sobre la cama, hundiéndose un poco en el colchón. El peso de los senos descansó y los pezones miraban hacia el techo del dosel, mientras la cabeza estaba inclinada contra la almohada. Sólo le quedaban esas braguitas, que ya estaban en manos de la sirvienta más joven, quien tiraba de los extremos para bajar la ropa interior de la chica y dejar su sexo y su trasero al desnudo… La joven tenía unas piernas largas pues era bien alta y unos muslos muy bonitos y carnosos, de los que apetece sobar. Estaba finamente depilada como sin duda harían las pijas del barrio francés del cual provenía.
Nicole llevaba unas braguitas bien justitas y apretadas, como si se resistiesen a dejar de proteger el cuerpo de su dueña, pero no pudieron hacer nada por abandonarla en ausencia de la consciencia de ella. La tela negra bajó arrastrada por los muslos de la chica hasta abandonar su cuerpo, y la criada guardó la ropa interior de Nicole junto al resto de su atuendo en el armario.
El gran jefe disfrutó del espectáculo visual que suponía el cuerpo de Nicole una vez que la habían desnudado cuidadosamente. Nicole, ajena a esa invasión de su privacidad, dormía plácidamente en la enorme cama del semental que pronto se cobraría su virginidad…
El negro contaba con la confirmación de que Nicole conservaba su virgo, por parte de un riguroso examen ginecológico realizado a la joven en el ambulatorio de su barrio antes de venir. Se trataba de una de las pruebas que la aspirante a permanecer becada en ese lugar debía pasar, junto a pruebas fotográficas de que poseía un buen cuerpo. El hombre sostenía en sus manos un papel sellado por el servicio médico francés que recogía el análisis de la vagina de la chica que se hallaba en frente de él. Lo había leído una y otra vez con mucho interés, pues el ginecólogo había hecho una observación que le excitaba mucho: “Los labios están tersos y bien cerrados. La vagina tiene un aspecto muy saludable, con músculos esponjosos y apretados. La joven presenta un himen intacto, de tipo microperforado y de un grosor algo superior a lo que es corriente en este tipo de membrana. Las relaciones sexuales pueden ser dolorosas para ella en el momento de la primera penetración.”
Una enorme sonrisa apareció en la boca del semental, quien por primera vez podía contrastar esas palabras con el cuerpo de la dueña sometida en su cama. Nicole no había variado el ritmo de la respiración mientras había estado allí y no lo haría, pues ya era bien conocida la dosis del brebaje Koraa que debía administrarse a una joven para sumirla en el sueño profundo y por precaución se añadía un poco más. La francesa dormiría todavía varias horas más, y no sería interrumpida por estímulos externos.
Agarró los muslos cerrados de la joven con sus grandes manos, el tacto le excitaba de sobremanera. Suavemente los separó para tener una mejor vista de la entrepierna virginal, cubierta por una fina capa de vello del mismo color que el cabello juvenil. Efectivamente, Nicole tenía un coñito muy cerradito, distinto al de las mujeres de la tribu, pues hasta las más jóvenes negritas tenían los labios bien abiertos debido al ejercicio sexual intenso en el que se veían inmersas.
Se acercó a la francesa, la cual olía terriblemente bien, a perfume y cremas caras. Pasó una mano por su ingle y con un dedo separó uno de los prietos labios vaginales para examinar la carne interna de esa adolescente. Tenía un color rosado muy vivo y limpio, propio de las niñas vírgenes que él solía obtener con sus engaños. Tuvo que forzar con sus dedos la tierna carne de la vestal para ensancharla lo suficiente, para poder comprobar con su vista la membranita interna que protegía el sexo de Nicole. Tal y como indicaba el informe, parecía ser un himen microperforado: tenía una hendidura muy pequeña en el centro de la tela muscular. El negro no aguantaba más de las ganas que tenía de desvirgar a la francesita, pero debía continuar el ritual…
A continuación se retiró de la cama, sin perder vista de la virgen desnuda que yacía en su cama. Debía abandonar la habitación para que las criadas continuasen el tratamiento, y unas pocas horas después llegaría el gran momento… Cerró la puerta tras de sí, sin dejar de pensar en el cuerpo del deseo de la chica pija…
Una de las criadas, muy hábilmente, se encargó de rasurar los pequeños pelitos que cubrían el sexo de la jovencita. Acto seguido, Nicole fue ungida conforme al tratado de la tradición curandera. Las mujeres de la tribu embadurnaron el cuerpo latiente de la joven con aquella mezcla ancestral, de aspecto untuoso y olor intenso. Su composición exacta es desconocida, pero se rumorea entre las practicantes del culto que contiene diversas plantas aromáticas difíciles de encontrar y que crecen cerca de los riachuelos, además de un pequeño extracto afrodisíaco disuelto en una bebida espirituosa. La consistencia después de macerar la mezcla permite extenderla con suaves frotes sobre cualquier piel, y la de la joven Nicole es tan suave que se presta muy bien a ser cubierta por ella. Todas las partes visibles del cuerpo de Nicole fueron cubiertas con la fórmula, la cual dejó una capa de fino brillo que relucía especialmente en los muslos, nalgas y pechos de la virgen. La función de aquel ritual residía en las propiedades del milenario remedio, que era capaz de estimular el calor latiente del cuerpo juvenil y sensibilizar al máximo su piel, dejándola lista para la sesión de iniciación… Eso también era extremadamente beneficioso para quien tocase el cuerpo de la joven, cuya piel quedaba ahora muy sedosa y suave.
Las criadas empezaron a ordenar un poco la estancia mientras el ungüento seguía siendo absorbido lentamente por la piel de la joven.
En el cuarto se habían dispuesto por muchos sitios cirios y velas aromáticas encendidas, que daban una luz y un olor característicos a la hora del sacrificio de la virgen. Junto a los adornos, tales como estatuillas de animales bravos, platos decorados con imágenes de la sabana, cuadros con paisajes repletos de depredadores salvajes… el cuarto parecía un verdadero territorio donde la parte más profunda de África despertaba su instinto natural, el mismo tipo de instinto que los del poblado rumoreaban que aparecía cuando el gran jefe poseía a una nueva doncella en su lecho…
Tras dejar todo preparado y a la adolescente dormida en el lecho, las criadas también abandonaron la habitación.
Nicole seguía dormida.
Nadie entró en el cuarto durante toda la noche, tal y como mandaba la tradición. La noche africana era tranquila y envolvía a la jovencita con cariño, como si ella supiese que a la próxima noche Nicole sería una chica bien diferente…
…
Al amanecer, el sol se había levantado enérgico y deslumbraba las chozas de aquél poblado. Pero no era el único, pues el gran jefe también se sentía lleno de vitalidad, aún cuando no había dormido en la cama que acostumbraba. Sabía que pasar una noche en el cuarto de invitados representaba para él que una jovencita virgen la esperaba en su lecho, y que ese mismo día tendría lugar el acto de unión entre sus sexos.
Su miembro también se había levantado enérgico sólo de pensarlo. Sin perder un segundo, se dirigió escaleras arriba al cuarto donde esperaba el objeto de su deseo. Recordaba muy bien a la niña, tanto desnuda como vestida, tal y como la había visto la noche anterior. Era una preciosa chica francesa de ojos azules preciosos y de pelo castaño liso que le caía a media altura por la espalda. Tenía un rostro redondo muy armonioso que recordaba a una niña pequeña, y una piel muy blanca que resultaba exótica en la sabana africana. Y su cuerpo era el de una mujer muy bien desarrollada…
Abrió la puerta y escuchó el chirrido de esta abrirse mientras observaba como la niña aún descansaba en su lecho nupcial…
Nicole parecía ausente a esa realidad, a cómo el negro entró y cerró la puerta con un candado para que no se rompiese la magia de aquél encuentro carnal. Le excitaba la visión de esa chica virgen tumbada en la cama, en medio de una aparente tranquilidad, mientras él se desnudaba, quitándose aquella especie de trapo marrón que cubría su desnudez más masculina y revelando un miembro que, pese a su gran extensión, se encontraba totalmente erecto…
Sabía que quedaban minutos para que ella despertara según la dosis del Koraa, lo cual solía ocurrir al amanecer. Se decidió acercar pues al cuerpo de la chica extranjera que dormía completamente desnuda y, sin apenas rozarla aún, se colocó encima de ella, con los brazos y piernas a su lado, cubriendo con facilidad el cuerpo de ella con su sombra. Lentamente, bajó su enrome y corpulento cuerpo oscuro hacia aquella piel tan blanca y se quedó tocando con su piel la fina figura virginal… Su tacto y el olor de aquella joven, mezclados con el incienso y el ungüento que excitaba su piel eran la mezcla perfecta para encender su deseo.
No aguantaba más quería ya gozar de aquella doncella, quería romper la virginidad de aquella princesa europea…
De repente, el cuerpo de Nicole dio un pequeño espasmo, como si los músculos se estuviesen contrayendo de nuevo. El gran jefe, tendido sobre el cuerpo de la jovencita, sabía que estaba despertándose y sabría que la sorprendería, con su cuerpo negro y enorme desnudo encima de ella…
La joven comenzó a despertarse del letargo. Aún con los ojos cerrados, sintió como su cuerpo se ponía en marcha lentamente. En su cabeza había un gran vacío que no le permitía recordar gran cosa, sólo fragmentos sueltos como el viaje en avión, la cena… y él. Con él se refería al anfitrión de la casa donde se hospedaba, el que bajó por la escalera, ese portento de negro casi desnudo que la había acogido. ¿Por qué se acordaría de él con tanta precisión? Había un olor extraño en la habitación, o más bien dos: uno como el incienso que era más débil y otro que parecía provenir de una fuente viva en la habitación, cuya composición era intensa.
Nicole estiró sus brazos para desperezarse. Al entreabrir los ojos la ráfaga de luz le hizo que los volviese a cerrar mientras se acostumbraba. Las sábanas eran suaves, muy suaves al tacto… Nicole fue consciente de que era como si las estuviese tocando con su piel desnuda.
¿Desnuda?
La visión borrosa pareció captar una gran mancha negra frente a ella. Le costaba enfocar, pero parecía estar frente a algo oscuro… Algo oscuro que se cernía sobre su cabeza.
De repente, esa figura se movió y agarró el mentón de la muchacha. Una mano con dedos muy grandes le estaba apretando la mandíbula como si quisiera manejarla… ¿con qué fin?
Tras parpadear una vez más logró ver unos ojos negros que la observaban atentamente, y Nicole se dio cuenta de frente a quien estaba… Frente a su anfitrión.
La cara de él, sin dar tiempo a una reacción por parte de la niña, acercó su boca a los labios puros de la francesita. La frágil boca de la hembra se vio sometida al rudo empuje de unos labios oscuros, rugosos y viejos que imprimieron sobre ella un beso obsceno y deseoso, nada parecido a lo que podría esperar una princesa de su amado. Un beso salvaje que se acabó colando en el interior de la cavidad bucal de la muchacha, que sentía la presión de ese cráneo contra el suyo y de un cuerpo musculoso apretando su grácil anatomía, el calor y la humedad de una lengua áspera rozando su paladar mientras saliva ajena le ahogaba. Fue un beso violento, pero también que cogió por sorpresa a la chica, quien no esperaba tanta pasión justo al despertarse…
Tras el beso con lengua que dejó exhausta y algo desorientada a Nicole, el gran jefe salió de su boca, dejando un chorro de saliva que resbalaba por las comisuras de su ahora amante conyugal. Ella miraba incrédula al invasor de su boca, que al separarse de él mostraba la desnudez de su torso, ahora sin colgantes ni otros extraños añadidos pero sí conservando esos gruesos tatuajes en el torso y en los hombros… Nicole, paralizada por la sorpresa, pero también por observar ese cuerpo de hombre tan robusto sobre ella, no sabía prácticamente qué hacer.
Su rostro de chica inexperta se tornó colorado al ver de cerca los potentes músculos bajo la piel oscura que tenía frente a ella. Nicole nunca había observado un cuerpo de hombre tan ostentoso, y menos desde una perspectiva sexual como la que ahora aparecía frente a ella. Tras el beso, Nicole siguió evaluando el cuerpo del tremendo negro y su vista se detuvo en lo más llamativo del cuerpo del gran anfitrión… en aquél gigantesco órgano que colgaba de su entrepierna y del que Nicole sólo había oído rumores, pero que nunca había visto y nunca se lo había imaginado de tales dimensiones. De entre las dos potentes columnas velludas de aquél hombre de piel como el carbón se erigía un enorme pene oscuro y amenazante. Era muy grueso, como el brazo de una niña y cuya longitud le resultaba a Nicole difícil de estimar, pero era larga como un tronco, y aparentemente igual de rígida… Tenía unas venas que la recorrían y marcaban relieves poderosos en torno al sexo, unos pelos negros que salían de la base; la verga se movía como si estuviese oscilando, como si latiese impaciente por algo… Por detrás se podían ver dos enormes masas de carne peluda que parecían actuar de contrapeso. La polla de aquél hombre enfilaba al cuerpo desnudo de Nicole como si fuese un cañón que le apuntaba, a punto de disparar.
Nicole, quien veía más que claras las intenciones de aquella mole con aspecto humano, sintió una oleada de profundo pudor que la recorría de arriba abajo. No sabía nada, no sabía qué hacía allí en esa cama tan grande y lujosa, completamente desnuda y a merced de aquél semental africano. Bueno, no exactamente a merced, ella no estaba atada ni nada parecido, aunque si intentaba escapar aquella fiera claramente la retendría, se sentía como una presa acorralada, estaba realmente asustada…
El negro posó una mano sobre el cuellito de Nicole y le acarició suavemente, y de nuevo se inclinó a darle un beso en la boca, esta vez de carácter más débil, casi apasionado. Nicole entrecerró un poquito los ojos, mientras notaba como las manos del negro querían seguir estudiando su perfecta anatomía, como bajaban por el cuello lentamente por los hombros, las axilas… El tacto le resultaba estimulante, pese a tener él la piel rugosa, Nicole era muy sensible a sus caricias, sin sospechar que ello estaba relacionado con el ungüento que cubría su pálida piel… Mientras tanto, el maduro de raza se encontraba muy gratamente sorprendido con las escasas reacciones negativas de Nicole hasta entonces. Aunque bien sabía que todas y cada una de las chicas que había desflorado con su fiero pene, se habían quejado muchísimo de dolor al sentir su himen desgarrado y la vagina bien estrenada, y que la francesita no sería una excepción… Y a él le ponía muy bruto presenciar ese momento, le descontrolaba.
El negro apresó los ansiados pechos de Nicole con ambas manos, sintiéndolos piel contra piel. Nicole abrió sus ojos azules en señal de sorpresa, pues quizás no se esperaba un gesto tan duro, tan claramente sexual en ese momento. Sus generosas tetas comenzaron a ser manejadas por aquél extraño, a ser aplastadas contra su anatomía, a ser amasadas entre ellas… La carne trémula de la inocente Nicole era pervertida por aquél negro, no sin oposición por parte de ella, quien empezó a manifestar su desacuerdo, a chillar, a intentar apartar las manos del negro de su honroso cuerpo de vestal. El cuerpo de Nicole se agitaba por momentos, pero no era oposición para el corpulento africano que había violado ya a tantas muchachitas en ese mismo planteamiento, nada podía hacer la preciosa extranjera en cueros contra la libido imparable del negro…
Los pezones de Nicole son rosados y pequeños, de un aspecto muy tierno. No tardan por tanto en llamar la atención de su amo, quien los manipula y los retuerce. No están duros, Nicole no está apenas excitada salvo por las caricias del inicio, se mueve entre el desconcierto y el pánico. Los dedos torpes del negro aprietan las partes sensibles de Nicole y ella se estremece de dolor, de incomodidad, y más ahora que el gran jefe parece inclinarse sobre ella y todos esos kilos caen sobre su frágil cuerpo, asfixiándola. Un tacto diferente es el que siente ahora la francesa en su pecho izquierdo: es el de una húmeda lengua que recorre la carne de sus senos y acaba el circuito alrededor del pezón de la inocente presa. También el pezón del otro seno es estimulado manualmente, y Nicole siente la incómoda sensación de tener a un hombre plenamente dedicado a estimular sus vírgenes y turgentes pechos. Cuantos hombres quisieran mamar de los bellos atributos de la francesa, que largo tiempo guardó… Y de la inactividad sexual de aquellos pechos de diosa surgió el despertar del sexo latiente, de un cúmulo de impulsos que llevaban a Nicole a cabecear rítmicamente a la vez que el amo y señor de la casa y de la extranjera intentaba extraer leche materna de la doncella. Y mientras la virginal y casta niña sufría algo que jamás conoció, que sus senos se alborotaban con gozo y que su cuerpo se sentía a gusto; algo de calor se concentraba en su entrepierna…
Justo cuando la sensación iba creciendo y la mente y el cuerpo femeninos iban volando, el negro se separó de los magnéticos pechos de la joven. Las manos dibujaron una sinuosa silueta que recorrió el vientre plano, el ombligo y llegaron a posarse en el inicio de los muslos de Nicole. En ese instante ella recordó su total desnudez, que la parte más íntima del cuerpo de cualquier mujer estaba desprotegida y a escasos centímetros de esos dedos perversos… Sentía el tacto del negro presionar contra sus piernas desnudas, la sangre se arremolinaba en torno a ellas y a la entrepierna de la jovencita… La sensación era cálida, la de sentir el tacto de ese hombre robusto sobre los carnosos muslos de la ofrenda.
Pero la ofrenda que yacía desnuda en la cama, al sentir que el negro acercaba su atención y sus dedos hacia su intimidad tan celosamente protegida, sintió de nuevo una potentísima vergüenza que le llevo a pensar en lo irracional de la situación. Ella, tan puritana, con un hombre de una raza distinta, en una habitación preparada para el sexo a miles de kilómetros de casa, totalmente desnuda y con inicios de excitación en sus mejillas y su respiración… y él a punto de mancillar su delicada joya. Nicole llevó una mano temblorosa a su sexo y se incorporó hasta quedar sentada, su figura era enana frente al negro que estaba arrodillado frente a ella. Cerró sus piernas para protegerse y se cubrió los pechos con las manos, en una actitud de empaquetar la desnudez que antes el negro tenía a su disposición. El acompañante adoptó un tono amenazador, pues llevaba muy mal ese tipo de rebeldía por parte de sus víctimas…
Agarró a la asustada Nicole por el hombro, como para intentar convencerla, pero ella decidió alejarse de él. Se deslizo por las sábanas y alcanzó el filo del colchón, puso sus pies en el frío suelo de madera; antes había sido presa del placer, pero ahora quería intentar salir de allí… Es la desconcertante prudencia que empujaba a la adolescente a proteger su virginidad… Sin embargo, el gran jefe, experto cazador de jovencitas, vio que la chica que intentaba ponerse en pie desnuda y escapar de él, no llegaría lejos.
Nicole sintió un dolor en el tobillo, la zarpa de aquél animal negro la había atrapado y de repente se vio lanzada al aire. De una forma absolutamente salvaje, el negro tumbó a Nicole en la cama usando algo parecido a una llave de artes marciales que su tribu practicaba. La joven se vio desparramada contra las sábanas, boca arriba, sin saber muy bien qué había ocurrido… Ella no tuvo tiempo para reaccionar. El gran jefe, valeroso, raudo y con gran fuerza, separó los bien tallados muslos de aquella preciosidad francesa, los mantuvo bien separados con sus fuertes extremidades superiores e incrustó su cabeza directamente en la entrepierna de la aturdida Nicole. La lengua del gran jefe atacó sin piedad el clítoris de la joven Nicole, mientras sus manos inmovilizaban la pelvis de la joven contra la cama, de forma que Nicole podía medio incorporarse pero no huir de esa trampa sexual… El clítoris de Nicole se había encendido en cuestión de un segundo, transmitiendo a la chica sensaciones de otro mundo desconocido, aceleradas gracias a la pericia inigualable de la lengua del semental negro, que jugaba expertamente con el botón de placer de Nicole, ansiosa y salvajemente como si tuviera una sed terrible tras una larga jornada en la cálida sabana… Una cada vez más excitada Nicole sentía chispas en su interior, una extraña sensación placentera que crecía exponencialmente y que le nublaba los ojos a cada martirio que sufría su clítoris. No tardó el experto domador de vírgenes en atacar sin miedo a la rajita de su joven discípula, en impregnar de saliva aquellos tersos y prietos labios de la vulva que empezaban también a sentirse inquietos ante aquella bestia… El negro se llevó una grata sorpresa al probar los labios más íntimos de Nicole, al reconocer ese sabor a hembra…
Algo del néctar de la jovencita Nicole comenzaba a manar de su entrada virgen…
La lengua del experto cazador se adentró con pericia en el tesoro mejor protegido de Nicole, una lengua fiera y voluminosa, llena de saliva viscosa era la primera invasora de la virginidad de la muchacha. Se movía con velocidad pasmosa pese a la estrechez que marcaban los músculos vaginales de la niña, se iba haciendo sitio dentro de ella, frotando con fuerza sus papilas gustativas contra el epitelio vaginal para arrancar más de esas sensaciones que estaban despertando en aquella chica inexperta. Sufría Nicole, atrapada como estaba en la trampa del negro, quien actuaba como un hombre primitivo de hace millones de años: un ser humano movido por la lujuria, quien atrapaba con fuerza las caderas de su presa y las pegaba a su cabeza, centrado únicamente en comer aquél delicioso sexo intacto que era para él, sólo para él, que nadie le arrebataría… pero no por ello sus ansias disminuían. Excitaba también el clítoris de la joven, que ya empezaba a estar bien florido y sensible a cada uno de los zarpazos de ese animal…
Incapaz de liberarse, Nicole miraba con algo de temor la imagen de esa cabeza tan negra hundida entre sus muslos tan blancos… Pero también temblaba, temblaba porque sentía unas horribles cosquillas en su entrepierna a causa de los latigazos de la lengua de aquella bestia en lo más profundo de su intimidad. Su cara se volvía a enrojecer, sus ojos se entrecerraban y le empezaba a faltar el aire mientras tenía mucha sed, como alguien que está cansadísimo de ejercitarse. Eran sensaciones desconocidas para la jovencísima Nicole, quien de momento parecía liberarse de sus ganas de huir y se hundía más profundamente en el colchón… Su espalda se arqueaba como un junco, las caderas parecían querer besar inconscientemente a la boca de aquél que bebía de ella… De mientras, el negro era bien consciente de que su presa estaba siendo domada, de que su deseo iba a desbordarla dentro de poco y a dejarla bien preparada para su primera penetración; pero seguía imparable acosando la rajita de la extranjera. Cada vez rasgaba más los frágiles músculos internos de su vagina, los lijaba para seguir exprimiendo un flujo cuyo olor se iba intensificando…
Y Nicole, en una nube de placer insospechado para ella horas antes, notó una sensación imparable dentro de ella que no quería reprimir. Algo así como si estuviese a punto de orinarse pero mucho más placentero, como si su sexo cabalgase a sus anchas y llevase a todo el cuerpo con él… El iris azul de sus ojos desapareció entre sus párpados cerrados fuertemente mientras se agarraba a las sábanas con sus puños, y de su tierna boquita salieron gemidos muy intensos. Nicole estaba experimentando un precioso orgasmo que invadió todos los puntos de su erógeno cuerpo y llevó su mente al clímax. En cuestión de segundos la joven profirió un alarido muy alto, producto del placer que la estaba dejando exhausta a la vez que sentía que su entrepierna se mojaba una barbaridad.
El negro recibió con mucho deleite los gritos de placer de la joven francesa, a la vez que veía como esa fresca vagina se llenaba de una corriente generosa de jugos vaginales. Nicole se estaba corriendo abundantemente y el negro chupó parte de ese néctar. También dejó que algunos chorros, mezcla de saliva y placer líquido de Nicole, mojasen las ingles y los muslos de su joven amante.
La jovencita respiraba aún muy profundamente, como intentando reponerse, y estaba sudada y con los ojos cerrados, mientras su coñito brillaba por la cascada que había producido. Una estampa que el negro observó y que subió su libido al máximo. Su momento favorito había llegado.
El negro se arrodilló a los pies de Nicole, que aún seguía sufriendo los estragos de haber sido excitada, y pasó sus manos por sus bellas piernas. Agarrándolas por las rodillas las separó lo suficiente para hacerse sitio entre ellas, dejando los muslos de Nicole bien extendidos para facilitarle el trabajo. La gigantesca polla del negro iba por delante de su cuerpo, bien erecta como un ariete, y apuntaba ya a la vagina depilada de la francesita.
Ella, medio repuesta de su mar de sensaciones placenteras, se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo, de la sucesión inevitable de acontecimientos, de que el sexo siempre acaba en penetración… Y se veía tumbada en esa amplia cama, con aquella enorme verga mirándola fijamente…
El negro agarró su polla con su mano, la cual era incapaz de cubrir la extensión del legendario sexo y pareció acercarlo a las piernas de Nicole cada vez más. Iba a metérselo dentro… Nicole recordó cuando su vecina Charlotte, menor que ella, le había contado a Nicole como perdió su virginidad en la playa con un chico árabe a quien no vio más que esa noche… Charlotte había sufrido mucho cuando se la habían introducido en su pequeño coñito, pero Nicole recordaba que su vecina había dibujado con sus manos un miembro masculino que no medía más de la mitad que el que ella tenía en frente de su sexo virgen en esos momentos. Si a Charlotte le dolió tanto aquello… ¿¿¿a ella???
Mientras la mente de Nicole se sumía en comparaciones, el negro posó el oscuro glande de su sexo en la rajita húmeda y enrojecida de la joven, una cabeza circular enrome en comparación con la estrechez de los labios virginales de la ofrenda. La joven sintió el contacto entre los órganos sexuales, la unión más íntima hasta entonces de esos dos cuerpos y se estremeció, el tamaño le obsesionaba… Su cara se estaba tornando hacia el temor pero antes de que eso se plasmase el gran jefe paseó su glande por la vagina, alcanzando el clítoris mojado con saliva y empujándolo suavemente, dando a la niña pequeños suspiros de placer. Ella se fue aclimatando de nuevo, se fue sintiendo gozosa, mientras el grueso tronco negro se restregaba contra los labios cerraditos de la vagina.
Nicole volteó la cabeza y se fijó en que el crucifijo que ella llevaba al cuello estaba en la cama junto a ella. El pensamiento de qué pensarían en su parroquia al enterarse de que estaba siendo ultrajada, era terrorífico para ella, para su fe… Se le vino a la mente la imagen de su abuelo allá en París, siempre atento para con las compañías de Nicole, para preservar el virgo de su nietecita de los pervertidos merodeadores y vecinos. Y ahora, tan lejos, sin poder hacer nada para protegerla…
Pero ella era una mezcla de indecisión y de placer, y el portentoso gran jefe no le dejó elección. Conociendo ya bien el estrechito canal que tenía que abrir por vez primera, abrió los tiernos labios de la niña con sus manos y colocó la punta del glande apuntando hacia su interior y comenzó a forzar la entrada.
Nicole, con las piernas bien abiertas y apoyadas sobre la cama, sentía el escozor que producía ese inmenso glande al penetrar en su entrada sin mancillar, la fricción le estiraba los labios y le perforaba la carne de sus músculos vaginales, aún no acostumbrada al sexo. El musculoso negro entraba poco a poco en la jovencita virginal, disfrutando cada pliegue de su vagina inexperta y las caras de preocupación de Nicole, que escondía sus preciosos ojos azules entre unos párpados temerosos y una respiración jadeante. La lubricación que había sufrido el sexo de la extranjera ayudaba al fuerte negro a introducir su polla mientras apartaba las carnes íntimas a los lados… Nicole sentía como le estaban abriendo, como esa gigantesca polla le estaba marcando una grieta en su interior, se agarraba con miedo con las manos a un mismo lado de la almohada en el cual refugiaba su tierna carita asustada… Eso ponía muchísimo a su follador, sentir la vibración del miedo dentro de la fémina mientras pulsaba el virgo efímero…
Nicole abrió mucho los ojos al sentir cómo la portentosa polla del negro apretaba fuertemente contra su himen. La membranita era gruesa y se oponía a ser desgarrada por tal presión, tal y como decía su informe ginecológico. De la tierna boca de la adolescente salió un grito espantoso, de horror congelado, mientras el cuerpecito virginal se retorcía sobre de las sábanas, mientras la chica a punto de ser desflorada sentía un dolor tremendo producto de la lucha de sus sexos…
El negro, loco de excitación por desvirgar a aquella maravillosa diosa, no podía dejar de empujar para adentrarse más en ese coñito europeo de clase alta. Agarró a la joven por sus frágiles y perfectas caderas e hizo presión con sus manos para meter más su miembro dentro de ella, presionando fuertemente el virgo de la doncella que se estaba estirando en exceso, provocando más y más daño a la preciosa Nicole… Sus preciosos ojos azules como el mar y vertían lágrimas copiosas de dolor y arrepentimiento. Su pequeño sexo no estaba preparado para soportar el calibre de aquella polla que pugnaba por romperle la membrana… Nicole profería tremendos gritos, dado el sufrimiento que suponía tener aquél tronco grueso desgarrando su estrecha vagina.
El bravo desvirgador, el gran jefe, gozando de la vagina temblorosa y nueva de aquella virgen y del tacto de la carne suave de su membrana virginal aplastada contra la punta de su glande, no aguantó más y decidió emprender el más brusco de los ataques concebidos, y agarrando las nalgas de Nicole con fuerza sobrehumana echó su pelvis hacia delante e hizo avanzar su pene rígido dentro de la pequeña vagina, introduciéndolo en gran medida y rompiendo impetuosamente el himen de la adolescente llorosa.
Nicole pegó un brinco y acto seguido el más profundo y desgarrador de sus gritos al sentir su virginidad desgarrada, al notar como un tejido dentro de su intimidad se resquebrajaba y la verga del negro le hería ahora mucho más profundamente… El gran jefe sonrió ampliamente al oír los quejidos de la niña, fruto de la desfloración satisfactoria, mientras introducía la verga hasta el final del sexo estrecho y lo dejó latiendo a las puertas del útero.
Nicole se retorcía viva en la cama, gritando y aporrando el colchón al sentir esa polla descomunal alojada en su interior donde faltaba el sitio, donde sus músculos vaginales se estaban quejando de escozor al ser presionados contra esa barra caliente y donde comenzaba una hemorragia surgida a causa de la rotura inequívoca del himen… El peso del negro asfixiaba a la pobre Nicole y su polla seguía bien clavada al fondo de la vagina recién estrenada, de la que no tenía ninguna gana de salir. Le apasionaba la estrechez del conducto de la adolescente y su cálida y pasional acogida, en contraste con el marcado rictus de dolor reflejado en esa preciosa cara de niña que ya no era por más tiempo pura ni virginal…
El grueso aparato africano deformaba la frágil carne de la niña mimada al reposar en su interior, la dureza del miembro no dejaba a la tierna vulva volver a contraerse. Nicole seguía muy afectada, expresando con llantos el terrible dolor que sentía al haber sido partida en dos por la unión de aquellos sexos tan distintos e incompatibles. Su vaginita estrecha se quejaba de la despiadada invasión de la polla gigantesca de ese negro. Nicole, en respuesta al sufrimiento, intentó hacer que su cuerpo retrocediese, arrastrándose por la cama, buscando la desconexión con aquella verga salvaje de forma que su adolorido coñito pudiese descansar. Pero el gran jefe notó el movimiento de su presa suplicando piedad e intentando tomar un descanso y él no lo permitió: clavó sus zarpas en los hombros de aquella temerosa presa de cuerpo escultural y la empujó contra el colchón, aprisionándola, a la vez que hundía de nuevo su verga hasta desgarrar los últimos restos del virgo de la inocente chica…
La pobre Nicole volvió a sentir un ardor muy desagradable en su juvenil sexo, esta vez era consciente de que algo se estaba vertiendo de su interior… El legendario cazador se paró durante unos segundos a contemplar una corriente fina de color rojizo que estaba manchando la sábana y que era la prueba de la virginidad de su ángel. Le excitaba de sobremanera que sus bellezas exóticas cubriesen su miembro y la ropa de cama con su sangre virgen, le evocaba a una auténtica cacería en la cual él siempre salía vencedor.
Pero quería más.
Abrió todo lo que pudo los muslos sedosos y bien tallados de Nicole para facilitar al máximo las acometidas a su conchita inflamada, y apoyó los brazos cubiertos de vello a ambos lados de los hombros de la mujercita. Nicole asistió desarmada a esa preparación, no podía escapar… Y pensaba que bien tonta había sido ella, antes consintiendo y gimiendo de placer para acabar ahora gimiendo de dolor, lágrimas incluidas. Los ojos azules miraban temerosos las facciones del gran jefe, que se habían tornado más oscuras, casi diabólicas, considerando a la fresca francesita como un mero objeto de ocio. Nicole sintió como su sexo se quejaba pues el negro extraía su pene y la fricción castigaba a sus paredes vaginales. El negro se puso muy cachondo al contemplar lo estrecha que seguía la cavidad de aquella hembra joven tras haber sido desflorada y consideró que bastarían una veintena de empujes rápidos para dejarla bien extendida y relajada…
Tomando a su sumisa esclava con fuerza, comenzó a realizar una serie de movimientos rápidos consistentes en golpear el fondo de la cavidad femenina ya desflorada con la gran cabeza de su gigantesco pene. La batalla implicaba duros impactos de la pelvis de él contra la de ella, con sus cojones oscuros y cargados a reventar de diabólica leche golpeando sin parar las nalgas puras de la francesita. Nicole recibía los embistes con gran sufrimiento, cada golpe en su vagina era como si la destrozasen el sexo a martillazos, no podía reprimir gritos cada vez que la polla abría sus encarnadas paredes vaginales. La joven desvirgada se agarraba con fuerza a la almohada mientras todo su cuerpo botaba al ritmo de las profundas folladas, mientras el tierno sexo ahora desvirgado se estiraba bajo el efecto de la presión de la libido del africano, quien buscaba desgarrar la inexperiencia y estrechez de aquél conducto para follar a la niña más a gusto. El sufrido coñito de Nicole trataba de amoldarse a ese gran pedazo de carne bárbara que hacía estragos a cada penetración.
Tras unas cuantas acometidas el experto mentor sentía con el contorno de su miembro introducido en el coñito cómo estaba logrando la apertura deseada en la anatomía de su sumisa, lo cual permitió que el rozamiento contra la vagina recién estrenada fuese menor y se pudiera deslizar con mayor pericia. Nicole notó como ese hombre que la violaba, quien le había roto el himen que reservaba para una ocasión bien diferente, se sentía ahora mucho más cómodo follándola, era capaz de abrirla mucho más rápido… La vagina maltrecha de Nicole estaba ya prácticamente insensibilizada, cansada del dolor de la fricción entre las carnes, aunque su dueña aún sentía un escozor que le paralizaba la parte inferior del cuerpo, que era completamente poseída por el gran jefe.
El sudor a raudales que despedía el cuerpo de aquél negro mientas practicaba el intenso ejercicio sexual con la jovencita empapaba la habitación y saturaba el olfato de Nicole, mientras la visión de aquél negro follándola y disfrutando a rabiar del goce que supuso desvirgarla no era menos relajante. Sin embargo, el negro, pensando en su compañera de cama y en la continuidad de su relación sexual, la cual duraría varias semanas, puso énfasis en proporcionarle a Nicole sensaciones placenteras como las que había sentido antes de la penetración. Sin variar su nervioso ritmo copulador se acopló aún más al cuerpo de la inocente presa y agarró los jugosos pechos de la niña pijita mientras acoplaba su pelvis a la parte superior del coñito, de forma que estimulase el clítoris con el roce de los cuerpos. Y en pocos segundos, Nicole no se sentía tan abrumada por el hecho de que sus pechos fuesen apretados por aquellas manazas oscuras, sino que sentía que su entrepierna abierta a serruchos de polla africana empezaba a despertar… El frote de sus tetas y el momento en el que eran exprimidos sus pezoncitos se unía a una fricción que estimulaba las zonas más sensibles del sexo reprimido de Nicole. Y el placer así emergía lentamente entre el dolor, en una forma que parecía casi alzarse victorioso.
El salvaje semental cabalgaba a la niña inexperta con mucha habilidad y sin perder un ápice de su fuerza, mientras el pollón negro erecto profundizaba en la suave vagina con ahínco. Y mientras el negro ya sentía una gran cantidad de fervor en la sangre de sus venas, se detuvo a mirar la expresión de Nicole para encontrar, para su sorpresa, algo que avivaría aún más su llama. La joven ya no sollozaba, sino que los únicos ruidos que emitía eran unos gemidos tímidos como los de una gatita, y sus ojos estaban entrecerrados como si disfrutara dentro de un ensueño sensorial. El cuerpo de la joven estaba visiblemente más relajado, con sus piernas más abiertas e incluso la espalda se combaba levemente, como si la francesita quisiera acercar aún más su pelvis a la del macho. El gran jefe vio los gestos inequívocos de que su alumna ya era poseída por el deseo sexual, ya había dejado a un lado el dolor que le producía el aparato genital negro para centrarse en el placer que podía obtener de él. Aprovechó para fundirse con ella en un beso cálido y fogoso, con unión de lenguas incluidas, que la sumisa aceptó muy complaciente. El semental sabía lo importante que era unir los posibles sentimientos románticos de una jovencita inocente mientras le echaba el primer polvo de su vida, sabía que eso incrementaría el placer de la jovencita y la sumisión durante todas las jornadas que quedaban por delante…
Nicole, sin dejar de ser clavada contra el colchón en cada apuñalamiento de ese vigoroso sexo, estaba muy confundida. El poderoso bombeo de la sangre embotaba sus sentidos, y le hacía disfrutar, sin ser responsable de cosas como las que hacía ahora, tales como rodear con sus bellos y gráciles muslos la espalda de su amante o empezar a emitir audibles grititos que seguro que alertarían a las criadas y a las chicas extranjeras… Y la visión de aquella masa humana, de aquél peso presionando su frágil cuerpecito blanco, y de aquél sudor la estaban transformando de una manera que no controlaba. Especialmente la parte más afectada de su cuerpo, además de su mente, era su vagina, que aparentaba haber sido tan exprimida por el roce de ese miembro gigante que comenzaba a soltar un zumito con esencia de Nicole similar al que tuvo con su primer orgasmo.
La humedad del sexo de Nicole estaba aumentando y el negro lo disfrutaba, le encantaba sentir como los fluidos de la joven empezaban a mojar su fiero pene. Casi sin enterarse de cuando llegó, entre los centenares de penetraciones que recibía su tierna vagina, Nicole experimento una profunda sensación de desenfreno mientras su entrepierna llegó al límite de su temperatura y ella sentía como algo soltaba chispas en su interior, como se vertía… Ella pegó un alarido tremendo que llenó la habitación mientras se agarraba al negro de fuertes músculos que la follaba por primera vez, disfrutaba de ese orgasmo tan cristalino que liberó una oleada de fluidos en su sexo que empaparon las ingles y muslos de la joven y parte de las sábanas… El negro, al sentir la manifestación líquida del orgasmo de la joven bañarle el sexo unida a los gritos ardientes que la fémina lanzaba mientras se estaba corriendo, sintió que ya no podría seguir cabalgando a la joven sin que ello no conllevase la inevitable solución final que se almacenaba en sus testículos…
Con ganas de acabar y aún más encendido tras la pasión de Nicole, el negro agarró fuertemente las nalgas de la niña y comenzó una serie de fuertes penetraciones a través del sexo encharcado de la chica. La fluidez era completa debido a la lubricación de la niña pija, cuyos grandes ojos azules miraban con sorpresa al negro mientras salían lentamente del letargo del clímax… Las penetraciones eran violentas de nuevo y Nicole aún sentía algo de dolor, pues pese al placer aquél negro la había desvirgado y ahora estaba chocando su glande muy dolorosamente contra el fondo de su intimidad femenina, de forma impaciente… Nicole sabía y se imaginaba lo que el negro pretendía pero, antes de que pudiera impedir nada, vio como el negro se desataba, como se apareaba con ella como un loco, como quería darle el sexo más duro jamás concebido y cómo su tierna vagina resistía como podía el acoso de su polla.
Eran los últimos segundos antes del final. Los huevos del negro estaban bien hinchados y al enésimo golpe contra las nalgas de la chica decidieron que era hora de liberar su contenido. Tras una penetración mucho más brusca que las anteriores, que dejó la polla bien aparcada en lo más profundo del cuerpo de Nicole, el negro empezó a aullar como si de un ritual se tratase, algo que asustó muchísimo a la niña penetrada, quien también sentía como el sexo duro y grueso del negro estaba increíblemente caliente dentro de ella y latía como si tuviese vida propia mientras le rasgaba la entrada al útero virginal. El negro la tenía bien atrapada entre sus manos y Nicole no podía apartar su cuerpo de él ni siquiera un centímetro, estaba completamente empalada…
Y la explosión de aquél negro salvaje tuvo lugar en el cuerpo de la adolescente. Mientras él no dejaba de gritar y sudar como nunca, la polla se convulsionó y estalló, liberando por la punta grandes chorros continuos de esperma hirviendo que asolaron la vagina de Nicole. Ella chilló al sentir la presión y la temperatura del líquido de macho recorrer sus paredes íntimas, todavía inflamadas por la desvirgación, y sentía como el líquido se amontonaba en su interior, formando una masa muy espesa y cálida que se adentraba en la anatomía fértil de la chica inocente. El grifo no parecía detenerse y Nicole sintió durante un tiempo largo como el negro se vaciaba en ella hasta rellenarla con su poderosa hombría.
Cuando paró, el negro se dejó caer sobre la suave jovencita de grandes pechos y respiró profundamente para deleitarse con el final de su orgasmo. Oleadas de semen habían bañado el interior del cuerpo de la adolescente, un esperma espeso que Nicole sentía inundando su útero. El vigoroso esperma del gran jefe se adentraba en la niña francesa hasta llegar a sus ovarios para fecundarla… La buena salud del semen del semental negro hacía maravillas en las adolescentes fértiles que caían en sus redes, su efectividad era total en cuanto a dejarlas embarazadas.
Mientras, Nicole sabía que corría algún riesgo, pero realmente no le importó mucho. Aún sentía el sexo de su desvirgador dentro de su sexo, ahora parecía perder volumen lentamente. Le gustaba sentir el peso de aquél negro sobre su cuerpecito, le gustaba mucho el olor de su cuerpo y de su raza y lo que ello despertaba en su mente. Eran tantas las sensaciones desconocidas que Nicole había experimentado que su mente no podía asimilarlas y parecía bloqueada. Y como tampoco parecía poder su cuerpo asimilar el cansancio y el dolor de sus partes íntimas, mente y cuerpo decidieron dejar paso a un estado de relajación que sumió a Nicole en una especie de ausencia…
Sus ojos azules miraban el techo…
A todo esto, el gran jefe decidió salir del cuerpo de la jovencita y se tumbó a su lado, mirando a su pieza… Se había follado a una excelente virgen, le había excitado muchísimo y le había dado una generosa cantidad de esperma para complacer a esa vagina. Estaba también contento de haberla ensanchado y haberla hecho suya. Se dispuso pues a yacer a su lado, y al de pocos momentos quedó dormido al lado de la virgen sacrificada.
Pasaron unos instantes en los cuales la paz parecía volver a reinar en aquella habitación del deseo…
Nicole seguía mirando el techo.
Estaba descompuesta, completamente exhausta, aún recobrando la respiración y el pulso que solían ser normales en esa chica tranquila…
La joven se incorporó lentamente, pues sentía un intenso escozor en su pelvis; sin duda, ese miembro negro había sido demasiado grande y grueso para una vagina virginal como la de Nicole. Estaba completamente sudada, si bien entre su sudor también había mucho del negro que se había pegado a su piel de una forma que se fundía con su olor a mujercita.
Sentada en la cama con las piernas abiertas, observó para su horror la gran mancha de sangre que aparecía en la sábana. Aún estaba fresca, recordándole a Nicole que había sido virgen hace unos pocos instantes, recordándole el dolor que le había supuesto la rotura del himen en ese lecho… Se llevó la mano al sexo para descubrir que estaba muy húmedo, mucho más que si hubiese orinado. Apenas reconocía su rajita, pues estaba muy dilatada, como si los labios se hubiesen dado de sí debido al poderoso taladro del gran jefe, rastros de sangre virgen se habían quedado manchado parte de su pubis. Por sus muslos resbalaban chorretones de líquido blanco que ya manchaban también la sábana ensangrentada, salían de lo más profundo de su sexo mancillado… El esperma del gigante negro era viscoso y tenía un olor muy penetrante, a Nicole le sorprendían las propiedades de ese líquido masculino que jamás había visto y que ahora salía de la interioridad de su parte más privada. Dentro de ella, Nicole sentía como el fluido masculino se estaba quedando pegajoso dentro de su feminidad, como si ya estuviese siendo absorbido por el cuerpo de la joven…
Se levantó como pudo, pues sus muslos estaban llenos de agujetas tras el duro ejercicio sexual. Tambaleándose, se dirigió al cuarto de baño contiguo, mientras el semen escapaba pierna abajo desde su concha… Estaba muy débil tras el sexo. En el espejo vio a una Nicole sudorosa, con la cara enrojecida y ojerosa y con el pelo totalmente alborotado: un aspecto desastroso, casi como si la hubiesen violado… pero no se podía considerar así. Examinó su sexo frente al espejo abriéndoselo con los deditos: estaba muy rojo y escocido, el clítoris estaba también rozado y lleno de saliva. Y por los muslos se escurrían rastros de semen y de sangre que salían del interior de esa rajita, y que Nicole aún sentía bullir en su sexo…
Y, sin embargo, mientras el agua de la ducha caía suavemente y arrastraba los fluidos que cubrían las partes íntimas, Nicole pensó que había sido maravilloso. Que pese al dolor inicial y al cansancio, había disfrutado como nunca en su vida, le había encantado su primera experiencia sexual que para nada imaginó así…
Sintió que quería más. Muchísimo más.
De manera que, una vez se hubo duchado, salió del cuarto de baño con una toalla pequeña que no disimulaba las formas de su cuerpo, y miró al gran jefe tendido sobre la cama nupcial, aún dormido.
Nicole, mostrando un valor nunca antes conocidos, despertó al enorme negro tocando suavemente su cara con sus dedos finos. Y cuando él despertó, Nicole también dejó salir de ella una lujuria inédita, haciendo que el dirigiese su atención a cómo ella introducía un dedo entre sus labios vaginales y cómo ponía una cara de niña buena suplicando por su instrumento negro, indicándole qué era lo que deseaba sentir de nuevo en su interior…
…
Y de esa manera, durante varias semanas, la cópula del gran jefe con Nicole tenía lugar en el cuartel de aquél hombre portentoso. Ocurría a diario, preferentemente al amanecer o con la última luz del día, pero en función de la ocupación y de las grandes ganas sexuales del gigante negro podía tener lugar más veces en el día.
Parecía ya como si él hubiese logrado doblegar a la jovencita Nicole a su voluntad. Las posturas sexuales más variadas se sucedían una tras otra con total consentimiento de ella. Nicole había adquirido una notable habilidad, celebrada por el jefe, para cabalgar su miembro cuando ella se hallaba encima.
Nicole ya se había acostumbrado al grosor y longitud de aquella poderosa masa de carne, era como si su vagina, a fuerza, ya se hubiese adaptado a ella. En ocasiones sentía algo de escozor por las duras estocadas durante el sexo, pero cada vez iban a menos y le importaban poco, ya que con facilidad experimentaba deliciosos orgasmos que hacían que la joven estuviese deseosa durante todo el día, impaciente por ser penetrada de nuevo en cuanto su amante apareciese por la puerta. La pequeña Nicole incluso le había cogido gusto a arreglarse para estar radiante para su amo, algo que nunca pensó que haría…
El denso y caliente semen bañaba a diario el útero de Nicole, por orden prescriptiva. Ya la joven le había cogido el gusto a acoger en lo más profundo de su sexo femenino la semilla blanca cargada de virilidad del gran jefe. Le encantaba la sensación de cómo el esperma escurría por sus pliegues más íntimos y resbalaba por sus muslos, le fascinaba como un hombre tan avanzado podía producir tal cantidad de líquido sexual… Con frecuencia Nicole también recibía el valioso semen en otras partes de su cuerpo: le hacía cosquillas al caer en gotas sobre sus párpados y colgar de sus pestañas balanceándose o le gustaba la sensación de tener sus pechos manchados de leche recién ordeñada…
El culo tan prieto y apetecible de Nicole no tardó en ser estrenado durante los primeros días de lujuria. Recordó Nicole como la propuesta le dio algo de miedo, recordando cómo su virginidad le había escocido enormemente cuando sintió el miembro duro entrar en su prieta vagina. Pero la lujuria llevó al descontrol, y prácticamente fue Nicole quien accedió a ser desvirgada por detrás en medio de una sesión de sexo salvaje con el gran jefe. Aquella polla oscura que Nicole ya conocía bien se colocó entre sus perfectas nalgas y comenzó a entrar, casi sin tener respeto hacia la jovencita. El glande encontró muchas dificultades para introducirse pero lo consiguió gracias a la fuerza del negro y en contra de los gritos de arrepentimiento de la francesita. Nicole sintió cómo le hacía daño al romperle el ano y como la verga entraba más y más en su interior, causándole una gran incomodidad que no aliviaba con sus lágrimas. Sodomizar a la joven fue para el gran jefe un placer inédito, pues su culo estaba mucho más apretado que su conchita cuando era virgen, y disfrutó mucho ensanchando el culo a la joven a base de empujones; eso liberó de nuevo su alma más salvaje. Nicole, quien lo pasaba mal, se dejó también llevar en parte por el morbo de la situación, de que jamás se imaginó teniendo sexo anal con un negro semejante, y hasta ella llegó a disfrutar un poco cuando acabó con el intestino lleno de denso semen africano. No obstante, las penetraciones anales que vinieron en los siguientes meses fueron más placenteras, y Nicole aprendió a sentir gusto incluso sin necesidad de masturbarse mientras la sodomizaban.
Las semanas pasaron muy rápido.
La jovencita no echó mucho de menos el voluntariado para el cual había acudido, la verdad.
Nicole estaba integrada ya con el resto de las extranjeras, desde el momento en el que fue desvirgada fue desplazada a una habitación en el pasillo donde ellas dormían. Nicole se sorprendió cuando se dio cuenta de que el gran jefe se repartía para todas ellas, si bien intentaba dar más prioridad a las nuevas, en este caso a nuestra protagonista. Con frecuencia hablaban del gran jefe y de aquella legendaria polla, de cómo todas ellas eran vírgenes al conocerle y del dolor y del placer de la primera experiencia. Allí aprendió por fin Nicole que la chica japonesa que llegó antes que ella lo pasó muy mal, pues la vagina de las chicas asiáticas es en ocasiones demasiado estrecha para una verga de raza negra y sufrió un tremendo desgarro que hizo que se la tuviesen que llevar a un hospital y de vuelta a casa con una excusa.
También pudo ver cómo crecían las tripas de sus compañeras. La chica nórdica, que ya estaba notablemente embarazada cunado Nicole apareció, fue de las primeras en abandonarlas sin dar muchas explicaciones, y la verdad es que ninguna de las chicas sabía que ocurriría con ellas cuando llevasen varios meses de embarazo. Nicole pudo conocer a dos nuevas chicas, una canadiense rubia y una española de piel morena, que llegaron después de ella, y no les pudo contar nada sobre la casa y el gran jefe hasta después de su iniciación, tal y como había ocurrido con ella.
Oyeron también hablar sobre una receta y sobre que el gran jefe podía estar enfermo, según les contó la chica hindú. Sin embargo, ninguna de ellas quiso creer semejante historia, pues el hombre en el ejercicio sexual era tan apasionado que no podía estar limitado por ninguna condición negativa…
Una noche de las que había acabado de fornicar con el gran negro y él se dirigía a acostarse con la chica española que había llegado hace poco, Nicole tenía dificultades para dormir. Abrió la ventana y se quedó respirando el aire puro de la noche, mientras oía como salían unos gemidos de la habitación de arriba. Sonrió pensando que la chica española, como cualquiera de las que había en esa casa, tenía el mismo deseo sexual que ella, que allí ninguna era una inocente virgen más allá de la primera noche que pasaban con el gran jefe.
No sabía mucho de su familia. De hecho tampoco sabría cuando volvería, ni lo que haría cuando le tocase aparecer de nuevo frente a su familia con aquél regalo…
Nicole dejó que la brisa africana meciese sus cabellos rizados y cerró los ojos. Le gustaba concentrarse así mientras tocaba su vientre, que ya se encontraba ligeramente hinchado gracias a la indudable fertilidad del esperma del negro.
Cómo había cambiado su vida… Se preguntaba si sería una buena mamá.
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Espero que hayan disfrutado el relato tanto como yo disfruté escribiendo. Me encanta recibir emails de mis lectores, así que no duden en escribirme si desean sugerir algo.
Muchas gracias por su tiempo.
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Relato erótico: “Cómo seducir a una top model en 5 pasos (07)” (POR JANIS)
La historia secreta de tía Faely.
Nota de la autora: Quedaría muy agradecida con sus comentarios y opiniones, que siguen siendo muy importantes para mí. Pueden usar mi correo: janis.estigma@hotmail.es
Gracias a todos mis lectores, y prometo contestar a todos.
El móvil de Cristo empezó a vibrar justo cuando Rosetta di Santos estaba a punto de quitarse el tenue blusón que cubría sus gloriosos pechos, bajo la sugerencia del fotógrafo.
― ¡Joder! ¡Pa una vez que me dejan pasar! – dijo, echando un último vistazo a la espléndida modelo argentina, de ascendencia italiana, antes de salir al pasillo. — ¿Si?
― Cristo, soy yo, tía Faely – la voz sonó ronca y un tanto ansiosa.
― ¿Qué paza, tita? Te noto mu rara…
― ¡Lo va a hacer! ¡El cabrón no quiere esperar más! – el auricular reverberó con la intensidad de su chillido.
― Calma, tita… Respira… cálmate… cuenta hasta diez…
Tras unos segundos, la mujer volvió a hablar, considerablemente más calmada.
― Tenemos que vernos, Cristo. El chantajista no me da más tiempo.
― ¿Me lo vas a contar todo?
― Si, Cristo. No más secretos. Quiero conocer tu opinión antes de hablar con Zara.
― Vale. Luego, nos vemos en casa.
― ¡No! ¡Ahora! Podríamos tomar un café y hablar…
Cristo miró el reloj de su muñeca. Apenas era mediodía.
― Tita, ¿Qué tal zi me esperas ante la parada de metro del Lincoln Senter? Iremos a comer algo al Sentral Park…
― Perfecto. voy a hablar con el jefe de estudios y voy para allá.
― Hasta ahora – dijo Cristo, cortando.
La cosa tenía que estar muy chunga cuando tía Faely iba a fumarse unas clases. Le comunicó a Alma que iba a salir antes para comer y caminó hasta la cercana boca de metro. Tuvo suerte y quince minutos más tarde, se encontraba con su tía, sentada en uno de los bancos de la gran plaza. Sin más palabras, Cristo se cogió del brazo de su tía y pasearon la 66th abajo, hacia el gran parque.
― Has llegado rápido – dijo ella.
― Le he dao un billete de veinte pavos al conductor del metro.
Tía Faely sonrió, a pesar del abatimiento que mostraban sus ojos. Lo atrajo contra ella, enterrando el rostro de Cristo entre sus firmes senos, tan solo cubiertos por el sujetador y un fino jersey oscuro.
― Siempre consigues hacerme reír.
― Venga… vamos a pazear. Hase un día de cojones…
Era cierto. El día era perfecto para pasear. Finales de abril, con un sol primaveral que calentaba sus rostros. Tomaron uno de los senderos que les traería, tras un buen rodeo, de regreso al mismo punto. La caminata estimularía el apetito.
― Empieza desde el principio, tita.
Faely suspiró y posó una de sus manos sobre la que mantenía su sobrino en el hueco de su brazo.
― Todo empezó un par de años tras mi divorcio. Salí muy tocada de todo aquello…
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Faely quiso mucho a Jeremy, su esposo; con una intensidad que la subyugó fatalmente; si bien, Jeremy supo aprovecharse sobradamente de la educación chovinista que Faely tuvo en el clan. Cuando ya no pudo más y se divorciaron, siguió dependiendo de sus martirizadores sentimientos de culpabilidad. Se echaba toda la culpa del fracaso de su matrimonio, cuando, en realidad, se debía al libertinaje de Jeremy.
A través de una amiga, consiguió un puesto temporal en la escuela Juilliard como profesora de arte flamenco. Allí conoció a Phillipe, que, enseguida, se convirtió en un compañero comprensivo y de confianza. Escuchaba atentamente sus cuitas depresivas y aportaba soluciones ingeniosas, fáciles de seguir. Por otra parte, gracias a él, consiguió un puesto fijo en la afamada escuela, alternando sus clases, con otra faceta que casi nadie conocía, la moda. Faely destacó rápidamente por sus creaciones y adaptaciones para el vestuario de la escuela.
El hecho fue que la bella gitana, a sus treinta años, estabilizó su futuro laboral. Entre su sueldo y la pensión que le pasaba Jeremy, tenía de sobra para vivir y criar a Zara. Las largas charlas con Phillipe le ayudaron, psicológicamente hablando, haciéndole comprender que una mujer no tiene que estar supeditada a un hombre o a un clan…
Phillipe tenía cuatro o cinco años más que ella. Provenía de ascendencia francesa, pero sus padres llevaban afincados en Chile toda la vida. Estudió en Nueva York, en la NYU, y tras unos años, consiguió la residencia. Trabajó en Broadway un tiempo, pero prefería la enseñanza. Era todo un galán, apuesto y simpático, que disponía de toda la experiencia del mundo. También era el mayor hipócrita que conociera jamás.
Faely se vio arrastrada a su mundo, lentamente, hasta que solo veía por sus ojos. Cuando él lo deseaba, dejaba a Zara al cuidado de una señora, y desaparecían durante días. Fondeó en muchos ambientes extraños y bohemios, y experimentó cosas que le avergonzarían años más tarde; cosas que, en aquel momento, a su lado, le parecían exóticas y excitantes.
Pero, un día, entre clases, Phillipe le confesó, apesadumbrado, que su esposa pronto llegaría a Estados Unidos.
― ¿Esposa? – exclamó Faely, atónita. — ¿Estás casado?
― Si, un matrimonio de conveniencia.
― ¿Por qué no me lo has contado antes? – el tono de Faely era seco y algo histérico. Retorcía sus manos, sin querer.
― No era importante. Apenas se merece tal consideración… Tan solo es un matrimonio por poderes.
― ¿Qué?
― Fue un arreglo entre familias, acordado hace años. Un rico hacendado necesitaba apellidos ilustres y mi familia, por su parte, requería una inversión. Me casé con Julia cuando ésta tenía tan solo trece años. Yo había terminado mis estudios en Nueva York y buscaba trabajo. Ni siquiera tuvimos noche de bodas. Ella siguió viviendo con sus padres y yo regresé de nuevo aquí, pero, esta vez, con dinero en el bolsillo.
― ¿Tan ilustre es tu apellido?
― La familia Marneau-Deville procede de la misma estirpe de Luis XVI y poseemos el título de marqueses de Avignon – le explicó, muy orgulloso de su genealogía. – Esta situación es algo normal entre aristocracia y nuevos burgueses. Cada una de las partes consigue lo que desea.
― ¿Ves a tu esposa?
― Una vez al año, cuando regreso a Chile, por vacaciones. Desde hace un par de años, ambas familias nos presionan para tener un vástago, para gloria y continuación del apellido familiar.
― ¿Y ahora por qué viene tu esposa? – barbotó Faely, sintiendo que las lágrimas le quemaban.
― Su padre no está dispuesto a esperar más. Está enfermo y quiere asegurarse de ver a su descendencia antes de morir. Tanto mi padre como mi suegro, han decidido que ya es hora, y envían a Julia a vivir conmigo un tiempo. No quiero decirles que me hice una vasectomía al cumplir los treinta. No tendré nunca hijos.
― ¿Entonces?
― Tendré que pensar en algo – dijo él, abriendo las manos y sonriendo, con esa irónica pose tan suya.
Faely sentía bullir su interior, en una mezcla de decepción, rencor e ira. Se sentía traicionada, dolida, y le recriminó su silencio, pero, en el fondo, sabía perfectamente que todo era inútil; una mera pataleta. Cuando Phillipe se acercó a ella, dos días después, durante el almuerzo, y le dijo al oído que tenía algo en mente, la alegría la desbordó.
― Pasado mañana, iremos al JFK a recoger a mi esposa. Llega en un vuelo desde Argentina – le dijo como si tal cosa, mientras aliñaba su ensalada.
― ¿Por qué tengo que ir yo?
― Porque eres mi novia, mi chica. Tendré que presentaros, ¿no? – se asombró él de la pregunta.
No supo qué contestarle y Phillipe se negó a hablar más sobre el tema. Faely no conocía ni siquiera la edad que tenía Julia. Esperó, a su lado, casi mordiéndose las uñas, mirando el rostro de cada mujer que surgía a través de las puertas acristaladas de la terminal, y preguntándose qué es lo que pretendía Phillipe al traerla. Finalmente, apareció, arrastrando dos maletas. No tenía más de veinticinco años, muy morena, con unos rasgos latinos muy hermosos, y unos grandes ojos del color de la miel, preciosos. Se detuvo ante él, con la frente baja y solo musitó: “Aquí estoy, mi Señor”.
“¡La madre que la parió!”, pensó Faely al escuchar aquella frase.
Phillipe le dio un suave beso en la frente e hizo las presentaciones entre las mujeres. Recalcó que Faely era su novia americana y la latina miró el rostro de la gitana, durante unos segundos. Después, volvió a agachar la mirada, como si aceptara la situación. Faely se sentía muy violenta y sorprendida por tal sumisión. Ella misma estaba acostumbrada a obedecer a los hombres, por su educación, pero eso no quitaba que, antes de doblegarse, pudiera montar un pollo tremendo. De hecho, recordaba muy bien a la máma amenazando al pápa Diego, entre gritos y sartenazos, cuando se emborrachaba.
Pero aquella chica aceptó cuanto le dijo su esposo, casi con placidez. Había que comprender que Faely aún no conocía nada sobre el juego de dominación y sumisión. Ella, a su manera, era una mujer domada por las tradiciones, y no podía entender como una mujer podía entregarse, de aquella forma tan humillante.
Llevaron a Julia al apartamento de su marido. Phillipe vivía en Harlem, en un apartamento de la 118th Oeste. Faely había estado en alguna ocasión, aunque la tónica general era tener sus encuentros en casa de ella, cuando Zara se dormía. Era un apartamento mediano, de dos dormitorios, un vasto estudio, y un living con cocina. Phillipe indicó a Julia cual era su habitación y dejó que la mujer deshiciera sus maletas y se instalara.
Una vez a solas, Faely abordó a su amante.
― ¿Siempre es así de obediente?
― Por supuesto. Ese era su cometido cuando la casaron conmigo: servirme a mí y a su familia.
― Pero… ¡es como una esclava!
― Exactamente. Es una esclava, de ahí que no te tengas que preocupar por cuales son mis sentimientos hacia ella – sonrió él, con picardía.
Phillipe pretendía abrir una botella de champán para celebrar la llegada de su esposa, pero Faely se inventó una excusa, y regresó a su casa. Se sentía violenta. Aquella sumisión, de la que hacía gala Julia, la tenía trastornada. Además, aquella latina era realmente hermosa…
Al día siguiente, durante el almuerzo, en una pequeña cafetería frente al Lincoln Center, Phillipe le propuso cenar el fin de semana en su apartamento.
― ¿Los tres? – inquirió ella, mordaz.
― Por supuesto. Hay que estrechar lazos.
― ¿A qué juegas, Phillipe?
― ¿A ser un buen esposo? – respondió él, con otra pregunta.
― Me siento violenta en su presencia.
― De eso trata esa cena, de limar asperezas y conocernos todos mejor.
Ni que decir que Faely no tardó demasiado en ser convencida para asistir. No sabía negarle nada a Phillipe.
A sugerencia de su amante, Faely se arregló espectacularmente aquel sábado. El ensortijado y oscuro cabello recogido en un grácil y alto moño, del que descendían algunas guedejas rizadas, en estudiada rebeldía. Ojos perfilados de marfil, sobre un rabioso fondo violeta, lo que hacía destacar sus oscuras pupilas, y labios teñidos de un húmedo tono rosado, que empalidecía en contraste con su tez morena. Faely estaba realmente preciosa, “matadora”, con los dos grandes aretes que colgaban de sus agujereados lóbulos y que enmarcaban su afilado y bello rostro. Un vestido de Nicole Miller, con una vaporosa caída que parecía mecer la suave tela sobre su cuerpo, hasta la rodilla, en color nácar, y unas sandalias de alto tacón, plateadas, completaban su figura. Phillipe la aduló totalmente cuando pasó a recogerla, llamándola “madame aristocrática”.
Era evidente que Faely pretendía competir con Julia, y trataba de anularla desde el primer momento. Sin embargo, se llevó una brutal sorpresa al llegar al apartamento de Phillipe, pues la latina salió a recibirles, vistiendo un brevísimo uniforme de doncella francesa. Dejaba todas sus piernas al aire, cubiertas de unas blancas medias de rejilla, con ligas al muslo. Mangas sisas dejaban sus brazos al descubierto, con las manos enfundadas en blancos guantes de gamuza. Un minúsculo delantal blanco servía más como cinturón, para amoldar el uniforme a su curvilíneo cuerpo. A través del gran escote, se podía vislumbrar una buena parte de su oscuro sujetador de encaje, bajo un gran collar de perlas que parecían auténticas. Finalmente, una pequeña cofia blanca remataba su cabeza, con su larga cabellera castaña suelta y bien peinada.
― Ese es el traje que le corresponde mientras viva conmigo – le aclaró Phillipe, ante la muda pregunta de sus ojos.
Salieron a la pequeña balconada, donde Julia les sirvió unos cócteles. Charlaron y contemplaron la oscuridad que cubría el Central Park, unas manzanas río abajo. Julia regresó y les anunció que la cena estaba servida.
― ¿No dijiste que iba a cenar con nosotros? – le preguntó a Phillipe, en un susurro.
― Y lo hará, no te preocupes. Pero, primero, nos servirá.
La redonda mesa del living, apta para cuatro personas, había sido preparada con un impoluto mantel de lino crudo y servicios para tres personas. Armada de una sopera de cerámica, Julia vertió hábilmente varios cucharones de sopa en los platos.
― Se trata de una sopa marinera chilena, llamada ajiaco – la informó Phillipe. – Ésta, particularmente, lleva almejas machas y congrio, así como pan tostado y almendras.
Faely aspiró el aroma y sonrió.
― Huele rico. En mi tierra natal también se preparan sopas de pescado y marisco. Hace mucho que no pruebo una…
― Pues adelante – invitó él con un gesto. – A comer todos.
Tras servir los platos, Julia se sentó en una silla y tomó lentas cucharadas del caliente líquido, con una elegancia silenciosa y encantadora. Phillipe hizo un par de chanzas sobre el próximo proyecto dela Juilliard, a lo que contestó Faely, pero Julia no abrió la boca, solo sonrió.
Acabaron con la rica sopa y la latina se puso en pie, retirando los platos vacíos. Trajo dos platos bien decorados, con carne mechada al curry y guarnición de diminutas patatas asadas. Retrocedió hacia el fregadero, donde tomó un cuenco de plástico azul. Cuando se acercó a la mesa, Phillipe le dijo:
― Al lado de Faely, ella te alimentará.
Julia asintió en silencio y, ante los ojos asombrados de la gitana, depositó el cuenco en el suelo, a un lado de la silla de Faely. Acto seguido, la latina se arrodilló en el suelo, apoyando sus nalgas sobre los talones, la vista baja.
― ¿Qué…? – miró a su amante, desconocedora del significado de esa pose.
― Ese cuenco es para las sobras. Lo que no te guste o sobre en tu plato, dáselo a ella. Lo devorará como una buena perrita.
Las manos de Faely temblaron. La degradación de Julia llegaba mucho más lejos de lo que ella se creía. No solo era una esclava, sino que era, básicamente, una perra humana; un animal entrenado para el vicio de su amo.
― ¡Phillipe! ¡No puedo dejar que…!
― ¿Si, querida? – lo dijo con una sonrisa, pero su tono fue tan neutro y frío, que cortó, de cuajo, la protesta de Faely.
― No puedes dejar que… se postre así… ante mí… — susurró, finalmente.
― Si puedo. Lo mejor que puedes hacer es disfrutarlo, querida. Ahora, comamos, que se enfría.
Él empezó a trinchar sus lajas de carne, recubierta de aromática salsa. Mientras lo hacía, exhibía una sonrisa. Faely le imitó, en un intento de abstraer su mente de cuanto ocurría.
― No te sientas obligada a darle más de lo que pretendas, Faely. Julia no comerá otra cosa más de lo que nos sobre. Hay que cenar ligero para dormir bien – le dijo, con sorna.
La gaditana cortó la mitad de uno de sus filetes y lo hizo cuatro partes. Los tomó con los dedos y los dejó en el cuenco azul. Por sorpresa, la mano de Julia la tomó de la muñeca, suavemente, y lamió sus dedos manchados de salsa, limpiándoselos. Faely se estremeció al sentir el contacto de aquella lengua sobre su piel; la calidez de su boca la impresionó.
Observó, de reojo, como Julia inclinaba la cabeza hasta tomar un trozo de carne con su boca, sin utilizar las manos, y lo engullía rápidamente, con una habilidad casi felina. ¿Cuánto tiempo llevaba comiendo así?, se preguntó Faely. Demostraba demasiada costumbre…
Por su parte, Phillipe disfrutaba de las reacciones de su amante. Faely estaba aprendiendo que existían estratos muchos más profundos de implicación. Ella, que se creía dominada por los deseos de él, comprendía, al fin, que solo era la punta del iceberg. Phillipe no tenía prisa alguna por descender un peldaño más, pero había querido mostrárselo.
― Estás experimentando verdaderamente lo que vivían a diario los ricos hacendados del sur. De Georgia o de Carolina – comentó suavemente Phillipe.
― Pero… es inhumano, Phillipe…
― Solo si no es voluntario, querida.
― ¿Voluntario? ¿Quieres decir que…?
― Julia – llamó su atención — ¿qué eres?
― Su esclava, Señor – respondió ella, con un peculiar acento sudamericano.
― ¿Cómo?
― Por designio propio, Señor. Me ofrecí como esclava suya al cumplir la mayoría de edad.
― ¿Por qué?
― Por amor, mi Señor.
― Buena chica – le lanzó, rodando, una patata, que ella atrapó con agilidad. – Es la muestra de amor definitivo. Shakespeare se equivocó en Romeo y Julieta. Morir por amor no es lo más significativo, sino entregarse sin condiciones, sin esperanzas.
Faely no respondió, impresionada por cuanto estaba viendo y aprendiendo. Se limitó a cortar otro filete y dejar caer, de nuevo, la mitad en el cuenco de Julia. Sentir aquella lengua, otra vez sobre sus dedos, estremeció su cuerpo. El simple hecho de entregarle comida, enardecía su espíritu. ¿Qué le pasaba? ¿Se estaba excitando por ello?
― El postre, Julia – le pidió él, tras acabar los platos.
Julia se puso en pie, retiró los platos y sacó unos que guardaba en el frigorífico. Tarta de nueces con helado de grosellas. Delicioso, pensó Faely.
― Creo que nuestra invitada te ha alimentado bien, ¿no es cierto, Julia?
― Si, mi Señor – respondió ella, desde el fregadero.
― ¿Siendo así, no se merece una muestra de agradecimiento?
― Por supuesto, Señor.
― Entonces demuéstralo…
Julia se puso a cuatro patas en el suelo y gateó felinamente hasta meterse bajo la mesa. Faely, paralizada por la sorpresa, notó como los dedos de la latina se introducían bajo su vestido y, con mucha suavidad, le bajaban la estrecha braguita. Miró a Phillipe e intentó protestar, pero el hombre levantó un dedo, mandándola callar.
― Déjala hacer, querida.
Se removió, al notar el pulgar de la chica acariciando su coñito, arriba y abajo, suavemente. No supo en que momento se humedeció, pero tuvo enseguida el coño chorreando. Era la primera vez que una mujer la tocaba íntimamente y le daba vergüenza admitir que le estaba encantando. Sus manos se aferraron a los bordes de la mesa, buscando una sujeción que le impidiera moverse de la silla, disimulando así su placer.
Estaba soportando la mirada de su amante, quien, con una expresión divertida, seguía comiéndose su postre. Faely bajó los ojos, no solo para esconderse de la exhaustiva mirada de Phillipe, sino para obviar lo que ella misma estaba sintiendo. Las manos de Julia mantenían sus muslos abiertos y el vestido remangado. La cara interna y suave de los muslos temblaba, acoplándose al ritmo de la lengua de la latina sobre su clítoris. Las caderas rotaban de una forma casi imperceptible, aún apoyadas sobre el asiento. Un quedo suspiro surgió de los labios entreabiertos, mientras que las aletas de su nariz dilataban, siguiendo un mandato instintivo.
Aquella lengua de terciopelo la estaba anulando, degradándola completamente, como nunca sintió jamás. Aquel acto obsceno e innatural, que le arrancaba el alma a gemidos, la emputecía de una forma absoluta. Nadie la había obsequiado con una caricia con tal pericia y suavidad. Podía sentir como su orgasmo se iba amasando, entre sus riñones, engordando para convertirse en una explosión de sentidos.
Llevó su mano derecha bajo la mesa, posándola sobre la delicada cabellera de Julia, obligándola a lamer más fuerte, más profundo, más y más…
Un largo quejido brotó de sus labios, arrancando una sonrisa de su amante, quien acabó tragando la última cucharada de su postre.
― Eso es… déjate llevar, Faely… gruñe con el placer que te traspasa – susurró el hombre.
Al borde del orgasmo, la gaditana tomó una bocanada de aire y apretó los dientes, la pelvis temblando como un flan. Sus glúteos se tensaron, las rodillas se aflojaron, su mano empujó aún más el rostro de Julia contra su sexo. El orgasmo la alcanzó, con todo el empuje de un choque eléctrico que subió por su columna. Dejó escapar el aire que retenía en sus pulmones mientras sus caderas se convulsionaban. Con la boca entre los apretados muslos de Faely, Julia se quejó de la presión que la retenía, pero nadie le hizo caso.
Phillipe contempló, divertido, a su amante. Faely lucía una expresión digna de que un ilustre pintor la hubiese plasmado para la posteridad. Los ojos cerrados, las mejillas arreboladas, los labios entreabiertos, las manos apretando fuertemente los bordes de la mesa… Faely se corría como jamás lo había hecho.
― Acábate el postre, querida – la voz de su amante le hizo abrir los ojos, tras lo que pareció una eternidad.
Phillipe la miraba, luciendo una suave sonrisa. Julia había abandonado su lugar bajo la mesa y estaba atareada en el fregadero, de espaldas a ellos. Faely trataba de recuperar su aliento y su compostura. Sus dedos aún se aferraban a la mesa y tenía las piernas abiertas y flojas, bajo la cubierta de madera.
Parpadeó y tomó la cucharilla. En silencio, atacó el trozo de tarta que quedaba en su plato. No se sentía con ánimos de comentar nada con Phillipe. De todas formas, él parecía saber lo que ella había sentido, ¿de qué servían las palabras, en un momento como ese?
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― A partir de ese momento, mi vida cambió radicalmente – susurró Faely, sentada con su sobrino en uno de los bancos de madera. — Si antes me había visto supeditada a los caprichos de Phillipe, entonces fue cuando dependí totalmente de él. Con cualquier excusa y a la mínima ocasión, me empujaba a los brazos de Julia, como una forma de recompensa que, en sí, no era más que una excusa para envilecerme aún más. Muchas veces, Phillipe disponía de su esclava delante de mí, sin esconderse. La tomaba en cualquier instante, como un niño usa uno de sus juguetes durante unos minutos para, luego, abandonarlo en un rincón de la casa. Eso era Julia para él, un mero objeto de decoración, un trozo de carne cálida que podía degustar a placer.
― ¿Y zoportabas todo ezo? – preguntó Cristo, algo sorprendido.
― Estaba obsesionada por todo lo que me hacía sentir. En aquel tiempo, no me daba cuenta, pero yo era otra víctima. Phillipe compartió a Julia conmigo, organizando el consabido trío, solo en contadas ocasiones. No parecía ser de su absoluto gusto, por lo que pude observar, pero no demostraba ningún escrúpulo por cedérmela, cuando quería. Créetelo, sobrino, yo quería… Por Dios, que lo deseaba…
― ¿A qué te refieres, tita?
― Cuando me quedaba a solas con Julia, me portaba de una manera algo irracional, un tanto iracunda; lo que me llevaba a ser agresiva y cruel con ella. No disponía de ella, como dueña, sino que trataba de vengarme, por celos o despecho, ¿Quién sabe? Algo en ella me enervaba, me soliviantaba, volviéndome ladina y mezquina en mi trato.
― ¡Tita! – exclamó Cristo, recriminándola.
― Al paso de los meses, descubrí la verdadera causa de mi comportamiento: sentía envidia de ella.
― ¿Envidia?
― Intenté muchas veces comprender la causa de experimentar tal sentimiento, pero no llegué a conclusión alguna. No encontré una explicación lógica y pausible para ello; tan solo sentía envidia de cuanto sabía y conocía Julia. Me sentía celosa, en cierta manera, de la intimidad que disponían esclava y amo; un grado que yo no había alcanzado, en absoluto. A cada día que pasaba, más y más preguntas se agolpaban en mi mente, referentes a toda esa extraña disciplina. Quería conocer y experimentar, al igual que Julia lo hacía; quería sentir la firme autoridad de alguien que se ocupara de cada una de las decisiones a tomar; deseaba abandonarme totalmente a su voluntad.
― ¿Acazo eres…? – musitó Cristo, comprendiendo finalmente.
― Aún no estaba segura de nada, solo era una súbita obsesión que nació en mí – suspiró la mujer, enderezando la espalda y echando un vistazo a su alrededor. – El hecho es que no tardé en confesarme con Phillipe, quien, por supuesto, no tuvo ningún reparo en cerrar totalmente la argolla de la esclavitud, en torno a mi cuello.
― Era algo cantado, para cualquier espectador. Phillipe paresía llevar ya tiempo anulándote, pero, ya ze zabe, el cornudo es el último en enterarze.
― Muchas gracias por tu comprensión, sobrino – dijo ácidamente Faely. – Para mí, la cosa no fue nunca tan evidente, ni pude distinguir los distintos matices de mi entrega. El hecho fue que me entregué totalmente a mi amante, como otra de sus esclavas. Hasta entonces, nunca me imaginé lo cruel y déspota que era Phillipe en realidad. Fue una larga caída a un pozo sin fondo, en donde fui perdiendo, una tras otro, mis ideales, mis anhelos y sueños. Lo primero que perdí fueron mis derechos sobre Julia, quien, de la noche a la mañana, se transformó de una sumisa callada, en una dominadora posesiva. Phillipe me obligaba a permanecer en su apartamento, toda la semana, y tan solo me permitía visitar a mi hija, una vez por semana. Zara estaba a cargo de una institutriz que se había instalado en nuestra casa.
― Joder…
― Soporté las crueles revanchas que Julia me imponía, desde azotes a humillaciones; aceptaba cualquier capricho de Phillipe, quien no dudaba en venderme a sus depravadas amistades, redondeando así sus ingresos. Julia me acabó confesando que ella había pasado también por lo mismo, y que debía sentirme orgullosa de ser usada para generar beneficios para mi Señor.
Las lágrimas brotaron de los oscuros ojos de la gaditana, emocionada por los recuerdos. Se las secó de un manotazo, como si le molestase mostrar esa debilidad.
― Sufría y me desesperaba, llevada al límite por mi señor, pero, al mismo tiempo, estaba totalmente dominada por las enloquecedoras recompensas que Julia se encargaba de administrarme. Cuando cumplía bien, como esclava, la puta sabía llevarme hasta los más excelsos placeres, en los que, a veces, participaba Phillipe. Me sentía tan envilecida, tan emputecida, por cuanto experimentaba, que la vergüenza y el remordimiento, cuando me calmaba, me hundían aún más en el fango. Era como una droga que me tuviera atrapada. Cuanto más anhelaba la situación, más daño moral me hacía.
― No imaginé nunca que hubieras pazado por algo azí, tita.
― Fue entonces, cuando conocí a Candy Newport – confesó Faely, mirando a los ojos de Cristo.
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Se trataba de una fiesta un tanto especial; una de esas fiestas anuales a las que Phillipe, incomprensiblemente, era invitado. Faely aún no sabía por qué un humilde profesor de una escuela de Artes Escénicas era tomado en cuenta por personalidades tan influyentes. Parecía conocerles a todos, desde millonarios empresarios, hasta actores ya decrépitos. Sin embargo, su amo no soltaba prenda, y Julia tampoco.
El caso es que, un buen día, Phillipe apareció con un aplanado paquete, que le entregó. Se trataba de un vistosísimo traje de noche, negro y rojo, con sus variados complementos. Debía vestirlo ese mismo fin de semana y acompañarle a un evento muy especial; solo él y ella.
La fiesta se ubicó en un inmenso ático de uno de los altos edificios de Water Street, en el Distrito Financiero. Un taxi les dejó en la puerta y un uniformado conserje les franqueó el paso. Al cruzar un enorme vestíbulo, donde varios tipos de espectaculares dimensiones aguardaban, envueltos en una total apatía, un joven, con aspecto de becario pijo, les invitó a subir a un ascensor. La neumática cabina les subió hasta el último piso, dejándoles en un lujoso corredor, donde esperaba un peculiar mayordomo de apenas un metro de estatura. El engominado enano vestía una impecable librea de sirviente de diseño retro, rematada con encajes y puños blancos y tiesos. Tras una leve reverencia, chasqueó los dedos y una doncella, también de uniforme, se ocupó de los abrigos de la pareja. Solo entonces, el diminuto mayordomo se dignó a pedirles sus invitaciones.
― Síganme, señores – les dijo, con una suave voz neutra.
Les llevó al final del corredor y abrió unas grandes puertas, que dejaron escapar murmullos, risas, y una cálida música de saxo. Faely contempló, por primera vez, una de las secretas reuniones de los más poderosos de la ciudad. Sin embargo, Phillipe parecía estar en su salsa. De hecho, lo demostró saludando a ciertos individuos, a medida que se internaban en el amplio espacio del ático. Había camareros deambulando con bandejas llenas de copas, vestidos con la misma librea que la que portaba el mayordomo enano. Los allí reunidos, hombres de madura edad en su mayoría, vestían impolutos trajes de carísimas hechuras, y fumaban gruesos cigarros, sin importarles lo más mínimo la ley antitabaco. Las pocas mujeres que Faely pudo ver pertenecían a dos grupos bien diferenciados: el primero era el de maduras esposas engalanadas, o quizás estiradas brujas corporativas; el segundo, mucho más evidente dadas su juventud y belleza, el grupo de las amantes.
Sin duda, la alta e imponente mujer que se acercaba a ellos, pertenecía a este último grupo. Faely la reconoció enseguida. Era la actual reina de la pasarela, Candy Newport. Llegaba aferrada al brazo de un hombre grueso, de mejillas sonrosadas y barba cana bien recortada, algo más bajo que ella, pero el doble de ancho, al menos. El contraste era inmenso. Ella, con sus apenas veinticinco años, él, con los sesenta bien cumplidos. Ella, toda una diosa de piel clara e inmaculada, de espléndida cabellera castaña, casi rubia; él, de manos regordetas, con la piel del dorso manchada por una extraña dolencia, y portando un inefable peluquín que se bamboleaba en ciertas ocasiones. ¡Extraña pareja! Solo había un modo de catalogar su relación, sobre todo, al contemplar las sinuosas curvas de aquel cuerpo creado para la tentación.
― Mi querido Phillipe – exclamó el grueso anciano, al llegar ante ellos –, no esperaba verle en esta velada.
― Hay que atender los diversos compromisos, señor Hosbett.
― Cierto, cierto. ¿Y su bella acompañante?
― Faely Jiménez, profesora de Flamenco en Juilliard – hizo las presentaciones. – Manny Hosbett, propietario del Daily News, y Candy Newport…
― … Miss USA y una de las más famosas modelos internacionales – acabó la frase Faely, alargando la mano hacia la pareja.
― Vaya, me adulas, querida – se rió la modelo, mostrando sus perfectos dientes. – Así que profesora de Flamenco, ¿no?
― Bueno, hago un poco de todo en la academia, desde dar clases a montar escenarios y vestuarios. El Flamenco es optativo para los estudiantes, aunque no puedo negar que levanta cierta pasión desde que Naomi estuvo saliendo con Joaquín Cortés…
La modelo soltó una sonora carcajada y se llevó una mano a la boca.
― Se podría decir que se fusionaron lo mejor de cada mundo, ¿no? – repuso Candy.
― Si. Hasta que sus caracteres chocaron. Demasiados parecidos.
― ¿También eres gitana?
― Así es. Del sur de España.
― Bonita tierra – intercaló el magnate de la prensa, en ese momento.
― Si, desde luego.
― Está bien. Nos veremos más tarde – se disculpó Hosbett. – Querida, tenemos que saludar a Christian…
― Viejo puerco – murmuró Phillipe, contemplando como la dispar pareja se alejaba.
Faely no quiso preguntar nada. Conocía aquel tono empleado por su amo, y no presagiaba nada bueno. Tomaron champán, saludaron a otros personajes, más o menos ilustres, y, durante un buen rato, Phillipe estuvo reclamado por un hombre de mediana edad y manos finísimas, en una susurrante conversación que duró muuucho tiempo. Finalmente, medio tocada por las burbujas del champán, Faely fue conducida hasta un lujoso despacho, donde su amo, tras cerrar la puerta, la obligó a arrodillarse en la madera del suelo.
― Amo… ¿qué hago…? – intentó averiguar ella.
― Ssshhh… ¡A callar, esclava! – le dijo él, metiéndole el pulgar en la boca, para que lo chupase.
Phillipe le metía diferentes dedos de la mano, obligándola a succionarlos, a repasarlos con la lengua, mientras él no dejaba de mirar hacia la puerta. Cuando ésta se abrió, Phillipe suspiró y sacó sus dedos de la boca de ella. Hosbett y la modelo aparecieron. El obeso magnate se acercó hasta la arrodillada Faely, mientras que Candy Newport se dejaba caer en un mullido sofá de cuero, cercano al ventanal, desde el cual se podían ver las luces del puente de Brooklyn.
― ¿Así que esta es tu perrita? – preguntó Hosbett, risueño.
― Si, así es. Una perra bien educada, como puedes ver – respondió Phillipe.
― ¿Y crees que con ella pagas tu deuda?
― Vale eso y más, Hosbett.
¿Deuda? ¿Qué pretendía hacer con ella su amo? ¿Cederla?, se alarmó Faely, al escucharles.
― A mí me gusta – intervino suavemente la modelo en la conversación.
― ¿De veras, querida?
― Si. A pesar de su sumisión, tiene una mirada desafiante. Además, es una mujer muy hermosa…
― Solo me rodeo de lo mejor – sonrió Phillipe.
― Ya lo sabemos – repuso Hosbett, cortante. — ¿La quieres, Candy?
― Me encantaría, Manny – respondió Candy, apurando su copa y poniéndose en pie.
― Pues sea entonces – dijo el magnate, alargando la mano hacia Phillipe, quien la estrechó, luciendo una amplia sonrisa.
Candy se acercó a la arrodillada Faely y enredó un dedo en su oscura cabellera.
― ¿Cuántos años tienes, perrita?
― Treinta, señora – respondió la gitana en un murmullo.
― Una edad perfecta. ¿Sabes de qué estamos hablando?
― ¿De cederme a usted?
― ¿Ceder? No, nada de eso. Más bien vender, y a un precio muy alto – rezongó Hosbett. – Pero será mejor que tu antiguo amo sea quien te lo explique…
Faely alzó los ojos para clavarlos en la figura de Phillipe, quien no perdió la sonrisa. Se acuclilló ante la gaditana, mirándola a los ojos.
― Te aseguro que no ha sido por gusto, Faely, pero las circunstancias mandan. Tengo una abultada deuda de juego con el señor Hosbett y le propuse canjearla por ti, una hermosa y educada esclava. Debes sentirte orgullosa de haberle costado trescientos cincuenta mil dólares…
Faely no estaba contenta, a juzgar por las lágrimas que rodaban por su rostro. De pie a su lado, Candy las recogió con un dedo.
― Pero… Amo… no puedes venderme… tengo una vida, una hija…
― No tienes nada, salvo aquello que tu amo te permita, y he dejado de ser tu amo… así que ahora dependes de ella – le dijo Phillipe, señalando a la modelo con un movimiento de su barbilla.
― No te preocupes, perrita. Ya buscaremos una salida a eso – musitó Candy. – No soy ningún monstruo.
― Adiós, Faely, que te vaya bien – le dijo Phillipe, dándole un último beso en la mejilla y poniéndose en pie, a continuación.
― Te firmaré un documento de liquidación – le dijo Hosbett, arrastrándolo hasta el escritorio.
Al quedarse solas, Candy se acuclilló ante Faely, limpiándole el rostro de lágrimas. La gitana, a su vez, contempló el bello rostro de su nueva ama y, a pesar de las dudas, el miedo, y la decepción que sentía, supo que había ascendido un peldaño en la escalinata de la perversión.
― No te preocupes, linda mascota, te permitiré seguir con tu trabajo y con tu vida. Podrás ver a tu hija casi todos los días, pero dormirás conmigo, a los pies de mi cama – le dijo la modelo, con un dulce tono.
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― No volví a ver a Phillipe, en todos estos años. Supuse que volvió a Chile, con Julia – dijo Faely, con un suspiro, mirando de reojo el rostro pasmado de su sobrino.
― Joer, tita, igualito que una de ezas telenovelas sudacas. ¡Tú como ezclava! ¡Increíble!
― Al principio, caí en una depresión. Lloraba a todas horas, apenas comía, y mi trabajo se resintió. Mi ama me hizo pedir una excedencia de tres meses y me reeducó con firmeza. Supo sacarme de ese estado miserable, y es algo que debo agradecer.
― Ahora comprendo porque te has negado a admitir que no la conocías. ¿Durante cuanto tiempo fue tu dueña?
― ¿Quién ha dicho que no sea aún su esclava?
Cristo se quedó con la boca abierta, clavando la vista en el rostro de su tía, quien sonreía levemente, mirando a una pareja que pasaba, abrazada.
― Tita… ¿eres todavía su esclava?
― Si… Llevo diez años sirviéndola… amándola…
― ¡La Virgen de los kamikazes! ¡Qué follón! – exclamó, pensando, sobre todo, en lo que Zara le había confesado sobre el flirteo de la jefa.
― Aprendí cuales eran sus mínimos caprichos y deseos, qué la relajaba al acabar una larga sesión de modelaje, o cómo actuar cuando quedaba embelesada de un nuevo galán. Me convertí en su mejor confidente, en su paño de lágrimas cuando la decepcionaban. En su más acérrima cómplice cuando debía involucrarse en una venganza, y quien la hacía dormirse lánguidamente cada noche, vigilando su sueño desde la gruesa alfombra, al lado de su cama.
― Entonces… ¿qué haces en el loft?
― Llevo apenas unos meses viviendo con Zara, en el loft, desde que fue aceptada por la agencia de mi ama. Fue entonces cuando me envió a vivir con mi hija, sin más explicaciones. Me llama en ocasiones, para que acuda a su casa, pero cada vez con menos frecuencia. Es como si se hubiera hartado de mí, Cristo.
“Poziblemente zea ezo. La jefa ha conosio a la niñita, que está pa mojar pan en ella, y ze ha hartao de la madre. Normal. ¡Con lo buena que está mi tita, coño!”, pensó el gitanito.
― Es por ezo que me aseptaste, ¿no?
― Si, Cristo. De otra manera, no hubiera podido ofrecerte un sitio para quedarte. Zara ha estado unos años en un internado, antes de vivir conmigo.
― ¿Y el zumbao eze? ¿Cuándo le volviste a ver?
― ¿A Phillipe? Hará un par de meses. Me estaba esperando a la salida de la academia. Me llevé un susto enorme.
― ¿Te hase tilín todavía?
― No, ni de coña, pero presentí que traía problemas, y así ha sido…
― Hay que conzeguir informasión zobre él, como zea. ¿Qué es lo que quiere exactamente, tita?
― Quiere recuperarme.
― ¡Eze tío es un jeta! – exclamó Cristo, utilizando un término despectivo de su tierra. — ¡Primero te vende y ahora quiere recuperarte, una vez que ha zolucionado zus problemas económicos, zupongo.
― Parece que si. Viste muy bien, lleva un reloj carísimo, y no parece que necesite trabajar. Me dijo que me llevaría con él.
― ¿A dónde? ¿A Chile?
― Creo que si.
― ¡Joder! ¡Nesezitamos algo zustansioso zobre él! ¡Algo con lo que presionar!
― ¿Pero qué? ¡Yo no sé nada sobre sus manejos!
― Ah, pero hay alguien que zi los conose. El tío eze del periódico…
― ¿Manny Hosbett?
― ¡El mismo! Él zi zabe cozas y puede que muy zucias…
― Puede ser, pero cómo le sonsacamos. No creo que nos vaya a conceder una cita, así por las buenas.
― Aaah… — Cristo se puso en pie, cogiendo la mano de su tía para ayudarla. – Hay alguien que puede ayudarnos… mi jefa, tu dueña, la zeñorita Candy Newport. Ella zi puede ponerze en contacto con el zeñor Hosbett y tirarle de la lengua, ¿no? Creo que en diez años has debido coger confianza con ella, ¿no tita?
― Pues si – respondió ella, echando a andar tras su sobrino. Ni siquiera había pensado en pedir protección y ayuda a su ama, confundida por la presión y el chantaje. – Es lo primero que debería haber hecho. ¡Que tonta! Mi ama no permitirá que ese capullo…
― ¡No te embales, tita! Puede que haya problemas. Tu ama te ha puesto al margen de zu vida, ¿recuerdas? ¿Y si ya no le importas lo zufisiente? ¿Y zi está penzando en venderte, a zu vez?
Faely se mordió el labio, dubitativa. Ella misma se posaba las mismas cuestiones, debido al cambio de actitud de su dueña.
― ¡Tengo que intentarlo! Así, al menos, sabré a qué atenerme – le dijo, mientras Cristo la cogía de la mano, para arrastrarla sendero abajo. — ¿Dónde vamos?
― ¡A comer, coño, que estoy desmayaoo!
CONTINUARÁ…
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Relato erótico:”Las Profesionales – Una perra mucho mas sumisa”(POR BLACKFIRES)
La tarde empieza a dar paso a la noche y el tráfico en la ciudad se despeja, el auto
deportivo de Susan avanza sin obstáculos en dirección a casa, el día a sido largo y complicado, demasiadas cosas en muy poco tiempo. Al llegar a un semáforo el móvil empieza a sonar, Susan toma la llamada y contesta.
– “Hola…”
Nadie contesta, por lo menos ninguna persona responde, pero un sonido parecido al de una máquina de fax llega por respuesta. Espera unos momentos, al final la comunicación se corta sin más. El semáforo cambia a verde y ella avanza con el tráfico, pero decide estacionarse al borde de la vía, apaga el auto y espera un momento mirando el móvil.
Un momento después el móvil vuelve a sonar, ella intenta contestar pero el sonido vuelva a aparecer, esta vez Susan siente como todo a su alrededor empieza a desaparecer, una oleada de calor empieza a invadirla y su vagina se humedece, sus pezones se ponen duros y en sus senos un hormigueo la empieza a excitar. La llamada dura aproximadamente un minuto y medio, parpadea un momento y encendiendo el auto, luego se dirige de vuelta a la ciudad y minutos después llega a una prestigiosa boutique de una selecta área comercial.
Al entrar puede ver a cuatro o cinco clientas que junto un número igual de empleadas escogen prendas de ropa interior, una de las chicas avanza hacia ella y mientras avanza Susan no puede dejar de mirar sus piernas cubiertas de medias de seda, puede verse el liguero que las sostiene bajo una minifalda a juego con una blusa de seda que con dos botones abiertos deja apreciar un hermoso par de senos contenidos en un sostén de encaje.
– Bienvenida Madame, ¿En qué podemos ayudarle?
– Buenas, estoy buscando Miss Massiel.
– Un segundo por favor, le diré que usted le busca… algo que pueda ofrecerle mientras espera.
Diciendo esto la chica toma un teléfono interno y mientras marca le sonríe provocativamente a Susan, ella no puede quitar los ojos de aquella chica de labios tentadores. Un momento después una joven de unos 23 años aparece desde el fondo de la tienda y sonriéndole a Susan hace una seña a la chica y les deja a solas.
– Bienvenida Sra. Baxter, es un honor tenerle en mi tienda.
Susan observa la recién llegada, su ropa es muy parecida a la de la primera chica pero este modelo es mucho más provocativo que el anterior, su cuerpo y su rostro son más delicados y el conjunto completo hacen de ella una delicia para la vista, con voz nerviosa y algo entrecortada Susan contesta
– Me han enviado a recoger un paquete.
– En ese caso acompáñame a los probadores VIP Sussy, estaba esperando por ti…
Diciendo esto ambas mujeres se dirigen al final de la tienda y mientras caminan Massiel coloca una mano en la espalda de Susan y poco a poco se desliza hasta el trasero de Susan que se estremece al ser acariciada. Al llegar al privado Massiel cierra la puerta y sin mas toma a Susan, con una mano en la espalda y otra en su trasero, mirándola fijamente la besa delicadamente, a lo que Susan responde, las lenguas de ambas mujeres se pelean en sus bocas, en segundos Massiel la desnuda casi por completo, alejándose de ella recoge un collar de cuero de un estante y lo coloca en el cuello a la excitada Susan. Ella sigue de pie solo vestida con su ropa interior, sus zapatos de tacón y su nuevo collar de cuero. Massiel le acaricia los senos y mirándola a los ojos le dice.
– Desnúdate.
Susan termina por quitarse todo y sigue de pie frente a Massiel que sentada en una butaca frente a ella le observa desnuda en medio del cuarto.
– Eres muy hermosa, esos senos son más grandes de lo que esperaba, recoge lo que hay detrás de ti y úsalo.
Susan toma un paquete y empieza a vestirse con un sostén de encaje negro a juego con un par de medias de seda que sostiene en su sitio con unos ligueros negros y cambiando de zapatos se coloca un par de tacones de aguja de 3.5 pulgadas, mientras se viste siente con Massiel se acerca lentamente a sus espaldas, acariciándola desde atrás la toma por los senos y empieza a besarle el cuello, no deja de temblar y gemir.
– Estas perfecta Sussy, justo como tienes que estar vestida.
– No… No encuentro las bragas…
– No te preocupes Sussy, tu nunca más necesitaras bragas
Diciendo esto desliza dos dedos en el encharcado coño de Susan que empieza a gemir al sentir como entran y salen esos dedos, los besos y las caricias en sus senos la llevan al borde del orgasmo, justo en ese momento siente como Massiel coloca una cadena en la argolla del collar de cuero.
– A cuatro patas Sussy
Cae a cuatro patas y gateando junto Massiel la lleva hasta la butaca donde sin decir nada mas abre las piernas dejando a la vista de Susan su coño que inmediatamente empieza lamerlo y a adorarlo como la mas experta.
– Asiiiii Sussy… asi muy bien continua… te encanta obedecer, obedecer es placer Sussy…
Unos minutos después Massiel se corre en la cara de Susan llenándola de sus jugos, y al reponerse del orgasmo ayuda a Susan a terminar de vestirse y retocar el maquillaje. Ambas salen del privado y acompañándola a la puerta de la tienda se despiden.
Susan toma su auto sintiéndose tan excitada y caliente, sale del área comercial, en su mente no deja de escuchar a Massiel decir “obedecer es un placer”, con eso en la cabeza y aun saboreando los jugos vaginales en su boca llega a un exclusivo restaurante de la ciudad, al entrar un mesero la recibe.
– Bienvenida Madame
– Soy Sussy y vengo… a entregar un paquete…
En un privado del restaurante la joven pareja formada por la Sra. y el Sr. Loggan, dueños de la Corporación Loggan Aeroespacial, celebran su tercer aniversario de bodas en una intima y romántica cena, intima hasta que un camarero entra acompañado de una bella mujer, dejando a los tres solos cierra la puerta del privado.
– Soy Sussy y vine a entregar un paquete
– Parece que mi regalo ha llegado por fin, feliz aniversario querida.
La Sra. Loggan sonriendo se le acerca, camina alrededor de ella la observa detenidamente, con un gesto invita a su esposo a mirar de cerca a la recién llegada. El Sr. Loggan llega junto a ellas y le dice al oído a Sussy.
– Quiero ver el paquete.
Ella se quita el traje ejecutivo y solo se queda con su nuevo juego de encaje, de pie en medio de los esposos que inmediatamente empieza a acariciarla y besarla.
– Es hermosa, parece una muñeca… que labios deliciosos tiene amor.
– Es una muñeca, una muñeca para coger, y es toda tuya… ya viste estos senos linda, se que te gustan grandes.
– Me encanta amor.
El Sr. Loggan se coloca a sus espaldas, tomándola de sus senos le besa el cuello y con sus dedos libera los pezones de Susan, la Sra. Loggan se le acerca por de frente y por invitación de su esposo comienza a besarle los senos, mientras con sus manos acaricia su trasero y su coño, su lengua recorre en forma espiral su seno hasta llegar a su pezón y con su boca lo captura para empezar a mamarlo y delicadamente morderlo. En ese momento Susan deja escapar un gemido que se apaga con un beso de lengua que le coloca el Sr. Loggan. La Sra. Loggan observa a ambos besarse mientras ella sigue el ataque a los endurecidos pezones.
– ¿Me quieres poner celosa mi cielo?
Liberando los senos de Susan, con sus dos manos la toma por el rostro y le planta un beso y su lengua sin obstáculos empieza a sondear la boca de Susan que no puede controlar su excitación y acaricia a la chica mientras siente el endurecido pene del hombre que le acaricia las nalgas, con una mano sostiene el pene y con la otra empieza a bombear el coño de la chica. Finalmente el beso apasionado termina y Susan siente la fuerte mano del Sr. Loggan presionarle el hombro y entiende el mensaje cayendo de rodillas entre los esposos que empiezan a besarse apasionadamente, mientras ella inicia a lamer y mamar su verga y su coño en un ritmo intercalado para no desatender a ninguno.
Unos minutos después una ya desbocada Susan esta a cuatro patas manando la verga del hombre y recibiendo embestida tras embestida en su coño por parte de una excitada Sra. Loggan, que con un pene de plástico sujeto a sus caderas por un arnés le llena el coño mientras le dice lo puta y zorra que es al estar a cuatro patas como una perra siendo usada por ellos, ellas solo es la perra y ellos son sus dueños. Es la tercera vez que ambos esposos intercambia posición usándola.
– Esta perra tiene una boca deliciosa, ya casi no puedo aguantarlo.
– No te corras en la boca de esta perra, sigue gimiendo querida, sé que te encanta que te usemos, quiero que me llenes a mi corazón lo quiero dentro de mi.
– No te preocupes ella no se merece lo que te pertenece por derecho.
Diciendo estos la chica se aparta de Susan y quitándose el arnés deja expuesto su coño para que su excitado macho la penetre olvidando a Susan que aun no llega a correrse, ambos se entrelazan y mientras una celosa Susan gatea hasta ellos los observa llegar al clímax entre gemidos y gritos, luego de unos momentos que parecen interminables ambos esposos se mueven y levantándose se besan y abrazan frente a ella que espera a cuatro patas.
– ¿Qué esperas para empezar a limpiarnos?
Ella inicia a lamer sus sexos limpiando con su lengua los rastros se semen y fluidos vaginales mientras los esposos arreglan sus ropas, la velada termina con ambos esposos sentados a la mesa degustando sus postres y su ultima copa de vino. Mientras Susan sigue a cuatro patas bajo la mesa con un vibrador insertado en el culo y lamiendo los pies de sus dueños.
Poco a poco despierta y para su sorpresa se encuentra sentada en su despacho totalmente desnuda y conectada a electrodos desde donde salen cables que van conectados a una batería de computadoras y monitores a su alrededor, dos vibradores siguen insertados en su culo y coño pero las ataduras han desaparecido, observa todo como si fuera la primera vez que esta en su propio despacho, recorre la habitación buscando algún rastro de sus dueños, intenta levantarse pero se siente mareada y atontada, se inclina un poco hacia adelante y observa el suelo cubierto de una gruesa lona de plástico, la cual esta humedecida y salpicada de sus jugos vaginales y otros fluidos, al inclinarse siente que su equilibrio cambia pues sus senos parecen haber aumentado dos o tres tallas, sorprendida los observa y sin pensarlo los acaricia con sus dedos y siente lo sensibles que están, inmediatamente una oleada de calor la recorre haciéndola gemir levemente y el vibrador en su coño empieza a funcionar.
Su cuerpo empieza a reaccionar y recostándose hacia atrás deja que sus manos acaricien sus senos y que su coño vibre haciendo que su cuerpo se empiece a contorsionar por la excitación, una mano se desliza a su coño y la otra continua en sus senos, en su mente no hay nada más importante que obedecer, sentir placer, llegar al orgasmo, ella necesita correrse, ella necesita correrse y sentir placer al obedecer.
Susan se deja llevar por el ataque sexual sistemático al cual sus manos la someten, cerrando sus ojos intenta imaginarse de rodillas frente a un macho, un macho que la domina y la somete, ella necesita obedecer a su dueño, ella no es más que un juguete sexual… ella necesita correrse y sentirse como lo que es, como una…
– Hola Sussy Pussy me encanta que estés ya despierta.
Susan abre sus ojos y una sonriente Helen aparece ante ella de pie a su lado mirando como no puede detener su cuerpo y sus manos que ya a estas alturas mantienen de rehén a la parte pensante de su cerebro.
– Soy… soy una… aaaaaah…. Soy una perra…
La sonrisa de Helen no puede ser descrita al acariciar con su mano el cabello castaño de la nueva Susan mientras le comenta.
– Claro que lo eres Sussy Pussy, has sido una buena chica, buena chica… me encanta como todas al final terminan por romperse.
Helen ayuda a Sussy a levantarse y la lleva al baño privado donde empieza a asearla, sin perder la oportunidad de besarla y acariciarla sin la menor resistencia, al volver a la oficina con una desnuda Susan caminando como mascota obediente tras de ella, encuentran a Tara limpiando la oficina y empacando los dispositivos, al verla Susan siente un ataque de vergüenza y baja sus ojos al piso, Helen la toma por un mano y la coloca frente al escritorio, la inclina sobre el y ella responde colocando los codos sobre la cubierta del escritorio y separando las piernas, Tara entrega un vibrador a Helen que con una rápida lamida lo humedece y lo empieza a insertar en el coño empapado de Sussy, Tara coloca un paquete de documentos frente a Sussy y extrañamente las palabras escritas en los documentos no las puede leer, Helen empieza a meter y sacar el vibrador y ella empieza a temblar.
– No te preocupes si no puedes leer lo que dice allí, tuvimos que desechar algunas de tus habilidades para hacer de ti una buena chica, solo dejamos las que nos son necesarias, solo pon tu firma en los documentos…
Helen apaga y detiene el vibrador, Tara entrega un bolígrafo a la excitada Susan que sin otra orden firma los documentos que Tara va colocando frente a ella, al terminar Tara cierra la cartilla de documentos la coloca en un sobre y lo entrega a Helen que sonriendo le dice a Susan desde su espalda.
– Buena chica Sussy Pussy, buena chica ahora eres oficial y legalmente nuestra, toda nuestra.
Sin más por decir Helen introduce el vibrador y le besa la espalda mientras Tara acaricia sus senos y la besa apasionadamente haciéndola estremecer. Minutos después Helen sentada en una butaca observa a Tara sentada en el escritorio con las piernas separadas y la cabeza de Susan entre ellas, ambas se detienen al escuchar el timbre del teléfono, con un gesto de manos Tara se levanta y tomando a Susan le dice al oído.
– Posición de obediencia Dos.
Sin el menor pensamiento el cuerpo de Susan cae de rodillas con sus nalgas descansando en sus talones, sus piernas ligeramente separadas, sus manos entrelazadas a su espalda erguida levantando sus grandes y hermosos pechos, su cabeza inclinada hacia el frente con la mirada clavada al piso.
Tara contesta la llamada.
– “Baxter Health Care & Spa, Oficina de la Dra. Baxter”
– “Soy Samantha Baxter, comunícame con mi madre”
– “Un segundo Señorita Baxter, la comunico”
Tara presiona el botón de espera y voltea a mirar a la sumisa Susan y a Helen de pie a su lado. Helen se coloca frente a Susan y tomándola por la barbilla la obliga a mirarla
– Lo harás tal como te he ordenado verdad querida, serás una buena chica por que tú quieres obedecer.
– Así lo hare mi señora…
Con esto Tara entrega el auricular a Susan y esta con una mano lo sostiene y con su mano libre se inserta dos dedos en su coño, empieza a masturbarse mientras contesta.
– “Hola Sammy, ¿como va el viaje?”
– “Hola mom, todo bien, estaremos de vuelta mañana”
– “Excelente cariño… enviare a mi asistente a recogerlas al aeropuerto…”
– “Hazme el favor de no enviar a nadie como el ultimo idiota que enviaste por nosotras, no quiero pasar todo el camino intentando hacerle entender a alguien que no quiero hacer amigos ni ser sociable con empleados”
– “Sí… cariño… enviare…”
– “¿Te pasa algo, te escucho algo extraña?”
– “Dame un momento”
Tara acciona el botón de espera y Helen la toma por un brazo levantándola bruscamente, mete uno mano en su propio coño desliza sus dedos dentro y luego los coloca en la boca de Susan y la desvalida Susan los empieza a lamer con desesperación, sus ojos se ponen vidriosos y su rostro se relaja. Helen con una mano la toma por el cuello y hace una señal a Tara, mientras le susurra al oído a Susan, Tara acciona el botón y Susan repite como un marioneta lo que Helen le susurra al oído.
– “Lo siento querida una llamada en la otra línea”
– “¿En serio estas bien, estas ocupada?, estas muy rara”
– “Tranquila querida solo trabajo, enviare a mi asistente Tara por ustedes, te veré mañana en la cena que organicé para ustedes, debo dejarte”
– “Bueno esta bien te veré mañana, adiós”
– “Hasta pronto Sammy”
– “Deja de llamarme Sammy ya no soy una niña”
Con esto la llamada se cierra y una sonriente Helen comenta.
– Claro que no eres una niña Sammy pero pronto dejaras de ser una mujer y tu me vas a ayudar Sussy Pussy. Has sido una mala chica, mala chica, unas horas más y acabaremos con eso que queda en tus sesos.
Al día siguiente una sonriente Susan conversa con sus hijas sentadas a la mesa de su mansión, Susan se escucha responder a si misma, pero sus palabras no son suyas, siente como si alguien mas las dijera por ella. Las chicas le comentan sus aventuras en España, Alemania y Francia, obviamente evitando mencionar las fiestas, drogas y alcohol en todos esos países, Samantha le habla de unas montañas al norte de Alemania pero Susan solo pude mirar sus labios tentadores y sus pechos generosos cubiertos con una ligera camisa de lino, al otro lado Melissa la menor de sus niñas es casi un clon de su madre, de cabellos castaños y a diferencia de su hermana con menor busto pero de cabellos rizados, ríe al escuchar el relato de su hermana al contarle a su madre como Melissa ridiculizo a una empleada del hotel en Alemania, en el fondo de la mente de Susan un temor crece mientras observa como Rossana sirve los platos y llena las copas de cristal con bebidas que las chicas toman sin siquiera reparar en la presencia de Rossana, Susan mira sonriendo como las chicas terminan sus bebidas cargadas con un poderoso somnífero, las conversación poco a poco empieza a hacerse mas pausada y termina cuando Melissa torpemente intenta cortar una pieza de carne y deja caer sus cubiertos al suelo, Samantha la observa atontada y al intentar preguntar si se encuentra bien termina con su cara enterrada sobre el plato de ensalada de lechuga colocado frente a ella.
susan observa sentada sin moverse a sus dos hijas aturdidas en la mesa, mientras Rossana abre una gaveta en una mesita cercana sacando un collar de cuero y una cadena que le coloca en el cuello, lo que hace que Susan se excite completamente esperando con ansias llegar al tan anhelado orgasmo, Rossana se quita la falda y coloca su coño al alcance de la cara de Susan.
– Has sido una buena chica Sussy, ambas hemos sido buenas chicas, lámeme el coño y dame mi recompensa.
Minutos después ante un aturdido publico Rossana termina por correrse en la cara de Susan, sin poder aguantar mas Susan siente como todo a su alrededor se nubla y pierde el conocimiento.
Vagos recuerdos llegan a la mente de Susan mientras esta de pie en la estancia de su mansión frente a la puerta principal, esta vestida con un fetichista traje de empleada francesa el cual casi no cubre sus ahora mucho más grandes pechos, una tanga negra se le encaja en la raja que divide sus nalgas y sus pies están encapsulados en unos zapatos de tacón de aguja de por lo menos 4 pulgadas, casi se sostiene en pie solo con sus dedos pulgares, el collar de cuero que Rossana le colocara la noche de la cena la hace sentirse mas humillada que de costumbre, y al recordar la cena a su mente vuelven borrosos recuerdos de sus hijas siendo llevadas a una camioneta negra en el garaje de su mansión, luego otro borroso recuerdo la invade al estar de pie mirando a través de un cristal frente a un cuarto de cirugía observando a sus hijas atadas a sillas parecidas a las que usan los dentista, sus cabezas y cuerpos cubiertos con electrodos, sus coños y culos llenos con vibradores, su cuerpo se excita al ver como ambas chicas se contorsionan al recibir placer y ser condicionadas, sus jóvenes cuerpos y sus cerebros son bombardeados sin tregua hasta que llegan al orgasmo una y otra y otra vez, una envidiosa Susan las observa correrse y no puede dejar de mirar esos pechos que parecen haber crecido dos o tres tallas en los últimos cuatro días.
El sonido de la puerta de entrada la vuelve a su sumisa realidad, Rossana camina a la puerta y el recién llegado entra tomando a Rossana por la cintura y colocándola contra la pared le planta un apasionado beso y sin mas le saca un de sus senos fuera del costoso traje de seda que antes fuera de Susan, con su boca atrapa el pezón y los gemidos de Rossana llenan la habitación, Susan empieza a sentir como sus jugos corren por sus piernas mojando las bragas y medias, el hombre suelta a Rossana que le informa.
– Bienvenido señor, todo esta listo. Sussy esta condicionada como la perra que siempre a sido.
Ambos se acercan a ella que no deja de temblar por las ganas de ser usada por esa hembra y ese macho, su mirada se clava en el suelo y siente como ambos se colocan a su lado, el hombre la toma por la barbilla y la obliga a mirarlo, ella sigue mojando sus bragas y medias cuando el aroma de su macho la embriaga, el hombre desliza el cierre de su pantalón y se saca la verga mientras la coloca a ella contra la pared, luego la presiona con su cuerpo deslizando su dura verga dentro de Susan que siente que esta a punto de estallar, el hombre empieza a bombearla con más y más fuerza y Sussy no puede conterse, el hombre la toma por los cabellos y mirándola a la cara le dice.
– Dime lo que eres.
– Soy aaaag soy una perra sumisa que te pertenece.
El hombre le sonríe mientras la mantiene penetrada.
– Has sido una buena chica estas semanas, igual que Rossana debes tener una recompensa… correte para mi puta.
Ante esta orden la mente de Susan termina por desconectarse cuando oleada tras oleada de placer la invaden. Meses de ganas, terminan y se corre tantas veces que pierde la cuenta y en su aturdido cerebro los últimos rastros de la mente consciente de Susan terminan por desaparecer dando paso a Sussy Pussy.
Al volver a la realidad una feliz y realizada Sussy siente como Rossana la hace caminar a la alcoba principal siguiendo al hombre que ahora es su dueño, ella necesita complacerlo y demostrarle lo obediente y dócil que es. Al entrar los tres en la habitación pueden ver frente a la cama matrimonial a Samantha y a Melisa que a cuatro patas están conectadas entre si por un dildo doble que tienen insertados en sus culos, ambas chicas se mueven acompasadas para penetrarse una a la otra, ambas visten exclusiva y delicada lencería roja y negra, con sostenes de media copa que casi no logran sostener sus deliciosos senos, medias a juego y ligueros. Rossana avanza hacia ellas y acciona un botón en medio de los dildos que los hace soltarse, les ordena ponerse de pie y ambas chicas con la mirada perdida son acariciadas por Rossana en medio de ellas.
– Tal como lo pediste señor condicionadas justo como su madre, ¿qué te parecen?
Las chicas dejan escapar gemidos de placer cuando las manos expertas de Rossana les acarician sus delgados y atléticos cuerpos haciéndolas estar más excitadas y húmedas si eso es posible.
– Excelente, me parece excelente, ven aquí Sussy.
Sussy camina hasta su dueño y observa a las chicas semidesnudas frente a ella, ya no son sus hijas son dos perras justo como ella lo es. En ese momento un móvil empieza a sonar y el hombre toma la llamada.
– “Hola Mr. B lamento si estoy interrumpiendo algo importante”
– “Hola Robert, descuida aun la fiesta no ha comenzado, me parece que has hecho un excelente trabajo”
– “Nada de eso señor, no hubiéramos podido lograrlo en tan poco tiempo sin su colaboración con los nanos, han sido más efectivos de lo esperado… por cierto Mr. L ha hecho una oferta importante para una velada familiar”
Mientras conversan Rossana hace que ambas chicas se coloquen una frente a la otra y les ordena besarse, a lo que sin vacilación ambas chicas se acarician y besan apasionadamente, sus lenguas juegan a entrar y salir de las bocas de ambas mientras sus pechos se aplastan entre si, luego de un momento Rossana les dice algo al oído y ambas chicas caen de rodillas una a cada lado de la cama con sus nalgas sobre sus talones su cabeza inclinada hacia el frente haciendo que sus cabellos caigan de lado sobre sus pechos que sostienen con sus manos ofreciéndolos generosamente.
Los tres se acercan a la cama entre caricias y besos y el hombre termina la conversación diciendo.
– “Tranquilo Robert, sabre recompensarte con lo que necesites para la nueva fase… ahora si me disculpas tengo una familia que atender, debo ver que pueden hacer mi esposa y mi amante juntas en la cama…. Dile a Loggan que lo pensare”.
PARA CONTACTAR CON EL AUTOR ESCRIBIDLE A:
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Relato erótico: “La guerra de Troya” (PUBLICADO POR SIBARITA)
Hoy hemos conocido a Héctor, me refiero en persona, porque ya habíamos hablado alguna vez por
internet y hoy venía a la ciudad para asuntos personales. En realidad hacía ya algún tiempo que habíamos hablado de encontrarnos, pero ninguno había puesto especial interés en ello, hasta que hace un par de días nos avisó que debía solucionar algunos problemas en esta zona y, como sus asuntos le llevarían poco tiempo, sería un buen momento para encontrarnos y comer juntos. Quedamos en un restaurante que no le gustó nada con solo ver su aspecto, y nos llevó a otro en el que comimos estupendamente, para después ir a nuestra casa a tomar café y continuar una muy agradable conversación en la que tratamos gran variedad de temas, entre los cuales llegamos al trabajo de mi compañera y las dificultades qué para una actriz, tiene la interpretación.
Al respecto y siendo ajeno totalmente al tema, él es bastante escéptico, no acababa de aceptar que interpretar y simular no son la misma cosa, y que una interpretación para ser creíble, debe acercarse lo más posible a la realidad. Mi compañera, picada en su amor propio, decidió por su propia cuenta hacerle una demostración y para ello salió del salón en el que estábamos, para al cabo de unos pocos minutos, volver completamente transformada en su vestimenta. Se había puesto una simple minifalda negra, sin medias, y una camisa blanca, de hilo muy fino, bajo la cual era obvio que no llevaba sujetador alguno, y con algunos de los botones abiertos de forma que, sin llegar a desnudar sus pechos, los dejaba entrever con bastante claridad.
De inmediato comprendí lo que se proponía pero él no pudo captarlo y solo se fijó en lo que era evidente, más aún cuando ella se sentó en el sofá a su lado y retomó la conversación que veníamos manteniendo, pero con evidentes y notorias variantes en su actitud y forma de dirigirse a Héctor; le miraba fijamente a los ojos, se inclinaba hacia él, de forma que su escote se agrandaba para que los ojos de él se vieran atraídos a sus pechos, llevó el tema de conversación a hablar sobre la interpretación de los actores y actrices en las escenas de amor y sexo, y al hacerlo aumentó su provocación apoyando su mano sobre el muslo de él, hablándole más bajito y más cerca, para seguir como al descuido, acariciándole sobre el pantalón y llegando cada vez más cerca de su zona más sensible. En un momento ella había desabrochado otro botón de su camisa, con lo cual él ya tenía al alcance de su vista dos tetas que lucían muy apetecibles, coronadas por unos pezones inhiestos que parecían reclamar sus caricias.
Le hablaba de que, una actriz como ella, debe llegar hasta el mismo acto sexual si lo necesita para dar veracidad a una escena de amor o de cama, y como él todavía porfiaba de que tal cosa no era posible y que nadie lo haría, ella avanzó su mano hasta tomar una de las de él y llevarla hasta envolver con ella uno de sus pechos ya descubiertos totalmente, al tiempo que le besaba en la boca y su lengua se ligaba con la de Héctor. Aquello ya fue ponerle realmente en el disparadero. Sin reparo la retiró la blusa y su boca descendió hasta sus pechos comiéndolos, besándolos, lamiéndolos con ansia. Se había calentado a tope y ya no tenía contención alguna así que a la camisa le siguió la falda, continuó acariciando sus caderas, su vientre, sus muslos, retirando la braguita para, tumbándola sobre el sofá, pegar su boca a los labios vaginales y buscar el clítoris con su lengua. Tampoco ella tenía ya ningún reparo, había llegado demasiado lejos en su juego y las ardientes caricias de él la estaban poniendo a tope, hasta que casi suplicó que se desnudase y en un instante toda la ropa de los dos estaba por el suelo.
No podría decir quién de los dos buscó primero la penetración, ambos parecían estar igual de ansiosos. Sobre el sofá tan pronto estaba uno sobre el otro, como a la inversa, y si él sacaba su verga era para tomar el puesto con la boca, con la lengua o los dedos, para avanzar sobre ella para que pudiera tomar la verga con la boca y hacerla llegar hasta casi su garganta, para moverse ambos hasta situar sus cuerpos en un 69 perfecto, hasta el momento en que ya, ninguno de los dos pudo aguantar más y ambos se corrieron volcando en la boca del otro su semen y sus jugos.
Tuvieron lógicamente que ducharse y con un Héctor bastante avergonzado por lo ocurrido, se sentaron nuevamente en el sofá, tratando de reiniciar una conversación que se presentaba difícil; se había auto convencido de que lo que acababa de suceder no tenía nada que ver con la interpretación de una buena actriz, sino a un calentamiento puramente físico y llevado al extremo. La discusión se acaloraba por momentos, sobre todo cuando ella le dijo que, lo que acababan de hacer, había sido solo una demostración sobre el tema, a lo cual él respondió que no podía aceptarlo puesto que fríamente, como él lo interpretaba, nadie sería capaz de llevar a cabo una relación sexual. Nuevamente y de forma aún más evidente se lo demostraría. Se puso en pie ante él, muy despacio desabrocho su camisa, dejó caer su falda y la braguita, totalmente desnuda se avanzó hacia él y comenzó a desnudarle totalmente. Estaba como petrificado, incapaz de moverse ni de hablar siquiera, solo la obedeció para que ella pudiera quitarle su pantalón y el calzoncillo. Pese a su inmovilidad, su verga había crecido hasta alcanzar su máximo tamaño cuando ella avanzó aún más tomándola en sus manos, le cabalgó y sin soltarla se dejó descender sobre ella hasta que ya no le cupo ni un milímetro más; solo entonces la soltó para abrazarse a él, que ahora ya recuperaba el movimiento y lentamente, de forma acompasada, trataban de que la verga la llegase hasta lo más profundo, para desatarse totalmente después dando inicio a una impresionante cabalgada. Cambiaron de postura, aún con los pies sobre el suelo, la hizo volcar sobre el sofá casi obligándola a clavar su cara en el asiento, se colocó tras ella y nuevamente clavó con fuerza la verga en su vagina; estaba incontenible y ya no tenía limites, sacó su verga chorreante y la colocó en la misma entrada de su ano, hacía presión tratando de meterla y cuando ella se quejó la ripostó diciendo que si aquello era interpretación, el momento formaba parte de la escena, todo ello sin cesar de presionar hasta que, ahora más despacio y con cuidado, consiguió meterla y avanzar hasta que sus testículos llegaron a tocar sus nalgas. A ella ya no parecía dolerle nada, estaba totalmente concentrada en lo que hacían.
La escena era impresionante, los dos completamente desnudos, ella boca abajo y vencida sobre el sofá mientras él la sodomizaba sin parar de gritar, en una extraña mezcla de rabia y disgusto de su parte por lo que estaba haciendo, por haberse dejado llevar a aquella situación, pero en busca de un éxtasis que los dos veían muy cercano y que, en efecto, no tardó en llegar. Si bien a él le causó un efecto desastroso porque se disculpó y salió poco menos que corriendo.
No volvimos a saber de él hasta pasados unos meses. Un día en el qué por teléfono, recibimos una invitación para encontrarnos en una sala de baile, a la que fuimos, intrigados, por conocer sus planteamientos después de su desaparición.
El encuentro fue cortés, pidió disculpas por su espantada e iniciamos una conversación en la que no se tocó el tema de la reunión precedente después de las disculpas. Tomamos unas copas y la invitó a bailar, con lo que el ambiente se fue animando un poco porque cuando volvieron a la mesa, un par de botones del camisero blanco que ella vestía, estaban abiertos.
Es cierto que hacía bastante calor en el local, quizás fuera el motivo por el que seguían soltándose botones, y encima ella no era muy aficionada a usar sujetador, con lo que nuestro héroe se fue animando a meter las manos donde creyó que podía y donde en efecto pudo. El camisero ya la dejaba mostrar íntegramente sus pechos y las manos de él se aprovechaban de ello, porque eran ellas quienes lo habían desabrochado.
Cambiamos de mesa para situarnos en otra más discreta, a la que no llegaban las miradas de la gente que ocupaba la sala. Ni nos habíamos sentado cuando ya las manos de él abarcaban las tetas de ella, la hicieron darse la vuelta y su boca se apodero de la de ella. La sentó sobre sus piernas al tiempo que mordisqueaba sus pezones y trataba de meter sus manos entre sus muslos. Tampoco ella estaba quieta, había comenzado por abrazarse estrechamente a él, pero poco después estaba acariciándole sobre el pantalón y comenzó a desabrocharle la bragueta; debía ser incómodo para ella, porque en un momento le había desabrochado también el cinturón y metido su mano bajo el hasta alcanzar su verga y comenzar a acariciarla.
Se habían medio tumbado en el sofá, ella con la camisa totalmente desabrochada y la falda subida casi hasta la cintura. Él, de rodillas en el suelo y con la cabeza metida entre sus piernas, con su boca y sus manos trataba de quitarle la braga y, una vez conseguido, pegó su boca al sexo de ella a la búsqueda de su clítoris y metiendo sus dedos en su vagina.
Habíamos corrido las cortinas que aislaban el medio reservado en el que estábamos, aunque ello no impedía que alguna cabeza curiosa apareciese de vez en cuando entre las cortinas, para quedarse con la boca abierta al ver a la pareja, desnudos totalmente, metiéndola su verga en la vagina y agitándose como posesos hasta correrse ambos. No hubo disimulos, ninguno se molestó en retirarse antes de la corrida, como puestos de acuerdo se corrieron juntos y dentro de ella, como después se dieron vuelta para iniciar un magnífico 69 en el que ella parecía tratar de aspirar la polla de él hasta tragarla por entero.
Se vistieron, casi se vistieron, porque además de no llevar sostén, ahora ella tampoco llevaba braga y su camisa apenas si tenía un par de botones cerrados. Un brazo de él la abarcaba por los hombros y no tenía reparo en acariciarla las tetas, ahora ya a la vista de todo aquel que quisiera mirar, puesto que habían abierto las cortinas. En pocos minutos el pequeño espacio se había poblado de espectadores y alguno de ellos se atrevió a avanzarla una caricia sobre el pecho descubierto, aunque Héctor le retiró la mano rápidamente.
Siguieron con el juego, la camisa de ella casi completamente abierta, las manos de él sin cesar de acariciarla y con sus bocas que parecían atornillarse a cada momento.
Salieron a la pista a bailar nuevamente, y al momento, un amplio circulo se formó en torno a ellos, todos los hombres querían presenciar el espectáculo de sus tetas moviéndose al son de la música y como Héctor se refregaba contra ella cada vez con más descaro y con sus manos hacía subir su falda hasta que todos se apercibieron de que no tenía braga, con lo cual el circulo se estrechó sobre ellos. Él ya estaba lanzado y sin vergüenza, con una de sus manos avanzó entre sus piernas hasta llegar al sexo, presionó entre sus labios para abrirlo y meterla varios dedos; al sentirlo ella paró su baile y se apretó contra aquella mano que la penetraba. En medio de la gente le desabrocho el pantalón y le agarró su verga que de inmediato condujo hasta su vagina, con rapidez dio un pequeño salto colocando sus piernas en torno a la cintura de él y se empaló sobre la verga literalmente, en medio de la pista ante los aplausos y gritos de todos.
Conseguí rescatarlos y salimos de allí. Como pudimos llegamos hasta el coche, pero seguían teniendo ganas de juerga, así es que nos dirigimos hacia otro local; un antiguo jakuzzi al que habían suprimido la piscina y puesto camas por todos los salones.
Apenas habíamos tenido tiempo para recoger las llaves de las taquillas cuando ya se habían desnudado mutuamente y se dirigían corriendo a una de las camas, en la que empezaron a revolcarse como si nunca hubieran follado antes.
Habiín organizado tal revuelo que todos los clientes del local estaban revolucionados. Dos de ellos, sin duda los más atrevidos y lanzados, se juntaron a ellos sobre la cama formando un auténtico maremagnun de manos, piernas, sexos y cuerpos que se buscaban. Me di cuenta, de pronto, que sobre nosotros y pegado al techo, había un enorme espejo que reflejaba nuestra imagen. El cuerpo desnudo de Héctor estaba entre sus piernas abiertas, y por sus movimientos se constataba que su polla estaba totalmente metida en su interior; estaba sentada sobre ella que la sentía latir y llegar hasta lo más profundo. También observé unas manos que la empujaban para tumbarla sobre Héctor, aunque su fin no era el de aumentar el contacto con él, sino hacer que la postura pusiera su culo en pompa, sin por ello hacer que su verga la abandonase; ella sentía el peso de otro cuerpo sobre el suyo, y la presión de un intruso que pugnaba por meterla su polla por el culo, lo cual no le costó demasiado esfuerzo porque ya estaba dilatada por todos los lados. El efecto fue inmediato, sentir las dos vergas en su interior fue el detonante para que la viniera un orgasmo monumental
- : Quien dijo que Héctor no fué uno de los grandes personajes en ella?
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